lunes, 9 de noviembre de 2020

El bar de la esquina



La única cosa buena que tiene hacerse un análisis (esa majadería que tenemos que sufrir de vez en cuando, y más a estas edades) es que después uno se mete un buen desayuno entre pecho y espalda en el bar de la esquina. El mío, al que fui la semana pasada después del pinchazo, es un bar coqueto y acogedor, especialista en bocadillos, pulguitas, montaditos, papas locas... y en el que los camareros llevan camisetas con el lema "Disfruta este momento".Y eso es lo que hicimos, disfrutar con un té verde, una pulguita de queso manchego aliñada con aceite virgen y hierbitas y un jugo de naranja natural, mientras la lluvia caía, mansa, detrás del ventanal. Solo le faltaban los churros para ser perfecto.

¿Quién no ha tenido un bar de la esquina en su memoria? Los bares son puntos de descanso entre tu casa y tus otros destinos, sean el trabajo, el Centro de Salud o el Supermercado; son lugares donde muchas veces no solo te conocen por tu nombre, como se decía en la canción de la serie Cheers, sino que también saben lo que te gusta. Recuerdo que, cuando iba todos los días a media mañana al bar de la universidad, Salvador, el dueño,  nada más verme ya recitaba: "Un café y un sandwich de mortadela sin mantequilla". Y lo mismo pasó más tarde en los bares más cercanos a los dos Institutos en los que trabajé: "La Parrala" en Santa Cruz al lado del Andrés Bello, y "Casa Micaela" en La Laguna al lado del Canarias Cabrera Pinto, sitios que consideré en aquellos tiempos como partes de mi casa. No me extraña nada que muchos escritores (Jardiel Poncela, Claudio Magris o J.K.Rowling, por ejemplo) hayan preferido escribir en los bares, solos pero siempre acompañados.

Por eso, me da tanta pena que la pandemia haya obligado a muchos bares a cerrar. ¿Qué hará nuestro país sin bares, qué haremos nosotros? Desde que Don Juan Tenorio y Don Luis Mejías recalaron en "La Hostería del Laurel" (- ¿La Hostería del Laurel? - En ella estáis, caballero -¿Está en casa el hostelero? - Estáis hablando con él) hasta el bar de Casablanca (De todos los bares de todo el mundo...¡ella entra al mío!), la tradición de los bares es larga y fructífera y nada ha podido contra ella, ni guerras ni temporales ¿Lo hará el condenado virus?

En nuestras ciudades y pueblos hay más bares que farmacias, casinos o iglesias. En los bares se han entretejido historias, se han montado revoluciones, han comenzado y terminado amores, se ha paliado el aburrimiento, se fomentan los encuentros y amistades, se arregla el mundo... y, por supuesto, se calma el hambre que produce ayunar para hacerte un análisis. Como dice Gabinete Caligari, los bares, qué lugares tan gratos para conversar, no hay como el calor del amor en un bar. ¿De verdad estamos dispuestos a ser un país sin ese calor?

Hay una canción preciosa, Balderrama, cantada por Mercedes Sosa, sobre un bar de Salta en donde los bohemios se juntan a cantar y guitarrear hasta la madrugada: Si uno se pone a cantar, un cochero lo acompaña y en cada vaso de vino tiembla el lucero del alba... Como nada es eterno, la sospecha de que pueda cerrarse late en la canción porque termina con este lamento: Lucero, solito brote del alba ¿dónde iremos a parar si se apaga Balderrama?. Es el lamento que muchos nos hacemos ahora: ¿Dónde iremos a parar si un día de estos el bar de la esquina de siempre, recoge mesas, almacena botellas, anuncios y risas, apaga la luz y cuelga el cartel de "Cerrado para siempre por causa mayor"?.

34 comentarios:

  1. Me hiciste recordar que por casualidad conocí a Jose en el bar de Don Salvador (yo no lo tuteaba...) justo en junio, antes del examen de Lingüística Románica, cuando me tomaba mi cortado de después de comer. Si no es por esta costumbre mía, a lo mejor ahora estaría soltera o casada con otro! Son las cosas que tienen los bares!
    Sigo siendo constante en mis visitas a los bares, porque el placer del cortadito a media mañana, no lo dejo por nada del mundo. Ahora toca ir a terrazas, pero da igual...
    Besitos, Isa!

