martes, 25 de octubre de 2011

Y allá, en el frente, Estambul


Asia a un lado, al otro Europa, y allá, en el frente, Estambul. Desde la Torre Gálata.

Hace 4 años realicé uno de mis sueños: ir al dorado Estambul.

En los tiempos jóvenes, todos recitábamos de carrerilla "La canción del pirata" de Espronceda. Y los versos que, por lo menos a mí, más nos gustaban y que declamábamos con más sentimiento eran:

       La luna en el mar riela
       y en la lona gime el viento
       y alza en blando movimiento
       olas de plata y azul.
       Y va el capitán pirata
       cantando alegre en la popa,
       Asia a un lado. al otro Europa
       y allá, en el frente, Estambul.

Y Estambul, el sueño del pirata, en mi imaginación se aliaba, como un eco lejano, con otros nombres míticos e inalcanzables: con Samarkanda, por donde pasaban las caravanas de la ruta de la seda; con Tombuctú, en el corazón del África negra; con Eldorado, dormido entre tesoros…

Pero hay veces en las que los sueños se convierten en realidad y este octubre ha sido una de ellas. De pronto, mira por dónde, me he encontrado en un barco sobre el Bósforo, Asia a un lado, al otro Europa y allá, en el frente, Estambul.

Hay muchas maneras de viajar a un destino largo tiempo soñado. Hace poco, supe que había un programa vacacional dirigido a occidentales -“Musulmán por un mes”, se llamaba-, que proponía que la mejor manera de conocer Estambul justamente era esa; vivir allí como un musulmán más, ya saben, rezar en la mezquita, estudiar el Corán, ayunar, no beber alcohol… Pero mejor no. Después de tanto tiempo viviendo conmigo misma, fingir ahora ser seguidora de Mahoma supondría una mascarada y también un latazo, para qué nos vamos a engañar.

De todas formas, lo que no voy a hacer es hablar de los exquisitos azulejos de la Mezquita Azul, ni de la grandeza de Santa Sofía (el primer templo que veo dedicado a la Sabiduría), ni de harenes de otros tiempos, ni de palacios llenos de diamantes, perlas y rubíes del tamaño de un huevo. Ni siquiera de las colas y colas de turistas (¿hay gente trabajando en octubre?).

No, lo único que me puedo permitir, en estos 7 días, es atisbar, como a través de una rendija, un poco de la vida cotidiana de esta ciudad caótica y fascinante, abriendo los cinco sentidos al Estambul real.

Y así, huelo – porque el olor es lo primero que se percibe en una ciudad- ese olor a mercado oriental, a especias, a humanidad, a tés de todas las partes del mundo. Y también el aroma a salitre del mar cercano, el humo dulzón de cien narguiles en el café de un callejón, el olor del pescado que se asa junto a los embarcaderos.

Pescadores en el Puente Gálata
Oigo los graznidos de las gaviotas, el escándalo lejano de los coches desde la paz del cementerio de Eyüp, la música triste de un violín mientras subimos a las ruinas de un castillo que mira hacia el Mar Negro, allí donde el Bósforo termina; o la alegre de un grupo de jazz que toca en la calle hasta que la policía los disuelve. Oigo la eterna cantinela de los que, en este enorme gran bazar que es la ciudad entera, te quieren vender algo, desde calzoncillos Hugo Boss a 2 euros hasta relojes Rólex, por supuesto auténticos, a 10 (“¡Señora! ¡Nosotros le engañamos menos que los demás!”, me dijo uno a grito pelado desde la acera de enfrente). O las continuas interpelaciones para que te pares; “¿Española? ¿Mari Carmen?” (peor fue que a otro de mis amigos, jubilado y con barba, le dijeran “¿Español? ¿Marta Sánchez?” o a mi marido, “Tú, como Ali Baba, por la barriga”, cosa que no le hizo ninguna gracia aunque estoy segura de que era un piropo).

