martes, 25 de mayo de 2010

Grandes misterios de la humanidad




Dicen que la Filosofía empezó cuando a gente ociosa (no sé si jubilados o no) les dio por hacerse Preguntas. Pues bien, yo, ahora que tengo tiempo, me voy a poner tal que así, igualito que El pensador de Rodin, y me hago a mí misma unas cuantas Grandes Preguntas existenciales que me están intrigando. Pero nada de “de dónde vengo y a dónde voy”, que parecería que estoy en la estación del tranvía en mis días despistados, no, sino algunas preguntas de más enjundia sobre grandes misterios de la humanidad.

Por ejemplo, ¿por dónde andará la materia oscura que hay en el universo y que dicen que está en paradero desconocido? ¿Se estarán refiriendo en realidad al dinero negro?

O ¿quién fue el primer ser genial que puso los puntos sobre las íes? Sé que fue allá por el siglo XI, pero nombres, nombres, por favor.

O, con toda la gimnasia que hicimos juntas las niñas del colegio, 10 años haciendo tablas al compás de aguerridas canciones, el sábado, que me volví a reunir con ellas y nos fuimos todas a un aquagym, ¿cómo es posible que estuviéramos tan mal sincronizadas, una pierna para Arafo y la otra para Granadilla, que cualquier parecido con “Escuela de sirenas” era pura coincidencia?

O más interesante todavía: ¿por qué en un viajito de 5 días se ganan los 3 kilos que ha costado bajar 3 meses?

O también el misterio de qué lógica habrá en la cabeza de mis nietos, cómo funcionan sus nexos neuronales para dar lugar a una conversación tan surrealista como ésta:

Imaginen, hora del desayuno, en casa de los abuelos. Mi marido, al que a esas horas le da el místico, suspira y dice: “¡Ay, Dios mío!”. Mi nieto, el Terrorista, lo mira y le dice: “No digas “¡ay, Dios mío!” porque la mamá de Bruno tiene una planta que come moscas”.

“¡Sí! –dice Susanita- y nosotros estuvimos cogiendo moscas para alimentarla”.

Abuelo, intentando reconducir lógicamente el asunto: “¿Y qué tiene que ver eso con que yo dijera “ay, Dios mío?".

Terrorista, que ni caso: “Bruno tiene unos anteojos de juguete pero son como los de verdad”.

Susanita, rematando: “Y el papá de Bruno estaba pintando la pared del comedor”.

Abuelo, dale que dale con la lógica: “¿Entonces era él el que decía ¡ay, Dios mío!, mientras pintaba?”.

Los niños se miran, menean la cabeza y ponen ojos en blanco.

Por supuesto, a mí no se me ocurre a todo esto decirles que en la mesa del desayuno no se habla de cochinadas, como moscas y esas cosas, tan entretenida estoy ante la sugestiva conversación. Pero, claro, lo que pasa con este tema de las Grandes Preguntas es que suelen dar un ligero dolor de cabeza (por eso El pensador la tiene apoyada) y que, además, no hay nunca respuestas concretas a ellas.

Así que yo, igual que los grandes filósofos, me salgo por la tangente y termino diciendo, como ellos, que en Filosofía las preguntas son más importantes que las respuestas. Y quedo como una reina, sin haber resuelto nada pero sintiéndome una intelectual. Y no veas lo que eso viste. 

11 comentarios:

  1. Pues yo me hago preguntas más mundanas, ¿por qué se pone el semáforo en rojo cuando llego?, ¿por qué el ascensor nunca está en la planta que lo quiero coger?, ¿por qué la cola en la que me pongo en la autopista siempre es la más lenta?, ¿por qué siempre acaban de llevarse el último de lo que quería comprar?,...reconozco que son muy simples, pero en el día a día no suelo plantearme donde acaba el universo o donde están los sentimientos en el cerebro, para contestar esas cosas tenemos a Punset con sus programas y su revista, y los documentales de la National Geographic (verás que nuestros hijos nos colocarán delante éstos cuando ya no estemos ni para protestar...es que le gustan los programas de animalitos, diran al que les pregunte. Buen viaje.

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  2. Desde Viena, la verdad es que tampoco me da por hacerme preguntas. Sólo disfruto de la música que está por todas partes (anteanoche fue "La noche de las iglesias" con conciertos a tutiplén), de la buena comida centroeuropea (esos codillos y esos wienersnichtzel...) y de la hospitalidad vienesa. Si hasta se parecen a los canarios en lo tarde que se acuestan...

