Duerma en Frontera, donde la nube baja,
refrescante, desde el monte. O en Sabinosa, junto al Pozo de la Salud , en donde hay una
terraza para tomarse un gintónic viendo caer el sol sobre El Golfo.
Siéntese en el Mirador de la Peña a ver el mar y los
Roques de Salmor. Allí viven los descendientes de lagartos gigantescos.
Huela el agua que gotea en las hojas del tilo
que hoy recuerda al Garoé, el Árbol santo de los herreños (Las hojas de tus ramas habrán sido / fuente de cristal resplandeciente,
/ que dejaban caer en la vertiente / el jugo de tus brazos recogido…).
Pasee por las lavas cordadas, junto al Mar de
las Calmas.
Báñese en las aguas transparentes de la Cala de Tacorón.
Pruebe, en La Restinga , el sabor del
mar en lapas y cabrillas.
Oiga el silencio.
Encuentre de repente, saliendo de la
niebla, un rebaño de ovejas en medio del
pinar.
Comparta risas y complicidades con amigos de
toda la vida, mientras toma un café y un bizcocho con virutas de chocolate,
recién salido del horno, en un bar de carretera en San Andrés.
Lleve bocadillos para visitar el oeste de la
isla, de laderas de vértigo y escondidas calas. Puede pasar el día sin ver una
casa.
Pise la arena roja de la solitaria playa del
Verodal.
Contemple, como lo hicieron los antiguos, el
horizonte desde el Faro de Orchilla, la punta más occidental de Europa, el
punto de no retorno, donde acababa la tierra conocida.
Escuche el viento que ha retorcido a las sabinas
en el paisaje mágico de La
Dehesa.
Saboree un cabrito frito delicioso y un vino
artesanal, “de pata”, en Echedo. Al salir, párese a oír una rondalla que toca y
canta en la plaza.
Cante coplas sentidas y desgarradoras, tipo
“El relicario”, cuando vuelva en el coche a casa después de cenar, bajo un
cielo limpio y lleno de estrellas.
Aspire el olor de las olas que retumban por
los arcos y bufaderos de Las Puntas.
Hable con la buena gente herreña. Con Amós,
que cambió un restaurante con fortuna en Santa Cruz por cultivar piñas,
ciruelas, mangos o guayabos en su finca herreña y servir jugos frescos a los
clientes del hotelito que montó en Frontera; hable con Macu, que vino hace
tiempo para un trabajo temporal en Valverde y dice ahora que ni loca vuelve a Tenerife;
con la pareja que montaba con entusiasmo de novatos una tienda de campaña para
pasar la noche en la Punta
de Orchilla; con Guillermo, a quien operaron de un tumor cerebral y ahora
festeja la vida, mientras habla con todo el mundo y pesca por las tardes en La Restinga ; con Jose, que
siempre deja la llave de su casa puesta por fuera. Oiga cómo viven las señoras
que llevan 15 días en la Ermita
de la Virgen
de los Reyes por una promesa o por qué hay gente de fuera que se compra una
casa en El Tamaduste.
Brinde con una copa de vino blanco frío y
seco y dé gracias por estar aquí.
Mezcle y revuelva todo. Degústelo. Paladéelo.
Suéñelo. Manténgalo en la memoria.
¡Qué preciosidad Jane Jubilada! ¡Qué ganas de ir al Hierro! ¡Qué sensibilidad demuestras siempre! ¡¡Enhorabuena a mí por tener el placer de leerte!
ResponderEliminarGracias, Alejandrina. Viniendo de ti los piropos, saben a gloria.
EliminarEs imposible ir a El Hierro y no enamorarte de la isla. A poco que se empleen los cinco sentidos, El Hierro te inunda. Date el placer de un viajito. Después de todo, está ahí al lado.
Un abrazo.
Mejor descripción de la isla en que nací imposible!!! Gracias Isabel, me he emocionado leyéndola. Un abrazo y feliz verano.
ResponderEliminarEl viajito a El Hierro lo hicimos hace 4 años, Sole. Los sábados estoy pasando al blog los escritos del Diario Digital en el que empecé a escribir para tenerlos todos reunidos (mientras que los lunes son los que escribo ahora).
EliminarNo sabía que tenías la suerte de ser herreña. Estar en tu isla fue una experiencia tan grata que, como digo al final, todavía la estoy paladeando y soñando. Seguro que tú tendrás muchas (y muchas más) vivencias parecidas. Es una isla con magia.
Un abrazo.
¡Guau! ¡Con esa descripción voy a tener que visitarla!
ResponderEliminar¡Qué isla!
Gracias. Y un beso grande.
