Cuando aún no me había jubilado y me hacían la consabida pregunta: “Y ahora,
¿a qué te vas a dedicar?”, a veces contestaba que al huerto y al jardín. Nada
más casarme me compré una enciclopedia por fascículos que se llamaba “Plantas y
flores” y me la leí de cabo a rabo por si alguna vez tenía un jardín. Con los
años tuve el jardín pero no el tiempo para cuidarlo. Parecía que ahora había
llegado el momento ¿no? Pues no.
Por una parte, porque para tener un huerto y un jardín en condiciones no sólo
hay que tener tierra, entusiasmo, enciclopedia y tiempo sino también “mano”. Mi
madre pinchaba un palo en la tierra y le salían hojas, oye. Yo hasta hablo con
las plantas (no les canto por si acaso) y ellas a veces me hacen caso y otras
van a lo suyo. Eso es porque no tengo “mano” y la”mano”, como los juanetes, es
algo genético.
Por otra parte, mis amigos, siempre tan animosos, no confiaban en absoluto en
mis habilidades y eso, quieras que no, hace que una pierda seguridad en sí
misma. Una de mis amigas hasta me hizo una poesía por mi cumpleaños en la que,
después de decir algunas cosas como éstas: “La verdad es que no te vemos /
en cuclillas todo el día / ensuciándote en la tierra/ ¡Qué deslome, madre mía! /
Con la azada en blancas manos / que agrietadas se verían / ¡Las tijeras
de podar! / Mil ampollas te saldrían", terminaba aconsejando:
“Pon ya los pies en la tierra
y olvídate de utopías
que es mejor señora bella
que jardinera ajadita”.
Así que, visto lo visto, en este tiempo que llevo jubilada me he dedicado a
la jardinería y a la horticultura, sí, pero en la línea teórica y contemplativa,
como Aristóteles. También “ordenativa”, todo hay que decirlo. En lugar de coger
guataca, rastrillo, pala y azada, le doy apoyo moral a mi marido, que es el que
lo hace, y le digo que cave esto o plante aquello o pode lo de más allá.
Y muchas mañanas salgo al huerto y disfruto de la calma y de lo bonitas que
están las matas de plátanos y, ahora, de los nísperos que están en flor y de los
naranjos que están cargados. “Las naranjas me saben a Navidad”, decía mi hija de
pequeña. Cuando vienen los nietos, les doy un cesto a cada uno y nos vamos de
recolección. Cogemos un ramito de cilantro y 3 o 4 chayotas para hacer una
tortilla a la noche; recogemos pimientos italianos para asarlos; si hay
mandarinas, nos comemos una allí mismo, debajo del árbol. Y también armamos un
ramillete precioso con algunas rosas, e incluso mi nieta corta una rama de
hiedra para hacer un adorno artístico en la mesa.
La cosecha de nísperos (“la nisperada”) es una excusa para hacer una comida
con la familia y los amigos. Y es un placer hacer licores, mermeladas y sorbetes
con los duraznos, ciruelas y mangos en el verano, y con las naranjas y
mandarinas en el invierno. Ahora que hay aguacates y lechugas, hacemos ensaladas
recién cogidas del huerto y tartas con las manzanas reinetas. Y sale todo muy
bueno porque hay buen abono natural (después de todo, para algo tenía que servir
tanto limpiar el palomar) y porque en la cocina, sí, por fin, salvo excepciones,
parece que he heredado “la mano”.
¡Cuántos recuerdos me traen las nisperadas de tu casa! ¡Qué emoción ver como trepaban a los árboles a recoger el preciado fruto! Y yo abajo del árbol viendo como disfrutaban cogiendo nísperos. ¡Qué bien me lo pasé aquellos días de antaño, admirando el trabajo de mis queridos amigos!
ResponderEliminar¡Lindo que otros lo hayan vivido para poderlo contar!
Lo peor es cuando querías hacerte tú solo la foto con toda la cosecha con el pretexto de que todos estábamos despelujados y llenos de ramitas y manchurrones y tú, impoluto.
