En mis años mozos había una canción, “Las tardes del Ritz”, en la que Lilian
de Celis cantaba con voz aflautada: “Ay, qué placer es bailar un foxtrot con un
doncel que nos hable de amor…”. Al volverla a oír hace poco, me quedé pensando
que hay gustos para todo ¿Bailar un foxtrot? Mucho tendrían que mejorar lumbagos
y juanetes para considerarlo un placer. Y menos lo sería que “un doncel”, al que
imagino recostado y con flequillo, tipo el de Sigüenza, me viniera a hablar de
amor. Más bien me daría risa, oye. Y es que creo que hay placeres y placeres.
Eso lo sabían muy bien los hedonistas, unos filósofos que, con Epicuro a la
cabeza, no tenían un pelo de tontos. Sabían que la felicidad está en los
placeres, sí, pero no en placeres momentáneos, un ris-rás y ya está, sino en
placeres duraderos, cultivar la mente y todo eso.
Yo estoy de acuerdo con ellos, en general, aunque me resulta difícil separar
lo mental de lo corporal. Yo más bien dividiría los placeres en aquellos comunes
a todos nosotros, los que satisfacen las necesidades vitales (el hambre, la sed,
el sexo, la protección frente a las inclemencias…) y que, por tanto, nos ayudan
a sobrevivir y a perpetuarnos; y los otros, los pequeños placeres, que son
totalmente personales y nos distinguen de los demás, esos caprichos que nos
damos de vez en cuando y que nos hacen respirar hondo y decir, esta vez, sí, con
ganas: “¡Ay, qué placer!”.
Hay un librito pequeño, “El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres
de la vida” de Philippe Delerm, que he regalado un montón de veces porque es un
canto a esa individualidad y al goce por la existencia. Sus pequeños placeres,
que no son los míos, son ese primer trago de cerveza en un día de calor (yo soy
más de vino, qué se le va a hacer), leer en la playa (que me es incomodísimo) o
conducir de noche por una autopista (que ni loca que yo estuviera).
Pero yo también tengo mis propios pequeños placeres:
Levantarme por la mañana, desayunar y volverme a acostar a leer un rato con
la ventana abierta a la tranquilidad de la huerta.
Bañarme en agua clara, entre rocas, bajo el primer sol de la mañana,
zambulléndome con los ojos abiertos a la belleza submarina y respirando después
profundamente el aroma del mar.
Tomarme un malvasía seco o un Albariño frío, después de la compra semanal,
acompañado con una rodaja finita de pan recién hecho y queso tierno.
Organizar un buen sarao, verbena o cuchipanda con los amigos y la familia.
Hacer un regalo a alguien a quien quiero.
Sentarme a la caída de la tarde en un poyito que hay a la salida de mi cocina
(yo lo llamo “el banco del psiquiatra”), que da sobre el valle del Portezuelo.
El sol se está poniendo, dorando las montañas mientras el valle se oscurece y se
ven encenderse las luces de las casas lejanas. Pienso en que en las cocinas
empiezan a prepararse las cenas y que todo forma parte de un ritual eterno que
se repite desde siempre y al que yo también pertenezco. Todo está en paz.
Ay, qué placer.
(La foto, tomada el 8 de septiembre de 2011, ilustra uno de mis pequeños
placeres: un baño entre rocas en una calita del oeste de Tenerife. Estoy
diciendo precisamente "¡Ay, qué placer!")
¡Ay, qué placeres los tuyos! Me apunto a todos, bueno a mí me falta la infraestructura del mar y del poyito, pero me apunto, de verdad que sí.
ResponderEliminarPues a mí leer en la playa me encanta. Vale, a mí la playa me encanta en líneas generales, y además es asoaciación de placeres:
Lectura + playa. Como un equipo de súper heróes del hedonismo, vaya.
pd. ... yo no olvidaría las tardes del Ritz...
¿Ves por qué digo que hay placeres comunes y particulares? El mar, por ejemplo, es casi común: a casi todo el mundo le gusta, sobre todo en un día de calor, un baño refrescante. Pero lo que es particular es el modo en que nos acercamos a él. Yo en la arena sólo soy capaz de estar un ratito, antes de quedar empanada como una croqueta. Prefiero el mar de roca, más transparente y, si no hay nadie, mejor. Y, para leer, la cama o un buen sillón.
