Cartel a la entrada de mi pueblo: “VAS A FLIPAR”. Efectivamente, flipando
me quedé cuando lo vi. “Si crees que en
Carnavales hay mucho ruido…” ¡Sí, lo creo! Carnavales es el martillo
demoledor del chundachunda, que hace huir, despavorida, en esas fechas a toda
la gente que conozco del centro de Santa Cruz. “…espera a ver esto”. Y esto es, al parecer, un campeonato
nacional de motos. Pero no anuncian las motos, no. ¡Anuncian el ruido de las
motos! ¡Y diciendo que va a dejar chiquito el ruido de los Carnavales! Sigo
flipando (flipar: quedar estupefacto por
el asombro o el miedo. Yo, por las dos cosas)
Y es que hay ahora una tendencia al cuanto
más ruido, mejor –lo llaman “animar la calle”-, primer objetivo de todo
Ayuntamiento que se precie: música a un nivel altísimo en las fiestas
patronales y en los saraos y chiringuitos de fines de semana; música también en
las calles peatonales, sobre todo en Navidades (si en esas fechas le cantas a
uno de esos sufridos vecinos lo de los peces en el río, puede saltarte al
cuello); ruidos variados en las celebraciones de los hinchas por el triunfo de
su equipo… Y eso que hay crisis. Como le dice una de las dos viejitas de Forges
a la otra: “Como estará la cosa que el Ayuntamiento este año, para las fiestas,
sólo tiene presupuesto para 84.000 ruidos”. “Vaya moñiga de fiestas”, contesta
la otra.
Y luego hay que sumarle el ruido de los
vecinos –mi amiga Loque dice que es que los suyos son pobres y no tienen sino
tacones-; el de las personas que a gritos en la noche nos informan de su vida,
costumbres, amores y desamores; el del camión de la basura de madrugada,
responsable, según unos primos míos, de que hayan tenido un montón de hijos; el
de las teles a todo volumen… Hay casas donde no quieren vivir sin ruidos. Tengo
otro primo –mi familia es muy amplia- que conectó la tele al encendido de la
entrada. Abre la casa, toca el interruptor y, hala, al mismo tiempo, la luz y
el telediario. “Todo conspira cada vez
más -dice Muñoz Molina- para distraernos, para aturdirnos, para dejarnos sordos
con una incesante cacofonía de reclamos”.
Pero muchas personas, yo entre ellas,
perseguimos y buscamos el silencio. El silencio es el espacio en el que nacen
las ideas, incluso la música, el más maravilloso de los ruidos (pero no a todas
horas, oye). El silencio es el momento de escucharte a ti misma, de comprender
por qué haces las cosas, o simplemente de no pensar en nada.
Y no hablo del silencio total, el que puede
haber hallado, qué sé yo, un ermitaño en el más recóndito de los desiertos.
Porque a los humanos nos gusta sentir la vida alrededor. Y hay muchos ruidos
apacibles, voces de los ecos que decía Machado, que acompañan al silencio, sin
romperlo: la lluvia sobre la tierra, la risa de la brisa del río de la canción,
las tijeras en la mañana tranquila mientras limpias y podas los geranios, la
presencia amortiguada de los que van con nosotros por la vida.
Estoy frente al mar, ruido silencioso:
chapoteo de las olas, paz, sosiego, tranquilidad, mente en blanco. Y, de
repente, pasa frente a mí un grupo de motos de agua, ¡¡BRRORRORROUUUUMM!!,
haciéndome añicos el momento.
Y yo me quedo, desgaviotada, flipando con el
ruido.
Desde hace mucho tiempo, existía en los archivos del Parlamento español un anteproyecto, que creo que ya es proyecto, sobre una Ley del Ruido (espero que sea "contra el ruido"), que todos van posponiendo convertir en Ley orgánica, en nombre de no sé que obstáculos.
ResponderEliminarPuedo suponer que el ruido vende mucho y que hay muchos interesados en que lo siga haciendo. Entre ellos, estos pueblos y ciudades nuestros que compiten en "A ver quién hace más ruido", con sus dirigentes políticos al frente. Políticos que, junto al ruido, seguramente asocian un buen puñado de votos para seguir en la poltrona.
Uno de los peores recuerdos que tengo de mis últimos años de profesora, fue el progresivo aumento de ruidos que el ambiente escolar fue alcanzando: desde las conversaciones a gritos de los alumnos, hasta la música a toda pastilla que acompañaba cualquier jolgorio, ya fuera de jóvenes o de mayores. Me los pasé llamando la atención a unos y otros, y todos me miraban como a un bicho raro.
Como tú, huyo del ruido como del fuego, pero, por desgracia, seguimos viviendo en el país más ruidoso de Europa y segundo del mundo, detrás de Japón, y es casi imposible conseguirlo.
