lunes, 15 de abril de 2019

La comedia de las equivocaciones




Cada vez me convenzo más de que la vida consiste en equivocarse continuamente, como si estuviéramos en una interminable y shakesperiana comedia de las equivocaciones. Nos la pasamos metiendo la pata y tropezamos tantas veces con la misma piedra que ya hasta le cogemos cariño y la tratamos como de la familia. Somos unos patosos.

Y hay errores flojitos, de esos que luego contamos muertos de risa, como cuando mi amiga Milo se pasó cerca de un mes llamando Celedonio a un alumno para descubrir un día al pasar lista que "Celedonio" se llamaba en realidad Manuel (Peor lo hizo una amiga de mi hija con su novio Guadalberto, que cuando rompieron se enteró que se llamaba Juan Alberto). O como cuando aquella vez que a mí me pareció que en la ventana de una casa estaba una amiga mía y me puse a llamarla, "¡Carmencita! ¡Carmencita!", con todo el entusiasmo de mis 13 años, para darme cuenta después de que no era mi amiga ¿Qué hice? Seguí gritando "¡Carmencita!" calle abajo hasta que doblé la esquina ¡Antes muerta que abochornada!. Y también están todas las veces que me he colgado, más fresca que una manzana, del brazo de un señor creyendo que era mi marido...

Luego hay errores menos flojitos, que tienen consecuencias más largas. Cuando mi hija estaba en 1º de Bachillerato la profesora de Lengua les mando analizar la frase: "Pepito olió un perfume" y le preguntó a un chico: "¿Qué es "un perfume"?" y él contestó, en lugar de Complemento Directo, "una fragancia". Al pobre lo llamaron Fragancia todo el bachillerato. De hecho casi nadie recuerda su verdadero nombre. O también está el caso de aquella señora que en un viaje del Imserso se olvidó del marido y a la hora de la cena se puso a preguntar por él y terminaron encontrándolo encerrado en una iglesia que habían visitado esa tarde. Me da que, después, el hecho tiene que haber producido algunas fricciones en la pareja ¿no?

Y luego están los errores garrafales, los que te pueden cambiar la vida a peor y que son producto de la imperfección humana, los que ocurren cuando no se piensan con la cabeza las grandes decisiones personales y las colectivas. Hablando de estas últimas y ahora que el 28 de este mes vamos a tomar una, el columnista Enric González, hace un par de semanas en "El País" dijo, después de nombrar nuestras limitaciones: "... hay que confiar en que un montón de ciudadanos no muy listos, movidos por ideas erróneas y prejuicios absurdos, tomemos una decisión colectiva más o menos razonable".. Y es que los lapsus, despistes, olvidos, equivocaciones, meteduras de pata... son el pan nuestro de cada día. Y esto va "pa" peor, como siempre dice, tan optimista, mi amigo Melchor.

Pero que no cunda el pánico. Afortunadamente los seres humanos, recordando aquello de que somos animales racionales, usamos la cabeza de vez en cuando disminuyendo el caos. Y nos consolamos enseguida echando mano de latinajos -"Errare humanum est"- o del saber popular: "El que tiene boca se equivoca" o "Todo tiene solución menos la muerte". O de aquella maravillosa frase del final de "Con faldas y a lo loco": "Nadie es perfecto". Pero mi preferida es la que dice mi nieto pequeño, el de 4 años, cada vez que rompe un plato o arma una marimorena. Te mira muy serio y dice: "No pasa nada". Y es que tiene razón: muchas veces, metemos la pata, nos equivocamos y al final (más pronto o más tarde)... no pasa nada.

18 comentarios:

  1. Quería risa, Jane. La verdad que me partí leyendo tu post de hoy. Yo estuve mucho tiempo llamando a una amiga Ángeles, hasta que un día me dijo que se llamaba Rosa Mary. Y a una señora que trabajaba en mi casa la llamaba Némesia, hasta que un día me dijo que se llamaba Engracia. Yo suelo ponerle nombre a las caras. Una compañera de trabajo que se llama Angeles, yo le decía que tenía cara de Adela. Y me costaba un esfuerzo enorme decirle Ángeles.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te pasa lo que a mi marido, que a un compañero que se llamaba César siempre lo llamaba Ángel. Decía que es que tenía cara de llamarse así. Seguro que los psicólogos ya le han puesto nombre a esa manía. Otra cosa son los hombres que entran en un bar como si fueran los dueños y se ponen a llamar a los camareros como si los conocieran de toda la vida. "¡Hola, Tomás!" "Me llamó Nicolás, señor". Conozco a más de uno que se ha llevado un corte.
      Un beso, Any.

      Eliminar
  2. Carmen María Duque Hernández15 de abril de 2019, 15:15

    ¡Gracias! Salud para todos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Salud también para ti, Carmelita, que buena falta hace. Física y mental.
      Un beso.

