(La foto, hecha en noviembre de 1971, tiene los colores desvaídos de hace 40 años. El Teneguía y yo también, ahora, estamos desvaídos) |
La Tierra tiembla. Lo está haciendo continuamente, como si fuera una inmensa
matrona que se recompone, ajena totalmente al desconcierto y susto de sus hijos.
Tiembla la Tierra y, a veces, hace algo más: sisea, escupe furibunda, grita
colérica, brama… A lo largo de mi vida, lo ha hecho en mi entorno tres veces. La
primera, cuando el volcán de San Juan, en La Palma. Es en el año 1949, tengo un
año de edad y vivo con mis padres en La Laguna, en la Plaza de la Milagrosa.
Pero mi abuela está en La Palma y escribe: “Ya creíamos que lo del volcán
estaba terminado cuando apareció por Tigalate, rompió a soltar lava por el
puente y cogió por el barranco. No causó ningún daño pues las autoridades,
alarmadas, mandaron a todas las clases de vehículos a evacuar a la gente que
podían traer por carretera. La otra, que quedó en el centro, fue traída por mar.
Imagínate cómo estaría el pueblo. Empezó aquí abajo a caer una lluvia de
arenilla (…) Ahora se secó por esa boca y volvió otra vez por Las Manchas, así
que no sabemos en qué irá a parar esto…”.
La segunda vez es en el año 71 y otra vez es en La Palma, el Teneguía. Acabo
de casarme y estoy en mi segundo año de trabajo, dando clase en un colegio. Nos
vamos todos, profesores, marido y alumnos, de noveleros, a ver el volcán.
Llegamos muy cerca y tenemos que taparnos los oídos por el estruendo. Es un
gigantesco espectáculo de fuego y piedra, que nos deja maravillados.
La tercera es ahora, en El Hierro. La Tierra ha vuelto a enfurecerse en las
aguas cristalinas del Mar de las Calmas, donde este verano estuve bañándome. Y
quizás aparezca un volcán submarino o una novena isla canaria. Por lo pronto, es
una mancha en el mar, tan grande como la isla, tan inquietante…
Viviendo entre volcanes, he sentido muchas veces el temblor de la Tierra, el
tremor (sólo una letra lo separa de “temor”), del que, últimamente, tanto hemos
oído hablar. A veces, es un leve movimiento y otras, va acompañado de un ruido
profundo y sordo, como un motor desajustado que ruge en las entrañas de la
Tierra. Lo sentí en mi niñez, en Santa Cruz de La Palma, cuando preguntaba “¿Qué
ha sido eso?”, mirando aturdida a mi abuela, que era quien tenía todas las
respuestas; en Madrid, en el Colegio Mayor, cuando soñaba que alguien me estaba
meciendo en una cuna y desperté con los gritos de Ana, mi compañera de
habitación, que me hizo salir corriendo al patio en pijama; en el año 89, aquí,
con un terremoto de 5,3º que apenas sentimos en la casa de firmes cimientos que
mi padre y mi hermano nos proyectaron. Y ahora, en el viaje que hemos hecho a
Turquía, nos han llegado los ecos del seísmo de 7,2º que sacudió el sureste del
país, y también los mensajes (¿Están bien?).
Y, sin embargo, nosotros, habitantes de una tierra volcánica, no vivimos con
miedo. Cuando era (más) joven, subí dos veces al Teide caminando, hice noche en
El Refugio y vi el amanecer desde el mismo cráter, paseándome tranquila –y
emocionada- entre fumarolas y olores infernales que demuestran que nuestro Teide
es un volcán vivo. Un poco adormilado, sí, pero vivo.
Hay una hipótesis, la hipótesis Gaia, propuesta por el bioquímico inglés
James Lovelock, que ve a la Tierra (la antigua diosa Gea de los griegos) en su
conjunto como un superorganismo vivo, que, con mano sabia, regula las
condiciones para que la vida sea posible. Es una hipótesis no demostrada, que
tiene sus detractores y sus defensores. Pero, cuando la oigo temblar y
enfurecerse, yo no puedo evitar sentirla así, como un ser vivo y despiadado que,
sin embargo, nos está mandando avisos.