Como siempre, creo que el único remedio está en la educación desde la cuna y, eso, puede ser tan difícil como encontrar el silencio apacible que demandas de modo tan poético, amiga Jane.
Querida Jane,yo también flipé cuando vi el cartel, este mismo domingo lo comentábamos Manolo y yo camino del mercadillo.Es cierto todo lo que dices,hace tiempo que no sé lo que es el silencio,porque cuando no hacen ruido mis hijos, un ruido encantador todo hay que decirlo,cuando los tengo acostaditos,disfruto del ruido de los vecinos.Su pobreza debe ser mas elevada que la de los vecinos de Loque,ya que no solo tienen tacones sino tendrán una sola silla que deben llevarla arrastrando por todas las habitaciones,y ese pobre marido que no tiene ni para zapatillas, sino que parece un potro cuando llega a casa y se descalza.Demos gracias a dios por todos estos alegres ruidos rutinarios de bañarse a las 6 de la mañana,enterarse una de sus cuchicheos acostados y sobre todo doy gracias por ser la vecina de arriba y no al contrario,porque sino ya estaría en la cárcel.
ResponderEliminarAl pobre J.Sabina debió de pasarle algo parecido cuando nos regaló una de sus mejores canciones,"Ruido".Que en ocasiones,también debo decirlo,les regalo a los vecinos dicha melodía.
En fin,que sería de nosotros sin los ruidos!!!!
"Ruidos malnacidos,ruidos de vecinos,ruidos silenciosos,contagiosos ruidos...ruidos de motores!!"
PD:Cuando encuentres el silencio verdadero espero que me lo digas y así poder disfrutar un poco de él.
Besos Susana Rivero
Aaaaaaaay, cómo te entiendo, qué bien lo has explicado y cuantísimo lo sufro. Yo ya estoy llegando a puntos de psiquiátrico, lo juro.
ResponderEliminarY un año más, yo también huyo de las fiestas patronales que duran (atención) más de una semana. Sí, Forges tenía razón. MUCHA razón.
Gracias por la mención, no recuerdo haber dicho esa frase, pero como es buena, me la atribuyo de mil amores.
pd. Una futura cartuja.
Leí hace poco, querida Colega, (El País, 11 de agosto) que el ruido está bastante regulado. Empezando por la Constitución que habla de proteger la salud (art.43) y el medio ambiente (art.45) y terminando con la normativa estatal, regional y local basada en ella. No se puede traspasar el umbral de los 65 decibelios, para no dejar a la gente sorda como una tapia, y la OMS rebajó a los 55 el tope a partir del cual se puede hablar de molestias al bienestar.
ResponderEliminarPero todo eso es sobre el papel. La realidad es la que tú y yo vemos, gente que da la lata a otros, fiestas, peleas, coches informándonos de que su claxon funciona de miedo... Esto es España.
Dicen que en Suiza, después de las 11 de la noche, no puedes ni ducharte ni bajar la cisterna. No sé si será verdad pero a nosotros nos mandaron callar en Albi (Francia) cuando salíamos de cenar a las 10 de la noche hablando normal. Sí que hay diferencias culturales (por ejemplo, aquí nunca salimos de cenar a las 10; si acaso empezamos a cenar), pero esto es un asunto de convivencia, de respeto al otro, y también de sentido común. Como bien dices, el papel principal lo tiene la educación. Y el ejemplo que los adultos demos a los jóvenes desde que son niños.
Tú sabes, Susana, que yo tengo la suerte de vivir en un sitio silencioso. Ah, mi banquito del psiquiatra, como yo llamo al que está por fuera de mi cocina. Allí, mirando al valle del Portezuelo, se me quitaban, cuando trabajaba, todas las miasmas, los estreses y los sofocos. Recobraba hasta la audición. No hay mejor terapia.
ResponderEliminarPero tal vez por eso soy más sensible a los ruidos y no soporto, por ejemplo, ir a comer a un sitio en que no puedas hablar con los demás o tengas que subir el tono para hacerte oír. "Y con tanto ruido no se oyó el ruido del mar. Mucho, mucho ruido..."
Tómate con filosofía los ruidos vecinales, disfruta de los de los seres queridos (a mí me gusta hasta oír roncar a mi marido) y, de vez en cuando, date un paseo a la orilla del mar o al monte. El ruido de las olas y el viento en las ramas hacen maravillas.
Querida Loque, futura cartuja (¿Sor Resignación?): Forges tiene otra viñeta que dice entre ¡Boum! y ¡Brorrouuuuum!: "La mafia del ruido hace su agosto... y su septiembre, su octubre, su noviembre... etc. Y así un año y otro...". Los Carnavales aquí duran un mes y, para algunos (como yo en un tiempo), que viven cerca de donde las murgas ensayan, casi todo el año.