Oigo también las consignas y gritos de dos manifestaciones, de universitarios y de jubilados, que suben por la calle Istiklar, o las voces en todos los idiomas, reunidas en esta ciudad cosmopolita. Oigo hasta un “¡Mi niño!”, que me hace mirar y conocer a una pareja joven de La Laguna, Ana y Miguel, que están trabajando allí y dicen estar encantados del respeto y la tranquilidad que han encontrado. El más sobrecogedor de los sonidos es, sin embargo, oír a la caída de la tarde, desde el Cuerno de Oro, sobre el suave chapoteo del agua en la quilla del barco, como el canto del muecín se multiplica desde las dos riberas, llamando a la oración.

Manifestación por la calle Istiklar

Siento el frío de las mañanas y el sol sobre la cara al mediodía, el aire limpio del Mármara, el tacto de las sedas en las tiendas del Gran Bazar, el sosiego de las mezquitas, la risa ante el humor de los turcos, la tranquilidad por las calles a medianoche.

Saboreo las comidas especiadas y picantes, las ensaladas de berenjenas, las delicias turcas, el cordero cocinado en marmita de barro, las castañas y piñas asadas en puestos callejeros. Pruebo el lahmacun, una especie de pizza turca, sabrosa y completa, en un bar de barrio, y el pescado fresco junto al
Mármara. Y, sobre todo, los panes, hechos de cien formas diferentes.

Un experto en lahmacum
Veo, desde la galería de las mujeres, descalza y cubierta la cabeza, los rezos en las mezquitas; a la viejita tejiendo y vendiendo patucos con piedras brillantes hasta las 11 de la noche; al hombre que se pasa todo el día con una pesa delante, como la que todos tenemos en el cuarto de baño, esperando que alguien le pague por pesarse. A los pescadores que no pescan casi nada desde los puentes; las tiendas únicas, sólo de cremalleras, o de cintos, o de remaches; la puesta de sol, dorándolo todo, como una ceremonia desde lo alto de la Torre Gálata. Sobre todo, veo a los niños: niños que venden, incluso de noche con 5º, turbantes o flores; niños que visten de blanco y dorado, como príncipes árabes, celebrando algún rito de iniciación; niños en filas, saliendo del colegio; niños, como todos los niños, que ríen y alborotan con sus voces finas, diciéndome “¡hello!” y posando alegres para una foto: el futuro del país.

Niños a la entrada de Topkapi
No, realmente no he conocido Estambul. Para hacerlo, no basta una semana, ni siquiera el mes de la propuesta, sino años. Pero sí que me llevo, como un regalo, un trocito de esta ciudad excesiva, sensual y disparatada.

Y siempre estará, allá en mi mente, Estambul. 



En el Gran Bazar

24 comentarios:

  1. Una vez más consigues convencerme de que no acabe con la humanidad, por lo menos de momento.

    Muy bonito, de verdad que le das a todo un toque muy especial.

    Oye, que me encanta lo del señor que tiene un peso en la calle.

    Creo que vi que en un país (no recuerdo cuál, era hispanoamericano), había gente con móviles por la calle, por si alguien quería llamar, y por ejemplo, se había quedado sin batería. En plan cabina-móvil, perdón "cabina-celular"

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    1. Es que lo de la ventas en la calle es algo surrealista, de verdad. Y deben vender porque, si no, no se explica tanto afán día y noche. Cuando veníamos de vuelta (a las 4 de la madrugada), vimos a un señor que ya estaba poniendo su tenderete: mantas extendidas en la acera con chaquetas de piel encima. Y en el viajito que hicimos por el Bósforo, desde mucho antes de atracar el barco en un pueblito con tascas de pescado en la orilla, ya estaban los camareros saltando y haciendo señas para que fueras. Y luego el misterioso tráfico que había en nuestro barrio de cientos de chicos empujando carretillas con enormes y envueltísimos fardos... ¡Disparatada y divertida Estambul!

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  2. No la conozco, pero, por obra y gracia de tu descripción, me ha parecido que también estuve allí. Según leía, me sentía transportada a cada uno de los rincones que visitaste.
    Menos en lo de las comidas picantes y especiadas, -que no me van-, creo que te acompañé en ese viaje, sin que me vieras. Gracias por dejarme hacerlo a través de este precioso post.

