martes, 7 de diciembre de 2010

Entonces, ¿a qué volver?




Ya los pueblos no son lo que eran. Cuando vuelvo a los pueblos de los veranos de mi niñez -Granadilla, Los Realejos, Los Sauces- me dan ganas de cantar aquella canción de Los Chalchaleros: “La casa ya es otra casa, el árbol ya no es aquel…”. El paisaje ha cambiado, las casas en las que viví –casas de tejado, con suelo y techos de tea, cálidas y acogedoras- ya no existen. Tampoco están mis padres, mis tíos o mis abuelas, las personas con las que estuve en ellas, dando por seguro que la vida era eterna.

En esos pueblos, todo el mundo se conocía y las fuerzas vivas eran individuos únicos: el cartero, el guardia, el barrendero, el boticario, el sastre, incluso el tonto o el ladrón del pueblo. Y también el maestro, como mi tío abuelo Cándido, que enseñó a muchas generaciones de sauceros, por lo que hoy el Instituto de Los Sauces lleva merecidamente su nombre. Yo le tenía terror. Cada vez que en mi niñez iba a Los Sauces, mi tío abuelo me cogía por banda, a pesar de mis esfuerzos por escaquearme, y me hacía un examen en toda regla. Perdí muchos puntos a sus ojos cuando, a los 8 años, no me supe la lista de los Reyes Godos. Me la aprendí de memoria al año siguiente y, nada más verlo, sin saludarlo ni nada, le espeté: “Ataúlfo, Sigerico, Walia, Teodorico, Turismundo…”.

La canción de Los Chalchaleros sigue diciendo: “Si han volteado hasta el recuerdo, entonces, ¿a qué volver?”. Yo pienso que hay que volver porque siempre algo perdura. Me encantan los saludos educados que todos nos damos en los pueblos, la mirada orgullosa del “yo soy de aquí”, los poyos en los que se sientan todo el día los jubilados a hablar de lo divino y lo humano, el que todavía algún anochecer de verano saquen las sillas a la calle y hablen mientras contemplan las estrellas. Me gustan las señoras que barren a la puerta de su casa, dando por hecho que lo público también les pertenece y que hay que cuidarlo; me gusta que todos sepan quién es quien y con quién pueden contar o el que hagan piña en momentos determinados. Me gustan hasta los personajes extravagantes que existen siempre en todos los pueblos, como Toribia, que, cuando nos veía a las niñas en Los Realejos, se empeñaba, ante el horror de mi tía, en hacernos con saliva caracolillos en el flequillo.

Y, bien mirado, tal vez la cosa no haya cambiado tanto. Me contaban el otro día que, cuando llamaron a un pueblo de Tenerife para investigar un robo, le contestaron: “El de aquí no fue”. Y cuando en otro pueblo del sur desaparecieron las gallinas y los pollos de un vecino, todos supieron enseguida quién había sido el ladrón. Máxime cuando éste al día siguiente ponía un cartel en su casa que decía:”Se venden huevos”.

Y es que también no hay nada como un pueblo para reírse un rato. 




(La imagen inicial es de una de las casas en las que viví, la casa de mi tía Agustina en Los Sauces. La imagen final es el busto de mi tío abuelo Cándido -el que me hizo sufrir con la lista de los reyes godos- en la Alameda de Los Sauces)

22 comentarios:

  1. Mi "entonces, ¿a qué volver?", se produjo cuando pasados los años, me di cuenta que mis compañeros de juegos ya eran profesionales que habían decidido quedarse en el pueblo. Tenían ya sus familias, yo no, y creo que ese fue el momento en que me di cuenta que mis maravillosos veranos tendrían que sufrir cambios profundos. Nuestras relaciones cambiaron, las afinidades hicieron el resto. Hoy, ya como adultos, seguimos viéndonos todos los días durante las vacaciones, y recordamos sin añoranza la etapa pasada.

