lunes, 10 de septiembre de 2018

Por un clavo...




En mi Enciclopedia de Ingreso (un libro del que todavía me parece asombroso que lo estudiáramos con 9 años) fue donde primero leí esa canción popular inglesa que dice:
Por un clavo se perdió una herradura.
Por una herradura se perdió un caballo.
Por un caballo se perdió un caballero.
Por un caballero se perdió una batalla.
Por una batalla se perdió un reino.
Y todo fue por un clavo de una herradura.

Después he leído que esto puede referirse a Ricardo III cuando, desmontado de su caballo y rodeado de enemigos por todas partes, gritó aquello de :"¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!". Pero también cuentan que Felipe IV de Francia, "El Hermoso", después de conquistar Flandes, dejó al incompetente de Chatillon al mando de la parte oriental y que este, como entonces no había wasap ni teléfonos, mandó un recadito con un mensajero a su colega de la zona occidental proponiéndole putaditas para hacerles a los sufridos ciudadanos. Al mensajero por un clavo de la herradura le falló el caballo, lo cogieron los flamencos, leyeron el mensaje, montaron en cólera y por ahí se perdió Flandes. Sea lo que sea, el sentido es claro: no menosprecies los detalles.

A mí la cancioncita me parecía en mis años infantiles una exageración. Pero ahora he comprendido que es la verdad de la vida. Me he ido encontrando a cada paso con historias en las que un detalle, una bobería quizás, desencadena un alud inesperado o cambia una vida para siempre. Unos botones de muestra:

Por un selfie... En el concurso de Miss Universo del año pasado, Miss Irak se hizo un selfie con Miss Israel. Se cayeron muy bien, les pareció un recuerdo estupendo y una imagen para demostrar que no pasa nada, que es posible una sonrisa en paz... y Miss Irak recibió amenazas de muerte, de esas que dan miedo, y su familia se tuvo que marchar de su país.

Por un racimo... Mi amiga Elena tiene un parral a la puerta de su casa al que mima como a la niña de sus ojos. Un día que lo estaba recortando, lustrando y lo que quiera que se le hace a los parrales, pasó por allí el típico chico malote del barrio: drogata, hosco, antipático... No se trataba con nadie. Elena, que es muy de repentes, le ofreció un racimo de aquellas uvas doradas y apetitosas y él lo rechazó con un gesto de la cabeza. Pero al cabo de unos pasos volvió atrás y le dijo: "Bueno, dame uno para mi abuelo". Elena le dio dos. A partir de ese momento, y aunque parezca una película de esas de buenitos, el chico cambió. Con ella, con el barrio y consigo mismo.

Por un plato de pollo al curry... Eso fue lo que hizo que la Reina Victoria de Inglaterra, después de probarlo y chuparse los dedos, distinguiera al sirviente hindú que se lo cocinó, Abdul Karim, con su amistad, con sus regalos y con sus confidencias. Y eso durante 13 años hasta que ella murió. Toda la aristocracia inglesa y la familia real se subía por las paredes y, nada más morir la reina, lo mandaron para la India, pero ¡que le quiten lo bailado a Abdul Karim!

Por un acento... La historia es de un chico que se apellidaba Becaud, como el cantante. Como su familia llevaba siglos en España, el apellido se españolizó y ellos lo acentuaban en la "a": Becáud. Pero el profesor de francés del chico se empeñó en que iba sin acento y siempre lo llamaba Becó. Como el alumno siguió erre que erre con el acento, lo suspendió. Y esa fue la causa de que abandonara los estudios y se pusiera a trabajar en una ferretería familiar. Una carrera o una vocación, a la porra por un acento.

Por un fósforo... Como demuestra aquella lápida que decía: "Aquí yace Juan García, quien, con un fósforo un día, fue a ver si gas había... Y había.".