ResponderEliminarTambién tuve una vecina que ponía mañana, tarde y noche a Mari Trini a todo meter. Si yo no me metí a cartuja, tú tampoco.
Claro que mi solución fue venirme al campo a vivir, que, sí, está lejos del meollo, tengo que coger el coche para todo, no pasan sino 5 guaguas al día que están pensando reducir a dos... Pero ¡qué silencio!
Verdad verdad lo del ruido, el sábado pasado a media mañana empezamos a oir a alguien cantando, pensamos que era algo del Ayuntamiento en la Concepción, como casi siempre y no, era de la tienda de al lado de mi casa una chica contratada por la dueña de la tienda de ropa cantando en su puerta con unos bafles de ruido impresionante. Y ella tan extrañada que le dijéramos que nos parecía una pasada pues contestaba que sólo quería ALEGRAR LA CALLE!!!!! , y tan tranquila y segura de sí misma!!!
ResponderEliminarUn besito
Maruca, y digo yo, ¿no alegraría la calle igual con unas flores y unas banderitas de colores, que no molestan a nadie? No me explico por qué, por ejemplo, personas que ponen en la playa la música a todo volumen piensan que todos tenemos el mismo gusto musical. ¿Y si a mí lo de Pepe Benavente no me conmueve la fibra, qué? Con lo cómodos que viene ahora los auriculares...
ResponderEliminarHay una frase, atribuida a Schopenhauer, que dice algo así como que la inteligencia de una persona es inversamente proporcional a su capacidad para aguantar el ruido...
ResponderEliminarEn el PAIS de ayer (25/08/2012) Forges vuelve con otra viñeta contra el ruido, parodiando las fiestas patronales de una presunta localidad de "Valdelcognazo de Ruidera", que celebra el "Día del Ke Huyas", cuyo patrón es "San Decibelio de los Eggs Mafiense".
Anoche tuve que bajar a la 1:30 de la mañana al restaurante que hay debajo de mi casa, en pijama, a decirle al dueño que el ruido era insoportable. Había un cumpleaños, una cena de grupo de unas 50 personas, y desde mi casa oíamos las conversaciones, cánticos, palmadas en las mesas, etc. Nos dijo que intentaría que no se volviese a repetir, lo cual tradujimos por: "Espero que la próxima vez no estén en casa, porque no pienso renunciar a las ganancias de una cena de grupo como esta".
Al final desplazamos el colchón al cuarto de la tele y, con tapones en los oídos, a eso de las 2, conseguimos conciliar el sueño.
Yo también espero que no se vuelva a repetir (cosa que dudo, pues esta no es la primera vez que exceden su horario habitual por "eventos especiales") pero la próxima vez tendremos que llamar a la policía, aunque ello implique entrar en una fase de relaciones de vecinos mal avenidos con los del restaurante.
Bueno, no quiero enrollarme más, pese a que hay mucho que decir sobre el ruido; y sobre el silencio. Espero que vaya calando en la gente cada vez más el respeto cívico al descanso ajeno y el amor al silencio, a la tranquilidad y a los ruidos que nos enriquecen y nos hacen más felices y mejores.
Un abrazo.
Estoy por proponerte que en el próximo cumpleaños que celebren (porque los habrá) te bajes con gorro de fiesta y aparezcas cantando "Cumpleaños feliz". Ya que hasta oyes de lo que hablan, qué menos que dar también tu opinión y participar en el "Asturias, patria querida".
ResponderEliminarAyer por la noche pasé por la carretera de Tegueste más o menos a la hora en que iba a empezar el evento de las motos. No había visto tanto coche ni en la Romería. Estaban aparcados desde el pueblo a Las Canteras por todo el borde de la carretera. Así que, como ves, hay miles de amantes del ruido. Pero también los sufridores y amantes del silencio somos un montón ¿Y si hacemos una cruzada contra el ruido con San Forges como patrono y con el silencio como bandera? El lema podría ser la frase de Muñoz Molina: "Atención y silencio vuelven memorable el presente".
Un abrazo, Andriu.
Hace años... 20? No se me ocurrió otra cosa que estrenar aquello del soundround o cómo diablos se llame yendo al cine a ver Speed (siento debilidad por Keanu reeves y no sé por qué) Acabé casi en urgencias de la taquicardia que me entró... Ni loca voy yo al cine... veo la peli en el sillón de mi casa... al volumen justo! Los ruidos p'a los sordos... o p'a los que opositan p'a serlo... Buen post, Isa!
ResponderEliminarEsa es otra, Gladys, el volumen tan altísimo de los altavoces en los cines. Cuando he ido con mis nietos (es la única vez que voy), me pego cada susto... Estoy convencida de que tendremos una próxima generación de sordos como tapias.
EliminarUn besote y gracias.