martes, 3 de abril de 2012

Cualquier tiempo pasado... fue anterior




Sirva esta cita que oí a Les Luthiers como título y preámbulo para hablar de tiempos anteriores (no necesariamente mejores o peores) y, sobre todo, de lo que queda de ellos, esos testigos que vieron transcurrir otras historias, salir y ponerse otras lunas, nacer y morir a otras gentes. Testigos como, por ejemplo, las casas antiguas, que cargan con el peso de los siglos y esconden secretos: huellas de pasos, alacenas tapiadas, capas y capas de pintura que varias generaciones dejaron sobre ellas.

Cuando restauraron mi Instituto –el más antiguo de Canarias- aparecieron en las paredes frescos de otro tiempo y, bajo el suelo, sepulcros escondidos. Recuerdo el entusiasmo de mis alumnos –entonces yo daba, entre otras, una asignatura llamada “Taller de prensa”- y la fruición con la que contaron en el periódico del centro la noticia de la cripta que se descubrió en un rincón del claustro. En ella había botones de casacas y hebillas de cobre, encontrados junto a los restos de dos monjes que, varios siglos antes, cuando aquello era un convento agustino, caminaron pausadamente por los pasillos y jardines, y que, por breves momentos, volvían a ser actuales.

En cambio, las casas nuevas –como las familias felices, que decía Tolstoi- no tienen historia. Una casa como la mía, de apenas 31 años, no esconde nada. Pero sí que cuenta también con testigos de antaño, de cuando el lugar en que hoy está mi casa era parte de una finca en plena producción. Quedan en pie un par de escalones al final de un muro de piedra hecho con la perfección de los agricultores de antes. Y queda el nisperero que, fiel a la cita en todos los abriles, se llena de frutos dorados.

Los hemos recogido este sábado pasado para ponerlos de postre en una comida con los amigos en la que celebrábamos la primavera y muchas cosas más. Los he pelado para hacer el licor de nísperos y la mermelada de todos los años. Y me los he comido al pie del árbol, que es como mejor saben.

Quiero pensar que, cuando yo ya no esté, el nisperero seguirá ahí, antiguo y firme, durante mucho tiempo. Que no lo abatirán tormentas, ni plagas, ni caprichos humanos. Que seguirá verde todo el año y lleno de flores blancas en el invierno. Que el zumbido de las abejas seguirá acompañándolo. Y que habrá, como mis hijos y mis nietos lo hicieron, otros niños que, en un abril encantado como este, se suban a sus ramas y, apoyados en ellas, se coman, entre risas, un buen puñado de nísperos.

Algo así tiene que ser lo más parecido a la eternidad. 

32 comentarios:

  1. De nuevo, me has emocionado y enternecido.

    Y otro día más que no someteré a la humanidad a mi tiranía, porque me has recordado que hay una abuela haciendo mermelada a sus nietos y a los que no son sus nietos.

    Ay, qué malandrina, lo has vuelto a conseguir.

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    1. ¡No, por favor! No dejes atrás tus intentos de dominación mundial. Ante tanto bergante que pretende lo mismo, yo te digo lo que la princesa Leia a Obi-wan-kenobi:"Eres mi última esperanza". Pero eso sí, si alguna vez nos vemos fuera del universo digital, te prometo un bote de mermelada de nísperos y también una botellita de licor, que dicen que es digestivo (porque hay que estar a bien con el ama del mundo). Un abrazo.

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  2. Hola Jane. También a mí me gustaban los nísperos a pie de árbol o encima de él.Ahora su espacio ha sido robado por un edificio a medio hacer y abandonado por la crisis o por las ansias de algún menesteroso que huyó lejos. Cuando recorro la solitaria casa familiar de Güimar , recuerdo la voz de mi madre cuando nostálgica acudía a limpiar :" las casas son de quienes la habitaron", y es que nada puede llenar el vacío del amor verdadero por las cosas...Seguro que tu licor es riquísimo, acidito pero dulce a la vez, y es que quien escribe con tanto cariño de la vida tendrá que hacer unas bebidas dignas de elogio. Si el de limón le dicen Limoncello los italianos, cómo podríamos llamar al de níspero?

