lunes, 14 de diciembre de 2020

Devuelvo tus cartas, regalos y rizos...



En aquellos lejanos tiempos en los que la gente escribía cartas y los carteros pululaban por doquier y era una gozada abrir el buzón y encontrar un sobre dirigido a ti, una de las cosas preocupantes era saber qué hacíamos después con semejante cantidad de papel informativo. Una de las opciones, sobre todo cuando las cartas eran de amor y muy comprometedoras y sobrevenía una ruptura, era devolverlas al remitente con un gesto de dignidad herida.

Esa es, por ejemplo, la actitud del que escribe en la canción "Querida Enriqueta", muy cantada en excursiones y juergas en mis tiempos, y de la que sale el título que hoy les pongo. Por si no se la saben, ahí les va, con puntos suspensivos en las palabrotas porque ya saben que yo fui una niña fina de las Dominicas:

Querida Enriqueta, con esta te escribo / que un notario en Burgos murió antes de ayer. / Me deja su herencia pero he de casarme / con mi prima Rosa la de Santander.

Coro: ¡Qué c...ón! ¡Qué c...ón!

Querida Enriqueta, disculpas te pido / y siento contigo portarme tan mal. / Devuelvo tus cartas, regalos y rizos / y besa tu mano tu amigo Marcíal.

Coro: ¡Qué c...ón! ¡Qué c...ón!

A esto la buena de Enriqueta le contesta a su amigo Marcial:

¡C...ón, h... p..., marica, mal hombre! / ¡Mira que dejarme por otra mujer! / ¡Me c... en tu padre y en tu p... madre / y en tu prima Rosa la de Santander!

Otra de las opciones, sobre todo si los escribientes se olvidan de las cartas y las meten en una caja en un altillo a criar telarañas, es que los hijos y nietos (si son como los míos) las tiren a la basura cuando ya no estén. Claro que ¿quién va a suponer que hay gente a la que le encanta revolver en la basura y que las rescatan e incluso le dan fama y todo el mundo se entera de lo que le dijiste a tu amado en un arranque de cursilería? Esto fue lo que se contaba esta semana pasada en una noticia sobre 200 cartas de amor escritas por un joven francés a su novia en la 2ª Guerra Mundial y encontradas ahora en un vertedero.

¡Cuánto me alegro ahora de haber quemado las mías -2 años escribiéndonos mi novio y yo casi todos los días- en una hoguera de San Juan! Recuerdo que una vez mi madre me remitió una carta de él (cerrado el sobre, eh), llegada después de mi ida, y me decía: "Me la leí, por supuesto, a ver si decía algo original, pero decía las mismas boberías que me escribía tu padre". Quita, quita...

La tercera opción es conservarlas y que tú misma empieces a mandarlas a los remitentes, si quieren. Yo soy de las que han guardado casi todas mis cartas (excepto las quemadas) y las de mi padre y pienso que a los que las escribieron (o a sus descendientes) les apetece recuperar un trozo de sus vidas del que se acuerdan poco. Por eso le di a una prima las cartas que su padre le mandó al mío durante la guerra, y a otra las de su madre cuando era una jovencita que contaba los últimos sucesos y cotilleos de su pueblo. Y ahora voy a mandarle a mi amigo Juan sus cartas desde Madrid, desde el año 63 al 66. Juan ha sido amigo mío desde que yo tenía 13 años y él, 17 y lo seguimos siendo, aunque solo nos veamos en entierros y presentaciones de libros.  Ahora que está un poco pachucho y obligado a estar en cama, pienso que le puede alegrar encontrarse con su yo de entonces, tan parecido al de ahora. ¡Que goces, querido Juan, con lo que me contabas del Madrid de tus años universitarios, de los mil y pico que eran en tu clase, de los bailes, de la tuna, de los proyectos, ilusiones y preocupaciones, y de lo jóvenes que éramos! Una vista atrás nunca viene mal para agradecer el camino recorrido. Para eso sirve guardar las cartas.

