lunes, 8 de junio de 2020

Enamorar




Mi amiga Ani me nombró el otro día un canarismo que hace tiempo que no oía y que me encanta: enamorar. En Canarias se emplea este verbo en el sentido de conversar los enamorados de sus asuntos amorosos (según el "Diccionario de canarismos" de la Academia Canaria de la Lengua) y cortejar, galantear, pelar la pava (según el "Tesoro lexicográfico del español en Canarias).

Me contaba Ani una conversación con uno de sus amigos que le dijo que de joven practicaba lucha canaria, "pero después lo dejé cuando empecé a enamorar". Me quedé preguntándome por qué este chico tuvo que dejar la lucha canaria por eso. Pero luego, recordando, lo entendí. La época de enamorar exige entrega completa, nada de veleidades de otra índole. Es época de grandes pasiones y de grandes desengaños, época de grandes gestos. Mi marido recuerda que su tío Antonio iba a enamorar a la ventana de su novia los jueves y los domingos por la tarde, trajeado con chaqueta y corbata y en bicicleta, desde El Tanque a La Culata. Seis o siete kilómetros de nada que cuesta abajo no se notan, pero a la vuelta suponía verlo llegar sudoroso y despelujado, pero feliz. Más difícil lo tuvo, según la leyenda guanche,  Jonay, cuando iba a enamorar con Gara nadando de Tenerife a La Gomera...

Igual que Julieta la de Romeo, Ani, muchas de mis amigas y yo empezábamos a enamorar a los 13 o 14 años, con las consiguientes prohibiciones de nuestros padres que descubrían, alarmados, que sus hijas e hijos estaban pensando en otras cosas más allá de las muñecas y el fútbol. Por enamorar con un compañero de curso me quedé yo, a los 16, sin el viaje de fin de curso de Preu a Lanzarote (después de pasarme todo el curso vendiendo rifas). Por enamorar, metieron a mi amiga Carmen interna en el colegio durante dos años para alejarla así de las tentaciones. Pero otra de las internas, Rosa -y eso lo sabíamos todas-, subía a escondidas a la azotea del colegio para encontrarse con su enamorado, que escalaba desde azoteas vecinas para verla. Evitar los amores era como poner puertas al viento.

Era el tiempo de las muchachas en flor y del esplendor en la hierba, que han cantado los poetas. Algunos rememoran los inicios como Juan Gil-Albert: "¿Quién no recuerda el tiempo en que aparece / la oscura violeta entre el follaje / apretando cual nudo que desata / la dulce vida? Verdes ilusiones / afluyen al regazo de los mundos / y un verde nido tiembla en el sombrero / de nuestra amada...". Algunos , como Javier Salvago en "Primer amor", miran de lejos: "La veía reír con sus amigas, / pasear sus coquetos quince años, / cruzar una mirada luminosa / con algún indeciso enamorado.". Y otros, como Lope de Vega en su soneto más famoso, aluden también a las penas que se pasan: "Creer que un cielo en un infierno cabe, / dar la vida y el alma a un desengaño: / esto es amor; quien lo probó lo sabe.".

Porque ese tiempo de enamorar era inevitablemente casi siempre corto, de amores eternos que iban y venían, de paseos de domingo con las amigas por la Rambla o por la Avenida de Anaga, cuando "él" venía a ponerse a la vera. Dos de aquellos con los que enamoré  murieron jóvenes, pero los demás son ya tan viejos como yo. Pero en mi mente sigo viéndolos con 15, 16, 17 años, con los ojos brillantes y la sonrisa presta para cuando nos encontrábamos. Y les estoy infinitamente agradecida porque me regalaron momentos preciosos:  aleteos de mariposas en el estómago, miradas cómplices, bailes en los guateques mirándonos a los ojos, aquella serenata a la luz de la luna, regalos curiosos (como el que me regaló una granada de mano, su posesión más preciada) y días en los que el sol brillaba más y eran más completos si te encontrabas con "él" a la salida del colegio. Era el tiempo en que nada era más importante en todo el día que el ratito en que ibas a enamorar.

36 comentarios:

  1. Inés Parejo Sabina8 de junio de 2020, 16:00

    ¡Que tiempo tan bonito, gracias por recordármelo!

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    1. Como decía la canción de Matt Monro:
      Qué tiempo tan feliz
      vivimos tú y yo
      en nuestros años
      de loca juventud.
      Seguros de triunfar,
      tan llenos de inquietud,
      qué fácil fue tener felicidad.
      Es verdad que eran tiempos bonitos en los que nos parecía que todo era posible.