EliminarQué pena no haber podido degustar las nisperadas...pero qué suerte la mía poderlo oir, me uno a la nisperada-virtual ;D
ResponderEliminarQué tranquilidad pasear entre los árboles y recoger los frutos...Por un momento he regresado a mi infancia con mi abuela que siempre nos hacía unos postres, mmm.. requetericos! Los veranos con mi abuela giraban en torno a la comida, me encantaba que me contara cosas de cuando ella era pequeña y comerme sus platos.
Vaya, está empezando a llover en Toledo!
Yo creo, Camino, que casi todos los momentos buenos de la vida giran en torno a la comida y la bebida. Si cuidamos un huerto es porque, con visión de futuro, ya estamos pensando en mandarnos lo que recogemos. Interesados que somos.
Eliminar¡ Muchacho, no te comas los nísperos, que acabas de desayunar!. ¡ Muchacho ,no te comas los nísperos que están calientes!. ¿ Qué hacen ahí arriba subidos y robando nísperos ? Mira que llamo al dueño... a tu abuela se lo voy a decir... Qué recuerdos los de los nísperos en la huerta de enfrente... bueno, y las guerras de moras maduras en bañador, en los veranos del Puertito. Esas sí que marcaron época.... A lo mejor estaba la Jane por una de aquellas ramas encaramada...
ResponderEliminarPues no te extrañe... Aunque no. Mis incursiones eran por Los Sauces palmeros o por Los Realejos, pueblos testigos de racimos de uvas "distraidos" al legítimo dueño y comidos al pie de la parra o de higos de leche subidos a la higuera. El sabor de esos frutos no es el mismo si se comen legalmente :-D
EliminarUna de mis frutas preferidas, tal vez por ser el fruto prohibido por las monjas, nada podía igualarse a entrar en el huerto del colegio y robarlos.
ResponderEliminarEl castigo, por cada níspero que te pillaban ,tu madre tendría que aportar un kilo. Siempre fueron buenas las monjas obteniendo beneficios.
Dirigir la ofensiva era de lo más emocionante. Y sabían a gloria, quizá por eso ellas no querían compartirlos.
Un abrazo y felices fiestas.
En mi colegio eran los tamarindos del patio. Nos poníamos como el Quico arripiándonos todas con su sabor único. Todavía lo tengo en la memoria del paladar...
EliminarUn abrazo.
¡Y el partido que le sacas al trabajo de plantación, cuidado y poda de tu marido! ¡Seguro que se relame con tus mermeladas, sorbetes, tartas, potajitos, ensaladas, menestras, pistos, macedonias, tortillas y demás!
ResponderEliminarNo tendrás de tu mano un huerto plantado, pero sí elaborado.
Ah, eso sí, aprovechadito sí está.
EliminarLos nispereros son uno de los árboles más agradecidos que hay. No se les caen las hojas y dan una agradable sombra en verano. No les echamos ningún producto químico y, como dice Ancaria, sus frutos saben a gloria. Algunos resultados de la cosecha duran todo el año. Hoy mismo puse en el congelador para las comidas navideñas una botellita de licor de nísperos de la cosecha del año pasado. Es un gustazo.
Sra. : La comprendo perfectamente. Yo tengo tierra y mucha pero soy un desastre, a mi no se me dá nada, no tengo mano, ni pié.
ResponderEliminarCuando me prejubilaron y no supe que hacer al dia siguiente, se me ocurrión una opción, quizás peregrina, me fuí nuevamente a estudiar a la Universidad. No se si me ha pesado o no, he gastado el dinero que tenia.
Ahora gasto el tiempo en la lectura y otras ocupaciones para tener la unica neurona que me queda en actividad, por si se le ocurre irse de vacaciones y dejarme en blanco.
Le deseo suerte en la huerta con la guataca.
Lo bueno es no tener mucha tierra, sólo la suficiente para sembrar unas 20 lechuguitas, 10 matas de berenjenas, otras tantas de pimientos, rúcola, puerros... y un rincón de hierbas (albahaca, tomillo, menta, hortelana, mentapoleo, caña limón, melisa, estragón...). Eso no da mucha lata y es gratificante. Y los árboles se cuidan solos.