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    1. Pues fíjate qué casualidad. Esta mañana estuve caminando con una amiga común y me dijo que ella conoció a su marido en el bar Alaska en La Laguna. Él ya le tenía echado el ojo y, cuando la vio allí con su hermana, se acercó a hablar con ella. Los bares son grandes hacedores de historias de amor, se prestan a echarse miradas mientras uno saborea el placer de un café.
      Yo también sigo visitando bares, aunque ahora no tengo uno tan fijo como cuando trabajaba. Pero mientras no falten...
      Besitos, Milo.
      P.D.: Ahora me dejaste pensando. Igual yo también lo llamaba Don Salvador...

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  2. https://www.youtube.com/watch?v=bXt4yEpgdzo
    Mercedes Sosa - Balderrama

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    1. Es una canción preciosa, que canta y festeja un sitio emblemático de Salta. Creo que todavía hoy hay grupos que se pelean por tener el honor de cantar en Balderrama. A orillitas del canal, cuando llega la mañana, sale cantando la noche desde los de Balderrama...
      Gracias por traerla aquí, Luisa. La pena es que en los comentarios no se ponen los enlaces. Pero ayuda a buscarlo. Un beso.

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  3. Ay, Jane, qué post tan real y bonito te has marcado hoy. Me ha llegado al alma, sobre todo, porque me has recordado a mi madre. A ella no había nada que le hiciera más ilusión que después de una analítica, en nuestro centro de salud, la llevara a desayunar café y leche, con churros, a la cafetería que está por fuera del mercado Nuestra Señora de África, aquí, en Santa Cruz. Lo saboreaba y disfrutaba como una niña con zapatos nuevos.
    Yo sigo yendo, pero con antiguas compañeras de deporte, para vernos cuando una de ellas, que vive fuera, viene a ver a su familia, y siempre que me encuentro allí, con ellas, siento que mi madre está también con nosotras y volviendo a disfrutar de lo que, para ella, era un verdadero placer. Ese era su bar de la esquina, aunque se encontrara a un par de kilómetros del centro de salud. Yo, sin embargo, nunca suelo ir a los bares, si me encuentro sola. No me siento a gusto y, más bien, los rechazo.
    Tuve la fortuna, durante mis años de institutos, de contar con cafeterías, dentro de sus recintos, y algunas veces los frecuenté, sobre todo, por reunirme con mis compañeros, para charlar de cualquier tema. Incluso, de algunos relacionados con nuestro trabajo, pero sin el rigor y la seriedad de, por ejemplo, un claustro o una junta de evaluación.
    Sé que la pandemia ha llegado para ensañarse con ellos, precisamente, porque estimulan la cercanía y el contacto (malos consejeros para combatirla), pero me preocupa que puedan desaparecer por los puestos de trabajo que se destruyen y porque cuando se pueda controlar a este traicionero maligno, no hayan bares de la esquina a los que acudir, para el contacto y el acercamiento que siempre genera un buen desayuno.
    Lo dicho, precioso y evocador, tu post de hoy. Muchas gracias, porque conmigo lo has conseguido...

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    1. Ay, sí, Cehachebé, los bares de los mercados tienen un algo que enamora (sobre todo si tienen churros que son mi debilidad). Yo, cuando puedo voy al del Mercado de La Laguna (incluso, escribí sobre él) y lo paso tan bien como lo pasaba tu madre. La entiendo perfectamente.
      También las cafeterías de los centros eran agradables por lo que dices, alegábamos un rato fuera de las clases. Pero yo prefería muchas veces darme un salto al mundo exterior, más que nada por desconectar algo.
      Muchas gracias por tus palabras y esperemos que nunca desaparezcan y se recuperen.
      Un abrazo, amiga.

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  4. Ana Darias de Lorenzo-Cáceres9 de noviembre de 2020, 21:58

    Cuánta razon, querida Isa.
    Yo intento no fallar a la cita mañanera, con o sin análisis ��, si el trabajo me lo permite.
    Hoy me viene al pelo porque tuve uno y allí me fui, a poner el corazón más contento aún. ❤️

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    1. No falles a tu cita mañanera, Ana. La recalada en un bar es un momento de relax, alivio y respiro para poder continuar con la vida diaria. Tan necesaria como la salud. Sigue con el corazón contento.
      Un abrazo, querida Ana.

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  5. Rosa Henríquez Fernández9 de noviembre de 2020, 21:59

    Como siempre, escribes unas historias muy entretenidas. Totalmente de acuerdo contigo, hago lo mismo que tú cuando voy a hacerme un análisis y hoy que subí temprano a dejar el coche en un taller de La Laguna también me desayuné en un bar. ����

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    1. Sí, cualquier pretexto es bueno y, después, parece que uno afronta el día de otra manera, con una sonrisa en el alma.
      Gracias, Rosa. Un abrazo.