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  2. Jane, me ha encantado tu post de hoy. He llamado al compañero que me hizo recordar el sentido de la frase: empecé a enamorar. Le envié el enlace. Me comenta que su padre, cuando le dijo que iba a dejar la lucha Canaria porque quería enamorar, le contestó: puedes empezar a enamorar pero, sólo los jueves y los domingos. Él no entendía por qué, sólo dos días a las semana. No obstante, antes, no nos quedaba otra que cumplir a rajatabla, las órdenes de los padres.

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    1. Yo tampoco entiendo lo de los dos días. Fíjate que también el tío de mi marido iba jueves y domingo a enamorar. ¿Saldrían en desbandada esos dos días todos los pibes peripuestos? ¿Y por qué? Es verdad que en el colegio los jueves por la tarde no había clase ¿Era entonces ese día medio festivo? Ya nos enteraremos, seguro.
      En mi casa quien mandaba era mi madre. Si ella decía que yo no iba a Lanzarote, ten por seguro que no vería las Montañas del Fuego. Y antes, en su generación, era peor porque los novios no podían estar solos sin carabina (generalmente la madre). Imagínate el panorama, más que un cortejo, parecería una reunión del congreso.
      Gracias por todas tus inspiraciones. Un besote.

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    2. Me habéis dejado intrigada con lo de los dos días. Jane, si te tenteras, por favor tienes que contárnoslo. :)
      Besos.

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    3. Me he estado leyendo cosas sobre la jornada laboral en los años 50 y 60 y no dicen nada del jueves por la tarde. Lo único que he encontrado es que hasta los 70 u 80 se trabajaba el sábado por la mañana o el sábado completo. Yo recuerdo que en los 70, que daba clase al Nocturno, tenía que trabajar los sábados por la tarde de 4 a 7.
      Estoy intrigada yo también ¿Por qué no teníamos clase los jueves por la tarde? ¿Por qué enamoraban los jueves por la tarde? ¿Por qué? Continuará...

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  3. Que maravilloso es el amor, y ese aleteo en el corazon, con cuantas ganas iba yo a trabajar para verlo ,algun dia te contare mi historia.

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    1. Sí, los primeros tiempos, mientras duran todas las descargas de dopamina, es una maravilla, algo tan intenso como nunca se ha vivido. Creo que nadie puede olvidarlo.
      Ya me contarás, seguro que es una historia muy bonita. Un beso, Loly.

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    1. Poquito pero intenso. Alguno de mis enamoramientos eran en verano. Después del verano la cosa se enfriaba considerablemente igual que el clima. Incluso alguno que me venía a ver después no me "pegaba" en otro ambiente. Pertenecía al verano y a los sitios en que lo había conocido: Bajamar, Los Sauces, Los Realejos... ¡Cosas de la adolescencia :-D!

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  5. Merece la pena recordar viejos tiempos haciendo volar la imaginación y retrotraernos a un tiempo que no volverá jamás. Felicidades.
    Me estoy acordando de mis primeros bailes en el Círculo de Amistad, Plaza de la Candelaria, con la orquesta Los silvers.
    Qué domingos esos.

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    1. Pero es un tiempo, José, que nadie nos podrá quitar jamás. Han pasado más de 50 años y todavía tengo frescos en la memoria detalles, conversaciones y sonrisas.
      En esos tiempos no íbamos a bailes al Círculo ni a la Plaza de la Candelaria, pero no por falta de ganas.
      Gracias por tu comentario y bienvenido al Blog.

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  6. Recuerdo, Jane, oírle esa expresión a mi madre, cuando nos contaba cómo se conocieron sus padres, mis abuelos maternos. Mi abuelo era y vivía en S. Juan de la Rambla y mi abuela, en el Realejo Bajo, del que además procedía, y mi madre nos decía que los dos enamoraban, varias veces en semana, a pesar de la distancia entre ambos pueblos. Él se desplazaba a ver a su amada, a caballo, y así ocurrió durante unos cuantos años, antes de casarse. Fue a principios del siglo XX y supongo que no habrían muchos más medios de comunicación que aquellos nobles equinos.
    En cuanto a que tu madre no te dejó ir a Lanzarote, a pesar de todas las rifas que vendiste, porque enamorabas con uno de nuestros compañeros, creo que yo lo pasé peor que tú, que también me quedé en tierra, pero no por enamorar, sino porque mis padres apenas me dejaban ir a ningún sitio, temerosos de que me pasara algo. Hubiera preferido que fuera por lo mismo que te lo prohibieron a ti... Ah, y yo, como tú, también había vendido un montón de rifas.
    Yo, entre los 13 y los 30 años, me lo pasé enamorando con ese deporte que practiqué tantos años y que, como las personas, también me dio grandes amores, algunas penas y grandes satisfacciones.
    Bonitos recuerdos, Jane, aunque no siempre salieran las cosas como hubiéramos querido...