EliminarFernando Savater, que también comentó una vez el librito de Philippe Delerm, dice que "repasando nuestras mínimas voluptuosidades trazamos también el más veraz y sincero autorretrato de que somos capaces. Para que fuese completo bastaría con añadirle un apéndice titulado "mis pequeños sufrimientos y temores". Y creo que tiene razón. Así somos, disfrutones y caprichosos.
PD: Tú y yo también disfrutaríamos en una parranda, cantando lo de "Ay, no, por Dios, no me baile usted así. Ay, por favor, que me siento morir..."
Pues mis pequeños placeres son:
ResponderEliminarSentarme en mi hamaca a ver cómo vuelan y se bañan mis palomas.
Sentarme en mi hamaca a ver qué bonita ha quedado mi huerta después de currármela.
Sentarme en mi hamaca a leer el periódico mientras bebo un culito de coñac.
O, simplemente, sentarme en mi hamaca.
Estoy esperando a ver si alguien comenta que uno de sus pequeños placeres es trabajar. Aunque ya veo que uno de los tuyos es contemplar el trabajo hecho. Eso sí, desde la hamaca. Cuida esa hamaca, por Dios. Y disfrútala.
Eliminar¡Cuán relacionados están muchos de nuestros pequeños placeres con la gastronomía, ¿verdad?!. Entre los míos está, en primer lugar, el desayuno de cada mañana: Café y leche y pequeño bocadillo con algún fiambre de dieta. Pero, sábado y domingo es más placer aún, porque le añado el ríquisimo gofio de millo tostado que se hace por estos lares. Otro, en el verano, es el de la cervecita (sin alcohol), muy fría, y con un buen puñado de camarones. En el apartado de las cuchipandas, son muy especiales las que disfruto con un grupo de excelentes compañeras y amigas del "cole", siempre que se tercien.
ResponderEliminarFuera del comer y beber, me pirro por el buen baño diario, en agua bien fresquita y estimulante y mi tanda de ejercicios "aquagimnásticos". También es un gran placer, - no uno pequeño -, las conversaciones con los buenos amigos, sobre los viejos recuerdos comunes, sobre las familias, sobre lo que nos alegra y lo que nos preocupa...
A bote pronto, esta sería mi serie de grandes y pequeños placeres, pero si lo pienso algo más, seguro que descubro una mucho más larga, en la que estarían el leer, fotografiar, escribir, dibujar, pero entonces mis días tendrían que tener, por lo menos, 30 horas y eso ya es más difícil.
Por ejemplo, ahora mismo, para mí ha sido un enorme placer leer este nuevo y estupendo post tuyo, y poder participar en él, con este modesto comentario. Muchas gracias, amiga, por proporcionarme, un martes más, otro nuevo placer.
Sí, muchos de los pequeños placeres son gastromómicos, aunque yo los ampliaría a sensuales. Maruja Torres, por ejemplo, en uno de sus artículos dice que uno de los suyos es estar a gusto con la ropa que se pone. Oír la música que te gusta a ti y que te emociona, oler las sábanas limpias, ver un cielo estrellado desde Las Cañadas, acariciar a alguien a quien quieres... son pequeños placeres que nos llegan al alma.
EliminarY, si nos ponemos epicúreos y hablamos de placeres espirituales (aunque ya dije que no los separo), crear un poema, un cuadro o una canción, disfrutar escribiendo o hablando con los amigos... son satisfacciones cotidianas que nos hacen pensar que, después de todo, la vida merece la pena.
Mi marido siempre dice que soy una disfrutona (como buena hija de mis padres), pero es que la felicidad es disfrutar de esos pequeños placeres que la vida nos da. Yo reconozco que sí que soy de las de ese primer trago de cerveza y, como dice Cehachebé, muchos de los placeres son relacionados con la comida. Pero hay un placer que sobrepasa a todos: y es darle un beso a mis hijos cuando están dormidos
ResponderEliminarEs verdad lo que dices de los niños, te proporcionan un placer que nunca pudiste imaginar. Ayer tuve a mi primer sobrino-nieto, Miguel, y el día anterior le comentaba a mi hermana que parece mentira que lleguemos a querer tanto, hoy mismo, a alguien a quien anteayer no conocíamos. Los niños despìertan una ternura difícil de explicar.