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  6. Y me vienen siempre tantos recuerdos...de La Laguna, El Carrera, el Brasilia, Alaska...y ya en mi pueblo el de al lado del banco. El de siempre. EL´Hespérides. Cada cual con sus "cositas"...

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    1. Elvira, si se acaba El Carrera es como si quitaran la torre de la Concepción, más lagunero imposible. Recuerdo un año en que mi marido y yo coincidíamos los miércoles en el horario y salíamos temprano de trabajar. Nos citábamos entonces cada miércoles en El Carrera y nos tomábamos allí el aperitivo. Recuerdo esos miércoles con verdadero placer. Pero es verdad que La Laguna tiene bares a punta pala, y más desde que hicieron peatonales las calles.
      Y el bar de los pueblos es más entrañable. En Los Sauces, cuando voy, desayuno en el de la Plaza y me siento a las 9 y pasa por allí tanta gente que a veces me dan las 11 y yo todavía sentada allí. Me encanta.

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  7. Gracias, Isa.
    A ver si esto se pasa pronto. La vacuna que hoy anuncia Pfizer o la que sea. U otros avances que permitan, mientras llegan las vacunas, sobrellevar esta pandemia con menos rupturas. Es que para nosotros un año es mucho tiempo ...
    Besos
    Ana

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    1. Sí, ya leí hoy también que Australia inicia la producción de la vacuna AstraZeneca contra la covid-19. Sería deseable, ya que es un mal mundial, que los esfuerzos fueran conjuntos, que la ciencia fuera realmente universal y en este caso no se trabajara por países. Vamos a ver en qué termina y si, como deseas, hay una solución rápida. Nos va en ella la vida.
      Nunca nos habíamos encontrado con algo así. Ánimo y a seguir teniendo esperanza.
      Un beso, Ana.

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  8. Enrique Vergara Duque9 de noviembre de 2020, 22:03

    En el bar de la esquina en la Plaza del Adelantado, que no me acuerdo como se llamaba y que lo trabajaba una señora (Maruquita "la petuda") que hacía los mejores cortados de toda La Laguna, conocí a mi mujer un 13 de septiembre de 1968. Ya ves. Ese bar cerró hace muchos años y fue comprado por Cajacanarias.
    Y ya que nombras el bar de Micaela, lo usé de estudiante porque fui a comer todos los días durante dos años, puesto que estaba viviendo en pisos bastante cercanos al lugar, primero en Juan de Vera y después en Cabrera Pinto. Pero lo curioso es que también iba a comer cuando ya no vivía en La Laguna pero venia a enamorar. La señora (que no se llamaba Micaela sino Emilia), me tenía un enorme aprecio y no me cobraba el almuerzo porque sabía que carecía de dinero. Después, muchos años más tarde lo renovó y se hizo cargo un hijo (Elías) que lo llevó bien hasta que se le cruzaron los cables y lo cerró definitivamente. Una pena, porque desapareció uno de los clásicos bares de La Laguna, donde muchos estudiantes fueron acogidos como si fueran de su familia.
    Deberías escribir sobre aquellos bares de La Laguna.

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    1. Tienes razón, "Casa Micaela" es de los de toda la vida. Yo siempre pasaba por allí cuando estudiaba en la universidad e iba a comer dos días a la semana a la casa de mi tía Isabel en la calle Cabrera Pinto. Eso fue hace 55 años, imagínate. No sabía que había cerrado, qué pena.
      Los bares deberían ser declarados patrimonio de la humanidad, conozco un montón de parejas que se conocieron en un bar. Solo por eso que sean Bien de interés público y que se protejan para que no cierren.
      Para escribir sobre todos los bares de La Laguna haría falta más tiempo que el que yo tengo y me saldría una tesis doctoral. Lo dejaré para otra vida.
      Y a ver cuándo nos vemos ¿En un bar del pueblo?

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  9. Hola Jane. Qué razón tienes. Cuando cierra un bar "especial" algo se te va para siempre.
    En La Laguna hace unos años que cerró "El Benjamín" que hacía la mejor tapa de tortilla con ensaladilla a este lado del Mississipi. (Por cierto Benjamín trabajó muchos años con Don Salvador). Cuando llegué a estudiar a La Laguna viví un años a 10 metros de Casa Micaela pero tengo que decir que en ese año entré pocas veces (no había dinero para cortados). Y hace unos días me llegó la noticia que el bar de la esquina de la Plaza de Arriba (en Los Sauces) "EL Caribe" cerró definitivamente...Hacía una pata y una lengua en salsa para quitarse el sombrero...Muchas tardes con amigos pasé allí. En fín, lo que hay que hacer es buscarse otro "bar de la esquina" y seguir viviendo. Un beso Jane. Juan

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    1. Qué pena lo de El Caribe. No era mi "bar de la esquina" pero pasé por allí. También me acuerdo de Benjamín y su tortilla. De Los Sauces hablé en una de las Historias de Los Sauces (Historias del Pupa y del Moya) del bar Los Tilos de Agustín Caldito y del Manantial, de los Santiaguillos. Imagino que tampoco existen ya. Menos mal que el de la Plaza seguirá eterno ¿no?.
      No nos va a quedar más remedio que lanzarnos a la búsqueda y captura de un bar de la esquina nuestro. Espero encontrarte en él algún día.
      Un beso, Juan.