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    1. Yo, sin embargo, perdí la relación con las personas. ¿Qué se habrá hecho de mi amiga Marilena, a la que yo envidiaba secretamente porque sus padres tenían una churrería y podía comer todos los churros que quisiera? ¿Y de Miguel, un chiquillo de grandes ojos y pies descalzos que pasaba todos los días por mi calle con un haz de hierba y leña, más grande que él, sobre los hombros para dar de comer a los animales? ¿O de aquellos primeros "novios" de la adolescencia? ¿O de Rosario, una mujer muy dulce que me enseñó un verano a hacer calados? Me escribí durante años con muchas de estas personas pero las vueltas de la vida las fue desterrando de mi memoria. Y ahora me temo que sí es inútil volver.

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  2. ¡Si supieras lo secretamente (desde este momento, ya no lo es), que yo envidio a todos los que oigo o leo contando sus experiencias, sobre la vuelta a los lugares de su infancia y juventud!.
    Quizá sea la condición de vulgar urbanita, por los cuatro costados, la que hace que no disfrute de ese nostálgico y, a la vez, feliz pasado. Aunque por el lado paterno, procedo del Puerto de la Cruz y por el materno, de Los Silos y Los Realejos, mis abuelos se vinieron muy jóvenes al área metropolitana y mis padres nacieron y vivieron, siempre, en la urbe.
    Está claro que esas raíces con los orígenes debieron debilitarse y nunca tuve el gusto de disfrutarlas. Sólo a través de lo que cuentan mis tíos más jóvenes y mi madre. Mis veraneos más "lejanos" fueron en La Laguna y en Bajamar y mi relación con los lugareños, inexistente.
    Siempre que vuelvo a ellos, me viene a la memoria, en especial, las viviendas habitadas que, como bien dices, o ya las sustituyen otras o están tan transformadas que son irreconocibles.
    Como ves, querida amiga, te admiro y te envidio, al mismo tiempo, y aunque resulte poco congruente. Eres una privilegiada, a pesar de las desapariciones. Lo que sí que no desaparecerá nunca en ti es que lo hayas vivido y que puedas contárnoslo tan bien como lo haces. Enhorabuena, mi niña.

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    1. Yo creo que sí que soy una privilegiada pero es porque soy muy adaptable. Viví en Santa Cruz muchos años, intercalados con esos veranos de pueblo. Y luego, 4 cursos en Madrid, que es un salto a la macrociudad. Pero desde el año 81 estoy viviendo en un pueblo (un poco alejada de la civilización porque estoy en las afueras) y estuve trabajando hasta hace 2 años en La Laguna, que es mitad ciudad mitad pueblo: basta darse una vuelta cualquier mañana por la calle de La Carrera para darse cuenta de ello. A vivir en todos esos sitios me he adaptado perfectamente y ahora, cuando recuerdo con cariño los otros, no lo hago con nostalgia y veo ventajas en todos ellos. Optimista que es una.

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  3. Siempre me ha hecho gracia ver barrer a las mujeres el polvo de las aceras e incluso la carretera delante de su casa. No le veo sentido alguno ¿No te parece una pérdida de tiempo?

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    1. La verdad es que sí lo es, como muchas tareas de la casa. Pero tiene algo que me gusta, ese cuidar la cosa pública que tan poco se estila ahora. Ves como hay gente que tira cosas a la calle, gamberros que pintan las paredes de otras casas o que rompen bancos públicos, controladores aéreos que van a lo suyo y no piensan en su país... Y luego ves a alguien que cree que lo que es de todos también es de ellos y barren las aceras y enjalbegan sus casas y a veces hasta plantan flores en la carretera para que se vea más bonita. Todo eso, ya ves tú, me enternece y me reconcilia con la humanidad.