    Cuando llegue, veré a ver qué más preguntas salen. Un saludo.

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  3. Caramba, Jane, que estás tan enganchada a tu blog como yo misma, No me imaginaba yo que se te ocurriera, desde Viena, conectarte con él.
    ¡Qué envidia me das con todo eso que estás disfrutando!. Pues a seguir así, ilustre bloguera y, ya sabes, a todo ese trato con los vieneses, cuando vuelvas habrás de poner menos en los platos y mucha, mucha más suela de zapato. Un besazo desde el terruño, mi niña.

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  4. Fue un desliz que sólo se produjo una vez. Ya estoy de vuelta, cansada pero contenta. Y para no tener que hacerme la pregunta sobre los kilos de la que hablo en el post, mejor no pesarme. Y el propósito de todos los que seguimos dietas: el lunes empiezo.

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  5. Anda, mira de dónde viene la idea machacona del Terro de que quiere unos prismáticos para su cumple. Si ya me parecía a mí...
    En cuanto a preguntas existenciales, ¿por qué mis hijos se despiertan siempre la noche antes de la guardia y no otra? Me gustaría saberlo. De verdad.

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  6. Si alguna vez llegamos a respondernos todas las preguntas, la vida perderá su sal y su pimienta. Es lo bueno que tiene, lo imprevisible que es.

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  7. De verdad Jane, mira que no saber qué tiene que ver lo de Dios mío con la planta y la pintura...
    ¡Si tú no lo sabes, yo no te lo voy a explicar!

    ¿Nunca te han dicho esa frase cuando has preguntado eso? Es casi igual de "coherente", aunque sospecho que realmente significa

    Si tú no lo sabes, yo, muchísimo menos.

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  8. Yo me paso a veces un buen rato oyendo las conversaciones de los niños, porque, aparte de lo divertidas que son, no tienen desperdicio. Ellos siguen una línea lógica que nosotros no captamos porque ya nos hemos olvidado, pero que, si lo hiciéramos, se nos abriría un mundo nuevo de fértil imaginación, estoy segura.

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  9. Querida Jane, a todos nos ocurre lo mismo. Nuestra vida transcurre cuestionándonos "por qué" pero rara vez nuestras respuestas nos satisfacen plenamente. Alguien dijo que no demos consejos cuando no nos los piden , sin embargo, Viena precisamente no es el lugar más idóneo para preguntarnos muchas cosas y menos en primavera. Es de más sentido común; disfrutar la música de las iglesias con los bancos en sentido contrario, pasear por los parques, jardines incluso el que bordea al monasterio con un Vía Crucis desde donde puedes ver los bambis que es una maravilla y cómo no, después de la caminata, la comida, como has hecho tu, que ya tendremos tiempo de profundizar cuando llega el invierno, nos sentimos nostálgicos y con alguna talla más.

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  10. Querida Jane, a todos nos ocurre lo mismo. Nuestra vida transcurre cuestionándonos "por qué" pero rara vez nuestras respuestas nos satisfacen plenamente. Alguien dijo que no demos consejos cuando no nos los piden , sin embargo, Viena precisamente no es el lugar más idóneo para preguntarnos muchas cosas y menos en primavera. Es de más sentido común; disfrutar la música de las iglesias con los bancos en sentido contrario, pasear por los parques, jardines incluso el que bordea al monasterio con un Vía Crucis desde donde puedes ver los bambis que es una maravilla y cómo no, después de la caminata, la comida, como has hecho tu, que ya tendremos tiempo de profundizar cuando llega el invierno, nos sentimos nostálgicos y con alguna talla más.

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  11. Pues yo, aparte de oír las conversaciones de mis nietos escucho algunas veces las de mis hijos y te puedo asegurar que tampoco tienen desperdicio: "¿Se acuerdan cuando salíamos los viernes y mamá se nos presentaba en medio de la oscuridad como un fantasma y nos preguntaba que horas eran esas de llegar?". y lo peor no era recordar aquellos tiempos de desvelos que gracias a Dios han dado su fruto, sino oír las carcajadas de los tres ante la evocación de una situación que a mí me producía tanta angustia...

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