EliminarLe deseo mucha suerte en la universidad. Yo ya tuve suficiente.
Tu descripción tiene algo de paraíso terrenal. En tierras (adentro) de Granada, de clima duro hasta áspero, olvídate de frutos exóticos como mangos o plátanos. Mi lucha despiadada contra los pulgones ve más derrotas que victorias pero consigo con tesón mermeladas y sobre todo unas rosas y otras flores muy fotogénicas. Y cuando algún que otro humano me ha sacado de quicio, unos golpes rabiosos de azada o el arranque brutal de malas hierbas me relaja. Añoro a menudo de menos los verdes vergeles de la Normandía de mi infancia
ResponderEliminarSí, Marie-Laure, ese es el gran problema, las plagas que, por ejemplo, hace poco se llevaron a mi nisperero casi centenario o que no me dejan comer un durazno sano. Estamos ensayando remedios ecológicos pero me da que ellas, las moscas del Mediterráneo y otros parientes, se nos ríen en la cara. No perdemos las esperanzas de derrotarlas alguna vez. Pero entre tanto, es bueno disfrutar de un rato en la huerta, arrancado una mala hierba por aquí o regodeándote en una mata recién plantada llena de capullos blancos por allá. Como dices, relaja un montón.
EliminarLo que nosotros tenemos estupendos son los plátanos. No hay nada como un plátano madurado en la mata. Y también el mango ahora está cargado. Alguna ventaja hay por vivir en un clima subtropical.
Jane, al leer tu entrada....me has hecho muy feliz.
ResponderEliminarLa huerta forma parte de mi quehacer diario: arrancando hierba, cavando, sembrando ésto y aquello....recogiendo la fruta o las hortalizas...conservando zanahorias, haciendo mermeladas.......y algunas veces paseando y contemplando la fruta que te sorprende por su tamaño o porque es la primera vez que florece el árbol.....A mi me calma, me da vida y no necesito mucho más para sentirme bien.
Tengo un nisperero joven que aún no da frutos.....lo observo con atención muchas mañanas cuando paso a su lado, pues es una de las frutas predilectas para mi y estoy deseando que fructifique.
La huerta trae mucho trabajo....pero no cabe duda que también sosiego y calma .....y a veces hasta risas.
Aunque presumo de teórica y contemplativa, la verdad es que muchas mañanas cojo tijeras y cesta y voy podando, observando las plantas, recogiendo algún fruto y, sobre todo, disfrutando del silencio y de las sorpresas que te da la tierra: las camelias florecidas, las calas que hace poco plantamos ya pegadas, un nido metido dentro del limonero, una orquídea que nos regalaron que ya va por la tercera floración, una piña de plátanos que ya está para cortar... Estoy contigo en que es algo que nos da vida, calma y sosiego. Yo también me siento bien.
EliminarSiempre me intrigó el final del "Candide" de Voltaire. Después de todas las peripecias el protagonista decide que lo mejor que puede hacer es cultivar su huerto... y así termina el cuento-sátira. Me quedé sin saber si era un final irónico o una revelación filosófica de Voltaire...
ResponderEliminarEn otro orden de cosas, a mí lo de la horticultura teórica (en plan aristotélico, como dices) me ocurre con la cocina, je je.
Un abrazo.
Todos los grandes hombres se han sentido inclinados, al menos en teoría, por lo bucólico. Agatha Christie también lo hace con Hercules Poirot que, al principio de sus libros, se está dedicando al cultivo de calabazas. Alejandro von Humboldt emprendió hace cien años un viaje de varios días para ver una azalea floreciente. El que poseía entonces semejante maravilla botánica daba una fiesta cuando empezaba a florecer.
EliminarPara mí que lo de "Candide" fue una revelación filosófica, algo así como lo de San Pablo cayendo del caballo. Pese a Sócrates, que decía que "nada me enseñan la tierra y los árboles, sino los hombres en la ciudad".
Un abrazo.