Supongo que no hay nadie en este mundo que no conozca el chiste del cura que
se sentía muy feliz con cosas tan sencillas como su cafecito y su rosario, y que
terminaba al final diciendo: “¡Rosario! ¡Tráeme el café!”. En casa lo oíamos un
día sí y otro también a mi padre porque mi madre se llamaba así y él era, como
el cura, adicto a las dos cosas.
Me he acordado del viejo chiste después de oír que el Secretario de Estado de
Administraciones Públicas, Antonio Beteta, imbuido por ese ansia de jugar a los
recortables que parece haberse apoderado de quienes nos gobiernan, ha advertido
a los funcionarios de que lo del cafecito a media mañana se va a acabar, hombre,
que ya está bien y que hasta ahí podíamos llegar.
Soy totalmente consciente de que estamos en época de sacrificios y de que la
culpa de la crisis no está en burbujas inmobiliarias, manejos de los bancos o
despilfarros políticos como hacer aeropuertos sin aviones y cosas así. No, no,
la culpa es de los funcionarios que, todos a una, paralizan el país a media
mañana para tomarse un cafecito y ponerse a hablar (mal) del gobierno. Y yo,
como funcionaria jubilada, asumo mi parte de responsabilidad, faltaría más.
Yo (y me doy dos o tres golpes de pecho) durante 35 años paré a media mañana
mi trabajo y volé, como paloma al nido, hasta el bar del Instituto a tomarme un
café que me restableciera el equilibrio. Yo fui firme partidaria de que el bar
de los profes estuviera separado del de los alumnos (y sé que muchos alumnos
también lo agradecían): media horita al día, aunque sea, cada uno por su lado
hablando de sus cosas. En ese ratito yo hablé con mis compañeros, no sólo de
arreglar la enseñanza sino de arreglar el mundo. Allí se intercambiaban recetas,
se contaban anécdotas y chistes y conocíamos las alegrías y pesares de los
demás. Allí se establecían lazos de amistad y se quedaba para salir más tarde o
para organizar una comida (por San Diego, por el Día de la República, por el Día
de Canarias o porque sí). Y también se hablaba del gobierno que para eso somos
españoles.
A ese momento impagable lo llamamos “recreo”, aunque hubo alguna vez intentos
estúpidos (de los que todos nos reímos a carcajadas) de llamarlo “segmento de
ocio”. Pero “recreo” está bien. Es una palabra que viene del latín “recreare”,
restablecer, reparar. “Recreo” es propiamente “reparación de fuerzas”, según
Corominas.
Y eso hacíamos cada día –reparar fuerzas para seguir-, después de 3 horas de
actuación en las que había que impartir conocimientos, mandar a callar a
Fulanito, atender a las dos niñas con necesidades especiales en una clase de 36
alumnos, quitarle el móvil a Menganita, corregir tareas, escribir esquemas y
llaves en la pizarra, coordinar el diálogo e intentar que la clase fuese
entretenida.
Así que, aunque yo ahora, en esta jubilación, ni siquiera necesito tomar un
cafecito a media mañana (me basta una fruta mientras disfruto del silencio),
reivindicaría el recreo y el cafecito ante el Señor Secretario de Estado de
Administraciones Públicas, diciéndole de paso, con todos los respetos: “¿Tú
estás tonto o qué?”. Y me uniría a todos mis compañeros funcionarios (que estoy
segura de que están pensando lo mismo que yo) en un solo grito: “¡No sin mi
café!”.
Si quieren, pueden quedarse con el rosario.
Qué haría yo sin mi cafecito de media mañana...
ResponderEliminarMi momento más necesario, el que me devuelve la serenidad en medio de una mañana de tensión. Con algún compañer@, cuando necesito hablar, o leyendo algún blog al que soy adicta, cuando necesito estar en silencio, simplemente desconectar.
Me uno a vuestro grito, aunque no sea funcionaria, ni jubilada...
¡No sin mi café!
Yo ahora casi no tomo café por aquello del insomnio (y eso que en mis buenos tiempos me lo tomaba hasta después de cenar como preparación para irme a la cama). Pero los adictos al café lo somos para siempre y cada día me llena el alma, me estimula y me reconforta su aroma, que está entre mis preferidos (junto al de las naranjas, el pan recién hecho, la piel de un bebé y la ropa limpia y oreada al viento).
EliminarDisfruta, Soti, todo lo que puedas de ese olor y de ese sabor que, como dicen los turcos, es "negro como el infierno, fuerte como la muerte, dulce como el amor".
¡Yo! ¡Yo no sabía ese chiste, hasta el sábado pasado!
ResponderEliminarY me lo contaron diciendo "es muy viejo", y hoy he pensado "pues se ve que está de última actualidad".