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  10. Deberían de cambiar la palabra "bar" por la frase: ¡Bar de acogida!

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    1. Pues sí, Mandi. Así es como yo me siento cada vez que entro a alguno, como el de mi pueblo: bien acogida y abrazada. Secundo la propuesta.
      Un abrazo.

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  11. Charo Borges Velázquez10 de noviembre de 2020, 16:44

    ¿Qué será de nosotros, si un día, los bares de la esquina desaparecieran? Jane nos hace una preciosa semblanza de estos rincones, que suelen acogernos después de un mal trago. Si entran y lo leen, les va a trasladar al de cada uno...

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    1. Gracias, Chari, por compartir el amor por los bares de la esquina, continuación de nuestra casa, respiro en el camino de la vida.
      Un abrazo.

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    2. Helena Labory Hernández10 de noviembre de 2020, 16:47

      Es verdad...... y como nos miman....

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    3. A veces son como de la familia. En las series familiares (recuerdo ahora "Aída") es raro que no aparezca un bar donde todos se conocen.

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  12. Hola Isa, me has hecho recordar aquel bar-cafetería del Parque de MªLuisa, al que íbamos todas las tardes y donde ponían una tortilla de papas exquisita. Cuando nos veían llegar, ya nos preparaban la cañita y la tapa. Gratos recuerdos.
    Estamos viviendo una triste etapa, ojalá podamos superarla.

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    1. Yo también recuerdo bares entrañables. En la carrera en Madrid recuerdo uno de Princesa con tapas increíbles. Y ahora cuando voy allí a casa de mi hija a pasar unos días siempre desayuno en uno cerca de su casa que tiene churros. Será por bares...
      Ya sabes que soy optimista. Todo esto pasará y nuestros hijos hablarán de ello como nuestros padres hablaban de la guerra. Dirán: "Yo viví aquello...".
      Un beso, Esperanza.

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  13. Bares, que lugares llenos de encuentros y celebraciones. Cargados de historias y conversaciones. Son el ruido de ciudades y pueblos porque ese sonido de los vasos al chocar y esas voces de los camareros cantando pedidos, inyectan la vida y la energía a las gentes y ponen las pilas a todos para seguir en la rutina laboral o de ocio.
    Además, es centro de descanso, información y debate porque en él, repostamos gasolina y actualizamos las noticias del día. Se comparten bocadillos, goles y éxitos. Son sin duda, parte de nuestra cultura y ahora lloran en silencio.
    Menos mal que nosotras somos grandes exploradoras de éstos fascinantes refugios y en breve volveremos a hacer escándalo entre sus paredes.

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    1. Me gustó lo de que se comparten bocadillos, goles y éxitos, porque una de las características de muchos bares es precisamente que en días de partido se reúne un montón de gente para celebrar los goles, comentar el partido y compartir la afición. Y no es porque no haya tele en sus casas, sino por el gusto de socializar en un hobby compartido. Como no soy futbolera ni muy amante de la tele (me gustan más los bares sin tele o que la ponen bajita para permitirte hablar con quien va contigo), no participo en esas reuniones, pero me gusta verlas.
      Estoy segura, Cande, de que los bares levantarán la cabeza, ya verás. Por lo menos nosotras podremos todo lo que podamos para ello.

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  14. ¡Hola Jane!
    Como otras veces, tu post del lunes me ha evocado momentos especiales . Muchos, pero solo voy a comentar el primero que se me vino a la cabeza: el bar Alborada al lado del Poeta Viana. Yo era profesora novata, y como tal, tenía el peor horario imaginable: última hora del turno de mañana y primera del de tarde, con lo que me quedaba a comer algo en el Alborada: queso y vino del Hierro, deliciosos , lo que tuvieran cada día y la consabida quesadilla de postre. Todo un placer, como lo es recordarlo.
    Y ahora, una serendipia, casualidad, o como se pueda llamar. El mismo lunes empecé a leer un libro prologado por Vargas Llosa y ¡oh sorpresa! leo que él escribió su primera novela La ciudad y los perros, en un bar de Madrid llamado El Jute, que ya no existe. Y que también le gusta escribir en bares y en cafeterías. Mira que he leído a Vargas Llosa, pues de eso me fui a enterar precisamente el lunes ¡Qué cosas!
    Felicidades atrasadas por el aniversario. La semana pasada no pude escribir.
    Besos