Claro que tienes que ir, Rafa. Es una isla preciosa, El Hierro, la legendaria, como dicen las canciones. Y, cuando vayas, te darás cuenta de que los herreños inventaron eso de vivir sin prisa antes de que se pusiera de moda.
EliminarUn abrazo y feliz verano.
Estoy de acuerdo contigo en todo lo que dices, excepto en lo del Relicario pues no había necesidad ninguna de romper el silencio y la paz de El Hierro con semejantes alaridos. Estupendo post y maravillosa isla.
ResponderEliminarNo sabes tú los efectos terapéuticos de unos buenos jipíos -que no alaridos, por Dios- y lo sedita que el alma se queda después de un repaso, en la noche herreña, de "El relicario", "Ojos verdes" o "La falsa monea". Ya hablé una vez de los beneficios de la copla y me ratifico ahora. Una receta antiestrés tiene que incluir, sin falta, ese ingrediente.
EliminarUn hermoso post sobre una maravillosa estancia en una isla mágica con una excelente (¡qué digo, excelentísima!) compañía. Con estos ingredientes, ¿qué cocinero no hace un buen guiso? ¡Qué placer, qué lujo, el post, la estancia, la compañía, las risas... Del despelleje descontrolado de alguna sobremesa, mejor no hablar; de la versión de "El relicario", mejor considerar que pudo ser manifiestamente mejorable a pesar de la voluntad de sus intérpretes; y de la versión de "Ay, pena, penita, pena", qué pena que la pasión y el brío de Lola quedaran ahogados entre tanto berrido.
ResponderEliminarY eso que no cantamos algo propio de la tierra herreña, como sí hicimos cuando fuimos "desde Ayamonte hasta Faro", que mareamos al personal con "María la portuguesa". Aquí, a lo mejor, deberíamos haber cantado:
Eliminar"Con las sabinas vive en El Hierro
el ansia de mi sed.
Dormido en pozos aún está
el árbol Garoé.
Busca mi Faro y encontrarás
la senda del ayer..."
Pero, claro, un villancico en julio no pega mucho.
Y, sigo insistiendo, no fueron berridos, ni alaridos, ni aullidos, ni espirridos: cantos melodiosos y, eso sí, desgarradores y raciales, de esos que llegan al corazón.
Ah malaya un trotecito que no se acabara nunca, cita Rómulo Gallegos en su novela Cantaclaro. Ya quisiera yo darlo y llegar a ese hermoso paraíso que tan bien dibujaste, apreciada Jane. Me uno al comentario de Rafa: ¡Guau! digo también. Excelente trabajo. Apunto además lo dicho en otras oportunidades: Recopila y escribe. Verás, acá tenemos a un señor llamado Don Armando Scannone que se dio a la tarea de recopilar Al principio nadie apostó por él, ningún editor se interesó. Él costeó la edición de su recetario y ha sido todo un éxito. Ya lleva no sé cuántas ediciones y la cosa va para largo. El libro se llama "Mi cocina a la manera de Caracas". Me gustaría hacerte llegar un ejemplar, ya encontraré la vía adecuada. Un gran abrazo y a cuidarse, pues.
ResponderEliminarHay tantos trotecitos que no hemos hecho... como también en aquella balada de Alberti que dice:
Eliminar"Mi cabeza cana, los años perdidos,
quiero hallar los viejos, borrados caminos.
Nunca fui a Granada".
Así que vamos a aprovechar lo que nos queda, para hacer de vez en cuando ese trotecito hacia un lugar, cerca o lejos, pero que nos llene y, por lo menos a los que vamos. nos parezca un paraíso. Nunca es tarde.
Otro gran abrazo.
No es justo y estoy indignada (cabreada). Que tú, que no tienes estrés y estás jubilada te tomes semejante cóctel.
ResponderEliminarEse cóctel debería ser para mí, que trabajo, casa, hijos, nietos, abuelos, etc.,... me tienen estresada.
Esperamos ir a El Hierro, que no conocemos, ni se nos hubiese ocurrido visitar sin esos ingredientes que tú has puesto. Gracias por crear ilusión.
Todo es proponérselo. Yo te recomendaría que te liaras la manta a la cabeza, te dieras una escapadita y acabaras en Sabinosa donde hay un hotel-balneario, reestrenado hace 15 días. Allí, aparte del gintónic frente al mar, te pueden dar unos cuantos masajes para volver como nueva. Y luego, ya sabes, a disfrutar de El Hierro y sus paisajes. Un abrazo.
EliminarEncantadora tu visión de la isla. Tengo que volver. Bs.