24 comentarios:

  1. Sorprendente tu post (me rebelo al utilizar esta palabra), pues yo que soy incapaz de conservar una carta me quedo sorprendido de que tú conserves las mías de tanto y durante tanto tiempo y que esas cartas, tantísimos años más tarde vuelvan a mi. Las leeré con muchísima ilusión y curiosidad.
    En la época del wasap es difícil entender lo que suponía esperar una carta en nuestra época de estudiantes. Era estar pendiente de si había pasado el cartero y abrir con ilusión el sobre para leer apresuradamente su contenido. Eran cartas familiares, de amigos y sobre todo de amor. Estas eran las que más nos ilusionaban y las que más rápidamente se contestaban.
    Las nuestras no eran de amor, aunque podían haberlo sido, pero sirvieron para hacernos confidencias, contarnos proyectos, trasmitir ilusiones, y sobre todo para mantener en el tiempo y hasta ahora una amistad de casi sesenta años. Bienvenidas las cartas de vuelta. Una vez leídas no sé cuál será su destino.

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    1. Puedes hacer con ellas lo que quieras, como pasa con cualquier regalo. Puedes guardarlas o quemarlas o tirarlas a la basura. Ellas no cambiarán para nada lo que piensas de mí ni de ti mismo. Estoy segura de que muchas te harán sonreír, otras te harán fruncir el ceño o preguntarte si de verdad pensaste así. Y recordarás a gente que ya tenías olvidada o situaciones que no te acordabas que pasaste.
      Este fin de semana he estado leyendo cartas desde la primera en el 59 hasta la última en el 71. Después no tengo más. Debe ser que, a partir de que tuve hijos, decidí no guardarlas. Pero lo he pasado estupendo leyendo las cartas y encontrándome con los que ya no están. Y las tuyas fueron especialmente agradables, de las de contestar enseguida. Gracias por escribirlas y por esa amistad de 60 años. No todo el mundo puede presumir de eso.
      Un abrazo, Juan, y a recuperarte.

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  2. Isa, me encantó el post!
    Respecto a la canción, yo la terminaba con... A tu prima que es p. también!
    Besos navideños!!! ��������

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    1. Me metí en San Google y, como en toda tradición oral que se precie, las versiones de "Querida Enriqueta" son múltiples. A veces no se nombra a Burgos ("mi tío el notario" o "mi primo el notario") o no devuelven las cartas, regalos y rizos sino que "te envío recuerdos y abrazos" o "te mando mil besos, abrazos y roces" (que no pega mucho tanto cariño); o en lugar de poner Marcial, ponen "tu amigo más fiel" (llevando la ironía al límite). En lo que casi todos coinciden es en los denuestos de Enriqueta. Que era lo fundamental :-D
      Muchos besos navideños también. Gracias.

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  3. Charo Borges Velázquez14 de diciembre de 2020, 15:47

    Guardar cartas del pasado puede llegar a ser un tesoro, pero a veces puede ser motivo de grandes disgustos y hasta de rupturas.
    Las que Jane ha rescatado, en este fin de semana, le han dado pie para hacer un precioso post.
    Abran, lean y disfruten, por favor...

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    1. El grupo de bibliotecas de Instituto, al que pertenecí cuando trabajaba, todos los años publicaba una Antología de textos de diversos géneros. Un año fue sobre el género epistolar y mira lo que pusimos en el prólogo:
      "Las cartas han llevado a través de la historia, desde las tablillas de cera de la antigüedad griega y romana hasta los modernos e-mails, noticias, amores, amenazas, inquietudes, alegrías y tristezas. Se escriben cartas en las grandes novelas. Hay cuentos, películas, canciones, poemas que giran en torno a una carta. Muchas veces es el elemento crucial que hace cambiar el curso de una narración. ¿Se puede dudar de la importancia que ha tenido para la historia de la humanidad?".
      Por encima de todo, una carta sigue siendo un tesoro.
      Gracias por tus palabras y por la invitación a leer el escrito de hoy. Un abrazo grande.

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  4. Mira qué bonito lo de Los Puentes de Madison...
    Sin embargo el mercadeo con las cartas de Pérez Galdós y dña. Emilia me da náuseas. Me parece telecinco en correspondencia.

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    1. La literatura está llena de novelas epistolares muy bonitas. Me vienen a la memoria "84, Charing Cross Road" de Helene Hanff, o "Querido Diego, te abraza Quiela" de Elena Poniatowska, o "La tesis de Nancy" de Ramón J. Sender o "Paradero desconocido" de Kressmann Taylor.
      Igual que las cartas entre Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, supongo que llegará un momento en que leeremos el epistolario entre Galdós y Doña Emilia. En este tipo de cartas siempre tengo la sensación de que a ellos no les gustaría que las leyésemos, que son demasiado íntimas. Que no tuvieron (como tuve yo) una hoguera de San Juan cercana para echarlas allí.