Completamente de acuerdo contigo, sobre los auténticos orígenes de la crisis.
Han sido esos y la gente que se ponía enferma, y los que iban al colegio (gentuza), y no nos han dejado gastarnos el dinero público en cosas útiles como excursiones cinegéticas para cazar especies protegidas.
¿Ves? Por eso se repiten tanto los chistes viejos, a ver si , por casualidad, hay alguien que no los sabe, que siempre los hay.
EliminarY podríamos buscar más causantes de la crisis: los que de vez en cuando van al cine o los que se indignan porque ya no llegan a mileuristas (Ah, se siente, no haber querido vivir por encima de sus posibilidades). Y los viejos, que son un riesgo viviendo tantos años y no dejando sitio a los que están detrás... Te digo, Loque, que cada día estoy más estupefacta ante declaraciones, comunicados, balones fuera y excursiones cinegéticas sin necesidad.
A lo largo de mi vida profesional, y creeme que ha sido bastante larga, el momento del café siempre ha sido un momento positivo y hasta mágico , para los que lo compartimos. Parece que es el arranque para que el día funcione, como la llave que abre las ganas de hacer las cosas bien. Como trabajo en sanidad , ya se pueden imaginar el strees que conlleva la atención al enfermo, y ese pequeño instante , que no dura más de 15 minutos, es como el pistoletazo de salida para correr un maratón. Nosotros no sabemos si somos funcionarios o no: siempre comentamos que somos funcionarios para los deberes pero no para los derechos.,por ejemplo nos aumentan el horario laboral media hora diaria que los funcionarios lo pueden resolver añadiendo ese tiempo al horario habitual.Nosotros no, por ser sanitarios, nos obligan a trabajar los sábados.Por ejemplo la jubilación anticipada que tienen algunos profesores de la enseñanza, a nosotros jamás nos la han ofrecido, ..y así miles de cosas más. Por todo ello, ya que somos funcionarios solo a medias, espero que el Sr Beteta nos deje tomar, por lo menos, medio cortado. Un saludo
ResponderEliminarEl aroma del café es para mí una tarde en la cocina de mi infancia, mientras se colaba en aquellos filtros de tela; es mi abuela que, antes de decirte "¿quieres un cafecito?", ya lo había puesto al fuego; es mi tío Pepe pidiendo "un pozuelito de café" y mi primo Mingo acunando la taza con sus manos de dedos largos y elegantes; y es esos recreos del Instituto entre risas, olores de desayuno y parrafadas con mis compañeros. Como dices, algo mágico para compartir.
EliminarY tienes razón con la situación de los médicos, que conozco bien: en mi familia, lo son mi hermana y mi cuñado, mi hija y mi yerno, dos sobrinos, dos primos... Lo peor que veo en esa profesión son las guardias. Recuerdo que mi hija, cuando trabajó en Urgencias, a veces pasaba 24 horas sin dormir ¿Cómo rendir de esa manera (incluso con tacitas de café)? Se merecen, no medio cortado, sino todos los cafés del mundo, acompañados de galletitas, bollos y bizcochos. Y que de una vez arreglen esos disparates.
Por favor, pidan de inmediato la renuncia de ese Señor Beteta. ¿ A quién se le ocurre prohibir el "coffee brake" mañanero?. Nada tan sabroso como compartír una buena taza da café en una excelente conversación. El café como el vino, alivia las penas y estimula el ánimo; si tienen dudas, pregunten a los irlandeses. Soy un empedernido tomador del espirituoso colado. Por estos predios tenemos uno de los mejores granos del mundo y lo digo sin pretender caer en excesos de regionalismos. El café venezolano se presta para la realización de mezclas, dado su cuerpo y sus características de beneficio, bien sean lavado o trillado. Por otra parte, creo que somos únicos en la forma de denominarlo. Acá tenemos marroncitos (cortados), marrón corto, marrón largo, negrito, con leche y el muy popular "guayoyo" (agua chirre, le decia mi abuela materna) . Como siempre Jane, tus escritos promueven interesantes encuentros. A cuidarse, pues y ojalá algún día podamos compartír una humeante taza de un buen café.
ResponderEliminarAy, Agroteide, si empezamos a pedir renuncias por estas "perlas" que nos regalan los políticos... El domingo, la columnista Elvira Lindo dijo sobre esta tema: "Lo de perseguir la ingestión de cafelete lo veo antinatura, porque no existe en la naturaleza un funcionario sin su cafelete. Ni en Madrid ni en Nueva York. Que prohíba las comilonas de consejeros, asesores de los consejeros o asesores de los asesores. Pero, ¿el humilde cafelete? ¿De verdad la economía española va a recuperarse si suprimimos ese estimulante que fomenta la sociabilidad?". Así que ya ves, por protestar que no quede...