EliminarEn esto de los pequeños placeres cotidianos uno va cambiando con los años y aunque quedan los de siempre -la cerveza, la ducha tras la caminata, el polo de limón, el vino, el aire de La Laguna, la caricia mañanera de mi mujer...- cada vez me gusta más la sobremesa compartida, a veces con la familia, otras con los amigos. Todo alrededor del café, la copa y la charla que puede, a veces, tocar los temas que de verdad importan: la vida, la muerte, la razón, la fe...
ResponderEliminarEntre los mejores ratos que paso en la vida están esas sobremesas largas, plácidas, divertidas, profundas y filosóficas, en las que en torno a una copa (o más), se habla de creencias, seguridades e inseguridades, sentimientos, deducciones lógicas o ilógicas... de todo lo que nos hace humanos. Que las sigamos disfrutando ¡Salud!
EliminarEl mayor de mis pequeños placeres es una variante del primer trago de cerveza. Es el primer trago de cerveza después de un partido de futbol. ¿Puede haber algo mejor que ese líquido frío y gaseoso bajando por la garganta seca?
ResponderEliminarSí, soy un simplón, pero ¿qué quieres?, no tengo hijos como la Dra Jomeini, ni una hamaca tan cómoda como el Palomero.
Palomero, cómo te dice Jane, debes cuidar la hamaca, aunque yo sé que si se te rompe, ya inventarás algo para arreglarla y que te dure hasta la próxima generación de palomas.
Bueno, me voy a la nevera, que me ha entrado una sed...
Fíjate cómo describe Philippe Delerm ese primer trago de cerveza, que para él es el único que merece la pena: "Empieza mucho antes de la garganta. En los labios aflora ya ese oro burbujeante, frescor amplificado por la espuma, y lentamente en el paladar un placer tamizado de amargor ¡Qué largo parece el primer trago! Se bebe de un tirón, con avidez falsamente instintiva. En realidad todo está escrito: la cantidad, ese ni poco ni mucho que constituye el único ideal; el bienestar inmediato rematado por un suspiro, un chasquido de lengua, o, tan importante como éstos, un silencio; la engañosa sensación de un goce que se abre al infinito..." Hasta a mí, que no soy de cerveza, me dan ganas de probarlo...
EliminarMi hijo, que también es "furgolero", tampoco se pierde su partido cada semana, su cervecita e, incluso, organiza un partido al año de "Viejas glorias" con trofeo incluido. Tú y él tiene mucho en común.
¿A qué creen que hace referencia mi pseudónimo?...Me gusta lo que le gusta a tantísima gente: despertarme a la hora que me pide este cuerpo serrano, tomar un "caféyleche" con algún pan especial (ahora está de moda el de espelta. Dicen que engorda menos. Yo lo dudo, porque está riquísimo)y un buen trozo de queso blanco de las cabras de Fortuno, que está para morirte (el quesoooo!!!).
ResponderEliminarLuego,todo lo que vaya sucediendo a lo largo del día sigue salpicado de momentos gozosos. Por ejemplo, ahora que el tiempo está bueno, y, hasta muy entrado el otoño, los baños de mar son motivo de uno de los mayores placeres que tiene el hombre. No sólo por su frescor y belleza, que sí, sino por esa ingravidez que experimentamos al sentir que la artrosis o la contractura la dejamos en la hamaca o en la arena...Otro gran placer es la siesta. Pero no cualquier siesta. Yo hablo de la "siesta del carnero", aquella que dos o tres veces al año hacemos antes de almorzar. Unas veces, cuando aún trabajaba, era porque me la exigía el cuerpo por estrés, pero las buenas son cuando cojo un buen libro o pongo una peli y, de repente, una modorra me invade y, no sé cómo, pero el libro se me resbala, me desmadejo y caigo en un sopor maravilloso, del que despierto, si fue viendo cine, en el The end.
Podría seguir enumerando cosas que me hacen sentir feliz, como emocionarme ante paisajes, admirarme ante una obra de arte, pirriarme por un viaje con mi familia o con buenos amigos, comprarme algo que me chifle, regalar, recibir, ...y tantas cosas por las que tenemos que sentir placer a las fuerzas...