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    2. Charo Borges Velázquez16 de diciembre de 2020, 16:28

      Yo sólo he leído las de Charing Cross Road y, aunque son muy tristes, me pareció una joya de la literatura epistolar.

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    3. ¿De verdad te parecieron muy tristes? Son cartas animadísimas por el placer de la lectura y de la amistad. Demuestran (porque son reales) que, aunque nunca conozcas personalmente a la persona con quien te carteas, las cartas sirven de puente si el humor y los intereses son los mismos. El libro es una delicia.

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  5. Querida Jane, admiro ese don que tienes de recopilar tantos recuerdos. Yo en mi primera mudanza ya tuve que deshacerme de bastantes cosas que pasados los años añoro volver a tener. La segunda vez opté por dejar en un trastero buena parte de mis cosas. Probablemente mucho peor. Lo que sí tengo muy cerca son las cartas en tiempos del cuartel, planeando con ilusión la boda cuando aquello terminara. Quizás sea el momento de quemarlas. No quiero que me sobrevivan.

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    1. Por eso las quemamos nosotros. Sin embargo, mi padre, que tuvo un noviazgo con mi madre casi enteramente epistolar (solo se vieron 35 días en 2 años), me decía que gracias a las cartas de mi madre sobrellevó mejor su dolor cuando ella murió. Creo que es una decisión personal.
      De todas formas, a nuestra edad creo que es bueno ir deshaciéndose de cosas y estar, como decía Machado, ligeros de equipaje.

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  6. ¡El inigualable placer de recibir una carta!
    En cuanto al destino final de las mismas es muy difícil decir, hoy sobran y tal vez mañana nos hagan falta.

    "Y busqué entre tus cartas amarillas
    mil te quiero, mil caricias
    y una flor que entre dos hojas se durmió"
    Nino Bravo

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    1. Tienes razón, y es una pena que ese placer se haya acabado sin vuelta atrás. Preciosas las canciones, los libros, los poemas que hablaron de ese instante único en que abríamos un buzón y encontrábamos la carta que esperábamos.
      "El palomar de las cartas
      abre su imposible vuelo
      desde las trémulas mesas
      donde se apoya el recuerdo,
      la gravedad de la ausencia,
      el corazón, el silencio.
      Oigo un latido de cartas
      navegando hacia su centro."
      (Miguel Hernández)

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  7. Qué casualidad, Jane, que anoche vi una película en la que unas cartas fueron determinantes, para el camino, en común, de una pareja. La descubrí por casualidad y haciendo zaping por los muchos canales temáticos a los que la tecnología nos permite acceder. Se titula Man in an Orange Shirt, un drama rodado en el Reino Unido, en 2017. No la había visto antes y, en resumen, son dos historias de dos hombres gays, que transcurren en Londres en épocas diferentes, 1940 y 2017, con todos los condicionantes e inconvenientes que una relación de esta clase comportaba entonces y ahora.
    En la primera historia, uno de los protagonistas tiene novia, se casan y tienen un hijo. Ella descubre la tendencia de su marido, cuando limpia su mesa de trabajo y encuentra, en una gaveta, una caja con las cartas de amor que él recibía de su amante gay y a las que, horrorizada, quemó. A partir de entonces, ella finge no saberlo, pero Michael comprobó que las cartas habían desaparecido y así supo que ella lo había descubierto. Por el hijo que tienen, mantuvieron las apariencias, viviendo juntos y a pesar de que ella siempre le recriminaría su doble conducta.
    La segunda historia transcurre 77 años más tarde y uno de los protagonistas es un nieto de Michael, que vive con su abuela, la que descubrió las cartas, y cuyo papel hace Vanessa Redgrave, con su maestría habitual.
    Ella acepta la homosexualidad de su nieto y termina dándole una carta, que conservaba del abuelo, y en la que le dice a su amor masculino que lo quería de verdad y que quería vivir con él. Esa carta nunca llegó a su destinatario, porque no fue capaz de enviársela y su mujer la mantuvo en su poder, sin que él lo supiera.
    Cuando esta mañana leí tu post, no pude evitar acordarme de la película y pensar que, a veces, es mejor destruir la correspondencia que se tiene, para evitar males mayores, aunque por lo que le cuentas a Carmen, en el comentario anterior, en el caso de tu padre esas cartas que guardó le ayudaron a sobrellevar la pérdida de tu madre, su gran amor, y eso es precioso.
    Lo dicho, Jane, bonito post el tuyo, nacido de esas cartas que aún tienes...

