martes, 12 de julio de 2011

Okupas



Mi hija, mi yerno y mis nietos se han venido a vivir a mi casa estos dos últimos meses, mientras les acaban las obras en la suya. Y, de pronto, todo tu mundo se descontrola.

Has tenido que recolocar tus cosas que, en más de diez años, han ido desparramándose en armarios y estantes. Has empezado a hacer dos o tres lavadoras diarias cuando antes las hacías a la semana. Y cocinas todos los días comida para un regimiento. Se acabó eso tan socorrido de congelar: si no se come en el almuerzo, se come en la cena pero aquí no sobra nada. Y también se acabó eso de despertarte a la hora que te dé la gana: los colegios mandan.

Y, como si la casa estuviera ocupada por duendes, de repente empiezan a ocurrir perrerías. No sólo es que desaparecen misteriosamente o aparecen en sitios insospechados tus bolígrafos, tus folios, las tijeras, ese sujetalibros tan bonito –se lo llevó mi nieto el Terrorista para el colegio- o que tus libros tengan dibujos añadidos. Es que, además, el único limón sutil (esos limones pequeños y aromáticos) que este año ha dado el limonero sembrado el año anterior y que ibas a poner en un bizcocho, te lo encuentras convertido en una carita con ojos, sonrisa y un palillo por nariz; es que tus zapatillas de estar en casa han sido embadurnadas por debajo con tu mejor crema de manos, de tal forma que, cuando te las pones, vas dejando huellas blancas por el pasillo y haciendo chof chof (¿cómo se les ocurre?); es que un pañuelo bordado a mano lo encuentras pegado con pegamento a un dibujo (“porque es precioso, Aba”, me dicen); es que a las puertas de las mamparas del baño también le han puesto pegamento para que no pudiéramos moverlas (eso lo copiaron de Pippi Calzaslargas); es que te pegas un susto de muerte cuando, después de ducharlos, los ves con unas ojeras negras (resultado de que antes, sin tú saberlo, se habían puesto tu rímel en las pestañas); es que las 12 calabazas que han nacido están todas pintadas con rotuladores al estilo pop-art…

Esta semana se han ido, dejando la casa extrañamente vacía. A la mañana siguiente, cuando me desperté, tenía un mensaje de mi hija en el móvil: “Aaaah, mamaaá, el Terro me pegó… Terro, que desayunes, hijo… Susanita, a ver si te callas un rato… Pero ¿ya se mancharon la ropa?... 
Era por si nos echabas de menos” 

16 comentarios:

  1. Jajajaja... ¡Qué experiencia! Los niños son un encanto. Nos cambian la vida y nos hacen ver todo desde otra perspectiva, una más sencilla y natural. Habrás flipado, como dicen ahora los chicos, y descubierto un mundo mágico que no apreciamos igual cuando la convivencia es con nuestros hijos en lugar de con los nietos o sobrinos.
    Espero que pases un buen verano... que vuelvas a organizarte, jeje, y disfrutes recordando todos esos buenos ratos.
    Muchos besos.

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    1. En la nevera tengo un pin que dice "Si hubiera sabido que los nietos eran tan divertidos, los hubiera tenido antes que a los hijos". Lo bueno es que, sin tener tanta responsabilidad, los ves descubrir el mundo. Es una gozada.

      Feliz verano a ti también. Besos.

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  2. Leyendo tu “post” he retrocedido a mis veranos en El Médano. Aquellos veranos en los que siendo niña sentía como mi querida “yaya”, a la que tanto añoro, pasaba de su tranquilidad cotidiana en su piso de la plaza Weyler, a la locura de convivir con su hija, yerno, y nietas.
    Tempranito nos íbamos a la playa a disfrutar de la marea baja y cuando rondaban las 12 ella regresaba al apartamento a cocinar para todos. Aquellos veranos maravillosos, optimizando el espacio de un pequeño apartamento, disfrutando de la familia, de todos y cada uno de ellos.
    Sé que cuando terminaba, ella nos echaba de menos y nosotros a ella…siempre

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    1. Un día de estos voy a proponer que se nos haga un Monumento a los abuelos. Siempre están cuando se les necesita y son, en realidad, la columna vertebral sobre la que descansa la organización de un país. Gracias a ellos, los hijos pueden trabajar, salir de cena con los amigos e, incluso, irse algunos días fuera. Los abuelos quieren y atienden a los nietos y sabes que están tan seguros con ellos como contigo.

      También mi abuela vivió con nosotros hasta el año 70 en que murió. Se despertaba con el alba y, cuando nosotros lo hacíamos para ir al colegio, ya nos tenía preparado el desayuno. Al volver. ella siempre estaba allí, cosiendo, bordando y cocinando y poniéndonos de vez en cuando unos merengues y unos mantecados que te podías morir.

      Algunos días sueño con ella. Yo también la echo de menos.

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  3. Después de esta, no voy a ser la única a la que se le pongan los pelos como escarpias cuando se hable de obras y reformas...jejeje

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    1. "En obras te veas" es la maldición del gomero, que yo también sufrí hace casi tres años. Ante las obras hay que, 1º, armarse de paciencia; 2º, multiplicar por dos el tiempo que te han dicho que van a tardar; y, 3º, tomárselo con filosofía con frases tipo "más se perdió en Cuba", "nunca es tarde si la dicha es buena", "ser o no ser", "oooommmm", "pienso, luego existo" y cosas así.