      Eliminar
  3. Debo haber hecho tantas meteduras de pata a lo largo de mi vida, Jane, que me cuesta recordarlas, pero hay una, en particular, que creo que me marcó para siempre, aunque, en mi descargo, si la metí fue porque nadie me advirtió, previamente, de cómo habría de hacer lo que me encargaron.
    El objeto de la metedura de pata fue la galerada de un manual que se me encargó escribir y que se iba a publicar, sobre mi especialidad profesional. El responsable de la editorial del libro me pidió que hiciera todas las correcciones que estimara oportunas y que las hiciera con un rotulador rojo de punta fina.
    A mí, lo primero que me chocó y me resultó un error fue la numeración de las páginas y, ni corta ni perezosa, fui tachando el número impreso y poniendo el que correspondía, según creía yo que era.
    Entregué la galerada corregida y cuál fue mi sorpresa, cuando el editor le echó un ojo y, a continuación, me montó una bronca terrible por haber hecho la corrección de lo paginado. Por lo que me dijo en el momento, y contra lo que yo pensaba, los números pares van en las páginas de la izquierda de cualquier libro y los impares, a la derecha. Yo no tenía idea alguna de ese criterio y por eso apliqué uno que era más lógico para mí: los impares, a la izquierda y los pares, a la derecha.
    Nunca me olvidaré del mal rato que pasé con el enfado de aquel señor y tampoco de lo que aprendí sobre cómo se numeran las páginas de los libros. Todo, al mismo tiempo y, como ves, para siempre.
    La conclusión final es que no deja de ser una metedura de pata bastante peculiar y, supongo, poco frecuente. Aunque insisto en que si la metí fue porque nadie se ocupó de asegurarse si yo sabía algo sobre el mundo de la maquetación de libros.
    Espero, Jane, que tu benevolencia me dé la razón y me exima de la etiqueta de patosa, que no creo merecer, después de conocer esta historia. Como siempre, has hecho que con tu post de hoy, yo reviva un momento de mi etapa profesional y del que no me siento, precisamente, muy orgullosa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si lo piensas es lógico que la numeración impar vaya a la derecha. Lo primero a lo que va la vista cuando se abre un libro es a la página derecha. Así que allí va la página 1. Lo demás se da por añadidura. Cuando tuve que dar la asignatura de "Taller de prensa", también les enseñaba a los alumnos que las noticias más destacadas van en la página derecha que es a donde se desvían los ojos en primer lugar.
      De todas formas ¿qué más da? Ni es importante para que el editor te montara una bronca terrible, ni es importante para que recuerdes después de tantos años el incidente ni para que te marcara para siempre. Así que pelillos a la mar y a decir "el que tiene boca (ah, no, el que tiene un rotulador rojo de punta fina) se equivoca". Y si no, que lo hubiera hecho él.

      Eliminar
  4. Hola Jane. Todos nos equivocamos. Unas veces por ignorancia, y otras por cabezonería. Creemos estar en posesión de la verdad y que lo sabemos todo. Cuando nuestra decisión sólo nos afecta a nosotros, "vale". Lo malo es que cuando nos afecta a todos ya el "vale" no es tan categórico.Si miramos al día 28, nos estamos jugando mucho, sobre todo ala gente que nos rodea y queremos. Estoy cansado de tanto "salvapatrias" y que se "abrigan" con la bandera....Dan miedo.
    Un beso Jane. Juan.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todo proceso involucionista da miedo, Juan, sobre todo después de tanto conseguido después de aquellos tiempos jóvenes en los que vivimos en una dictadura indeseable. También dan miedo los motivos por los que a veces se vota a uno o a otro. Hace poco oí que uno iba a votar a VOX "por cambiar". Hoy mismo uno que hace años votó a izquierda Unida me dijo que iba a votar al PP "porque son los ricos y a ver si se me pega algo". De todas maneras, mientras que de un referéndum o de unas elecciones directas puede salir cualquier cosa (un Brexit o un Trump, por ejemplo), las elecciones parlamentarias suelen tener más cortafuegos. Como dice también Enric Gonzaléz en el artículo que cito: "Se vota a representantes que a su vez eligen a un jefe del poder ejecutivo y luego se dedican a legislar dentro de los límites constitucionales y sometidos al escrutinio público". Yo como él soy optimista, ya me conoces, y confío en que tomemos una decisión colectiva más o menos soportable. Sobre todo que no sea una equivocación garrafal...
      Un beso, Juan.

      Eliminar
  5. Cuánta filosofía de como tomarse la vida en estrada. Gracias por hacerme reflexionar un poco hoy.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cada fallo que tenemos, cada metedura de pata, cada olvido... puede servirnos para reflexionar, Fesaro. No llegamos en nuestra vida normal al nivel de Freud, por ejemplo, que escribió su "Psicopatología de la vida cotidiana" analizando y buscando los porqués de olvidos, equivocaciones, torpezas, errores o actos fallidos. Pero nos viene bien pensar en ellos para saber que no somos perfectos, que no poseemos ninguna verdad absoluta y que el caos está ahí mismo.