ResponderEliminarYo fui por primera vez hace 25 años y no había vuelto. Los cambios que noté fueron en general para bien. mejores carreteras, un túnel que acorta espacio entre Valverde y Frontera, miradores y pueblitos muy cuidados... Eché de menos, eso sí, comer pescado fresco que antes abundaba (el peto, sobre todo), y ahora cuesta más encontrarlo. Pero El Hierro sigue conservando ese aire de calma en los pueblos y de leyenda en los montes, apto para gozar y contemplar la vida con tranquilidad. Sí, tienes que volver.
EliminarUn abrazo.
¡Qué maravillosa descripción! Yo fui al Hierro hace varios años ya, con una pandilla de chifletas. Nos lo pasamos superguay pero ya veo que algunas cosas me perdí ¡Tengo que volver! Besos.
ResponderEliminarA veces te dicen que no vuelvas a los lugares que te gustaron mucho para que conserves en la memoria una imagen preciosa, como una joya que no pierde su brillo. Pero cada vez que he vuelto a sitios que visité y en los disfruté hace tiempo, encuentro rincones, recovecos, escenas nuevas que enriquecen el recuerdo.
EliminarComo dije en el comentario anterior, fui hace 25 años, esa vez con mi marido, mis hijos, mi hermana y su familia. Entonces la sabina, que hoy es el símbolo de la isla, no estaba acordonada, como lo está ahora, y en una foto grande que tengo en la sala están mis hijos y mi sobrino apoyados en ella. Nos bañábamos por la mañana en La Restinga y recorríamos la isla en un furgón con ventana en el techo, disfrutando del aire y la luz. Lo pasamos muy bien y ahora, al volver, redescubrimos aquel sitio donde merendábamos en el monte o aquella cala de aguas claras. Pero también hubo nuevos descubrimientos. Por ellos, como dice la canción, hay que "volver, volver, volver".
Besos.
Aunque parezca difícil, te superas a ti misma cada martes, maestra. Bellísima y poética receta la que nos recomiendas para hacer frente a esa ansiedad de los tiempos modernos, y hermosa descripción la que haces de una de nuestras islas afortunadas. Para mí, quizá la más afortunada.
ResponderEliminarLa conozco muy bien, porque la he visitado en muchas ocasiones e, incluso, he llegado a vivir un verano completo cuando tenía 18 añitos. Desde entonces, la tengo entre mis preferidas y me encantaría poder volver en cualquier momento.
Coincido plenamente contigo en su evolución a mejor, y en lo que destacas de cada rincón y de la bonhomía de sus gentes.
Por cierto, ¿tuviste ocasión de llegar al mirador que se encuentra en el lado opuesto al de La Peña, sobre el imponente Golfo? Si no se ha prohibido el acceso a pie, está en esa Dehesa llena de sugerentes sabinas, más allá del pequeño santuario de la Virgen de los Reyes. Cuando tuve el placer de descubrirlo, el impacto de ese paisaje que sigue conservando su sabor natural, me supo a gloria.
Enhorabuena, pues, y a seguir en esa línea de superación.
No fuimos al Mirador de Bascos, que efectivamente está cerquita del Sabinar, aunque sí vimos la perspectiva oeste del Golfo yendo a Sabinosa. Y se nos quedaron sin ver otros miradores, montes, cuevas y senderos. Pero esta es precisamente la magia de los viajes, lo que anima a volver: el descubrir, como dice Tolkien, "detrás del recodo un árbol repentino o una roca empinada que nadie ha visto sino nosotros".
EliminarGracias por tus palabras. Alguna vez nos encontraremos en El Hierro.
Tal como la describes. Un sitio ideal para encontrar tranquilidad y paisajes naturales. Las sabinas, muestra de la adaptación al medio. Que no nos la cambien.
ResponderEliminarDe todas las Canarias, Carmen Delia, creo que es la más preocupada por el medio ambiente. Y si no, ahí está ese proyecto de autoabastecerse completamente con energía eólica. Que el viento, el sol y el mar hagan la vida fácil y limpia.
EliminarDesde hace unos años, todas las vacaciones cae una semana de pesca, lectura y relax total.
ResponderEliminarTú sí que sabes, Goyo. Y si es todo eso cae en una isla perdida y hallada, mejor que mejor. Disfruta.
EliminarViendo esa preciosa foto y leyéndote solo me queda decirte lo mismo que exclama mi sobrino (con mucho sentimiento) cuando te sale una carta buena:
ResponderEliminar- Qué morrrrro
Así, marcando mucho la "r" , los que disfrutáis de El Hierro, tenéis mucho morrrrrro :-)
Siempre estarás a tiempo para venir (y traerte también a tu sobrino). Lo disfrutarían.
EliminarBonita isla. Tengo pensado ir de vacaciones allí.
ResponderEliminarPues no dejes de hacerlo. Cada isla tiene su encanto, sus colores y su sabor especial. Pero tal vez lo que destaca más de esta sea su voz y su silencio. Pásalo bien.
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