EliminarY, mmmmmmm, conozco el café venezolano. Cuando vivía mi tío Faustino, que se pasó toda su vida ahí, muchas veces nos mandaba un café tan aromático que lo olía antes de llegar a casa. Y comparto tu deseo: un buen café negro y humeante y una buena conversación entre amigos ¿Qué más se puede pedir?
Dí que sí, Jane. Esos momentos de evasión en la cafetería del centro no se pueden perder. Es como cuando los japoneses paran en su muy ajetreado trabajo diario para hacer unos ejercicios físicos , pues nosotros pa´l café. Y eso que yo lo de los ejercicios, defendiendo mi gremio, lo aplaudiría igualmente pero, a estas alturas, ya no podemos hacer dos cosas a la vez y, como te pasa a tí, se nos altera el sueño por nada. Este señor secretario, hace tiempo que habrá perdido el norte, si es que alguna vez tuvo brújula...
ResponderEliminarYo recuerdo a mi tia abuela Rosalía, cuando hablamos de café, como regresaba a San Pedro Arriba, en Güimar, después de conversar con mi abuela en la cocina a golpe de molinillo en las mañanas de antaño.¡ Ay, qué va a saber ese hombre de cafeliltos!
Hasta el mismo Bach dijo: "Sin mi café de la mañana soy sólo como una pieza dorada y seca de carnero". ¿Qué diremos, entonces, nosotros que ni le llegamos al tobillo al genio? Ese señor Beteta, según el artículo de Elvira Lindo que le comento a Agroteide, es "ese tipo de político que habla sin filtro" y para el que habría que reservar "una columna sólo para sus perlas. Perlas Beteta." Pero con esta perla pa´mí que se pasó.
Eliminar¡Y cómo recuerdo yo también las tardes en la cocina de casa moliendo café, como dice la canción! Todavía tengo el molinillo de entonces y todavía conserva, muy en el fondo, el aroma de aquellos cafés.
Lo que pasa es que no hemos captado porqué el Secretario de Estado ha dicho lo que ha dicho sobre el cafelito de los funcionarios.
ResponderEliminarHay que entenderlo, a los que son como él, les han quitado la tarjeta para que pudieran pagar la comida en un lugar caro, o para comprarse algo, o para pagarse unas copas después de "trabajar".
Y claro eso duele, a alguien hay que echarle la culpa de no poder usando la tarjeta que pagamos los del cafelito y todos los demás españoles.
Ah!, se me olvidaba que alguno de los personajes que aplauden al Secretario de Estado, pagaban su visitas a esos sitios de carretera que de noche encienden un bombillo rojo, y tienen nombre de Monte o Planeta. Y claro, tienen que estar enfadados con nosotros. Ya lo dijo el poeta: "Cuando la de abajo se empina, la de arriba no domina".
No tienen vergüenza ,o mejor, tienen una cara que se la pisan.
pero claro, saben que somos demasiado civilizados, y no vamos a hacer lo que había que hacerles.
Un beso, Jane.
Circula por Internet una carta, titulada "Derechos, que no privilegios", de una docente que cuenta que nuestro sueldo es transparente y en nuestra Declaración a Hacienda no hay fraude ni picaresca. Los ahorros, pocos, en el Banco y no en paraísos fiscales. Damos cuenta cada día de nuestro trabajo a alumnos, padres, director e inspectores. Conseguimos el puesto por oposición, no por enchufe. No tenemos dietas: pagamos la gasolina del coche con el que vamos a trabajar, la comida si nos tenemos que quedar, ese café que nos quieren quitar, tan denostado, los bolígrafos para corregir... Nos recortan ahora en derechos, no en privilegios, y dice: "Los culpables de esta crisis son mucho más poderosos que nosotros y sí tienen privilegios: que la paguen ellos". Esta crisis es, Juan, como dices, un ¿pulso? entre los que más pueden y los que menos.
EliminarY no sabía esa poesía ¿Te me pones poético el Día del Libro?
Un abrazo.
El cafe me hace recordar a una gran mujer, que todas las mañanas con su bandeja llena de pequeñas tazas, recorría todas las habitaciones de la casa despertándonos con mucho cariño y ofreciéndonos aquellos "buchitos" que olían a gloria bendita. Ella era mi querida abuela Dorotea
ResponderEliminarEn casa hay dos cafetos y, cuando vivía mi madre, ella recogía los granos, los pelaba, los ponía a secar al sol, los volvía a pelar, los tostaba, los molía... y todo ese proceso terminaba en un "buchito" de café como el tuyo, que olía a gloria bendita.
