Imagen de la isla de San Borondón |
Hubo un tiempo en que todo el mundo había visto allá en la lejanía, perdida en la línea del horizonte, la isla de San Borondón, la novena isla canaria, casi invisible, casi real. A mí misma me pareció vislumbrarla en mis años juveniles, subiendo a La Cumbrecita en La Palma y mirando hacia el océano, mientras fantaseaba con que antes aquello era el fin de la tierra, el finisterre, tras el cual solo existía la nada. Y sin embargo, ¿no eran aquellas líneas tenues los contornos de una isla desafiando todo prejuicio? Tuve amigos que la vieron desde el mar, y otros, desde Gran Canaria o desde La Graciosa, como una isla viajera que quedó enredada en los mares isleños después de vivir en las leyendas.
San Borondón fue antes San Brandán, un monje irlandés del siglo VI al que le dio, como a muchos de su época, por irse a predicar a tierras extrañas y que acabó, tras una tormenta, en una isla que resultó ser una enorme ballena. De ahí, la isla pasiantina y jacarandosa que ora está acá, ora está allá, y que no se deja visitar de buenas a primera. Por eso la llaman también La Encubierta, La Inaccesible, La Non Trubada. Y mira que ha habido quienes han intentado pisarla (total, está a un tiro de piedra...) y muchos de ellos incluso contaron que habían estado allí y describieron montañas, selvas enormes, un río que la atravesaba, rebaños de bueyes, ovejas y cabras... y huellas de pies gigantes en la playa. La última vez que alguien se preguntó por su existencia en los periódicos fue en 1958 en que se publicaron dos fotos desde Los Llanos. Y después, nada. Con razón Los Sabandeños cantaron: Tremenda mentira nos metió el patrón (...). Boguemos ligeros, con fuerza y vigor, que allá por los mares la Elvira se hundió sin dar con la isla de San Borondón.
Y es que ya nadie ve la isla de San Borondón. O mejor, nadie la busca. ¿Habremos perdido el espíritu de la aventura? ¿Estaremos demasiado enfrascados en mirar hacia abajo, a móviles y Ipads, y no alzamos los ojos hacia el horizonte y más allá? Tras tiempos oscuros de incertidumbre y miedo como los que estamos pasando, siempre ha habido épocas en las que el hombre se recompone en periodos de gran creatividad e imaginación. Cuando el viernes pasado la naturaleza nos regaló un crepúsculo increíble en el que se dibujaban a lo lejos las siluetas de nuestras islas, yo fotografié (imagen final) a las 9 de la noche desde Bajamar ese cielo incandescente con la isla de La Palma allá lejos. A mi alrededor vi mucha gente con la mirada maravillada hacia el cielo y el mar. Y pensé que tal vez estamos a tiempo de volvernos a ilusionar y de buscar entre todos una isla perdida y viajera que nos devuelva la creencia en otro mundo posible.
Crepúsculo con la isla de La Palma el viernes 12 de junio de 2020 |
¿Esta pandemia nos estará volviendo más descreídos y menos esperanzados? Quizá, ese miedo a lo desconocido esté consiguiendo que la fantasía y la ilusión por descubrir nuevas o antiguas islas, como la del monje Brandán, esté empezando a fallar.
ResponderEliminarPor lo pronto, Jane la recupera en su entrada de hoy...
Yo lo veo casi al revés, Chari. Vivíamos metidos en un mundo de cercanías materiales e inmadiateces y es precisamente esta pandemia, que nos ha encerrado en casa, la que nos ha insuflado ganas de mirar lejos para alejarnos de ella. Ganas de leer libros que hablen de otras cosas o de mirar al horizonte y descubrir realidades invisibles. Me da a mí que esto precisamente nos ha despertado la imaginación.
Eliminarprecioso relato
ResponderEliminar¿Resto la escurridiza San Borodón de la mítica y engullida Atlántica en tiempo inmemorial? o ¿ visiones imaginarias de argonautas sedientos que provocan espejismos marinos similares a los del desierto del Sahara?
la ilusión y la visión imaginaria háptica (la de los ciegos) se unen en un espejismo cuasi real y mágico que no deberíamos perder.
enhorabuena por el relato, y de acuerdo contigo y en desacuerdo con Charo Borges.
saludos castrense que ,como bien sabes, nada tienen que ver con los militares
ATLÁNTIDA y no atlántica
ResponderEliminarsorry
SAN BORONDON:
ResponderEliminarYSLA-RESTO DE LA MÍTICA E IGNOTA ATLÁNTIDA HUNDIDA EN LA MAR OCEANA EN TIEMPO INMEMORIAL
La percepción háptica no depende de la visual, sino que suministra importante información sobre ciertas dimensiones de los objetos como su temperatura, peso, rugosidad, etc., que no pueden percibirse a través de otras modalidades sensoriales.en el caso que nos ocupa con la Ysla de San Borondón su visión imaginaria surge del deseo innato del espíritu por lo sublime y mágico o en estado modificado de consciencia, que es una condición significativamente diferente al estado de vigilia atenta, es decir, distinta al estado de ondas beta propio de la fase circadiana en la que estamos despiertos.