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  4. Estimada Jane, en mi opinión, Volver siempre tiene sentido. Tal vez cambien las casas, las personas no sean las mismas, el paisaje mismo se transforme, pero los recuerdos están allí. Tengo muchos años fuera de Tenerife pero estoy seguro que no me perdería en sus calles. Recuerdo muchas de ellas. Siempre he dicho que Venezuela es mi casa y como tal la conozco a lo largo y a lo ancho. Mi actividad laboral me llevó por ciudades y pueblos y siempre me ocupé por saber de sus habitantes, de sus genialidades, de sus carencias; en fin, de su hospitalidad. De Santa Cruz recuerdo que me gustaba sentarme en la Plaza de Los Patos y observar a la gente pasar, sobre todo a los estudiantes que iban al Conservatorio. Quienes me observaban sentían curiosidad: era apena un niño de aproximadamente 7 años. Hoy regreso a pueblos que guardan tesoros para mí y puedo Usted creerlo, lo disfruto. Lástima que la modernidad nos vaya llevando muchas cosas

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    1. Si vuelves algún día, encontrarás también la Plaza de los Patos igual de bonita y, como siempre, sin patos (el cisne del centro de la fuente y va que chuta). Voy a intentar mandarte un correo que recibí con imágenes del Santa Cruz de antes y el de ahora. A pesar de las obras que a cada rato la ponen patas arriba, Santa Cruz, que cuando la conociste era más bien un pueblo, es ahora una ciudad agradable por la que darse una buena caminata: la Rambla, el Parque, la Avenida, la misma Plaza de los Patos o la del Príncipe, son rincones tranquilos en los que perderse. A animarse, entonces.

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  5. Yo en el fondo aunque vivo fuera de mi pueblo desde hace 40 años ,tengo la sensación de que sigo siendo de alli y adonde vuelvo ,es a la capital.Cuando llego y me encuentro con los amigos ,con un ¿que tal ? nos saludamos y seguimos hablando como si hubieramos interrumpido la conversacion ayer tarde.Esa sensación de pertenencia de ser uno más ,de encontrarte en tu sitio es lo que te obliga a volver

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    1. Es verdad, el sentimiento de pertenencia a un sitio es uno de los más fuertes (con eso juegan los nacionalismos) y, por eso, yo también volví al cabo de 4 años de vivir fuera.

      Me has hecho recordar una de las películas más bonitas de todos los tiempos, "El hombre tranquilo" de John Ford, que trata precisamente de eso, de una vuelta a los orígenes, al sitio al que uno pertenece. John Wayne vuelve a su pueblecito irlandés y poco a poco ya no es el forastero, sino que se comporta y es aceptado como uno más. Es una película preciosa y me gustó tanto que, una vez que fui a Irlanda, no me perdí visitar Cone, un pueblo precioso donde se rodó la película y al que daría gusto volver.

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  6. Yo soy de las que piensan que las piedras hablan y cuanto más viejas, más historias cuentan...igualito que las abuelas

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    1. Yo también. Sólo hace falta tener mente, ojos y oídos abiertos.

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  7. Hay que volver a los pueblos... debería ser asignatura obligada...nuestros pueblos necesitan de nosotros y también nosotros necesitamos de ellos... volver a recorrer los caminos de cada verano, reencontrarnos con viejos amigos y conocidos, recordar a los que ya no están, sentarnos en el patio a contar historias o simplemente a contemplar las estrellas y tantas otras cosas... nuestros pueblos nos necesitan y sus gentes también... tenemos que hacer hueco en nuestras vidas para llenar de vida aquellos pueblos que tanto saben de nosotros...se lo debemos.
    Como siempre preciosa historia, Jane... no te olvides de volver...

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    1. ¡Cuánta razón tienes, Jesús! Cuando uno camina por muchos pueblos peninsulares, sobre todo si no es en verano, resuena en los pasos a través de calles desiertas, el eco de lo que fue: un lugar lleno de vida, trabajo, conversaciones, encuentros... ¡Cuántos se están muriendo por ahí, cuántas escuelas se cierran porque ya no hay niños! En Canarias no pasa afortunadamente, pero es verdad que en invierno la vida se ralentiza y es en verano, cuando vamos, cuando se puede ver el pueblo con todo su trajín vital. Sí, tengo que volver otra vez y pasar de nuevo unos días maravillosos. Prometido.
      Un abrazo grande, Jesús, y todo mi agradecimiento por estar ahí.