Los más importantes tal vez sean dos. Uno, que la vida no se basa en
seguridades y no puedes dar nada por sentado. Y otro, que el Caos, aquello que,
según los griegos, era el Principio de todo, sigue estando ahí, dormido o en
duermevela, acechando desde las profundidades.
Es que vivimos sobre volcanes, Jane. De todos modos este verano, como nos decía un querido amigo, debieron habernos prohibido salir de la isla: fuimos a El Hierro y empezaron los seísmos (pensamos que los habíamos provocado nosotras cantando a grito pelado en el coche por esas carreteras El relicario) y ahora nos vamos a Turquía y vuelve a temblar la tierra, y eso que estuvimos calladitas. Algo tendremos que hace que se desate la energía telúrica.
ResponderEliminarYo ya me temía que nos iban a echar la culpa de tanto temblor. Por una vez, podían echársela al Gobierno, que es quien carga con todo.
EliminarAy, Señor. Fuerte peligro de mujeres. Tendrán que avisarme del siguiente viaje pa tomar rumbo contrario. ¡Jesús! Ahora recuerdo un temblor en Caracas , ¡y yo en un piso 15!. Pensé para mis adentros : " para cuando llegue a la planta baja, ya seré una torta chasnera en medio de tanto escombro". Afortunadamente, aquello no fue a más y pude llegar sano y salvo a la calle. El segundo temblor ya fue en La Laguna. Me desperté a media noche con el murmullo de la vecindad en el patio, y pensé entonces : "Vaya con estos vecinos, que no dejan ni dormir, y seguí a pierna suelta soñando en mis cosas...". ¿ Son afinaditos los cantos o mas bien tirando a una oreja enfrente de la otra? porque la Tierra se queja a veces de éso... saluditos cordiales
ResponderEliminarUna experiencia espeluznante la del piso 15. Yo recuerdo una vez, viviendo en un piso 10, ver abrirse las puertas de los armarios durante un vendaval. Salimos escopetados con los niños pequeños a casa de mis padres, que estaban más seguros en un primer piso. Es verdad que hacen edificios a prueba de terremotos y huracanes pero a nosotros, no. Este es un mundo inseguro y, a poco que se encrespan los elementos, caemos en la cuenta.
EliminarY, encima, nos dejan sueltas a Sagitta y a mí, desafiando el peligro. De todas formas, los cantos de Sagitta son bastante afinaditos. Los míos son de los de la oreja.
PD: ¡Qué bueno verte otra vez por aquí!
No conocía la hipótesis de Gaia. Me parece un tema interesantísimo. :) Un saludo.
ResponderEliminarSí que lo es. Los movimientos ecológicos defienden esta hipótesis, e, incluso, muchos ven en Gaia la causa de los extraños círculos de las cosechas que han aparecido en muchos lugares del mundo. Lovelock, sin embargo, no estaría de acuerdo con esto último ni ha atribuido nunca al planeta algo parecido a un pensamiento. Sólo defiende que la Tierra se autorregula para ser habitable, contrarrestando cualquier peligro que la amenace y adaptándose a cualquier cambio: el oxígeno se repone constantemente, la temperatura global y la sal de los mares se han mantenido más o menos estables durante millones de años...
EliminarPero, claro, esto contradice algunas teorías, como la de la evolución, que dice que es la vida la que se adapta al medio. Lovelock dice lo contrario: la vida (Gaia) es la que influye sobre lo inorgánico.
De todas formas, como toda hipótesis científica, lo interesante es que nos lleva a hacernos preguntas, y, como sabes, la ciencia y el pensamiento avanzan a golpe de preguntas.
Un abrazo.
Erupciones volcánicas como la que has tenido el gusto de vivir tú, in situ, no las he vivido yo. Lo que sí viví, y no fue un gusto precisamente sino un enorme susto, fue el terremoto de Mayo de 1989. Creo que no lo olvidaré mientras conserve la memoria.