ResponderEliminarPara la ciencia, esta isla escurridiza se interpreta como un espejismo, un efecto óptico provocado por diversas causas (entre ellas, las meteorológicas): la calima, la densidad desigual del aire... Incluso puede ser una nube o una proyección de otra isla. Siempre puede haber una explicación hipotética que todavía no se haya comprobado.
EliminarY luego están las explicaciones míticas, como la que has dicho: un resto de la Atlántida ¿que se sumerge y emerge a voluntad?.
A mí, qué quieres que te diga, puestos a elegir mitos, me gusta lo de esa isla-ballena que nos hace un guiño desde el océano.
Otro saludo socorrero, que como sabes tampoco tiene nada que ver con los socorristas.
La fantasia y la utopia que no se pierda.
ResponderEliminarEso, Esther ¿Por qué sustituirla por la cruda realidad? Un tal Harvey en 1865 dijo que había estado en la isla y que había hecho fotos pero no le creyeron. Lo mismo un hidalgo de nombre Ceballos en 1525 que fue el de las huellas de gigante, o el corsario Hawkins, que habló de cantidad de aves. Entre todos dibujaron una isla más real que la real. Eso sí, rodeada de enormes corrientes que la hacían casi inaccesible.
EliminarQue grande tu pluma, amiga.
ResponderEliminarMuy bonita tu reflexión.
Qué pena que la imaginación y el ansia de aventura se pierda, porque son muchas las leyendas de aborígenes que nos trasladan a otros mundos de cuentos que tal vez sí o tal vez no, existieron en algún momento.
Mi hermano Nany el menor, nos deleita de vez en cuando con alguna de esas historias de princesas guanches hermosas y despiadados conquistadores y San Borondón forma parte también de su repertorio fantástico.
No sabía, Cande, que tenías un hermano contador de historias. Eso es un privilegio y no sabes lo que nos gustaba a nosotros de pequeños las que nos contaba mi padre y también una señora amiga que venía de vez en cuando de La Palma y se quedaba en casa. Aunque los cuentos de esa señora eran de miedo y los de mi padre nos hacían reír. Pero todos nos gustaban.
EliminarLas leyendas de aborígenes guanches estaban en un libro que devorábamos. Y allí estaban todos. Tinguaro, Bencomo, el demonio Guayota, Achamán, Gara y Jonay... y por supuesto, San Borondón.
Como siempre...un magnífico relato
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Loreto. Es un relato que asumimos todos los que hemos vivido oyéndolo y asumiendo que existe, en cierta manera, San Borondón.
EliminarYo la vi entre la Palma y el Hierro. Un espejismo real!!!
ResponderEliminar¡Qué bien encontrar gente que la ha visto! Que no te creas que es muy usual, por lo menos en la generación de hijos y nietos. Y además en un sitio muy habitual, siempre al oeste de las islas que es por donde más le gusta estar. :-D
EliminarBueno, a mí me tocó verla en un folio, que a mi hijo pequeño le tocó dibujarla. A el le pareció que tenía forma de corazón y que estaba entre La Gomera y Tenerife��.
EliminarPues igual sí habría otro "corazón" en las Canarias junto con el de La Palma, hasta ahora la única Isla-Corazón. Y entre la Gomera y Tenerife, hummm... Me fijaré en el próximo viaje.
EliminarCuando yo era chica, todo el mundo veía la isla de San Borondón desde Los Llanos o Tazacorte. el Hierro está a la izquierda pero San Borondón se veía sobre todo a la derecha de El Time. Y era tanta la imaginación y la fantasía y las ganas de creer que cuando subíamos a la azotea, igual que veíamos las luces de los coches en El Hierro, veíamos casas blancas en San Borondón e incluso a la gente tendiendo la ropa.
ResponderEliminarSan Borondón es una fantasía muy viva en esta parte de La Palma. Hay poemas y canciones sobre una isla perdida y hay hasta un barrio de Tazacorte que se llama San Borondón.
Sí, Nievitas, e incluso conozco un mirador con ese nombre en el municioio de Tazacorte también. Es un mirador astronómico para mirar las estrellas y las constelaciones, esas que tan bien se ven desde La Palma. Pero no me extraña que también desde allí vean alguna vez a la isla pasar (y a la gente tendiendo ropa en las azoteas). Todo es posible si queremos soñar.
EliminarYo si, amiga, de hecho mi próxima novela Brandán está ambientada en esa isla.
ResponderEliminarYa me dejaste intrigada, Luisa. Estaré atenta a cuando salga para leerla. Ya dije que San Borondón realmente está muy viva.
EliminarUn abrazo y mucha suerte.
Me gustó mucho el escrito de esta semana, como siempre. Un beso.
ResponderEliminarGracias, Mari Carmen, así da gusto, tener un grupo lector fiel.
EliminarUn beso.
Bello relato, felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias, Roberto, eso anima mucho. Un beso.
EliminarEl ser humano está hecho estructuralmente para la esperanza.
ResponderEliminarSí, se dice que en la caja de Pandora, una vez se vació y se desparramaron los males por el mundo, solo quedó el pájarillo verde de la esperanza y la capacidad de olvidar, dos dones que nos quedaron como consuelo a los humanos.
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