Hay dos maneras de recibir un regalo, ya saben. Una es la de mis nietos que, ante la promesa que encierra el paquete cerrado, se lanzan a abrirlo con furia, rompiendo los papeles y tirando alegremente al suelo lazos y adornos varios. Lo que importa es el objeto regalado que suele recibirse con más o menos asombro, risas e ilusión. Siempre recuerdo a mi nieto más pequeño que a los 6 o 7 años, al ver un regalo inesperado, exclamó: "¡Madre del amor hermoso!".
La otra manera es la sosegada, la mía, por ejemplo, que saboreo el momento de abrir el paquete, fantaseo con qué será y, despacio, voy apartando con mimo las florituras y doblando el papel de regalo (¿cómo arrugarlo con lo bonito que es?) y valoro, no tanto el objeto sino el ritual del descubrimiento. Bueno, y a veces, también digo: "¡Madre del amor hermoso!".
Diciembre es tiempo de regalos. Irene Vallejo cuenta que el rito de regalar nace del pensamiento mágico, como una manera de invocar la abundancia, y cuenta: "Los romanos veneraban el primer día del año a Strenia, la diosa latina de la salud. Así nació la costumbre de ofrecer presentes a los seres queridos, como un rito que vinculaba el "estreno" de los regalos con el deseo de un dulce porvenir". Ese día al emperador se le regalaban ramos de laurel y pasteles y a los amigos y parientes, monedas de latón que servían para desearles prosperidad. Y es que lo de regalar viene de antiguo y, aunque probablemente se empezó a hacer regalos por el interés (como hacían los fenicios con aquellos con quienes querían comerciar), seguro que pronto se pasó la costumbre al ámbito familiar ¡Buenos somos los humanos para una sorpresa!
Mi familia es muy regalona. Hace más de 40 años que hacemos un calendario de adviento (en la imagen inicial), muy sui generis, eso sí, porque ahí puede caer de regalo, aparte de los adornos nuevos de navidad para colgar en el árbol y la agenda de 2026 sin la cual no puedo vivir, un bolígrafo, un paquete de chicles, un turrón, un abanico que encontré sin estrenar en un bolso, unos zarcillos con dos árboles de navidad... Cuidado con perder algo o no estrenarlo porque puede aparecer por arte de magia en el calendario de adviento.
Además, también alrededor del 1 de diciembre, mi hermana y yo, con nuestras familias, organizamos una bienvenida a la Navidad en la que probamos el turrón y nos regalamos un detalle navideño, Por ejemplo, este año les regalé a los mayores una lata de navidad con rosquetitos y a los pequeños un nacimiento de figuras de madera con imán para poner en la nevera. Yo recibí flores de Pascua, un farolito, galletas de jengibre, un cuadrito...Otra cosa no, pero a noveleras no hay quién nos gane.
Yo sé que hay mucha gente a la que eso de regalar se le hace cuesta arriba y hablan mucho del materialismo de la vida moderna. Pero fíjate tú que a nosotros no nos pasa. También porque somos muy agradecidos y valoramos, aparte del objeto, el gesto, el detalle, el saber que pensaron en ti cuando lo compraron o lo hicieron. Conmigo lo tienen fácil porque aciertan siempre con libros (aunque tampoco le diría que no a un buen jamón), pero a edades como la mía, cuando a una lo que le sale es irse desprendiendo de cosas, me encantan los regalos inmateriales, que solo ocupan lugar en el corazón: una invitación a un buen restaurante, un viaje con la gente que quiero, una buena experiencia en la que se aprenden cosas, la visita de mis hijos y nietos... Agradezco sobre todo que me regalen tiempo.
Y hay veces en que me siento regalada por el hecho de estar viva. Esta semana, al abrir la ventana por la noche pude ver en el cielo la superluna de diciembre, la luna fría que la llaman, una luna grande y brillante iluminando el mundo y anunciando las noches más largas y gélidas del año, esas en que lo que nos apetece es estar al lado de un fuego con la gente cercana hablando de historias. A veces la vida también te regala un instante único y te ofrece la luna como regalo.

Creo que a mí me gusta tanto la Navidad gracias a ti. Desde pequeño, tú y mamá me llenasteis estas fechas de tradiciones y costumbres que me daban tanta ilusión que ni podía dormirme de los nervios. Y mira que sigues diciendo que los Reyes Magos existen… aunque todos sabemos quién se levanta de madrugada a beberse los chupitos “que les dejamos”.
ResponderEliminarGracias por todo lo que me has transmitido y por hacer de la Navidad algo tan especial. Ahora que estoy a tantos kilómetros, echo aún más de menos esos momentos con todos.