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    1. Gracias, Cehachebé. Lo de las comidas hay que probarlas por aquello del sabor local, pero siempre te avisaban si picaba alguna más de la cuenta. Comimos muy bien en varios sitios (algunos con vistas espectaculares, son muy de restaurantes en azoteas y áticos) e intenté ir con prudencia, pero el mísero kilo que había tardado un mes en bajar, lo reconquisté en un pispás. Y es que elegí mal momento para ponerme a dieta. Ahora, eso sí, tomé té por un tubo.

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  3. En la agencia de viajes que oferta"musulmán por un mes" podían llevarse a Botín, pues ya tiene la barriga de Alí Babá, aunque tendría que llevarse sus 40 consejeros para que le hiciesen compañía, y así el cuento se haría realidad.
    Veo que la literatura de 6º de bachillerato y las poesías que nos hacían aprender, sirven no sólo para alimentar el alma y los sueños, sino para sentirse acompañado cuando viajas. Un abrazo.

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    1. Muy bueno, Juan, lo de Alí Babá y los 40 ladrones.

      La propuesta de "musulmán por un mes", según la agencia tailandesa que la organiza, tiene como objetivo acabar con los prejuicios, ponernos en el lugar del otro, buscar lo que nos une... Creo que los clientes que tienen son, sobre todo, norteamericanos e ingleses, pero me pega que no tendrán éxito con los españoles a los que no veo un mes renunciando a su cañita, su vinito, su tapita de jamón...

      Y no sabes tú bien la que armamos cuando nos juntamos los de mi quinta y nos ponemos a recitar, haciendo aspavientos, poesías compartidas: "Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando..." ¡Bendita educación!

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  4. Una ciudad mágica, de esas que te atrapan, de esas que no pasan desapercibidas. Yo la viví igual de intensa aunque no sé si la describiría tan bien. Gracias por recordarla. Besitos.

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    1. Tienes razón, es mágica e intensa; distinta a todas, tan moderna por un lado y tan tradicional por otro. Y luego, están las personas, con ese trato tan exquisito y tan cercanos a nosotros. Al que vendía las entradas a la Torre Gálata, que me habló en un español casi perfecto, le dije que qué pueblo más culto, porque muchas personas hablan o se defienden muy bien en español (y, por supuesto, en inglés). Me respondió que era una lengua muy bella, muy musical, y, al final, me confesó: "Mi chica es española". La mejor escuela, le respondí. Y otro, jovencito, que nos dijo, entusiasmado, que era forofo del Atlético de Madrid... Hay muchas cosas que nos unen.

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  5. Muy bonito como siempre, Jane. La verdad que es un placer leer tus descripciones de viajes... realmente sumerges a una contigo.

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    1. Gracias, Luci. Lo que tienes que hacer es, un día, liarte la manta a la cabeza y hacer un viajito allí. Te encantarían las danzas.

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  6. Me gustó mucho esa interesantísima ciudad cuando la visité hace nueve años, y me ha vuelto a entusiasmar al "verla" de nuevo a través de tus sentidos.
    Te felicito por lo bien que transmites tus impresiones y me alegro mucho de que hayan disfrutado del viaje.
    Un abrazo.

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    1. Es que es una ciudad muy sensual. ¿Querrás creer que todavía siento en el aire (o en la nariz, no sé) el olor de la canela y el azafrán?

      Creo que, además, es adictiva. Conozco a gente que ha repetido hasta once veces la visita. Tal vez volveremos también más adelante... Quién sabe.

      Un abrazo.

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  7. Sin duda es lo mejor que has escrito, impresionante. Al leerlo casi que hueles, oyes, saboreas, sientes y ves lo que es estar allá. De todas maneras Alí Babá estaba bien cuadradito para surcar esos desiertos, así que sin duda era un piropo jeje.

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    1. El personaje de Ali Baba -los turcos no lo acentúan- es el de un héroe legendario para los musulmanes. Ya sabes que es el del cuento que todos conocemos ("¡Ábrete, Sésamo!" y todo eso), que está recogido en "Las Mil y una noches", pero también se basa en un verdadero rey Alí Baba que, después de sellar sus minas de oro y luchar contra el califa de Bagdad, al final fue derrotado, amnistiado y terminó repartiendo oro a los necesitados. Así que, para ellos, igual que para nosotros, es un personaje simpático y querido. Estoy segura de que fue un piropo.

