lunes, 7 de enero de 2019

El guindo y los Reyes Magos




Todas mis amigas del colegio saben que yo fui la última en caerme del guindo en el asunto de los Reyes Magos. 10 años cumplidos tenía y lo de que los niños no venían de París, sí; lo de que no había un tal Ratón Pérez trajinando por las almohadas, también; pero, en lo de que los juguetes los ponían Melchor, Gaspar y Baltasar yo seguía erre que erre en que eso era una verdad como un templo. En vano mi amiga Cae me intentaba abrir los ojos y me decía que, cuando a ella se lo contó a los 7 años una tal Isabelita (que era una enterada antipática dos años mayor que nosotras), la luz se hizo en su cerebro y pensó que era la única respuesta lógica a todas las preguntas que nos hacíamos ¿Cómo llevan juguetes a todos los niños? ¿Dónde están el resto del año? ¿De dónde sacan tanto dinero, por Dios? Pero nada, yo seguía empecinada en lo de la magia y todo eso.

No es que no hubiera abundante material de investigación en el que estudiar los "descubrimientos". Unas decían que ellas se habían caído del guindo porque amigas y familiares (principal vía de conocimiento y sabiduría, que yo despreciaba) se lo contaban con pelos y señales. Otras, porque con la mosca en la oreja se dedicaban a revolver y a buscar en lo alto de armarios, en las gavetas, en los cuartos trasteros y habían encontrado paquetes sospechosos. Y otras, porque tenían padres descuidados que metían la pata y dejaban los regalos, sin envolver a veces, tirados por cualquier parte. Peor lo tuvo mi hija, que se enteró a los 8 años porque su maestra (a la que odiamos todos los padres desde ese momento) se lo dijo en la clase, tan pancha como si les hubiera explicado el mínimo común múltiplo. ¿Qué se puede responder si tu hija te viene, días antes de Reyes, y te dice: "Mamá, ya sé que los Reyes Magos son los padres. Nos lo dijo la seño hoy en clase. Es verdad ¿no?"? Me quedé tan estupefacta que lo único que le dije en ese momento fue: "Sí, pero no se lo digas a tu hermano, por favor".

Pero al lado de todo eso estaban las otras señales. Mi primo aseguraba haber visto el borde de una capa roja; otros, incluso al propio Melchor, con su barba blanca y todo; yo juraba haber oído campanitas y pisadas suaves como de camellos en la calle... Hasta se oía a estos beber de los baldes de agua que les dejábamos. Y siempre allí estaba el regalo milagroso. Mi madre nos contaba que durante la guerra, cuando se aleccionaba a los niños en que a lo mejor los Reyes no podrían pasar, nunca le faltó una sorpresa: una naranja, un jabón o una muñeca de trapo, regalos preciadísimos por ser inesperados. 

Mi sobrina, tan reacia a aceptar la dura realidad como yo, hizo incluso una prueba. Pidió a última hora, justo antes de la cabalgata y sin perder de vista a sus padres ni un momento, un regalo difícil e incomprable: una rama plateada preciosa y delicada que vio adornando el escaparate de una joyería. Se lo gritó a los Reyes en la cabalgata y pensó: "Si me regalan esa rama es que existen". Aunque parezca mentira, en la mañana de Reyes, sobre sus juguetes descansaba graciosamente la rama plateada. "¡¡¡Existen!!!", gritó con los ojos abiertos de par en par. Después de eso le costó caer del guindo más que a mí. 

Aunque ¿hemos caído totalmente? Este 5 de enero, en que bajé a la Cabalgata de Santa Cruz (con lo que odio las multitudes) por puro amor a mis nietitos (no quiero perderme, mientras sean pequeños, su mirada y su emoción al ver a los Reyes), los acompañé en los gritos -¡¡¡Melchooooor, Gaspaaaar, Baltasaaaaar!!!- y en los nervios, tal como cuando éramos chicos ¿Que los Reyes son los padres? Imposible. Mis padres ya no están y los Reyes siguen viniendo año tras año. Bienvenidos sean y que la magia no se pierda jamás de los jamases.

