lunes, 22 de junio de 2020

No me gustan los laberintos




El título del post parece dicho por el pitufo gruñón, pero es la pura verdad. No me gustan los laberintos y nunca he entrado en ninguno, qué necesidad. Sí, ya sé que algunos son muy bonitos. Sin ir más lejos, los que vi en un artículo hace poco -"tan bellos desde arriba como un desafío desde dentro", decía-, en el que había fotografías del Laberinto de Villapresente en Cantabria, 5 kilómetros de pasillos estrechos flanqueados por altos muros de cipreses; El Capricho, de Madrid, dédalo de laurel; el del Alcázar de Sevilla, con setos de mirto y ciprés; el del Botánico de Gijón, un océano de 1400 laureles; y el Laberint d'Horta en Barcelona, presidido por el dios Eros. El artículo (de Iván de Moneo) se titulaba "El placer de perderse", que ya me dirán ustedes qué placer hay en perderse  ¿No aconsejan los filósofos todo lo contrario, que lo que hay que hacer es encontrarse a uno mismo?

Los laberintos me recuerdan aquel juego de cuando éramos pequeños y nos vendaban los ojos y nos preguntaban: "Gallinita ciega ¿qué se te ha perdido?" "Una aguja y un dedal" "Pues da vueltas, vueltas, vueltas, y enseguida lo encontrarás". Pero en un laberinto no se nos ha perdido nada, ni agujas, ni dedales, ni meigas fritas. Si acaso perdemos algo es la orientación. Y eso de dar vueltas sin ton ni son para encontrarnos con caminos cortados y claustrofóbicos y volver hacia atrás para toparnos con más caminos sin salida no es la ilusión de mi vida, la verdad.

No, a mí denme caminos despejados. Y los laberintos que se queden para los antiguos, que por menos de nada se fabricaban uno al lado de su palacete, vete tú a saber a cuenta de qué; y para los escritores que les deben ver un aire romántico y misterioso porque, a poco que les dejen, meten un laberinto en sus novelas. Miren, si no, a Michael Ende  ("La Historia interminable") y su Templo de las Mil Puertas, un laberinto de puertas, al que hay que atreverse a entrar aunque nadie lo haya visto por fuera. O a J. K. Rowling en "El cáliz de fuego" en donde el laberinto es el reto final que tiene que sortear Harry Potter en el Torneo de los Tres Magos. O a Borges, a  quien le encantaban y no se privaba de tenerlos en cuenta en "La casa de Asterión" o "Los dos reyes y los dos laberintos". O a Kate Morton y su "Jardín olvidado", que es, por supuesto, la historia de un laberinto:
- Mantengo el laberinto en condiciones. Es como un puzzle hecho con setos. El objetivo es encontrar el camino sin perderse.
- ¿Adónde conduce?
- Ah, va y vuelve. Si tienes suerte y vas por el sendero correcto, te encuentras al otro lado de la finca. Si no tienes tanta suerte -sus ojos se abrieron ominosos-, lo más seguro es que mueras de hambre antes de que alguien sepa que estás perdida -Se inclinó hacia ella, bajando la voz-. Con frecuencia me encuentro los huesos de esas almas desafortunadas.

Porque esa es otra, entrar en un laberinto puede terminar pero que muy mal. Que se lo pregunten a Dédalo, el constructor del primer y más famoso laberinto, el de Creta, que terminó prisionero en él y escapó con su hijo Ícaro volando con alas de cera que, para perdición de Ícaro, no estaban hechas a prueba de rayos solares. O a Teseo y el Minotauro, otra historia trágica. O a Harry Potter, que al final lo que encontró en el laberinto lo llevó a enfrentarse al mismísimo Voldemort, el malo entre los malos, el-que-no-debe-ser-nombrado.

