Los domingos siempre han sido pequeñas cajas de sorpresa en el fondo de las cuales se esconde un regalo.
En mi infancia, el regalo estaba en el sabor de los churros que comprábamos a
la salida de misa para el desayuno y en los paseos por la tarde con mis padres,
vestidos todos “de domingo”, hasta la plaza de España y el muelle, para ver
romper el mar contra los diques y a los barcos alejarse hacia otras tierras.
En los años de universidad en Madrid, el olor de los domingos muchas veces
era el de los libros antiguos de la Cuesta de Moyano, adonde íbamos a rebuscar y
a encontrar dedicatorias especiales o un poeta desconocido o un libro hasta
entonces no hallado y que de repente allí estaba, como un milagro.
Vinieron después otros domingos de caminatas con los niños por los
alrededores de la casa, de barbacoas familiares, de baños en el mar y de
animados mercadillos, siempre teñidos por la melancolía del final de la tarde,
cuando había que ponerse a preparar las clases de la mañana siguiente.
Pero también, ahora que los domingos ya no son tan distintos a los demás
días, siempre tienen algo de especial: una calma en el aire, el silencio de las
mañanas en las que, al dar una vuelta por el jardín, sólo se oye la brisa en las
hojas, la paz que te embarga cuando estás concentrada en preparar una buena
comida para cuando lleguen, al mediodía, los hijos y los nietos.
Y algunos domingos, como el de hoy, cuando hay nubes negras en el horizonte y
se anuncia una borrasca y el ambiente aparece cargado de amenaza, puede irrumpir
de pronto la sorpresa que te hace agradecer al cielo un regalo como éste:
(Foto sacada el domingo 31 de enero de 2010 a las 10,30 de la mañana desde El Socorro, en Tegueste))
Con esta foto tan impresionante nos estás haciendo tú también a tus lectores un precioso regalo de domingo.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Sagitta: bonito regalo de domingo. Gracias Jane!
ResponderEliminarEse mismo arcoiris me dio los buenos días al salir de guardia. Subí con él como techo toda la autopista hacia mi casa mientras me lamentaba por no tener una cámara de fotos. Olvidaba que tú estás en todo.
ResponderEliminarSe dice que, cuando el arco iris sale por la mañana, anuncia mal tiempo. Creo que en este caso la sabiduría popular ha tenido razón de sobra porque ayer, lunes, el cielo pareció caerse sobre nuestras cabezas, como en las historias de Astérix. Gracias a Sagitta, Janeaddict y Jomeini por sus palabras. Los regalos, si se comparten, saben mejor. Ha sido un placer compartir con ustedes esta sorpresa dominical, que, por otra parte, me dijeron que también se comentó a nivel nacional con una foto sacada desde El Sauzal.
ResponderEliminarYo diría, Jane, que con esta magnífica foto y con este poético, nostálgico, precioso texto, me has hecho un hermoso regalo de miércoles, que ha sido cuando he visto este post. Enhorabuena, una vez más, por tu sensibilidad. Y, efectivamente, dentro de El Tiempo, de TVE, mostraron una imagen del mismo fenómeno, pero la tuya, para mí, es más espectacular. De nuevo, enhorabuena.
ResponderEliminarViniendo de ti, que me consta que eres una fotógrafa estupenda, el cumplido es doble. Me he quedado tan ufana que ahora, con una cámara en la mano, no me van a aguantar. Mil gracias.
ResponderEliminarPreciosa foto. Al menos en la víspera del Dia sin Techo, por la tormenta que padecimos, pudimos disfrutar de este regalo del cielo venido de tu mano, Jane. Menos mal que te jubilaste para ocuparte de estas cosas para nosotros, pobres mortales aún en la brecha...bueno, quiero decir, en el socavón de la docencia. Saludos.
ResponderEliminar¡Qué bonita foto!
ResponderEliminarNo escribo más porque todos mis comentarios se van al limbo (porque leerte, te leo)
Miguel, a veces desde el socavón no viene mal levantar la vista a lo alto y que se te ensanche el alma. Y, Loque, espero que también tú nos deleites con fotos del viajito ganado. Seguro que vas a traer mil historias que disfrutaremos tus lectores. Gracias a los dos.
ResponderEliminar¡impresionante! Por lo que se ve, debes vivir en un sitio precioso y la foto es divina,Besos
ResponderEliminarSí, Tona, vivo en un sitio estupendo. Un poco alejado de la civilización eso sí, por aquello de que sólo pasan por aquí 5 guaguas al día, pero tranquilo, despejado y apto para el descanso y el relax. Y desde mi "banquito del psiquiatra" se ven las montañas que rodean este valle y desde el balcón y la azotea (desde donde está tomada la foto) se ve el mar ¿Qué más se puede pedir?
ResponderEliminarQue bonita imagen nos regalas.
ResponderEliminarYo también recuerdo esas tardes de domingo, en la plaza de España y el muelle, de ese olor a mar y gasoil que se te queda para siempre en el olfato, de bajar los escalones de la marquesina o agarrarte de las columnas para rodearlas. Tengo una foto en las escaleras, con mi cubito de agua , porque había agua, y vestida de domingo, la buscaré para subirla, cuantos recuerdos.
Un abrazo
Creo que todos los niños chicharreros jugamos en esa plaza de España (que nos han quitado también) buscando los peces rojos del estanque o rodeando las columnas entre todos o metiéndonos por debajo de los guerreros. Y, si rebuscas entre tus recuerdos, encontrarás al viejito y la viejita de la calle del Castillo y al negrito que golpeaba en el cristal del escaparate en la Óptica el Negrito y a los azulejos de la droguería de la esquina y a tantos regalos de domingo que ya no existen pero que nadie nos podrá quitar.
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