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    1. Sí que da pena ver las casas familiares abandonadas. Tu madre era una mujer sabia. Sin personas que las cuiden, sin niños que jueguen entre sus paredes, sin calor humano, las casas son cáscaras vacías. Igual pasa con la casa de los abuelos de mi marido en El Tanque, en la que el tejado se está viniendo abajo y en la que hay ruina por todas partes. Eso sí, el naranjero grande de la entrada (que dio nombre a la casa) sigue, desafiante, llenándose todos los inviernos de naranjas, como demostrando a todos que él, por lo menos, sigue vivo.

      Nosotros hacemos también licor de limón, pero no lo llamamos "limoncello". Es otra cosa, un poco más ácida. Pero bueno, podríamos patentar el "nisperello" ¿por qué no?

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  3. Enrique Betthencourt1 de abril de 2016, 10:24

    Eso, fue anterior. Yo soy urbanita, y hoy justamente me trajeron a casa nísperos de Tenoya, una zona semi rural dentro de Las Palmas de Gran Canaria, pero esa mermelada es una propuesta y ese lícor suenan a auténticas tentaciones.o Saludos, Enrique

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    1. Disfruta de los nísperos de Tenoya. Visto que el dominio del asfalto cada vez es mayor, igual llegará un momento en que sólo sean un recuerdo. De todas formas, yo, que soy optimista, toco madera para que no y para que nuestro campo se vea apoyado por quienes tienen que hacerlo. El campo es muy agradecido, la verdad. Saludos.


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  4. Mejor tener cada año unos buenos cestos de nísperos que fantasmas paseando por los pasillos.
    De todos modos se ha perdido la costumbre de enterrar las cenizas en lugares como ese, que proporcionan, como bien dices, lo más parecido a la eternidad. Ahora que está tan de moda ir llevándolas de playa en playa y de pueblo en pueblo deberíamos volver a los lugares cotidianos, como tu nisperero. Eso sí que sería descansar en paz. Y seguro que más de un descendiente encontraría a su sombra refugio y consuelo.

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    1. Oye, pues no deja de ser una buena idea: un reposo tranquilo bajo las ramas del nisperero por toda la eternidad (o hasta que conviertan mi casa en un bloque de pisos). Y tienes razón, con las cenizas hay mucho trajín. Ahora estoy leyendo, entre novela y novela, el libro de Nieves Concostrina, "Polvo eres II", y cuenta que, por ejemplo, con las cenizas de Kurt Cobain se hicieron 3 montones. Uno se esparció por un monasterio budista de Nueva York; otro se tiró a un río (los peces de mares y ríos están más que abastecidos de cenizas humanas); y el 3º se lo quedó su mujer, Courtney Love, que lo metió en un bolso rosa en forma de oso de peluche, de donde dijo después que se lo robaron. Esto lo aprovecharon algunos listillos para vender cenizas de Kurt Cobain por Internet y una ¿artista? australiana anunció que se fumaría, en directo, las cenizas de Cobain mezcladas con marihuana para liberar el espíritu del cantante. ¿¿¿???

      Yo tengo claro que mis seres queridos no están ni en el cementerio, ni en el mar, ni desparramados por esos montes, sino en mis recuerdos. Y eso, la memoria de los que nos conocieron, pienso que es toda la eternidad a la que podemos aspirar.