Y si son malos los laberintos reales, no te digo nada los mentales. Eso de rumiar una idea y darle vueltas y vueltas y no ver la salida y volver a rumiarla y quedar el cerebro y la moral hechos un trapo... Quita, quita. Ya la vida es de por sí complicada para complicarla más. Simplificar, vivir el momento y disfrutarlo, improvisar sin planificar demasiado que luego puede venir un virus cualquiera y nos desbarata los planes, apostar por los horizontes amplios sin que nada te tape las oportunidades y las sorpresas que puedan surgir a la vera del camino. Y a los laberintos, que les den.

24 comentarios:

  1. Los laberintos sólo me gustan en los pasatiempos. En la realidad, denme caminos abiertos, diáfanos, y sin complicaciones, que ya la vida nos da bastantes para entretenernos! �� ��

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    1. Pues mira, pensé en los reales (los que se ven en fotos y reportajes) y en los mentales (las comederas de coco que los humanos nos montamos), pero no pensé en los lúdicos, esos de "¿qué camino elegirías para llegar al tesoro?". Gracias por llenar el hueco. Son los más entretenidos.

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  2. A mí tampoco me gustan los laberintos, me transmiten oscuridad.
    También se les puede aplicar el nombre a calles, a tuberías, incluso al lenguaje cuando es un galimatías de palabras que no conducen a nada...

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    1. Pues muchos lo han visto así como tú. Mira como Rowling lo describe en "El cáliz de fuego": "Llagaron al campo de quidditch que estaba totalmente irreconocible. Un seto de seis metros de altura lo bordeaba. Había un hueco justo delante de ellos: era la entrada al enorme laberinto. El camino que había dentro parecía oscuro y terrorífico.".
      Y en "Alicia en el País de las Maravillas" -todo él un enorme laberinto- y en "A través del espejo", el Galimatazo, que Alicia recita y que por supuesto no entiende ni papa, es un laberinto de palabras que empieza así:
      Brillaba, brumeando negro, el sol;
      agiliscosos giroscaban los limazones
      banerrando por las váparas lejanas;
      mimosos se fruncían los borogobios
      mientras el momio rantas murgiflaba...

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  3. El placer de perderse! ... El placer está en el compañero adecuado. Sin miedo.

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    1. Eso lo cambia todo, Ramón. No es lo mismo enfrentarse solo al sinsentido como hacerlo de la mano de un buen compañero. Puede verse entonces como juego, reto y aventura. Así sí se explicaría que perderse puede ser un placer.
      Gracias por la buena idea.

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  4. Charo Borges Velázquez22 de junio de 2020, 23:17

    Un laberinto puede ser un misterio, un enigma e, incluso, un lugar donde perder la vida.
    A Jane no le atraen, para nada, y tampoco a mí, pero no dejan de ser un reto, para almas más aventureras que las nuestras.
    Abran, lean y decidan a qué grupo pertenecen ustedes...

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    1. Sí, Chari, me da que ya no estoy para esos trotes. En este momento concreto de NN (Nueva Normalidad) con salvedades, me parece una aventura hasta salir a la calle. Imagínate ponerme a buscar la salida en un laberinto (si es que encuentro uno).
      Y perder horas de sueño por uno mental, menos todavía.
      Elegí mal momento para ser Indiana Jones.

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  5. Eugenia Martín Tejera22 de junio de 2020, 23:17

    ¡Nunca me han gustado!

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    1. Pues tenemos el mismo gusto, Geni. Un rato bueno sentadas en una terracita frente al mar en buena compañía y que se quiten de delante todos los laberintos del mundo.