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  4. Daniel el Travieso, amiga Jane, se queda pequeño comparado con tus nietos. En imaginación y en variedad de travesuras. Además, hay que entenderlos: una casa como la tuya es muy atractiva, para críos con esa capacidad para divertirse.
    No tengo nietos, pero me hubiera gustado pasar por experiencias como la que cuentas. Al fin y al cabo, debe ser uno de los precios de serlo y es un precio muy dulce y muy divertido, aunque, en el momento de descubrir los desaguisados no te hayan hecho mucha gracia.
    La compensación, como bien dices, está en ver cómo descubren el mundo y que tú les ayudas y les acompañas en muchos de esos descubrimientos. Que los disfrutes por mucho, mucho tiempo.

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    1. El problema es que sí me hacen gracia hasta en el momento de la trastada. El otro día el Terro (5 años) cortó con las tijeras el hilo que sujetaba una bola en un chisme de esos de movimiento perpetuo (con lo cual se lo cargó). La madre lo castigó y le dijo que, además, cuando yo llegara, tenía que confesármelo para que yo lo perdonara. Tenías que verlo. Primero, me pidió que, antes de decirme lo que había hecho, yo tenía que prometerle no exclamar ¡ay, Dios!, no decirle lo caro que era y no decirle que era algo que teníamos desde pequeños. Después me dijo al oído la fechoría y, finalmente, terminaba con los ojos muy serios y con cara de pena diciéndome: "Pero, Aba, estoy muy, muy arrepentido". ¿Cómo no perdonarlo?

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  5. Cuando leí tu post de okupas me pareció que has pasado unos días distintos en tu casa, pero a medida que ha pasado la semana le voy encontrando diferentes matices y me parece que para otros abuelos la situación puede ser muy distinta.
    Tambien ha contribuido a pensar sobre ello, el que pusieran la pelicula " Abuela de verano " basada en una novela de Rasa Regás y mi sentimiento es que habrá muchos abuelos para los que no sea tan fácil tener okupas en casa; porque su poder económico no se lo permite, casa pequeña, sin mujer de la limpieza, sin marido que colabore, dinero para llenar la nevera o, proponer un plan para pasar la tarde como por ejemplo ir al cine, bueno puedes invitar a jugar a las cartas que es más barato y otras alternativas, pero seguramente costará el doble de esfuerzo.

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    1. Es verdad que tener un espacio al aire libre (patio, huerta o jardín) ayuda mucho a que los nietos lo pasen bien en tu casa. Pero lo demás no es tanto problema, creo yo. Donde comen dos, comen cuatro y, si se les acostumbra desde pequeños a ayudar y a que la casa es tarea de todos, aunque sé que cuesta, al final hasta les gusta.

      Y el entretenimiento está servido. Los niños generalmente se entretienen solos, pintando, haciendo figuras de plastilina o jugando entre ellos. Pero a mí también me gusta entretenerme con ellos. Ayer, que los tuve todo el día porque sus padres estaban de guardia, y que no pudieron salir fuera porque llovió todo el día (¡mes de julio en Tegueste!), jugaron solos toda la mañana con cochitos y un dominó. Pero, después de comer, vimos juntos la película "Cómo entrenar a tu dragón", después les enseñé a jugar al rummy y luego hicimos entre todos una pizza para cenar. Y yo lo pasé tan bien como ellos.

      Mi madre, cuando de pequeños le decíamos "Me aburro", siempre nos contestaba: "Pues no seas burro". Y, si alguna vez me lo dicen, les digo lo mismo... ¡Aburrirse con las posibilidades que hay de todo lo contrario!

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  6. JAJAJA... Mi hija con 4 años quería ver cómo le quedaba el fleco y me cogió el rimmel p'a pintárselo... me lo acabas de recordar!!! Anda que no tardé ni nada en sacárselo!!! JAJAJA

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    1. Los niños experimentan, Gladys. Gracias a eso saben cómo queda un chicle pegado al pelo (y que va a obligar a pelarlo casi al rape), cómo queda una pared pintada de rotulador (pintura nueva para la pared, al canto) o cómo son los sillones por dentro (nueva tapìcería). Son los inventores y descubridores del futuro, benditos sean.

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  7. Ana Salazar Bethencourt26 de julio de 2015, 14:56

    Me gusta mucho tu blog. Te sigo encantada

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    1. Muchísimas gracias, Ana. Tener un blog supone compartir vivencias y establecer diálogos, si es con afines, mejor. Me alegro de tenerte ahí, al otro lado del blog.
      Felicidades, además, por tu día hoy.
      Un abrazo.

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  8. mary carmen gonzalez zamorano26 de julio de 2015, 19:56

    una vez oí algo que me gustó, que bonitos mis niños ,me los comeria y cuando cumplen los 18 años te preguntas, por que no me los comí ??...

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    1. Sí, Mari Carmen, yo también lo he oído, pero todos sabemos que no es verdad y que el mayor regalo que la vida nos da son los hijos y nietos (a pesar de que la adolescencia sobre todo es una época horrible tanto para padres como para hijos). Celebremos hoy, que es el día de los abuelos, haber tenido la suerte de serlo.
      Un beso.

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