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    1. Oye, qué romántico lo de tu abuela y tu abuelo, a caballo como un caballero andante. Mi marido, de novios, se vino a verme desde Valencia a Madrid una semana santa en autostop. 17 coches cogió pero llegó al fin. No es tan romántico pero tuvo su aquel.
      Mi madre a cada rato me decía que no me dejaba ir a los sitios porque, cuando se tiene una joya, hay que guardarla. Yo le contestaba que estaba de la joya hasta la mismísima coronilla. Claro, fue el inconveniente de ser la mayor. Después a mis hermana y a mi hermano, ni joya ni narices. Los dejaron ir a los viajes de fin de curso y a todos lados e incluso les daban la llave de casa, cosa que conmigo no lo hicieron. Brrrrrr.
      Por lo demás, es verdad que a pesar de eso siempre lo pasamos bien. Y que nos quiten lo bailado.

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    2. Acabo de recordar, Jane, a vueltas con mi abuelo y su caballo, que mi madre nos contó las idas, para enamorar con mi abuela, en el Realejo bajo, porque alguno de nosotros observó que el abuelo Juan (como lo llamábamos en casa) tenía las piernas muy arqueadas y le preguntó a mi madre a qué se debía y ella nos contestó que él había montado mucho a caballo, porque iba con frecuencia a enamorar con la abuela, de jóvenes... A lo mejor no era por eso, pero a nosotros nos dejó más admirados.

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    3. Me reí, Cehachebé, porque cada vez que veíamos a un chico con las piernas arqueadas (me acuerdo ahora de dos, uno de Los Realejos muy guapito y otro de mi barrio) decíamos que venían de montar a caballo. A ver si va a ser verdad que se te quedaban las piernas como paréntesis por ir a caballo y toda la caballería montada del Canadá son tipos con las piernas arqueadas... :-D

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  7. Enamorar, que palabra tan nuestra y que bonitos recuerdos.
    Cines relámpago, algunos sin ver el final porque ganaba el reloj. Mensajes de amor con el agua de una manguera en una pared lejana y muchas fotografías dedicadas junto a regalos maravillosos que aún hoy conservo. Enamorábamos hasta en la venta, cuando coincidíamos, haciendo la compra, que nos mandaban nuestras familias.
    ¿Hay algo más tierno que hablar de tonterías, compartiendo una misma flor? La época de enamorar era fascinante por tener un momento a su lado en un guateque, aunque me perdiera bailar, sabiendo que regresaría feliz de su mano, de la mano de mi Paul Newman.

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    1. Ay, sí, Cande, fue muy bonito. Un día tengo que meterme a leer las cartas de entonces, que están guardadas en una tronja. Ahí habrá un montón de detalles, no solo cartas de enamorados, sino también lo que contábamos las amigas de "me dijo esto, me dijo aquello...". A ver si tengo tiempo y ganas.
      Y es curioso que todavía siga existiendo la palabra entre nosotros. El otro día me vi diciéndosela a mis nietos mayores que están empezando a enamorar...

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  8. Auténtico , Jane ¿Cómo no recordar esos enamoramientos de adolescente? A mi, particularmente todos esos recuerdes me producen más nostalgia que otra cosa. Tal como lo cuentas es que lo revives totalmente.
    En cuanto al tema de los jueves y domingos, en esa época era muy típico. También enamoraban esos días las chicas de servicio con los soldados ¿no te suena? Seguro que eran los días que "libraban" ¡Qué tiempos!

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    1. Es verdad que se nos pone nostalgiosa el alma y en la cara una sonrisa.
      Me acuerdo de las chicas con los soldados los jueves por la tarde. Creo que, como dije más arriba, quizás antes era un medio día de descanso en la semana. Sé que no teníamos clase y que en cambio los sábados por la mañana, sí. Ahora me parece rarísimo.

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  9. Mari Carmen González Zamorano9 de junio de 2020, 18:34

    Que bonito Isa.mi época de enamorar me costaba siempre un castigo, por ejemplo si estábamos en verano mí padre me castigaba hasta que lloviera con lo cual me pasaba el día mirando a ver si habían nubes y la posibilidad de lluvia ,pero que tiempos más bonitos. LA RAMBLA ,AVDA. DE ANAGA..PARECE QUE FUE AYER.