24 comentarios:

  1. Ana María Maceda7 de enero de 2019, 11:55

    Pues yo me enteré cuando tenía 10 años. Había pedido a los Reyes una muñeca que tenía un pelo largo y cuanto más la peinabas, más le crecía. Un día me mandó mi madre a poner la mesa y al abrir la gaveta donde estaban las mantelerias, me encontré con la.muñeca. Era preciosa, además, mi madre le había hecho una falda de corte de un color berenjena oscuro y un jersey de trenzas blanco, tejido a dos agujas (ella hacia maravillas), de hecho, yo enseñé a muchas de las compis a hacer punto, en unos ejercicios espirituales en el colegio. También le hizo unos calcetines blancos. Yo me llevé una decepción al enterarme del asunto de los Reyes pero estaba tan privada con aquella muñeca, que se me pasó enseguida. Mi actitud fue hacerme la loca como que no había visto nada. A pesar de esto, mi ilusión por el día de Reyes, perdura.

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    1. Yo recuerdo con emoción la muñeca que me regalaron a los 7 años (entonces solo se hacía un regalo, más preciado que los tesoros del Rey Salomón). Vestía de bailarina y tenía zarcillos y un collar de perlas. Me pareció la cosa más preciosa del mundo. O el año de mi triciclo rojo. No he olvidado nunca la emoción de esos días. Y ayer mismo, me quedé privada con los libros que me trajeron. Estos reyes son mágicos: saben lo que nos gusta y lo que no. Por eso perdura, Ani, esa ilusión.

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  2. Buenos días Jane: Amen, Amén, Amén. Subscribo absolutamente todo lo que cuentas, excepto que yo no me cai de un guindo, pero de un cerezo seguro que si.
    Aunque mis nietos no ven la Cabalgata de mi pueblo, yo bajo al portal solo por ver las caras de los niños y las de sus padres, que no sé quién pone más empeño en gritar a Sus Majestades, que te conste que alguna lágrima ya se me ha escapado.
    Y por la mañana cuando vienen todos y empiezan a romper las envolturas, bueno para mí es la antesala del Paraíso, y me da igual que algunos le llamen a ésto "fomento del consumismo" y otras zarandajas parecidas.
    Un abrazo muy fuerte.





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    1. Yo siempre llevo pañuelos, Rosa María, porque lo mío con las lágrimas es un hecho aceptado por todos. Mi madre siempre me decía que es que yo era un pobre diablo sentimental (era una serie que había por la tele, no sé si te acuerdas). Pero ¿cómo no soltar una lágrima cuando ves el entusiasmo de mi nieta Julia que me mira toda nerviosa anunciándome que ya se ve a Melchor a lo lejos y luego los gritos y los besos volados? Solo por eso bajo a Santa Cruz desde el mediodía (luego es imposible pasar o encontrar aparcamiento) todos los 5 de enero.
      Y luego ayer, coincido totalmente contigo, la antesala del Paraíso. Aquí les trajeron una casita para meterse dentro los dos y cuando la vieron, la boca y los ojos se les abrieron como platos. Me encantan los gritos, los papeles rotos por el suelo y la alegría de ese día.
      Un abrazo grande.

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  3. Manolito, el hijo de Manolo Norte, le aseguraba a mi hijo, Juan Manuel, que los Reyes eran los padres. Mi hijo, un año mayor que Manolito, se reía de él y le decía: "¿Tú estás loco?,Mis padres no tienen dinero para comprar tantos regalos"

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    1. Ese era uno de mis argumentos ante tanto enterado. Otro, mi confianza total en que mis padres nunca me mentían. Otro, la solución mágica para explicar lo inexplicable... Todavía hoy la cosa no está tan clara.