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  8. ¡Qué bien escribe mi amiga!.Porque lo que dice llega.

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    1. Muchas gracias, Juancho. Pero tú sabes que esto es un diálogo y no sólo tiene que llegar sino también volver. Y me encanta que lo haga, muchas veces gracias a ti.
      Un abrazo.

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  9. Francisco González18 de enero de 2015, 19:47

    Un bonito y emotivo relato.Felicidades amiga.Y es cierto volvemos más por querencia a viejos y añorados lugares,que por lo que ya podamos encontrar en ellos.Y ya lo decía alguien mucho más sabio: al lugar donde fuístes feliz no deberías regresar.-Segundas partes nunca, o casi nunca, fueron buenas-Buena noche y feliz lunes.Cs

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    1. Sí, eso dicen, Francisco. Pero ya ves, a veces el volver es un estupendo ejercicio de reconstrucción de la vida propia; y a veces tus recuerdos se amplían y enriquecen. Como todo, depende de la experiencia de cada uno.
      feliz semana.

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  10. Vidalina García Rodríguez22 de enero de 2015, 21:23

    Isabel,he sentido como me llevabas en volandas a mi niñez e incluso a mi adolescencia mas pura,narrabas perfectamente el sentir de nuestros pueblos tan entrañables,en mi solo variaron los míos,Tacoronte,El Puerto,Los Cristianos....creo que mis padres y abuelos eligieron el norte cuando éramos pequeños y posteriormente el sur y la playa,quizás porque mi padre nació por ahí o porque la zona empezó a tener futuro y progreso.un beso, Jane y sigue haciéndonos felices estos ratitos.

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    1. Gracias, Vidalina. Creo que todos hemos vivido alguna vez en pueblos. Y el que lo ha hecho nunca lo olvida. Mis hijos, criados en un pueblo, también han elegido otro, Tacoronte, para vivir ahora.
      Un beso.

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  11. Marilú Díaz Estrada25 de enero de 2015, 20:56

    Me siento como tu....una privilegiada al volver a los pueblos de mis veranos, cada vez que voy, al llegar a Realejo Alto como se decía antes me siento tan feliz, viendo las casas, ya algunas en ruinas y otras muy cambiadas. Ver y sentarme con mis primos es un privilegio, siempre hablamos de lo mismo... pero nos emociona, Mi recuerdo muy especial no son mis tíos o primos, es una Sra llamada Florencia,,, ella era la cocinera y me mimaba a escondidas, trabajaba en casa de mi tío, fue muy especial siempre la recordaré. Voy recorriendo el pueblo, la Calle Principal, la plaza, su iglesia todo me trae recuerdos. De San Andrés y Sauces solo he ido dos veces después de mayor. Para mi lo mas importante que no he perdido el contacto con mis primos. Jane, me encanta que nos traigas a la mente estos recuerdos. Un beso.

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    1. Qué curioso, Marilú, que tengamos relaciones precisamente con esos dos pueblos. A El Realejo Alto (allí iba yo también, a la calle del Medio) ya no lo reconozco. Hasta el barranco que separaba las tres calles principales ha desaparecido. Es el pueblo que más ha cambiado de los que conozco. Está la plaza, sí, con esa iglesia tan singular (de las primeras de Tenerife), pero todas las casas terreras que conocí han desaparecido. En cambio, Los Sauces sigue teniendo su estilo. Ha crecido pero el núcleo (la Plaza, la Alameda, la Calzada...) siguen iguales. Me recuerda más los tiempos pasados.
      Un beso y gracias por compartir recuerdos.

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