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  5. Visitante ecológica1 de abril de 2016, 10:32

    Ojalá, amiga Jane, que tu deseo se cumpla y nadie (sobre todo, nadie) atente contra ese hermoso y exuberante nisperero.
    Harta estoy de ver desaparecer especímenes vegetales, como palmeras o jacarandas que, hasta no hace mucho, engalanaban algunas calles o paseos de esta ciudad y, hoy, se desconoce qué hicieron con ellas. En el mejor de los casos, las sustituyen ridículos arbustillos que, ni de lejos, dan la sombra y el placer de observarlas que proporcionaban aquellas.
    Seguro que si el responsable (?) político de turno fuera preguntado por las razones de su desaparición, se inventaría alguna excusa de las del tipo "ensucian mucho..." o "interfieren el desarrollo de otras especies...", más pedantilla y aparente, para los que se las crean.
    Si, a la larga, no queremos convertirnos en una prolongación del Sahara, exijamos conservar, a través de los tiempos, nispereros, palmeras, jacarandas, laureles, etc., que atraigan las nubes que nos dan el agua y, por tanto, la vida. Sólo así, disfrutaremos de algo parecido a la eternidad.

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    1. Somos muchos los amantes de los árboles, en los que reconocemos los pulmones del mundo. Nos duelen las amenazas contra ellos y tememos que la desaparición de uno de ellos pueda convertirse en definitiva. En nuestro Santa Cruz está pendiente, si Dios no lo remedia y vuelve la cordura, la desaparición de los laureles de la Avenida de Anaga, bajo los que tanto hemos paseado. Y en el mundo, leo en el periódico de ayer una noticia, "Asedio al bosque en Paraguay", en la que dicen que grandes tramos del Chaco, uno de esos bosques en los que todavía viven tribus de cazadores-recolectores, están siendo arrasadas por ganaderos de Brasil (468.000 hectáreas deforestadas en 2 años).

      El 21 de marzo, el día en que empieza la primavera, es también el Día del Árbol y ese día se enumeraban en una carta al Director las ventajas de "este ser magnífico". Entre otras, hacer disminuir la temperatura ambiental 5 o 6 grados, producir oxígeno, retener partículas contaminantes, flitrar el viento o provocar la lluvia, ahora que tanta falta hace. Plantar árboles es más económico que poner asfalto. Vamos a ver si nos hacen caso.

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  6. Que bien expresas tus sensaciones, jane. No conozco tu casa pero me imagino por la foto, un buen perro trotando junto al nisperero . Por ejemplo , un bardino canario, juguetón y simpático y goloso con los nísperos caídos. Y tus nietos jugando con el, trotando mas bien. Esos momentos entrañables que perduran para siempre. Besos desde Turín

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    1. ¿Cómo lo adivinaste? Efectivamente, la caseta verde a la que da sombra el nisperero es la de mi perro que, como bien deduces (estás hecha una Sherlock Holmes), se atiborra de nísperos caídos. Y sí, es un verdino llamado Rebo, porque lo recibimos de "rebote" (se lo regalaron a mi hermana y ella, que no tenía ganas de líos, nos lo traspasó). Lo de simpático y juguetón también es verdad, aunque tiene sus días.

      ¡Y qué bien que estás en Turín! Supongo que habrás visitado el Palacio real, el Palacio Madama, la Catedral (y su Sábana Santa), el Museo Egipcio, el Parque del Valentino con el Castillo... Es una ciudad preciosa y graciosa. No te canses mucho que últimamente estás que no paras la pata.

      Un beso y ya nos veremos.

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  7. Y quedara el nisperero, y la casa y el muro...porque hoy los has hecho un poco mas eternos, mas raigales, en la dimension de tu literatura.
    De modo que tu quedas en parte de su historia... nunca te iras del todo.

    Un abrazo

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    1. Sí que nos gustaría, Ade, que los sitios que amamos conserven algo de nosotros. Y, aunque tenemos la esperanza de perdurar en alguna dimensión, no podemos evitar también la melancolía que Juan Ramón Jiménez puso en este poema, que seguro que conoces:

      Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros

      cantando;

      y se quedará mi huerto, con su verde árbol

      y con su pozo blanco.

      Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;

      y tocarán, como esta tarde están tocando,

      las campanas del campanario.

      Se morirán aquellos que me amaron;

      y el pueblo se hará nuevo cada año;

      y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado

      mi espíritu errará, nostálgico.

      Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol

      verde, sin pozo blanco,

      sin cielo azul y plácido.

      Y se quedarán los pájaros cantando.

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  8. Me comí un par de ellos de aperitivo. Ricos. Pero lo que más me atrae de los nísperos no es tanto la fruta, como los nispereros. Supongo que no aporto nada nuevo, pero como los tengo en mi retina desde chica, creo que son de los árboles más antiguos y fuertes que existen. Se dan sin apenas cuidados. Se enferman poco, son recios y no necesitan mucha agua. Crecen en cualquier parte, por los caminos, en las huertas, en solares abandonados, sobre un fisco de tierra. Pero es verdad que ya no hay tantos. En mi casa había dos. Mi hermano tiene uno. Por fuera de mi Instituto hay un par, que no sé cómo resisten los embates y colillas de los alumnos... Desde aquí reivindico la importancia del nisperero y alabo que haya personas como tú, que aprovecha de tan apetitosas maneras esta humilde fruta. Sólo te falta hacer agua de colonia con sus flores de sutil aroma.
    Hoy le tocó al níspero, pero hay tantos frutales que van desapareciendo del entorno urbano sin justificación... ¿Recuerdas el Camino de las Peras, por ejemplo?
    ¡Gracias por tan buen rato! Besos.

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    1. Y tienen más ventajas, Milo. Alegran la vista, dan una sombra fresquísima y sus ramas, después de la poda, aromatizan los asados.

      No me decido a estas alturas a sacrificar las flores blancas de mis nísperos para dedicarme a la industria del perfume, pero, mira, no es mala idea para quien tenga una huertita improductiva y le quiera sacar algún provecho en estos tiempos que corren. Porque lo que es verdad es que son árboles que no exigen ningún mimo.

      Y claro que me acuerdo del Camino de las Peras. Y de toda la carretera de La Laguna a Bajamar cuando estaba sombreada de árboles. Ahora sólo queda un tramito escondido a la altura de Tegueste. Un proverbio hindú dice: "Los árboles son las columnas de la Tierra. El día en que los hayan cortado todos, el cielo caerá sobre nosotros". Y en esas estamos.

      Un abrazo

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  9. Juan Pérez Pérez1 de abril de 2016, 10:39

    Cuando era adolescente y se acercaba la primavera, al atardecer cogíamos la carretera que nos llevaba al Barranco. Ibamos allí a comer nísperos, normalmente eran ajenos, pero había tantos nispereros con tantos nísperos que podíamos comer todos los que quisieramos, nos reíamos de nosostros mismos, mientras nos hinchábamos. Siempre había alguno que pelaba los nísperos y ese era el blanco de nuestras bromas.
    Pero cuando llegaba el verano era completamente distinto.Había ciruelas, moras, peras dulces, peras bergamontes.... salíamos al atardecer, comíamos y como las tardes eran grandes, normalmente se nos hacía de noche en el Barranco, y era en esos momentos donde la noche se llenaba de ruidos y silencios, muchas veces de estrellas en el cielo y alguna vez una luna llena que te hacía sentir pequeñito, pero tambien te hacía soñar. Seguramente en esos momentos estabas cerca de la felicidad, o al menos eso es lo que me parece ahora que han pasado mas de 40 años.
    De todas maneras cuando me encuentro con un nisperero cargado, generalmente me doy un atracón, será por recordar el pasado...
    Un beso, Jane.

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    1. Sabes, Juan, que, cuando quieras, puedes venir a pegarte ese atracón de nísperos, incluso subiéndote al árbol. Y no sólo por recordar viejos tiempos sino también por lo ricos que están (sin hacer caso al viejo dicho de "quien nísperos come, y bebe cerveza, y espárragos chupa y besa a una vieja, ni come, ni bebe, ni chupa, ni besa". Todo mentira, por supuesto).