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  4. Lamento que vuestra ilusión haya desaparecido, ya estoy jubilado y creo fielmente en la existencia de los Reyes Magos de Oriente; quienes lo niegan son personas algo perversas y llenos de tristeza negacionista. Mis padres murieron hace tantos años que ya ni me acuerdo, y nunca he dejado de recibir una purriada de regalos variados, pedidos o no en mis cartas anuales. Si no me dejan algo que he pedido, mi mujer me aclara que me lo tengo merecido porque no he sido todo lo bueno que debí haber sido durante el año que pasó; y, ella siempre tiene razón.
    Espero que los Reyes le hayan dejado muchas cosas y que la hayan sorprendido gratamente, aunque un poco de negro carbón merece por descreída.
    Saludos cordiales.

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    1. Pero, pero, pero... si digo todo lo contrario. Que es imposible que los Reyes sean los padres, que siguen viniendo año tras año aunque ya mis padres no estén, que la magia no se pierda jamás de los jamases, que hay historias (como la de mi sobrina y su rama plateada) que no se explican sino creyendo en los Reyes Magos... Sí, me caí del guindo pero poquito. Y porque creo en los Reyes, me pego la Cabalgata de principio a fin.
      Y me dejaron muchas cosas que me gustaban. Ellos siempre saben.

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  5. Pues yo no me acuerdo mucho pero creo una noche de Reyes salimos a la C/del Castillo y mi madre me dejaba cuidando a mi hermana para ella entrar a las tiendas y como un poco cómplice para que no se diera cuenta.Y así creo me fui enterando. También cuando mi padre venía de Venezuela traía almanaques de mujeres desnudas para los amigos y los guardaba en lo alto del armario. Yo me subía a una silla y los miraba, allí descubrí también los regalos.Pero no decía ni media palabra. A lo zorrita.

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    1. Nosotros teníamos un "cuarto oscuro" y yo supongo que allí era donde escondían todo. Pero mi madre, antes muerta que cogerme de cómplice. Hasta que murió estuvo haciendo como que los Reyes venían de verdad. Creo que el que conservemos la ilusión se lo debemos en parte a ella.
      Los almanaques de mujeres desnudas serían para amigos zapateros remendones ¿Te acuerdas de que no había zapatería que se preciara sin su almanaque procaz?

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  6. Yo fue más tarde que tú, a los 12 años. Descubrimos en un cuarto que había en la azotea una casita de muñecas muy bonita que los presos nos habían hecho para mi hermana y para mí. Mi madre se llevó un disgusto pero yo más al enterarme, lloré un montón.
    Pero sigo teniendo ilusión. El día 5 llegaba de Madrid por la tarde y ¡si vieras lo que recorrí buscando quien le podía hacer a una nieta mía unas rosas fritas! Mi amiga Carmencita se las hizo y tanto ella como yo fuimos felices viendo la alegría de la niña.

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    1. Solo por ver esas risas y sonrisas compensa todo el trasiego que nos pegamos. Yo hasta sigo poniendo las 3 copitas de licor y mi hijo me comentó este año que si los Reyes Magos se bebían las de todas las casas, llegarían a Oriente con una cogorza de campeonato.
      Un beso, Nievitas, y sigue teniendo la capacidad de ser feliz. No es fácil muchas veces.

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    2. qué cosa es una "rosa frita"?
      suena a maravilla...

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    3. Son pastelitos con forma de flor. Son buenísimos. La nieta de mi amiga Nievitas tiene buen gusto.

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  7. José Antonio Díaz Díaz7 de enero de 2019, 16:29

    A ese guindo nunca me subí, aunque me hubiese gustado.

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    1. Todo niño debería tener la oportunidad de subirse al guindo. Estos días recordé el poema de Miguel Hernández que clama contra la injusticia social:

      "Por el cinco de enero,
      cada enero ponía
      mi calzado cabrero
      a la ventana fría.

      Y encontraba los días
      que derriban las puertas,
      mis abarcas vacías,
      mis abarcas desiertas.

      Nunca tuve zapatos,
      ni trajes, ni palabras:
      siempre tuve regatos,
      siempre penas y cabras.