EliminarDel mundo del café me gusta, no sólo el producto, sino también ese vocabulario cariñoso ("buchito", "repuchito", un pozuelito...) y la cantidad de formas de denominarlo: el lenguaje del café.
Yo, por desgracia, y supongo que debido a mi edad, fui simplemente, ama de casa así que el cafecito me lo tomaba en cualquier momento en el que podía librarme de criar a mis tres hijos, lavar pañales, poner lavadoras, ir a la compra,preparar la comida y solo con la ayuda de Maricarmen, mi fiel y querida asistenta de aquellos tiempos que venía un día a a semana a ayudarme. Hoy es diferente. La tensión arterial me impide estar todo el día pegada a la cafetera como hubiera sido mi deseo pero eso sí, cuando me levanto a las seis de la mañana, sin otra obligación que dedicarme a mi, enciendo el ordenador, enchufo la cafetera y desde que ese aroma se extiende por mi cocina, por el despacho, por mis sentidos y me siento ante la taza de humeante café, mientras leo mis correos me siento como debiste sentirte tu en esos recreos que tan buen recuerdo te han dejado. A ver cuando nos tomamos un cafe...
ResponderEliminarPUedo visualizar perfectamente, Alejandrina, ese momento mágico, en el silencio de la casi madrugada, en el que conviven el ordenador, tu cafecito y tú. Yo también los tengo y pienso: "Algo así debe ser lo que llaman felicidad". El mundo en ese instante está en paz.
EliminarEn la casa de mi infancia la cafetera estaba siempre preparada y pienso que el poder disponer de momentos de relax ante una taza humeante, en medio del trajín diario, contribuyó a que mi madre y muchas amas de casa siempre tuvieran la sonrisa en los labios.
Tenemos que proponernos esa cita y esa tacita. Me apetece mucho.
Me quitan el cafetito por la mañana y me matan... Después de comer ni loca...! ¿Y ese coloquio que se arma alrededor? Lo mejor del día...! Qué de cosas se han urdido, arreglado, oido, alrededor de unas tazas... Aquellas visitas (En casa de padres, abuelas, tíos...) de cafetito, unas pastitas... otro café? Y venga historias... Ainssssss
ResponderEliminarA lo mejor, Gladys, nuestros políticos no se ponen de acuerdo para formar gobierno porque no buscan las condiciones adecuadas en las que entraría un buen cafecito. Nosotros, por lo menos, más de una vez hemos arreglado el mundo a la hora del café. También es verdad que al café le ha seguido la copa, todo hay que decirlo... ¿Les damos la idea?
EliminarAaaay qué genial!!! Para mí el recreo es leer esta columna, donde me río yo sola con los chascarrillos subversivos, y en la que hasta los post de 2012 suenan actuales . Por cierto, que el chiste de mi café y mi rosario se oye aún en la sobremesa en casa de mis padres en cada ocasión, me he partido de risa!!! Un abrazo.
ResponderEliminarYa dije que el chiste es más viejo que la raspa. Pero, a lo mejor, por lo familiar, me sigue haciendo gracia a mí también.
EliminarY ya me dejaste preocupada ¿Sonarán actuales porque en realidad en 4 años no ha cambiado nada de nada? Qué miedo :-D
Un abrazo.
Yo acabo de dejar la cafeína pero por nada del mundo dejaría el café, Jane. Desayuno con lo que una compañera mía llama con mucho salero un "desgraciado": café descafeinado con leche desnatada y sacarina. Y es que aunque me encanten las infusiones y la fruta para hacer un alto en el camino, no hay nada como el café para despertar y para estimular la conversación. En cuanto al ilustre señor al que se le ocurrió la brillante idea, ¡probablemente tiene bastante castigo con pasar a la historia por ella!
ResponderEliminarMuy buena calificación la de tu amiga. Me gusta más que "aguachirle", que es como lo hubiera llamado yo. Como no puedo tomar café, a veces sucumbo y me tomo un descafeinado (con leche condensada, eso sí, que una no puede sucumbir a todo). Pero no es lo mismo, qué va.
EliminarY es que, como leí en un texto firmado por Arturo Mora, "a veces, sólo el sabor del café borra los recuerdos de una noche incompleta". Y eso, estoy segura, solo lo hacen los cafés cafés, no los "desgraciados".
Un abrazo, Alicia.
No me lo creerás pero te leo mientras me tomo mi café de media mañana. Yo, aunque también esté jubilada no he renunciado a él (y eso que no tengo una Rosario que me ponga la cafetera al fuego).
ResponderEliminarMe alegro, Luisa, de acompañarte aunque sea virtualmente en ese café de media mañana. Si es en compañía, sabe mejor.
EliminarPd: Y siento la tardanza en contestar. He estado de viaje.
Besos.