      A mí muchas veces en la huerta, me vienen ramalazos de felicidad. Ahora están los naranjos y los durazneros en flor. Tenemos todavía, además de los nísperos, limones y aguacates y piñas de plátanos a punto de madurar. Y entonces te encuentras un ciruelo, que llevaba 4 años sin decir ni mú, que ha despertado llenándose de botones y flores rosas, como un milagro de la primavera. Se te ensancha el alma, la verdad.

      Un beso.

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  10. El nisperero de la foto, al que, a la tierna edad de 10 años, bauticé Federico (ya se me veía el rejo romanticón), da unos nísperos dulces y enormes, que dejan - tengo constancia como madre - un recuerdo imborrable en la ropa (y no sólo en la memoria).
    Sabrás que yo sólo como nísperos al pie del árbol. Cuando los veo en las fruterías, no me llaman la atención. Tampoco cuando los veo en el frutero aunque sean del excelso Federico. Pero, eso sí, su sabor dulce unido al de la tarde soleada, sazona muchos recuerdos de mi niñez. Tal vez, por eso, sólo saben igual al pie o entre sus ramas...

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    1. Me da pena responderte que, 4 años después de que escribiera este post, ya el nisperero (o "Federico" para ti ¡qué ocurrencia!) no da sombra ni nísperos ni nada. Hace 3 meses lo vimos languidecer y lo cortamos a ver si renacía, pero nada. Un ser vivo de casi 100 años y de la noche a la mañana, no sabemos por qué, se fue.
      Lo positivo es que tiene muchos hijos, fruto de esas tardes comiendo nísperos subidos a las ramas y echando las pipas en la tierra. Uno de sus hijos lo reemplazará y espero que en 2 o 3 años pueda ser el árbol que fue.
      Nada es eterno.

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  11. Precioso escrito y que hoy ¡casualidades de la vida ! , he comprado nísperos, después de más de cincuenta años que no los comía. Consideraba un disparate el comprar una cosa que tuve en abundancia durante mi infancia y juventud. Mi abuelo tenía una finca y plantaba en ella un nisperero, cada vez que le nacía un hijo y luego continuó con los nietos ,por lo que cada árbol tenía su nombre. Se recogían cajas y cajas de ellos, nunca los vendía, los vecinos y la familia daban buena cuenta de ellos. Cúando estuve viviendo en La Palma, se me iban los ojos a ellos pero nunca los cogí, no eran míos. Hoy después de tanto tiempo, he comprado medio kilo, pero seguro que no me saben cómo aquellos que cogía directamente del árbol. Gracias por tus escritos que nos hacen recordar tiempos pasados. Un beso.

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    1. Ya el hecho de comprarlos es un reencuentro. Con tu abuelo que los cultivaba y los recogía (¡qué idea tan bonita sembrar un árbol frutal por cada hijo y nieto!), con tu infancia, con los sabores lejanos.. Pero tienes razón, nunca el sabor será el mismo. Y, como decía Neruda, "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos" tampoco.
      Un beso.

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  12. ¡Dios mío! Qué de recuerdos me ha traído tu reflexión de hoy...
    Mi nisperero es chiquito aún pero fue plantado por mis manos y las de mi esposo y hace tiempo que nos deleita también con sus frutos.
    Gracias por remover nuestro interior.

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    1. Es uno de los gustos de vivir en el campo. Tal vez, de las tres tareas para ser inmortal- tener un hijo, escribir un libro, plantar un árbol-, la menos trabajosa y la más asequible. Pero, ¡qué satisfactorio, qué placer el día en que puedes coger sus frutos y piensas: "Esto lo he hecho yo"!
      Tampoco creo que las tres cosas sean la llave de la inmortalidad (ya ves, mi nisperero ha muerto), pero, total, ¿quién quiere ser inmortal?