      Me vistió la pobreza,
      me lamió el cuerpo el río
      y del pie a la cabeza
      pasto fui del rocío.

      Por el cinco de enero,
      para el seis, yo quería
      que fuera el mundo entero
      una juguetería.

      Y al andar la alborada
      removiendo las huertas,
      mis abarcas sin nada,
      mis abarcas desiertas.

      Ningún rey coronado
      tuvo pie, tuvo gana
      para ver el calzado
      de mi pobre ventana.

      Toda gente de trono,
      toda gente de botas
      se rió con encono
      de mis abarcas rotas.

      Rabié de llanto, hasta
      cubrir de sal mi piel,
      por un mundo de pasta
      y unos hombres de miel.

      Por el cinco de enero
      de la majada mía
      mi calzado cabrero
      a la escarcha salía.

      Y hacia el seis, mis miradas
      hallaban en sus puertas
      mis abarcas heladas,
      mis abarcas desiertas.

      Es un poema que siempre me hace llorar .

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    2. José Antonio Díaz Díaz7 de enero de 2019, 17:30

      Lo que no te mata, te hace más fuerte,.... Y a veces,... Solo a veces .... Mejor persona.

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    3. Mi marido, que tampoco se subió al guindo muchas veces, dice lo mismo. Y Miguel Hernández también.

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  8. Si mal no recuerdo, Jane, yo descubrí quiénes eran los Reyes, cuando tenía 8 o 9 años y fue por verdadera casualidad. Una de las paredes de la habitación en la que yo dormía con mis hermanas pequeñas, daba a la escalera que subía a la azotea y a un cuarto trastero que había en ella. Siempre he tenido un sueño bastante ligero y aquella noche me despertaron los pasos sigilosos de alguien que subía y bajaba, varias veces, aquellos escalones. Mi curiosidad por saber qué pasaba hizo que me acercara a la puerta cerrada de la habitación y que la entreabriera un poco, para averiguarlo. Cuál no fue mi sorpresa cuando vi que mis padres entraban en nuestro piso con paquetes en sus brazos y se dirigían al salón en el que, al día siguiente, encontraríamos nuestro regalos.
    Hecho el descubrimiento, cerré la puerta con mucho cuidado y me volví a mi cama. A la mañana siguiente no les dije nada de lo que había visto, para no quitarles la ilusión, tanta era la que ellos ponían en mantener y avivar la nuestra. Meses más tarde, por algún comentario que debí hacer, supieron lo que yo había descubierto aquella noche de Reyes.
    El hallazgo no me afectó demasiado, porque yo ya desconfiaba, desde un par de años antes, de que todo lo que nos contaban y nos hacían creer, fuera cierto. Me costaba digerir que aquellos personajes, subidos en camello, fueran Reyes de verdad, porque me había llamado la atención que llevaran pelucas y barbas postizas y que a Baltasar se le notara que tenía su cara pintada de negro. También me hizo dudar el que fuera posible que los mismos Reyes desfilaran, al mismo tiempo, en la cabalgata de Santa Cruz y de La Laguna... Siempre fui una niña muy observadora y bastante callada y como mis padres se esforzaban muchísimo en crearnos un mundo mágico en torno al día más bonito del año, nunca quise preguntarles si mis dudas eran razonables o no.
    Lo que no olvidaré nunca es que después de que ellos descubrieran que yo ya sabía la verdad, me sentí mayor compartiendo aquel secreto y convirtiéndome en su cómplice, cada día de Reyes de los que siguieron al de mi descubrimiento. En resumen, para mí no fue una decepción. Quizá porque lo esperaba, lo confirmé con mis propios ojos y me sirvió para colaborar, desde muy pronto, en crear esa magia maravillosa que rodea a un niño en su fiesta grande, para que la viviera, también, el resto de mis hermanos.