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    1. Pues tampoco lo sabía, Arista. De hecho leí una vez una entrevista, cuando Vargas Llosa vivía en Nueva York, en la que contaba que cada mañana se iba temprano a la Biblioteca (no sé cuál) a escribir. Pero es verdad que lo del escritor en el bar es un clásico, incluso hay cafeterías y bares que fomentan la tradición. Cuando hace un par de años fui a Irlanda en The Temple Bar en Dublín hay una mesa dedicada a Joyce porque siempre se sentaba allí a escribir ¿Tú quieres creer que había un señor parecidísimo a él leyendo un libro muy enfrascado? Por si era el fantasma de Joyce le hice una foto.
      Hemingway escribió "Fiesta" en La Closerie des Lilas en París (tienen hasta un plato, el steak Hemingway flambeado al whisky) y Graham Greene escribió "El tercer hombre" en el Café Mozart de Viena.
      Otro día hablamos de las tertulias literarias que ha habido también en los cafés. ¡Cuando yo digo que habría que nombrarlos Bienes de atención pública...!
      La Alborada era el bar donde desayunaba y comía todos los días mi cuñado. Él ya no está pero La Alborada sigue.
      Muchas gracias y un abrazo grande.

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  15. Mari Carmen González Zamorano11 de noviembre de 2020, 16:18

    Me encantó tu blog de esta semana.
    Cuántos secretos tienen los bares y guachinches de siempre. Yo paraba todos los días en la Repsol de Granadilla y tenían un empleado, Antonio, que cuando te estabas bajando del coche ya te tenía tú pedido preparado. No hace mucho cuando nos íbamos para el Hierro paramos para un café y cuando me vio salió de detrás de la barra para saludarme.
    Fue muy emotivo.
    Un beso.

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    1. El atractivo de los cafés no solo está en lo que ofrecen sino también en la amabilidad de los empleados. Que te atiendan rápido y con una sonrisa no tiene precio y dan ganas de volver. Y si encima saben tu nombre, ya tienes parroquiano para toda la vida. Larga vida a los bares.
      Un abrazo grande.

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  16. Hola otra vez!
    Te dije que solo te iba a comentar lo primero que se me vino a la cabeza, pero no me puedo aguantar, y antes de que envíes el próximo post, voy a comentarte otras experiencias. Me encanta y me admira cómo eres capaz de contestar a todos y cada uno de los comentarios.
    Bueno, pues recuerdo el bar Carrera de cuando estudiaba comunes, con su ensaladilla y sus churros de pescado exquisitos. Por supuesto el de la universidad y Salvador. Tengo una foto ahí. Del Venecia antiguo, también tengo recuerdos entrañables, en fin...
    Luego en Madrid en el Instituto de Cultura Hispánica, nos tomábamos un vermut unos cuantos de la clase, entre ellos un cura del que en este momento no me acuerdo del nombre ¡qué mal! También de Puente Viesgo, al lado del Colegio Mayor. Nos tomábamos un vinito incluso si al día siguiente teníamos un examen, no podía faltar. A principios de mes, cuando nos llegaba la "paga", nos íbamos a uno de la calle Princesa (ahora no recuerdo el nombre) a pedir tortilla, que a una amigas mía le entusiasmaba.Con un amigo intelectual, me citaba en el Roncesvalles, que estaba en Marqués de Urquijo, y de ahí íbamos a visitar las iglesias antiguas de la ciudad. Podría seguir, pero es que este es tu blog, no el mío ¡¡¡jajajaja!!!!
    Ah! Y del otro tema. Cuando fui a NY, hace ya 3 años me leí un libro de Muñoz Molina, Ventanas de Nueva York (muy recomendable), donde decía que se sentaba en el Starbucks, enfrente de donde estaban las torres gemelas a ver a la gente y a escribir. otro más.
    Besos.

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    1. A mí lo que me admira es la memoria que tienes. Yo no me acuerdo del nombre de casi ninguno de los sitios que frecuentaba durante la carrera. Sé que íbamos mucho a un bar de Princesa que nos gustaba y a otro cerca de tu colegio, creo que pertenecía a un Hotel, donde ponían una tarta de chocolate que te podías morir. Pero ni idea de nombres.
      Me encanta que compartas tus recuerdos, este es el sentido del blog.
      Un abrazo grande.

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