El día en que fuerzas paramilitares de Colombia mataron al padre del escritor
Héctor Abad Faciolince le encontraron en el bolsillo un poema, atribuido a Jorge
Luis Borges, que empezaba con la frase: “Ya somos el olvido que seremos”. Para
conjurar ese olvido, el escritor dedicó a su padre un libro, “El olvido que
seremos”, del que yo hice una reseña hace tiempo para el “Diario de Avisos”.
Muchos de nosotros estamos ya en esa edad en la que querríamos también
conjurar el olvido. Nos quejamos de que se nos olvida dónde ponemos llaves,
gafas o cartera. La frase “¿qué era lo que yo tenía que hacer ahora?” es casi la
letanía de cada día. Nos acostumbramos a hacer largas listas recordatorias que
luego no recordamos dónde pusimos. Por no hablar del pasado y de aquellas
personas o sucesos o cosas que un día fueron importantes para nosotros y que hoy
se han perdido en la niebla.
Una de mis mejores amigas, llamémosla Carmen, se hizo novia, casi al mismo
tiempo en que yo conocí a mi marido, de un chico (llamémoslo Pepe) 7 años mayor
que ella. Salíamos muchas veces juntos los cuatro y todo iba muy bien hasta que
Carmen se fue a estudiar fuera y la lejanía le hizo ver que aquel no era su
media naranja y lo dejó. Aquello fue para Pepe una tragedia y, muchos años
después, cada vez que lo veía, me hablaba de ella como “la mujer de su vida”, a
pesar de que ya estaba casado y con hijos.
Carmen no vive aquí pero viene de vez en cuando y entonces salimos y
reanudamos la conversación allí donde la habíamos dejado. Hace poco, fuimos a
comer juntas y nos encontramos con Pepe que, como siempre, me saludó a mí muy
cariñoso, pero, en cambio, a ella se la quedó mirando, como diciendo “¿De qué me
suena esta cara?”. Le dije: “¿Te acuerdas de ella?” y él ponía una cara de
despiste total, mientras decía: “Me suena, me suena”. “Pues fue novia tuya 3
años”, le dije riendo. Pasmo total, exclamaciones de asombro y toda la pesca.
¿Adónde fue a parar todo el amor, la angustia, las tórridas pasiones? A Carmen y
a mí, después, nos daban ganas de ponernos manriqueñas y decir: “¿Qué fue de
tanto galán…? ¿Qué se hicieron las llamas de los fuegos encendidos de amadores?
¿Fueron sino devaneos…?”.
Por eso, ante los grandes disgustos de la vida, ante los lloros, las
pérdidas, las desilusiones, las traiciones… es consolador pensar que mañana
serán, si acaso, anécdotas, o, tal vez, nada. O incluso que, aunque algunas
veces te dejen un agujero en el alma, el ser humano sabrá recomponerse y salir
adelante.
Al fondo de la caja que Pandora, llevada por la curiosidad, abrió derramando
todos los males del mundo, no sólo estaba el pájaro verde de la esperanza, sino
también, como un último regalo de los dioses, la capacidad de olvidar.
Bienvenida sea, aunque el olvido también al final nos arrastre a nosotros e,
igual que el replicante de “Blade Runner”, nos perdamos en el tiempo como
lágrimas en la lluvia.
Menudo comentario de 20 líneas se me ha borrado!! Y ahora... ya lo he olvidado.
ResponderEliminarpd. ¡Viva Jorge Manrique! Que no se pierda como lágrimas en la lluvia!!!
Mi hermano también me mandó un comentario por e-mail diciéndome que se le olvidó lo que me iba a decir. Me parece que este mal del olvido es "andancia" (una enfermedad que "anda" por ahí) y que nos está afectando a todos.
EliminarY no creo que se pierda Jorge Manrique mientras haya nostalgia del pasado y constatación, por ejemplo, de cómo se estropean los cuerpos (¿Ubi sunt mis 57 kilos? ¿Ubi sunt la cabellera sedosa y sin canas? ¿Ubi sunt las juergas hasta altas horas?...)
O Carmen ha cambiado mucho, físicamente, para el caballero o el caballero está ya algo "gagá". Creo que alguna (o las dos) de estas razones son las que justifican el olvido de Pepe. La verdad es que es una pena que vayamos perdiendo la memoria de este modo. Sobre todo, en lo que se supone buenos momentos pasados junto a otra persona. Sí, una pena grande.
ResponderEliminarComo todos nosotros, Carmen tiene 40 años más que cuando Pepe fue su novio. Pero, aparte de que sigue estando de buen ver, conserva los mismos ojos y la misma sonrisa.
EliminarHace poco me invitaron a una comida en la que encontré a una compañera del Albergue, alguien con quien conviví un mes a los 18 años (hace, por tanto, 45 años) en aquel tiempo en que hicimos el Servicio Social en un albergue de Icod. Y nos reconocimos al instante.
Echaremos, pues, la culpa de este olvido a que es verdad que Pepe, aunque tiene 70 años y está todavía en activo, arrastra un despiste crónico. Pero ¿tanto despiste?. A lo mejor, también el olvido es un mecanismo de defensa del alma ante recuerdos dolorosos. Los psiquiatras y psicólogos, que intentan estudiar la mente, tienen la palabra.