      Eliminar
  6. Isa, me gustó tú post, me reí un montón recordando todo lo que nos ha pasado a mi hermana y a mi. Una vez en Menorca mi cuñado alquiló un coche y nos dijo que nos esperaba a las dos delante del Hotel. Nosotras bajamos de la habitación y cuando vimos enfrente del vestíbulo del Hotel un coche parado ni nos lo pensamos. Mi hermana se sentó delante y yo detrás. Solo cuando llevábamos un rato y mi cuñado no aparecía, se nos ocurrió mirar para atrás y lo vimos a unos 10 m. de nosotras contemplando toda la operación y esperando a ver qué hacíamos.
    Otro despiste también nos pasó con otro coche. En Icod, una prima después de una procesión nos dijo que su marido nos alcanzaría a casa y lo llamó por teléfono para que nos viniera a buscar, sin darnos cuenta ninguna de que las calles estaban cerradas por la procesión. Pasó el rato y como no venía ni contestaba al teléfono, decidimos ir andando hacia la casa a ver qué pasaba. En esto (era ya de noche), un coche bajaba despacio la calle y se paró para dejarnos paso, pero mi hermana, que se pensó que era el marido de mi prima, se abalanzó sobre el coche, abrió la puerta y se sentó al lado del asombrado conductor que decía: "Pero, señora...", ante las risas nuestras que le gritábamos: "¡Ese no es...!". Cada vez que nos acordamos nos morimos de la risa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Cómo se llamará esa fijación por los coches ajenos? Mecanofilia es cuando el amor por los coches se nos va de las manos. Si la gente se entera, cuando estén cerca tu hermana y tú de algún coche, ya los verás cerrando el seguro :-D
      Muy divertidas tus anécdotas, me he reído imaginándolas a las dos tan panchas sentando plaza en coche extraño. Ya puestos, que sea un Rolls o algo así.

      Eliminar
  7. Errar es de sabios y de los errores se aprende. Yo recuerdo más las lecciones en las que solía equivocarme,porque me insistieron tanto,que se me grabó como una penitencia.
    Además, como bien dices, hay fallos muy graciosos que construyen la historia de nuestra vida. En cuanto a los nombres tengo un rosario para contar...Adolfos que cambio por Alfredos, por ejemplo...En fín,creo que todos, grandes y pequeños,se pueden solucionar tarde o temprano. Lo importante es reconocerlos para poder enmendarlos o en cualquier caso reírnos al rescatarlos de nuestra memoria.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí no se me ha olvidado (y creo que a ella tampoco), Cande, la respuesta de una compañera común cuando le preguntaron sobre cómo se llamaba la hija de Enrique IV (Juana la Beltraneja) y ella contestó "Juana la Comadreja".
      Estoy de acuerdo contigo en que muchos fallos se pueden solucionar tarde o temprano y pienso que a veces atribuimos excesiva importancia a errores que al final conducen a logros buenos. Una amiga mía se quedó embarazada antes de casarse. En aquellos tiempos esto se consideraba un fallo de los garrafales y para ella y su novio supuso un problema gordo. Pero años después ella me comentaba la poca importancia como fallo que al final tuvo, las satisfacciones que el hijo le había dado a lo largo de la vida, la intrascendencia del qué dirán. Muchas veces hay que relativizar y racionalizar las meteduras de pata.

      Eliminar
  8. La Cándidaeréndira16 de abril de 2019, 17:27

    Yo también te voy a contar una equivocación, no mía sino de mi hijo cuando era pequeño. Estábamos los dos en la cola de las chacinas en el Supermercado y una señora delante de mí preguntó: "¿Y eso?" "Eso es pata ahumada" "Ah, pues póngame tanto". Sigo allí y luego me toca a mí. "¿Qué le pongo?" Yo le pedí jamón, queso... "Ah, y póngame también pata ahumada de la que le puso a la señora para probar". Mi hijo empezó a jalarme ¡a jalarme! del suéter y me decía "¡No!" con una cara de angustia, y yo "¡Muchacho, estate quieto!". ÉL se portaba bien en todas partes pero ese día decía: "¡No, mamá, no!" "Pero ¿qué pasa, qué quieres?". Y me dice: "¡Mamá, no, que nosotros no somos caníbales!". Había entendido "pata humana" en lugar de "pata ahumada". Yo empecé a reírme igual que la señora que estaba allí y cada vez que se lo cuento (él no se acuerda), me vuelvo a reír.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El error por entender otra cosa es el más común entre los amigos que ya hemos llegado a esta edad de merecer (de merecer un audífono, se entiende). Nos pasa como a la abuela de Gila cuando explotó el butano en su casa y salió de entre los escombros pidiendo ¡champán, champán! como una loca.
      Pobre Jorge, pensar que te vio de pronto como una antropófaga redomada. Pero se ve que el trauma no fue muy profundo si ni siquiera se acuerda.

      Eliminar
  9. Lo que me he reído, Jane. Pero al final le das un giro inesperado y me he quedado un poco preocupada por mucho que al final no pase nada. :)
    Un abrazo enorme.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No te preocupes, Dorotea, ya puse el "que no cunda el pánico". El caso es que la vida es imprevisible y nosotros, un desastre. Qué se le va a hacer...
      Otro abrazo grande para ti.

      Eliminar

google-site-verification: google27490d9e5d7a33cd.html