Podríamos seguir hablando de más casos. "Por los pies cansados" de Rosa Parks o "por una manzana" en los casos de Eva y de Newton, o "por un hongo" en lo de la penicilina... Pero seguro que ustedes tienen mil casos en el día a día. Para bien o para mal las pequeñeces dominan el mundo y hasta los científicos han caído en la cuenta de que cualquier acción u omisión, por pequeño que sea, es capaz de alterar todo, a corto, medio o largo plazo. Llaman a esto la teoría del caos. Así que ya saben, ojo al detalle, estén atentos a cualquier cosita, sea la que sea. Yo, por ejemplo, en este momento estoy viendo el aleteo de una mariposa...

Por el aleteo de una mariposa...

20 comentarios:

  1. Charo Borges Velázquez10 de septiembre de 2018, 10:41

    Por el ingenio y la constancia de Jane, tengo yo el disfrute de leerla, cada lunes. Ese es el clavo que me permite hacerlo, semana tras semana...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Porque tú y muchos como tú me leen y están aquí cada semana, sigo escribiendo. Pero eso no es una pequeñez sino una cosa muy grande.
      Gracias.

      Eliminar
  2. Buenos días Jane: me ha hecho gracia el título "Por un clavo" porque mi memoria ha recordado enseguida que esa frase está incluida en el quinto y último capítulo de La tragedia de Ricardo III de Shakespeare. Bueno, gracia o tristeza, ya que es la única frase que recuerdo de sus obras.
    ¡Ay Señor, Señor y yo que creía que tenía buena memoria!.
    Soy positiva, he bajado el libro de la biblioteca y lo he colocado en la mesita.
    Releere, que últimamente es lo que más hago.
    Gracias y un abrazo muy cariñoso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también soy mucho de releer. Hay algunos de los preferidos que he leído más de 10 veces ¡Sé que siempre lo voy a pasar bien y que cada vez voy a encontrar algo nuevo! Y de la memoria no me hables que no hay nombre que retenga. Circunstancias y caras, sí, pero nombres...
      Releeremos "Ricardo III" y nos volveremos a replantear lo malas que son las prisas (ese caballo mal herrado...), como nuestro futuro puede depender de un simple clavo (o de un simple loquesea) y como las posesiones muchas veces dependen de la necesidad.
      Un abrazo grande, Rosa María.

      Eliminar
  3. Jajajaja... Me has alegrado del día, que resulta que no es de los mejores de mi vida, porque estoy de pena. Mañana me intervienen y el jueves espero estar como una rosa. Siempre positiva...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Claro que sí, Carmen! Ya verás qué pimpante y glamurosa vas a estar. Seguro que todas las variables se combinan para dar un resultado estupendo. ¡Mucha suerte y ánimo, que el mundo es de los valientes!

      Eliminar
  4. Carmen Paz Gutiérrez Arienza10 de septiembre de 2018, 21:45

    Fantástico Isabel, siempre disfruto con tus relatos.
    Seguimos con el clavo...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Carmen Paz. Este es un tema para pensarlo bien. Yo juego todos los días al rummy contra el ordenador y muchas veces dudo entre poner una ficha u otra. En esa duda me juego la victoria o la derrota. Y muchas veces en la vida nos pasa lo mismo. Una decisión equivocada y a la porra un proyecto, o una tarde, o un viaje, vete tú a saber. La vida depende de un clavo :-D

      Eliminar
  5. El principio de la causalidad.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿El de la causalidad o el de la casualidad? Un tema eterno entre los filósofos, entre los que algunos defienden que todo efecto tiene una causa determinada y algunos defienden el azar. Pero en la teoría del caos en la que se habla de que pequeñas causas aleatorias pueden producir grandes efectos irreversibles se conjugan el azar y la causalidad, el desorden y el orden, los dominios microscópicos y macroscópicos. Si Spinoza levantara la cabeza...

      Eliminar
  6. María Nión Cancela (vía Twitter)10 de septiembre de 2018, 22:02

    Me ha encantado. Como dice el dicho inglés "Devil is in the detail". Bueno, el demonio y muchas cosas buenas :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eso es precisamente lo que hace que la vida sea tan interesante. Que nada está preestablecido ni determinado y que tan pronto se fastidian como se arreglan las cosas. No perdamos el optimismo.
      Gracias, María.