¿Qué les parece el próximo placer que nos vamos a dar? Pues ir a contemplar la exposición de Antonio López, artista al que admiro con todo mi corazón.
Lo que estoy viendo es que esos pequeños placeres son, en realidad, grandes e importantes para ser feliz.
Eliminar¿Sabes que la siesta del carnero, de la que tú y yo somos fans, era también la preferida de Descartes? Desde pequeño, en el colegio, le permitían quedarse en la cama para meditar, decía él: "... al despertar, hallaba todas las energías de su mente concentradas y todos sus sentidos calmados por el reposo nocturno (y) aprovechó estas favorables circunstancias para meditar. Se acostumbró tanto a esta práctica que hizo de ella un modo de estudio durante toda su vida". Así que, si alguna vez alguien se atreve a decirnos algo, ya tenemos una mención justificativa: "Aquí, meditando como Descartes..." A lo mejor, no descubrimos algo parecido a la geometría analítica pero podemos llegar a la máxima filosófica: "Disfruto, luego existo".
Qué bien esa visita a la exposición de Antonio López ¡Qué grande es! Yo estoy ahora pensando en otro viajito a Estambul. A ver si sale. Otro pequeño (o gran) placer.
Primer pequeño placer.
ResponderEliminarSuena el despertador, me levanto arrastrando los pies y, con los ojos medio cerrados, voy a la cocina, preparo la cafetera. Me gusta que sea express. Espero aún dormida. Cuando comienza el glu-glú del café saliendo ¡que me gusta ese sonido! Me sirvo una taza y me siento en la terraza. Al primer sorbo, abro bien los ojos y veo, lejos, La Gomera, cada día diferente, a veces hasta las casitas, otros con nubes, otros no se ve, como hoy, porque la tapa la niebla del calor. Y el mar, también cada día distinto, unos como un plato, otros con olas inmensas, color azul, azul oscuro, gris, o, como hoy, plomo.
Ya despierta, tomo mi café, respiro hondo y comienzo un nuevo día.
Pero me ha gustado tanto el placer de la primera caricia que ha descrito Melchor, que lo voy a poner antes del café.
Me gusta tu primer pequeño placer, ese empezar el día, tan pleno y tan vital, con los cinco sentidos: oler el café, oírlo salir, saborear, mirar alrededor y lejos, acariciar... Es un buen motor para arrancar y enfrentarte a lo cotidiano. Como decía un ratoncito en un chiste viejo: "Y, ahora, mándenme al gato que me lo meriendo".
EliminarUn beso, Esther, y sigue así de positiva, merendándote, con placer, la vida.
Un amigo mío decía:"come bien,caga duro y a los demás que les den por......".Al día siguiente de contarme el sofisma,se cogió unas diarreas de campeonato.Ya ves que cada uno tiene sus "pequeños placeres súper personales.Bs.
ResponderEliminarComo filosofía de la vida, la verdad es que la frase de tu amigo es de lo más contundente. Es una versión más cruda (y escatológica) de "ande yo caliente y ríase la gente". Pero, en el fondo, tiene razón, como decían los primeros filósofos: los hombres necesitan tener sus necesidades primarias satisfechas para, después, ponerse a filosofar o a pensar o también a buscar los pequeños placeres de la vida. Una persona con hambre y diarreas no disfruta de nada de nada.
EliminarY, a propósito de disfrutes, pásalo bien que creo que estás en la octava isla, La Graciosa. Y aquello sí que es un paraíso.
Comparto todos esos placeres y añado el mío... la carcajada nerviosa que lanza un pequeñajo cuando anticipa que lo vas a aupar... teme la caída pero confía en que tú lo vas a coger... Ése y otros pequeños e inconfesables placeres son "impagables"... Gracias Isabel... Siempre confieso que es un placer leerte!
ResponderEliminarY por parte del niño, imagínate... Yo todavía recuerdo cuando pesaba poquito (allá por la prehistoria) y me lanzaban al aire. Y en el agua, igual. Recuerdo el "1 y 2, ca; 1 y 2, fe; 1 y 2, café", cuando con cada 1 y 2, me lanzaba mi padre hacia arriba y con el "café", la subida era mayor (todo esto en las antiguas Teresitas, entre ola y ola)
Eliminar¡Ay! (suspiro)