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  6. Muy buen relato; Jung no lo hubiera hecho mejor. hay va mi interpretación.
    LA IDEA DE LABERINTO. UNA INTERPRETACIÓN DESDE LA PSICOLOGÍA ANALÍTICA (alfa)
    la espiral plana incentrica y excéntrica que los Auaritas(indígenas de la Palma ) dejaron impresa tanto en el caboco de Belmaco ,la Zarza y pared de Roberto evocan el dibujo del laberinto, es decir el retorno al centro y representan los dos movimientos complementarios, evolutivo e involutivo de la vida y de la muerte, también lo representa el doble enroscamiento del caduceo, lo doble hélice alrededor del bastón brahmanismo, el doble movimiento de lo nadis alrededor de la arteria central del shushuma, el movimiento alternante practicado por los devas y los asuras durante el batido del mar(amrita) rito que los indígenas guanches practicaban con relativa frecuencia. o el movimiento circular de vaivén del arco sobre la madera para provocar el fuego. El laberinto y, por extensión la espiral, representa también a las dos espirales entrecruzadas de la cruz esvástica. y rizando el rizo ,la molécula de ADN consistente en dos cadenas que se enrollan entre ellas para formar una estructura de doble hélice. (principio laberíntico de la vida)
    La historia occidental en una constante trayectoria espiral, una búsqueda acuciada por la necesidad de realización ,un proceso de individuación que no se concluye, probablemente, porque se desconoce qué es lo que debemos concluir.
    A la hora de reflexionar sobre el Laberinto En un primer momento sentimos la necesidad de expresar, de llenar, de ocultar, en una manera de encarar la realidad hacia fuera, hacia la expresión.por eso cuando eramos jóvenes y atrevidos no nos asustaban ni los laberinto ni las cuevas, mas bien todo lo contrario. Más tarde, se va redirigiendo nuestra energía psíquica hacia los objetos interiores, hacia el silencio, la introspección y el vaciamiento de toda esa acumulación que conforma nuestra experiencia por eso vienen los miedos ,la claustrofobia....
    y hacia la madurez, nos urge desprendernos de todo aquello prescindible que opaca lo esencial de nosotros mismo. enfrentándonos de forma extrovertida, llenando nuestra intimidad de elementos ajenos, al mismo tiempo que nos vamos vaciando. para concluir en un ser libre que ha interiorizado su última realidad , vaciando esta vez el material acumulado e inservible. y necesitando, a veces ,el hilo de Ariadna para sentirnos seguros y poder salir del LABERINTO.

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    1. Muy buen análisis, Alfa, me ha gustado. El laberinto siempre ha sido, como has visto tú, un símbolo de búsqueda y encuentro, a veces de lo divino, a veces del propio hombre. Es un proceso de iniciación que nos obliga a caminar por donde no queremos y restringe nuestra libertad y autonomía. Entrar en un laberinto implica encontrarte con problemas, retos y rectificaciones, pero también con tu propio yo ¿Seremos capaces de llegar al centro?
      "Recorrer el laberinto nos purifica, exorciza nuestros demonios, ilumina nuestra mente y nos pone en disposición de encontrar y reconocer el valioso tesoro que se oculta en su centro. Un tesoro que el Amor, representado por el hilo de Ariadna, nos llevará a compartir con quienes todavía no se han adentrado en su propio laberinto". (Quim Muñoz).
      Muchos temas de reflexión esconden los laberintos.

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  7. Hola Isa. Pues a mí me encantan los laberintos!! Ya he tomado nota de los que nombras para ir cuando pueda. Siempre he tenido ganas de entrar en uno chulo “de verdad” donde realmente te cueste un poco encontrar la salida. Qué divertido!! Yo creo que debían de ser como los videojuegos de los tiempos antiguos pero con jugador real y no virtual.

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    1. Pues no es mala comparación, Eugenia.
      Te deseo que lo pases muy bien cuando vayas a algún laberinto. Y que me cuentes la experiencia después, por supuesto. El más cerca que tienes, el de El Capricho, pone: "Aunque no es transitable, este dédalo de laurel de imspìración romántica es visible desde la plataforma superior del parque, donde la Duquesa de Osuna convocaba a artistas del XVIII." Abre los fines de semana de 9 de la mañana a 9 de la noche. Así que este no te va a servir para perderte. Pero alguno habrá, ya verás.
      Un besote.

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  8. Los peores son los que nombras al final, los mentales, los que se forman en las arruguitas de nuestro cerebro. Esos sí que nos hacen perdernos y desesperar.
    Un abrazo enorme.