      Eliminar
  7. Mari Carmen González Zamorano11 de septiembre de 2018, 22:19

    Dicen q la casualidad no existe q las cosas pasan y yo creo mucho en las señales. Hace años me dio una depresión y quise vender lo de Araya. Pusimos al pie de la carretera un cartel enorme hecho en madera y cogido a la pared con broca.Mi marido cada vez q venían a verlo pedía más dinero por q no quería vender.Una noche hubo mucho viento y cuando me levante por la mañana tenía el cartel en la misma puerta de casa, algo insólito. Ya no quise vender. .

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pienso que en el fondo no querías vender tampoco (y con razón, el sitio es precioso). Cuando estamos ante cualquier elección, cualquier cosa que apoye lo que en el fondo deseamos la consideramos "una señal". Mi hija convenció a su marido para comprar una casa porque la calle donde estaba se llamaba igual que el Hospital donde se habían conocido. "¡Es una señal!", decía.
      Hablando de clavos, creo que las señales son "clavos ardiendo" a los que nos agarramos para hacer lo que verdaderamente queremos hacer.

      Eliminar
  8. Muy cierto;Jane
    ¡Cuántas veces miramos atrás y nos damos cuenta de que las decisiones que verdaderamente han marcado el curso de nuestras vidas han dependido de esos "clavos!
    Me recuerdan mucho a las serendipias de que hablaste una vez
    Pero no quiero quedarme sin contar lo que a mi me viene a la cabeza cuando oigo, o leo "por un clavo...", lo termino diciendo (escribiendo)... una jarra" ¿y eso?, te preguntarás.
    Verás: por fuera de los cines, especialmente del Teatro Leal, se ponían unas viejitas con un ruleta artesanal, que consistía en una especie de lengüeta de cuero que giraba alrededor de un círculo hecho de clavos, entonces, si se paraba antes o después del premio, se exclamaba "POR UN CLAVO UNA JARRA", o una muñeca, o lo que fuera ¡¡jajaja!!! ¡¡qué tiempos!!
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No había oído ni visto eso del clavo y la jarra en mi vida, otra de las aplicaciones de los clavos. En mi casa el clavo era el que había en un lugar de la cocina alrededor del cual mi abuela batía una especie de almíbar hasta que se covertía en caramelo blanco con el que hacía flores, patitos y figuras de todo tipo para adornar las tartas. Y para mi amiga Lolina el clavo era uno que llevaba a la Playa de Las Canteras para jugar en la arena (al parecer muy popular cuando ella era pequeña). Rememoraciones de los clavos...
      Hace tiempo me dio por preguntarle a amigos y familiares mayores como habían conocido a su pareja y eran curiosísimos los "clavos" que dieron lugar a vidas compartidas durante mucho tiempo.
      Besos.

      Eliminar
  9. Soy aficionado a ver por la tele el tenis de alta competición y más de una vez ha sido necesario utilizar el artilugio de repetición de la parábola que hace la bola para comprobar si toca o no la raya, siendo muchas las ocasiones en que es cuestión de un milímetro. El hecho de entrar o salir la pelota ha supuesto ganar o perder un juego, un set o un partido, y por consiguiente, en el caso de un grand slam, ganar o perder tres millones de euros. Un milímetro!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En la película "Match Point" de Woody Allen hay un momento en que el anillo de un robo va a ser tirado al río y se tambalea en el pretil. Si cae o no cae al río, la historia será distinta y un asesino puede quedar libre o no. Por un tambaleo lo podríamos llamar... Es increíble lo importante que es lo minúsculo.

      Eliminar
  10. Yo creo que los detalles, al menos algunos detalles, son importantísimos. Para empezar, cuando todos vamos con prisa, la persona que se para a tratar con mimo lo que sea, es la que marca la diferencia. Y luego está la gota de agua, la que con un vaso lleno hace que se derrame y explotemos sin remedio.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sabia Dorotea... ¡Cuántas gotas de agua han marcado la diferencia!
      Otro abrazo para ti.

      Eliminar

google-site-verification: google27490d9e5d7a33cd.html