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  13. Una guarda recuerdos a los que se aferra como a un clavo frío... Recuerdo la casa de mi abuela... en un barrio de Icod... Rodeada de huertas (suyas y ajenas) en una "hoya" En la ladera, enfrente de la casa había una era sombreada por una higuera que crecía más arriba... con una rama que se balanceaba sobre ella casi tocando las piedras dispuestas en círculos... Mi columpio de lectura... el olor de los higos... el cuidado para no mancharte con el látex... Un peral sanjuanero al alcance de la mano... la sombra... la paz... escondida tras las hojas... leía... leía... leía... Ainsssss!!! Magnífico escrito... como siempre! Me supo!

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    1. ¡Y qué vivos esos recuerdos, Gladys! Yo los tengo parecidos de los pueblos de mi infancia. Los Sauces, Los Realejos, Bajamar. Era la calma de los larguísimos veranos en los que por las noches se salía a la puerta a hablar con los vecinos y a ver unas noches estrelladas como jamás las he vuelto a ver. Y el convivir con la naturaleza, tan alejada de mi vida durante el curso en Santa Cruz, los hacía más especiales. Lindo haberlo vivido...

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  14. María José González Luis10 de junio de 2016, 21:06

    Qué bonita forma de describir la eternidad. Guauuuuuu

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    1. O algo parecido a la eternidad, porque el árbol, 4 años después, ya no está (aunque sí sus hijos). Keats decía: "¡Dichosas, ah, dichosas ramas de hojas perennes que no despedirán jamás la primavera!". Pero hasta las ramas de hojas perennes no son tan perennes como quisiéramos y, por ahora, todos alguna vez despediremos a la primavera... Es la vida.

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  15. Marilu Díaz Estrada11 de junio de 2016, 17:31

    Tuve un nisperero también, aunque en realidad nunca fue mio sino de unos parientes, que yo pasé las mejores vacaciones de mi niñez, en aquel pueblo que siempre lo recuerdo... buen susto le hice pasar a mis tíos después de estar con mis primas y amigas agarrando los dulces nísperos que comimos calientes y luego en la tardecita tome leche, que siempre la dulce Florencia nos daba como merienda....es una mala combinación....disfrute mucho en dicha casa, como veía a las mujeres trabajando con las hojas de tabaco y con el mosto, son experiencias que quedan para siempre....solo mi querida Jane, te deseo que siempre viva tu nísperero ya que cuando fui hace unos pocos años, el mio ya no estaba, pues la civilización llegó..... y la casa mas bella del pueblo está en la ruina....así es la vida, siempre hay que pensar que uno desea una cosa y el que viene atrás piensa de otra manera. Precioso tu relato, me avivas los recuerdos de mi infancia del terruño que dejé. Un beso.

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    1. Mi abuelo siempre nos lo decía: leche con fruta, mal casamiento.
      Mi nisperero tampoco está ya. No sabemos por qué este año, tanto el mío como el de mi hermana (que vive al lado) se empezaron a secar. Podamos los dos, y aunque el de ella terminó reventando y viviendo, el mío, no. En donde estaba hemos plantado otros tres (recogidos al lado, hijos de las pipas que tirábamos al suelo al comer los nísperos) que, por ahora, van creciendo. Es una forma de perdurar, igual que nos pasa a nosotros.
      Un abrazo, Marilu, y gracias por compartir tus recuerdos.

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  16. Pompeyo Pérez Díaz11 de junio de 2016, 17:32

    Fíjate que leyendo lo del nisperero me vino a la cabeza esta película que vi hace poco y me encantó. La idea del árbol y del paso del tiempo, del licor que extraes, etc. es similar. .https://www.youtube.com/watch?v=sh7zZXscUCU

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    1. No la he visto, Pompeyo, pero gracias por la recomendación. Ya la apunté para ver si la puedo bajar de Internet. Tiene pinta de que va a gustarme.

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