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    1. He buscado en San Google sobre películas y cartas y en un artículo encontré 10 películas para amar el arte epistolar. Son "La carta" (1940), "Carta de una desconocida" (1948), "La carta final" (1987), "El cartero (y Pablo Neruda)" (1994), "La casa del lago" (2006), "Cartas desde Iwo Jima" (2006), "Mary and Max" (2009), "Cartas a Julieta" (2010), "Querido John" (2012), "Una carta para Momo" (2011).
      No las he visto todas pero sí unas cuantas y es curioso el papel que juegan las cartas en todas las historias, tanto que sin ellas el relato cambiaría totalmente. Igual que en la que viste, las cartas son un personaje más que cumple su papel.
      Gracias por tu comentario. Un abrazo, Cehachebé.

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  8. Hola Jane. Pues yo creo que tiré (rompí o quemé) esas "cartas de amor". Me imagino que me dió vergüenza ajena que cayeran en otras manos.Pero entiendo que la gente guarde las cartas...al fin y al cabo es parte de tu historia personal. Ahora lo único que envío por correo son postales de Navidad a mis amigos. Cuando sus hijos eran pequeños se los enviaba a su nombre: Me parecía que les haría ilusión recibir una carta (objeto extraño en el siglo XXI). Ahora los envío con nombre de mis amigos porque ya los hijos o no están en la casa o ya no tienen edad. En fin, todo tiene su tiempo y como decía un amigo :Todo tiene su áquel". Un beso Jane. Juan.

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    1. ¡Qué idea tan bonita, Juan! Recuerdo perfectamente la gran cantidad de tarjetas de navidad que llegaban a mi casa y cómo mi madre armaba una especie de panel para clavarlas, como si fueran un árbol de navidad paralelo. Todavía conservo muchas de las postales.
      Ahora rara es la postal que recibo. Mi hermana todos los años nos dibuja una (ya sabes que pinta muy bien) y por detrás nos felicita la navidad y me dice el número de la lotería que comparte conmigo. Es un gran consuelo y yo, como mi madre, tengo un panel de corcho donde voy poniendo todas las que me ha regalado. Tu amigo tiene razón: todo tiene su aquel.
      Un beso, Juan.

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  9. ¡¡Hola Jane!!
    Como a cualquiera, supongo, me encanta recibir cartas, también escribirlas en una época.
    Desde que me jubilé he retomado la costumbre de felicitar estas fiestas con tarjetas. Este año he enviado diez o doce, y como el que siembra recoge, justo el lunes, (otra vez la casualidad) un momento antes de leer tu post, recibí cinco ¡qué ilusión!. Ahí las tengo colgadas en un hilo plateado, uno de los pocos adornos navideños que he puesto este año.
    Que sigas bien. Un beso.

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    1. Tienes toda la razón. Hace mucha ilusión recibir postales pero, si una no pone de su parte, no vale quejarse. Es como lo de la lotería. Si no compras el décimo...
      Que este año respondan a tu generosidad y que sigamos de algún modo celebrando la navidad.
      Un beso y gracias.

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    2. ¡Hola otra vez!
      Me olvidé de comentarte que la última novela epistolar que me he leído es : La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey. Me encantó, y no recuerdo que la nombraras. La recomiendo. También hay película, se la pido a los Reyes :D.
      Besos ��

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    3. Es verdad, es una novela preciosa y curiosamente la película también lo es. La he nombrado en algún comentario en el blog, pero no recuerdo en que escrito. Espero que los reyes te la dejen y la disfrutes.
      Un beso y gracias.

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  10. Hola, Jane:
    Casi se me saltan las lágrimas. Es cierto que últimamente estoy muy sensiblona y con la lágrima fácil, pero qué detalle tan bonito.
    Yo quemé todas las cartas que recibí. Y ahora estoy pensando en deshacerme de mis diarios. No quiero que nadie lea esos textos cuando ya no esté.
    Un abrazo enorme.

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    1. Pues igual te haces famosa, como lo fueron Ana Frank y los "Diarios" de Kafka. :-D
      Gracias por tus palabras y por la empatía.
      Un abrazo grande también.

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