ResponderEliminarRecuerdo claramente cómo me despertó una sacudida en mi cama, que me separó tres o cuatro centímetros de la pared y, al mismo tiempo, una especie de rugido que subía de las entrañas de la tierra. No sabría describirlo porque fue un ruido único, especial, que no se parece a ninguno conocido y que no me gustaría volver a oírlo. Pienso que, a pesar de que hoy estamos más preparados, aquel profundo sonido me gustaría que no volviera a darse.
Siempre que por determinadas zonas de la Tierra, éstas se tambalean con 6, 7 u 8º, compadezco muchísimo a los que lo sufren, porque debe ser horroroso. Aquí lo tuvimos de 5'3 y echó mucha gente a la calle, pero no hubo desgracia alguna. Cada vez que oigo estas noticias, siento que vivimos en un lugar privilegiado, aunque, de vez en cuando, comprobemos que nuestro territorio, como bien dices, sólo está en duermevela.
Pues imagínate lo que están pasando en El Hierro, en donde ahora hay muchas probabilidades de otra erupción frente a Frontera. Todos los días un temblorcito por aquí y otro por allá, ayer 31 seísmos, uno de 4,4. Este verano, cuando nos quedábamos en Frontera, la gente nos decía que había muchos temblores pero no los notábamos. Estos sí se notan y los herreños deber tener algo de susto en el cuerpo, aparte del desconcierto de no saber a qué atenerse, si los evacuan o no. Como dice mi abuela como conclusión en su carta: "... no sabemos en qué irá a parar esto...".
EliminarUn abrazo.
Nosotros vivimos en una casa de campo.Recuerdo hace dos o tres años, mientras comíamos en la cocina, note un sonido como de una ráfaga de viento muy fuerte y de un segundo de duración y a la vez, como si el banco donde estaba sentada ,se deslizase bajo mi trasero ¡con perdón!. Le comenté a mi marido, que estaba entusiasmado tomándose una cerveza, que acababa de ocurrir un terremoto. Me miró bastante incrédulo y me dijo:- ¡Si hombre!¡ Hubo un terremoto de media mesa para allá!.Cuando por la tarde , nos encontramos con los amigos, lo primero que nos dijeron fue:¿Notaron el terremoto?
ResponderEliminarEs que hay culos (también, con perdón) más sensibles que otros, y la cerveza puede ser un factor antisensibilidad ante los terremotos. Cosas que pasan, querida Tona.
EliminarEspero qué continúe dormido para siempre, pero si no es así, qué cuando despierte sea de una forma bonita a la vista, pero nunca catastrófica.
ResponderEliminar¡Ay, Lourdes, las formas catastróficas en la naturaleza (una buena tempestad, un alud de nieve, un terremoto, una ola gigantesca...) son también las más impresionantes y bonitas! Mis nietos muchas veces empiezan las conversaciones entre ellos diciendo: "Cuando explote el volcán...", dando por hecho que alguna vez lo hará. Si es así, esperemos que sea flojito (y bonito), como dices :-D
EliminarRecién llegada allá por el 71 de Venezuela (en el 67 me gocé allá tremendo terremoto) desde septiembre les decía a todo el mundo en Icod... que si no sentían los terremotos... Luego recuerdan el episodio del bicho de los Realejos? Que se oía un rugir barranco abajo? y zaz... explotó el volcán en Teneguía... y entonces sí que me creyeron lo de los terremotos porque los empezaron a sentir... Pedazo espectáculo el atardecer desde Icod con La Palma toda enrojecida por la lava... Ains... Nuestros volcanes tienen esa virtud... son lentos... Con cuidado... un buen espectáculo..
ResponderEliminarHay gente, Gladys, que sabe ver, oír e interpretar las señales antes de que pasen los acontecimientos. Llámalo sexto sentido o hipersensibilidad... Lo tendré en cuenta cuando empieces a barruntar algo :-D
EliminarYo también me acuerdo del maravilloso espectáculo cuando nos acercábamos a La Palma en barco y se veía rojo el horizonte. Y, desde luego, jamás podré olvidar la escena de un volcán en erupción al alcance de los sentidos.