      Gracias también por tus propios piropos. Eso anima mucho.

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  8. Querida Jane, muchísimas felicidades por esta magnifica descripción de un lugar al que no tengo el privilegio de conocer, pero que de verdad me has hecho imaginarme a la perfección.
    No me he podido resistir de buscar imágenes de Estambul,aunque si recuerdo haber visto algún documental,de españoles por el mundo que llega a durar mas de una hora, y sinceramente tu redacción no deja nada que desear a unas imágenes en vídeo de lo que narras.
    Muy buena las elecciones de fotografías,la mejor la de los niños posando,ciudad cálida y acogedora por lo que deduzco.Aunque es cierto que me quedo con las ganas de ver alguna foto, como la de la cabecera de la ciudad amaneciendo o anocheciendo.
    Nuevamente felicidades, y aunque mis "dos nuevas aficiones"no me dejen mucho tiempo libre para escribir, que sepas que siempre tengo tiempo para seguir leyendo cosas como esta.
    Saludos.

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    1. Gracias, Susana. Viniendo de ti, que sé que eres una excelente fotógrafa, el cumplido sobre las fotos es doblemente bien recibido. A mí también me gustó mucho la foto de los niños, sobre todo por lo espontánea y divertida que fue: todos gritando y saludando, con esa gracia y esa sonrisa franca de los que no posan... Un hallazgo. Y ya te enseñaré otras de atardeceres sobre la ciudad.

      Un beso y feliz ocupación con tus "dos aficiones", que están preciosos.

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  9. Disfrutando , como siempre, de tus relatos. Gracias Isabel.

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    1. Ha sido, Sole, la ciudad más exótica, fascinante y completa que he visitado. Y eso sí que fue un disfrute.
      Un beso.

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    2. Yo también estuve en ella , en los años 80, y me fascinó. Al leer tu crónica , tan poética y sensual, he vuelto a revivirla.Un abrazo.

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    3. Yo creo que lo mejor de los viajes es siempre al final, cuando vuelves, en la calma de tu casa, a recordar lo vivido.
      Otro abrazo.

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  10. Qué suerte has tenído !! ,,jajaja con diez cañones por banda ,viento en ,,,,,,,,

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    1. ... popa a toda vela, no corre el mar sino vuela un velero bergantín... Por supuesto me traje un pin para la nevera con el dibujo de un velero bergantín.
      Pues sí que fue una suerte. No en todo tiempo recomiendan visitar Estambul. De hecho lo habíamos intentado años antes y la Agencia de viajes nos comentó que no fuéramos, que el panorama estaba un poco revuelto para los turistas. Y, sin embargo, en ese momento nos encantó la tranquilidad y la amabilidad de los turcos, el poder pasear de noche sin problemas y el ambiente festivo.

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  11. Mayte López Suárez1 de noviembre de 2015, 19:20

    ¡Ole, ole y ole !!! ... Gracias, Isabel por este recorrido que hemos dado contigo por esta mágica ciudad.
    Qué buen guía ...
    y los acentos que has puesto en donde había que ponerlos. El Estambul profundo y misterioso que enamora, incluso a los que, como yo, tenemos una inexplicable animadversión a todo lo que "huele" a moro... pero estos olores que tú nos haces llegar son de otra clase... de la que embriaga los sentidos y te transporta a las "mil y una noches"...
    Música que embelesa para los sentidos.

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    1. Muchas veces las animadversiones, Mayte -tú misma dices que son inexplicables-, vienen del desconocimiento. Yo tenía este sueño de ir alguna vez a la lejana Estambul precisamente desde que leí en mis años mozos "Las mil y una noches". Una cultura tan sensual y mágica, tan amante de la belleza, no puede provocar rechazo a una mente sensible. Son determinados grupos o personas -intolerantes, fanáticos- los que si provocan animadversión. Pero de eso, desgraciadamente hay en todas las culturas.
      Un abrazo y gracias por tus palabras.

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