Hace 4 años dediqué este escrito a uno de nuestros perros, Pimpón. También hablé de la insistencia de los niños en tener un animal en su casa y de las negativas de su madre. Hoy ya Pimpón no está en casa y mis nietos tienen su casa como un zoológico, como ya les dije aquí. Todo esto indica que el tiempo fluye, que todo cambia y que el que la sigue, la consigue.
Jardiel Poncela dijo que aquellos a los que les gustan los perros necesitan
cariño y aquellos a los que les gustan los gatos necesitan amar.
En una casa como la mía en la que hay 160 palomas que pueden acabar siendo la
merienda de un gato, parece que no necesitamos amar: gatos, no. Parece que más
bien estamos muy faltos de cariño porque siempre ha habido perros desde que nos
vinimos a vivir al campo. Una vez incluso tuvimos dos, Yan y
Bol, llamados así en homenaje a Jumble, el perro de Guillermo
el travieso.
Ahora tenemos a Pimpón (yo quería llamarlo Platón, pero los
niños, con más sabiduría, mandan y ese es el nombre que nada más verlo le
pusieron). Pimpón es un perro negro, de ojos vivos y bigotes marrones,
feo como un pecado, tonto de condición y omnívoro de vocación: no sólo come todo
lo que le echamos sino también los barrotes de madera de la puerta de la perrera
y el encalado de los muros.
Hace poco leí que una famosa modelo se casaba vestida de Dolce&Gabanna,
“igual que sus dos perritas”. En casa eso no pasaría nunca. En casa los perros
viven como perros. No entran en la casa sino que disfrutan haciendo hoyos en la
huerta, destrozando las plantas recién plantadas, esparciendo el cemento de un
saco que, despistados, dejamos fuera, mordiendo balones y pelotas, haciendo caca
en medio del césped y dejándonos el trofeo de un lagarto en la puerta. Como
tiene que ser.
No entra dentro de mis deberes de jubilada pasear al perro por las tardes. Él
se pasea solo. Lo que sí hacemos es jugar con él, sobre todo cuando vienen los
niños, aunque, como es tonto, no aprende nada sino que se limita a brincar y a
pararse repentinamente en una pose ridícula, ojos de loco y culo en pompa. Los
niños lo adoran.
De vez en cuando le dan la lata a su madre para tener un animal en su casa
(“¿Y un pez por lo menos, mamá?”) y ella siempre les dice que no es cuestión de
dejar más animales en casa de los abuelos cuando ellos se van de viaje. Y eso
que nosotros tenemos costumbre. Todavía me acuerdo del hamster que mi sobrino,
de pequeño, nos dejó, con carteles por toda la casa, hasta dentro de la nevera,
que decían: “Dale de comer al gánster”.
Y es que perros, gatos, peces, palomas, hamsters …, una vez que les abrimos
las puertas de casa, ya son parte de la familia y nos cierran a su vez las
puertas de nuestra libertad y de nuestra independencia. Aunque sean feos y
tontos. Incluso aunque sean un “gángster”.
(En la foto el último perro de la colección, "Rebo", con su juguete preferido)
(En la foto el último perro de la colección, "Rebo", con su juguete preferido)
Yo tampoco he hecho la investigación. Ya me dirás los resultados. Pero tiene su lógica si te fijas.
ResponderEliminarNo conocía la frase de Jardiel Poncela sobre quienes tenemos gatos y perros. Yo soy un amante de los gatos, ante todo. Con el resultado del silogismo en la mano trataré de fijarme y de poner a prueba la asfirmación de Poncela con otra gente con perros y gatos. A ver qué pasa.
ResponderEliminarEso lo dijiste hace 4 años. Pero todo fluye, como decía Heráclito. Hoy tienes 2 hamster, 2 tortugas y un gato. Pues si llegas a querer tener animalitos no te digo...
ResponderEliminarLa madre lo que les dice es que con dos animalitos que cuidar y alimentar ya le basta en casa...
ResponderEliminarGracias. Y no creas que exagero. A Pimpón no le pudimos sacar nunca una foto. Por eso, porque era demasiado expresivo y extrovertido para lidiar con niños pequeños, tuvimos que regalarlo. Nos dio pena pero Rebo es más tranquilo y pachorriento. Hasta en la foto se puede ver.
ResponderEliminar¡Cómo me he reído, Jane, con tu post!. Sobre todo, con la descripción de Pimpón, que es muy gráfica y simpática. Está claro que vuelves a tu fina vena humorística. ¡Olé por ella!.
ResponderEliminarTambién se puede amar a perros y gatos por igual. Y convertirse la elección entre unos y otros tan difícil como la de optar por papá o por mamá. Será, siguiendo al dramaturgo, que necesitamos tanto amar como ser amados.
ResponderEliminarpd: por cierto ¿por qué aparecen todos los comentarios anteriores publicados al mismo tiempo? ¿No es posible mantener la fecha de publicación de los mismos?
La verdad, Andrés, es que no sé cómo hacerlo. Estoy subiendo los sábados los post de hace 4 años con sus respectivos comentarios (sobre todo para tener todo el material en el mismo sitio, ya sabes que yo soy muy ordenada),pero me armo medio lío, como puedes ver. A veces, he puesto en los comentarios: "(Escrito hace 4 años)", pero luego debajo pone la fecha actual. Voy a ver si los sabios (mis hijos) me arreglan ese follón.
ResponderEliminarBonito e interesante relato amiga Isabel,como todo lo que nos "regalas".Felicidades.En lo que se refiere a ese epilogo,no estoy de acuerdo del todo;me explico,sin es verdad que te quitan algo de libertad,también lo es que te compensan sobradamente.Su lealtad,cariño y compañía, bien merecen esa "menudencia".!!Es tanto lo que nos aportan a nuestras vidas!!!.Buena tarde para todos-as.Cs
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, Francisco. Si no fuera así, ten por seguro que este casi zoológico en que se ha convertido mi casa no hubiera existido.
ResponderEliminarBuena noche para ti también.