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    1. Sí, realmente a esos iba dirigido todo el escrito de esta semana. Me da tanta rabia perder el sueño en noches de insomnio dándole vueltas a una idea o a un hecho... Muchas veces me obligo a lo de poner la mente en blanco para salir del laberinto. Una taza de tisana "Relax" también ayuda.
      Otro abrazo igual para ti.

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    2. Yo igual, Jane. Ya no me voy a la cama sin tomar valeriana. Como por suerte no tengo problemas gordísimos, funciona.

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    3. Y además es una pérdida de tiempo. Hay que pensar en la resolución del viejo dilema: "Si no tiene solución ¿para qué te preocupas? Y si la tiene ¿para qué te preocupas?".

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  9. Hola Jane. hace varias semanas que aunque los leo por la noche, no me apetece coger el ordenador y escribir. Me imagino que el teletrabajo no es lo más apropiado `para luego relajarse.
    A mí tampoco me gustan mucho los laberintos, ya la vida tiene demasiados recovecos sin salida que para qué buscar más.
    Irse a la cama pensando en "malas cosas" no es lo más apropiado, no ayuda a descansar.
    Ya la pandemia ha sacado a la luz demasiada mala gente que estaba agazapada y que a veces da miedo. Pero me quedaré con la cantidad de buena gente que también ha salido a la luz y hacen que este mundo sea un poco menos "laberíntico". Un beso Jane. Juan

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    1. Me encanta lo que has dicho, Juan, lo de quedarnos con la buena gente que ha salido a la luz. Eso mismo pienso yo, ahora mismo estaba viendo a mi colega Salvador Illa (es de filosofía) agradeciendo sus comentarios a sus adversarios políticos, y me parece inusual y caballeroso entre tanto ruido y furia.
      Pobre, te imagino teletrabajando hasta las tantas. Me ha dado un repelús cada vez que he pensado en que me podía haber tocado con mi inexperiencia digital. De todas formas, felices vacaciones y a relajarse que te lo mereces. No te metas en laberintos de once varas, ya sabes.
      Un beso, Juan.

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  10. Laberintos mentales más o menos complicados resolvemos todos los días con mayor o menor éxito. Los físicos suelen ser verdes, verde esperanza de encontrar la salida.... Dicen que si apoyas tu mano derecha (también puede ser la izquierda) en la pared y sigues así sin levantarla recorriendo todas las paredes, casi seguro que llegas a la salida. Pero, no es mejor perderse en un espacio abierto, con horizonte?

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    1. Pues no sabía lo de la mano, Floren, pero tiene sentido. Y más sentido tiene, como apuntas, no meterse en laberintos (ni en berenjenales) y respirar en espacios abiertos.

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  11. Siempre que oigo la palabra laberinto, me viene a la memoria la película "La Huella", de Mankiewicz, con Laurence Olivier y Michael Caine. Esta película me impresionó mucho, te mantiene en vilo todo el tiempo y no puedes imaginarte cómo va a acabar. En realidad ahora mismo no me acuerdo. Tengo que volver a verla.
    Yo no sé si a mi me gustan o no los laberintos, los encuentro misteriosos,y me atraen por eso.
    He estado en el parque del Capricho, precioso, pero no recuerdo el laberinto. Sé que he visto alguno en algún viaje, pero ahora mismo no recuerdo dónde ¡qué cabeza!
    Original el tema de hoy, Jane. Me ha gustado mucho.
    Ahora, a esperar al del lunes próximo.
    Un beso

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    1. No he visto "La huella", pero ya está apuntada por si alguna vez me la encuentro (y tengo el ánimo para ver algo que me mantenga en vilo). A mí los laberintos me recuerdan una novela de Mary Stewart (una autora que me gustaba mucho y que ya debe estar descatalogada) que se llama "No toquen el gato" y habla de un laberinto copiado en el emblema familiar y que esconde unas ruinas romanas y hay un intento de asesinato en él. Me la leí muchas veces (estaba en la biblioteca de mis padres) y siempre me acuerdo de él.
      Todos debemos tener un laberinto en nuestro pasado :-D

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