¿Por qué olvidamos hasta los mejores momentos? Supongo que es inevitable y que, con los años, "la pila" ya no da para más... Pero qué pena
ResponderEliminarSí que lo es y peor es para los familiares, que vemos que los que queremos dejan de ser poco a poco lo que eran. Somos memoria. Mi madrina a los 90 y pico ya sólo recordaba las canciones.
EliminarDe todas formas, en julio, le leí a Andrés Trapiello un comentario esperanzador, y era que en un laboratorio de una Universidad de California se ha logrado, mediante electrodos, que unas ratas recuperaran la memoria. Y también hay científicos tratando de hacer una especie de "disco duro" del cerebro, unos chips en donde se almacenaría toda la información que nos fuera llegando, de tal manera que, cuando el cerebro de verdad se fuera deteriorando, pudiéramos echar mano de ese "auxiliar".
Claro que Andrés Trapiello también piensa que es una tragedia no recordarlo todo pero que tal vez sea peor no olvidar nada. Hay un cuento de Borges, "Funes el memorioso", que habla de esa desgracia ("Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo"). Y también Felipito, el de Mafalda, se desmaya cuando se imagina lo que es tener TODO en la mente.
Me reitero en lo dicho: bienvenida sea también la capacidad de olvidar.
Como el dicho:
ResponderEliminar"La fórmula de la felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria"
Yo creo que no es suficiente, pero en fin... ahí queda
A lo mejor para la felicidad haría falta también, como dice la canción, dinero y amor. Pero no hay duda de que con la buena salud y la capacidad de olvidar (sobre todo los malos momentos y los malos rollos que hay en la vida) ya se tiene bastante camino andado. Me parece un buen dicho.
EliminarPues me ha enamorado este relato.
ResponderEliminarA pesar de ello me gustaría indicar que seamos o no el "Olvido que somos" o el Olvido que seremos", no dejo de disentir. Siempre llevando la contraría en el ánimo de contrastar opiniones. Nuestras vivencias podrán, o no, ser recordadas pero, si fueron intensas dejarán un rastro en nuestra personalidad que nuestro día a día nos acompañará, seamos conscientes o no de ello, y por extensión todo ese bagaje existencial, lo transmitiremos a todo aquel que nos rodea, y sobre todo a nuestros hijos, encargados de tomar nuestro testigo. (Lamento ser ese al que le parecen efectivos los ropajes de los flamboyanos porque atraen hacia ellos las miradas de los distraídos transeúntes y el mismo que es amigo de sus espejo). Un saludo afectuoso.
No creo, Saltador canario, que sea un disenso realmente, sino más bien un complemento. Somos memoria, como diría mi maestro Emilio Lledó, y sin ella, no seríamos nosotros. Estoy completamente de acuerdo contigo. Mi padre, por ejemplo, que tuvo demencia senil, dejó de ser él y empezó a morir unos años antes de su muerte.
EliminarOtra cosa es que hoy haya traído aquí la otra cara de nuestras vivencias, el olvido, que tiene sus ventajas y sus inconvenientes también.
No lamentes decir tu opinión. Me encanta oír diferentes puntos de vista y ver el mismo tema desde muchas perspectivas. Si no, no hubiera elegido ser profesora de filosofía. Ya decía Sócrates que filosofar es estar en camino dialogando en pos de la verdad.
Gracias por acompañarme. Un abrazo.
Como diría el sabio : Wowwowwowww..
ResponderEliminarUn lujo leerte, Isabel.
GRANDE Isabel Duque Fernández
ResponderEliminarGracias Isabel por estas reconfortantes reflexiones. Un abrazo.
ResponderEliminarMagnifico, Isa!!!
ResponderEliminarGracias, Juan, Claudia, Sole y Milo, por los ánimos y por la compañía. Escribir sabiendo que al otro lado de ¿las ondas? están ustedes, y que les pueda gustar o hacer pensar lo que hago, es una gozada.
ResponderEliminarMuchos besos.
Si la capacidad de olvido fuera selectiva, bienvenida sea, pero no me gustaría que ese ogro se tragara la alegría, la ternura y el amor vividos. Por otra parte dicen que nadie muere mientras haya quien lo recuerde. ¡Tantos siguen vivos en mi corazón! Y espero también perdurar en el corazón de alguien.
ResponderEliminarMás que selectiva, Victoria, es caprichosa ¿Por qué olvidamos unos nombres y no otros, un trozo de canción y no otra, a unas personas y no otras? Esta mañana me encontré con una persona que me saludó y todavía le estoy dando vueltas a ¿de qué la conozco? ¿cómo se llama?
EliminarY es verdad lo que dices. Las personas que quise y ya no están conmigo siguen vivas en mi recuerdo mientras yo viva.
"No conoce la muerte la luz del corazón:
Contigo vivirá mientras tú seas:
no en el recuerdo, sino en tu presente,
en el día continuo del sueño de tu vida"
Así termina un poema de Eloy Sánchez Rosillo, "Luz que nunca se extingue", que va en esa misma línea que tú dices.
Yo también espero que alguien me recuerde.
Un abrazo.
Me gustó, como siempre,
ResponderEliminarY a mí me gusta que estés ahí, Elvira. Como siempre.
EliminarUn abrazo.
Buen artículo... Isa... Como siempre... me supo!
ResponderEliminarGracias, Gladys. Ahora, cada vez que digo de algo el "me supo", me acuerdo de ti. Un beso.
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