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    1. Lo de las barbas postizas es una cutrada, la verdad. Los contratados podían dejársela crecer un tiempo antes ¿no? En la empresa de mi hijo este año vino un rey Melchor a traerles algo a los niños (un globo y plátanos, ya me dirás tú) y mi nieta Julia me dijo: "Yo creo que no era el verdadero rey mago porque la barba era postiza". Yo le dije que claro que no era el verdadero, que esos son pajes que vienen anunciando que ya están cerca, pero que los verdaderos, verdaderos, son los del 5 de enero por la noche, cuando ya están acostados y durmiendo.
      Y lo del negro pintado tiene delito. También es verdad que antes no había por aquí muchos negros, pero ahora... Siempre me acuerdo de la cabalgata de La Laguna hace ya muchos años, cuando solo había un negro en la ciudad que se llamaba Federico. Por supuesto, le tocaba hacer de Baltasar, pero como todo el mundo lo conocía, los niños gritaban: "¡¡¡Melchooor, Gaspaaaar, Federicooo!!!".
      Gracias por compartir tu experiencia. Un abrazo y espero que te hayan dejado regalada.

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  9. Yo muy pronto, a los cinco, en una conversación entre niños en la que el o la mayor (ya no recuerdo) quiso hacerse el interesante. Pero lo vi cómo algo natural y aclaré muchas cosas: cómo podía estar viéndolos en la tele en un sitio y delante de mí la cabalgata de mi ciudad, cómo podían llevar ropas distintas si eran los mismos?, y claro, entendí los pintarrajeados negros del señor que hacía de Baltasar. En fin, no fue un trauma, y mi madre tampoco sabe cómo se entero de que yo lo sabía así que tampoco debió de ser traumático para ella. Mi padre nunca le dio importancia a esas cosas así que no cuenta. Pero no perdí ilusión, al contrario, empecé a valorar el esfuerzo que hacían mis padres para regalarme lo que me tocaba.

    Un abrazo enorme, Jane, espero que este año hayan sido generosos contigo.

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    1. Para mí tampoco fue un trauma. Yo creo incluso que incluso cuando porfiaba en que existían, para mis adentros sabía la verdad. Pero me sigue pareciendo mágica una noche en que se piensa en los niños y en que nos sentimos niños por un momento.
      Sí que han sido generosos, sobre todo en libros (me cayeron 8 libros que me apetecía mucho leer). Espero que también a ti te hayan dejado regalada y satisfecha.
      Un abrazo.

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  10. Hola Jane. No recuerdo cuando me caí del guindo. Me parece que fue a los 9 años pero tampoco recuerdo como me enteré.
    Hoy es más difícil no enterarse: Entre los medios de comunicación con su propaganda y esos padres "terroristas" que van con sus hijos a los centros comerciales, compran los juguetes delante de ellos y además hacen cola para que les envuelvan los regalos, si los hijos no se enteran es que son "unos primaveras" de cuidado.
    Con mis hijos la experiencia fue bonita: Estuve casi dos años asegurando que los Reyes si venían (me levantaba de madrugada, movía la comida de los camellos y además me bebía los tres vasos de licor de naranja que les dejábamos(para que se recuperarán del frío). Y luego esa cara por la mañana, valía un "potosí". Seguramente es uno de los sentimientos más bonitos que hay. Después crecieron y se perdió la magia.
    De todas formas tengo que reconocer que todavía, la noche del 5 de Enero, oigo unos pasos, unos susurros... y los regalos ahí están. Así que quien dice que los Reyes Magos son los padres, mienten.
    Un beso Jane. Juan.

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    1. No creas, Juan, mis nietos mayores se han enterado hace un par de años y se lo tomaron fatal, llorando y todo. Se sintieron engañados.
      Nosotros, tal vez por el ejemplo de mi madre, siempre hemos hecho como tú: guardar el secreto, pensar como niños y disfrutar con sus caritas la mañana del 6. Ahora nos toca con los nietos pequeños y hasta me emociono y todo viéndolos. Es un día muy, muy especial.
      Un beso, Juan.

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