El enero de 2009 fue especialmente caótico para los viajes. Momento bueno para aplicar la filosofía de si no puedes con el enemigo, únete a él.
Todo el caos que este enero ha habido en los aeropuertos, con pasajeros que
iban a Chicago y de repente se encuentran en Valencia y miles de maletas en la
T-4 de Madrid, me recuerda un chiste que leí hace tiempo.
Decía que Colón, cuando creía ir a China, acabó en la República Dominicana.
Ahora nosotros, si queremos ir a China, sabemos que vamos a China y llegamos
allí. Las que acaban en la República Dominicana son nuestras maletas.
Los isleños sabemos mucho de estos “incidentes”. Cuando se construyó el
aeropuerto de Los Rodeos, los ingenieros de la época debieron pensar: “Vamos a
buscar el único sitio de Tenerife donde siempre hay niebla. ¡Hombre, Los
Rodeos!” Y claro, muchos de los que estudiábamos fuera, cuando aún no existía el
aeropuerto del sur, acabábamos a la vuelta del curso muchas veces en Las Palmas.
De todas maneras, yo soy de la opinión de que en estas ocasiones, ya que no
puedes contra los elementos, únete a ellos y disfruta. Hace dos años en unos
carnavales, también por culpa de la nieve en Madrid, tardamos 25 horas en llegar
a Roma. Pero pasamos una noche muy agradable en un hotel de Madrid, cenando
estupendamente y viendo caer nieve por la ventana. Y eso también tiene su
encanto.
El viaje más caótico fue, sin embargo, uno que hicimos una vez a Francia. A
mi hijo, que entonces hacía un curso en Nantes, no se le ocurrió mejor cosa que
tener una apendicitis allí, con lo cual tuvimos que salir escopetados. Pero
entonces, qué raro, había huelga de pilotos y la única manera de llegar que
encontramos fue en avión de Tenerife a Barcelona y de allí un tren nocturno a
París y luego otro, París-Nantes. Nos pasó de todo (la Visa no nos funcionó,
entre otras cosas, y nos quedamos sin dinero) y, a la vuelta, ya más tranquilos, hicimos el mismo trayecto: Nantes-París, París-Barcelona. Pero en este último recorrido, de
madrugada, vimos que el tren se había parado. Los pescadores de las marismas de
Narbonne habían ocupado la vía y allí estuvimos detenidos algunas horas,
sabiendo ya que habíamos perdido el avión de Barcelona a Tenerife.
Y entonces, al mirar por la ventana, allí estaban las marismas, bañadas por
la luz del amanecer y llenas de flamencos que, de vez en cuando, levantaban el
vuelo en una ola rosa de una belleza extraordinaria. Desayunamos en el tren,
gozando de esa visión y también de una conversación interesante sobre la vida y
sus sorpresas con una viejita encantadora y filósofa (y jubilada, como yo
ahora). Luego en Barcelona, mucho más tarde, tuvimos que coger un avión a Madrid
y de allí a Tenerife, pero nadie nos podrá quitar ese momento mágico, que no
habríamos tenido si el tren hubiese seguido su curso normal.
Así que yo pienso que el “no hay mal que por bien no venga” no es mala
filosofía para vivir. Una separación traumática puede transformarse en la
posibilidad de encontrar otra persona que ilumine aún más tu vida. Un suspenso
que te obligue a estar un curso con esa asignatura sola pendiente no tiene por
qué convertirse en un curso perdido porque puedes, mientras tanto, estudiar
alemán, chino o informática. Una baja forzosa por enfermedad puede aprovecharse,
como hizo una amiga mía, para hacer un curso de literatura que siempre había
querido hacer. Y, aunque no sea un mal sino un bien jubiloso, una jubilación no
es el final sino el principio de toda una serie de actividades gratificantes.
Escribir este blog, por ejemplo.
Desde luego, a optimista no hay quien te gane. Menos mal...
ResponderEliminarTambién hay cosas buenas en ser pesimista: o te encuentras con que tienes razón o te llevas una buena sorpresa si las cosas salen bien.
ResponderEliminar(Hace 4 años)
ResponderEliminar¡Esa es la actitud!
Una frase para los optimistas: No hay que temer a las sombras. Sólo indican que en un lugar cercano resplandece una luz.
ResponderEliminarA ver si seguimos con esa actitud...
(Hace 4 años)
ResponderEliminar¡Bravo, querida jubilada!. Eso es ver el lado positivo de las cosas y las situaciones, lo que, no siempre, es fácil. Lo procuro desde hace mucho tiempo, pero, a veces, cuesta. Cuando se consigue, no cabe duda de que el contratiempo se lleva mejor. Saludos.
Sí que cuesta. Y eso que hace 4 años no se veía lo que se está viendo hoy, que parece que un mar de pesimismo se ha instalado entre nosotros y nos quiere ahogar. Como le vi una vez a El Roto: "... Los malos tiempos de antes... ¡Esos sí que eran buenos tiempos!". Y tocando madera para que no empeoren los futuros.
ResponderEliminarClaro, claro... como tú no te pasaste una semana en el hospital!! Uno hecho polvo y ella mirando los flamencos al amanecer... En fin... Pero en el título del blog, estoy totalmente de acuerdo. jeje
ResponderEliminarCalla, calla... Que cada vez que me acuerdo de ese viaje y de las vicisitudes y agonías que tuvimos que pasar... Pero como ves, todo salió bien: logramos ayuda de gente estupenda, tú quedaste fenomenal sin tu vesícula, Nantes nos encantó y los flamencos formaban una estampa preciosa. Y estas cosas buenas es de lo que más nos acordamos.
ResponderEliminarPues sí, Jane, tienes mucha razón en eso de que "no hay mal que por..." También yo suspendí una asignatura en PREU y tuve que pasarme todo un curso asistiendo a clase como oyente, para no perder el contacto con ella. Pero como sólo era una hora, mi madre me aconsejó, por aquello de que tenía cierta facilidad, que me matriculara en alguna materia de la Escuela de Artes y Oficios. Le hice caso y allí descubrí el inicio de un gran amor por el Dibujo, que ya nunca dejé. Al curso siguiente, y cuatro más, se convirtió en mi medio de vida profesional. Seguramente, a lo largo de mi extensa vida, ya habré tenido unos cuantos "no hay mal que por...", pero el que más recuerdo es éste, por lo que significó para mi futuro vocacional y laboral. Como siempre, entrada impecable. Como todas las tuyas, las hayas escrito ahora o hace cuatro años.
ResponderEliminarCehachebé, ahora en mi familia hay un caso parecido. Una persona muy cercana se ha quedado en paro y ha pensado que es la ocasión para hacer lo que siempre quiso, magisterio. Cuando acabó COU se fue por la ingeniería y después se puso a trabajar pero siempre pensó que le encantaban los niños y que a lo mejor había perdido el tren. Pero ya ves, nunca es tarde y ahora está contentísima estudiando pedagogía y didácticas, cosa que en la vida hubiera hecho de no haber tenido un ERE en su vida. Nunca sabes las vueltas de la vida.
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