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    1. Lo de tu padre era mucho. Ahora casi te pasarías el año castigada con la poca lluvia que cae. ¿Cómo se le ocurría un castigo así? A mí el único castigo que recuerdo es el de quedarme sin el viaje de fin de curso de Preu. Y es verdad que parece que fue ayer y, sin embargo, han pasado casi 60 años... Parece mentira.

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  10. Hola, Isa. Les he recordado en este tiempo que hemos tenido de confinamiento, pensando ponerte un mensajito. ¿Qué tal están?
    Ahora, al leer “Enamorar”, me he dispuesto a escribirte sin dejarlo pasar. He sintonizado, me ha traído recuerdos, pues incluso en el matrimonio a Victor y a mi nos gustaba decir “salimos a enamorar”, o decir a nuestros hijos ya casados: déjennos a los niños y vayan a “enamorar”, es decir, vayan solos a hablar de sus cosas, a comunicarse...
    Eché en falta que no aludieras a las visitas a la IPS a “enamorar “, completando así las anécdotas de la adolescencia a las que aludes.
    Que sigas comunicando tantas cosas interesantes por mucho tiempo.
    Un fuerte abrazo y para Toni

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    1. Es verdad que una pareja bien avenida no deja de enamorar. Se sale con los amigos o con familiares pero siempre se deja un tiempo para salir con la pareja y enamorar. Y claro que me acuerdo cuando las que íbamos a enamorar éramos nosotras, bocadillos en el bolso y un rato de frío en aquellos montes de La Esperanza que nos sabían a gloria. Tiempos preciosos.
      Un abrazo muy grande, querida Conchi, y gracias por tu cariño.

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  11. Aquellos tiempos! Todavía estoy esperando mi álbum de cromos que le presté a uno. Me cachis!

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    1. ¡Las cosas que uno hace por amor! El que me regaló la granada de mano, años después me la volvió a pedir un día que me encontró. Le tuve que decir la verdad, que la había perdido (o tirado, vete tú a saber) en las múltiples mudanzas después de aquel verano de los 15 años.
      Cuando lo veas, pídele el álbum que igual no es como yo y todavía lo tiene.

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  12. Pero se puede enamorar a cualquier edad como en Begin the begin, e incluso como me contó un compañero "yo me he enamorado dos veces y de la misma persona" haciendo referencia a su esposa y de un periodo difícil superado gracias al amor.

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    1. Eso es verdad, Susana. El amor no tiene edad (ni fecha en el calendario) y uno puede ir a enamorar no importa cuándo, dónde o por qué. Faltaría más.

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  13. Y cuando le contabas a las amigas toda emocionada: ayer lo vi!

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    1. Eso era superemocionante. Cada día era una aventura, un notición, un cosquilleo... Mi amiga Cae y yo nos acordamos a cada rato de las horas que nos pasábamos hablando por teléfono (después de estar juntas en el cole) contándonos todas las menudencias y detalles de cuando lo vimos o hablamos y qué nos dijo y cómo nos miró y que sé yo qué más.

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  14. Me contaba mi padre que iba a enamorar con mi madre a Tacoronte utilizando el tranvía, y por quedarse un rato más a veces perdía el regreso y lo hacía caminando a La Laguna para dese allí retornar a Santa Cruz ... afición y ganas ��

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    1. Más que afición y ganas era Amor con mayúscula.
      Mis padres enamoraron por correo. En dos años de novios se vieron 35 días porque él iba a La Palma a verla. Y luego estuvieron 50 años juntos y queriéndose mucho como la trucha al trucho. :-D

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    2. Es verdad❗ me señalaba en La Gomera el padre de un amigo el camino que recorría para enamorar con su esposa, que iba desde el mas alto pueblo del barranco de Ingenio hasta Macayo! y volver!!! Le digo, así está usted aún en forma ������.

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    3. Mucha pata ha recorrido el amor por esos caminos...

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  15. Hola Mary Lola, gracias por hacernos recordar las peripecias para " enamorar ".
    Me contaba mi abuela que ella en su juventud nunca enamoró, la casaron con quince años con un señor viente años mayor que ella,aquello fué un infierno, que acabó cuando el murió, pero al poco tiempo apareció su principe azul a los pies de su ventana, un hombre elegante, bien parecido, con don de "don Juan ", mi abuelo la enamoro y ellos enamorarón.Se casarón. Siempre me recordó que jamás renunció al amor y sabia que su media naranja llegaria y así fué. Tiempos de amargos amores impuestos y amores llegados del cielo.

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    1. Qué historia más bonita, Roberto. La leí ahora y me encantó. Gracias por compartirla.

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