Mi amigo Walter nació en Viena en medio de la Segunda Guerra Mundial. Pero,
igual que le pasó a Camus, algún sol radiante debió brillar sobre su infancia
para librarlo de cualquier resentimiento y para hacerlo el hombre afable y
jovial que hoy es.
Walter está también jubilado y pasa
temporadas en la isla, cuyos caminos, vericuetos y rincones conoce mejor que
nosotros. Y este último domingo, el 11 de noviembre, él y su mujer Susana nos
han invitado al Martinigans, el día de San Martín, que oficialmente en el mundo
alemán señala el comienzo del Carnaval (¡antes de la navidad, no sea que se les
haga tarde!) y que se celebra comiendo un ganso.
Hay varias historias que relacionan a San Martín
con los gansos, pero Walter, en la mesa, contó más bien varias versiones de la
historia de nuestro ganso, al que naturalmente llamamos Martín.
Según una primera versión, Martín era un atrevido ganso al que se
le hicieron pequeños los límites de su casa y se dedicaba a colarse en la finca que mis amigos tienen en Austria, muy
cerquita de la frontera con Hungría. Walter y su amigo Bernard, que tiene una
granja al lado, lo acecharon durante días para cazarlo pero el ganso, como un
007 cualquiera, los burlaba siendo más rápido y astuto que ellos, hasta que un
día lo acorralaron y sucumbió bajo la fuerza de un martillo, pum, pum y pum.
En otra versión, el ganso era poco menos que
un descendiente de aquellos gansos del Capitolio romano que salvaron la ciudad
avisando, con sus graznidos, del ataque de los galos. Igual que ellos, Martín pertenecía a la finca y ejercía
su papel guardián con fiereza (hasta dientes tenía, decía Walter), aunque esto
no impidió su destino bajo el cuchillo de Bernard.
En la tercera versión, seguramente la
verdadera, Martín vivió una vida
apacible junto a otros gansos y patos de
la finca hasta que llegó a un peso más que suficiente, 4 kilos y medio, para
celebrar el día de San Martín en nuestro amor y compaña.
Sea como sea, el ganso acabó en nuestra mesa,
dorado y relleno de cebolla, manzanas, pasas embebidas en vino tinto, ciruelas
y limón, y acompañado de la col roja y bolas de papa, tan tradicionales en la
comida austriaca. Después de todo, es este un final previsible para un ganso.
Lo que no es tan previsible es que acabara
sus días, bajo el sol de Los Cristianos, a 5000 kilómetros de
los verdes, y ahora fríos, prados austriacos en los que nació y creció. Pero así
es la vida, con los ríos que van a dar a la mar y los gansos que van a dar a la
mesa.
Y es que, inexorablemente, a todo ganso le
llega su San Martín.
Pues tiene una pinta estupenda!
ResponderEliminarY no sólo la pinta, Marta. El ganso estaba delicioso y el relleno y el acompañamiento, igual de buenos. Así da gusto celebrar San Martín, San Indalecio o el santo que se tercie.
ResponderEliminarY fue una comida exquisita, doy fe. La globalización es así. Mi buen amigo Lesli nos invita todos los años a la fiesta de acción de gracias. Degustamos pavo , con salsa de frambuesas , puré de patatas y ricas ensaladas, para conmemorar la llegada del Maiflowers (ó algo así) desde el viejo continente a tierras americanas, donde los peregrinos fueron recibidos en Plymouth, en 1620 por el indio Quanto.Despues Lesli nos hace un examen y da regalos a los que más preguntas respondan sobre el origen de ese día tan famoso en los EEUU.Y ahí nos ves a todos contestando las cuestiones como si en ello nos fuese la vida. Asi que a los pavos canarios tambien les llega su Thanksgiving.
ResponderEliminarPor cierto, te falto fotografiar la cabeza del ganso
ResponderEliminarBuenooooo, el próximo día avisa para llevar el tupper. ¡¡¡Buen provecho!!!
ResponderEliminarChari: Es lo que yo decía en el post anterior. Yo no digo que importemos tradiciones, como lo de quemar vivas a las viudas o algo así. Pero no está nada mal compartir con los amigos todas aquellas tradiciones lúdicas, gastronómicas o enológicas (y si alguna, como el Jalogüin se afianza aquí, pues bienvenida sea). En el caso de la gansada, incluso el ganso era austriaco.
ResponderEliminarY lo de la cabeza Chari lo dice porque Walter, en su intento por convencernos de la fiereza del ganso, puso al lado la cabeza de un conejo, para que viéramos los dientes. Lo dicho, una gansada.
Guillermo, no creas que sobró mucho. Éramos 8 y, a los postres, vino otra pareja austriaca, primos de Walter, que nos hicieron aros de manzana rebozados, otro postre típico alemán buenísimo, y que supongo que también probarían el ganso.
ResponderEliminarPero es verdad, a las comilonas hay que ir con vino y flores para los anfitriones y con el tuper debajo del brazo :-)
Un abrazo.
Hoy habeís publicado al alimón, con poca diferencia de horas. La famosa Dra. y la famosa Profesora, como de costumbre he pasado un buen rato con ambos relatos. Felicidades.
ResponderEliminarGracias, José María. Lo de famosa más bien mi hija, que ahora hasta firma libros y todo. Yo me quedo con lo de madre de la artista.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero que bien te lo pasas, no paras, lo mejor que haces, a disfrutar. Bss.......
ResponderEliminarDi que sí, Marta, que si no fuera por estos ratitos, igual hasta me daban ganas de volver a trabajar, je, je.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Jane , qué buena historia. Yo creo, que un dia vamos encontrar a Walter en la plaza Major en Maracesh hablando historias de su finca y va a ganar mucho más dinero que los otros que hablan de las noches de 1000+1 .
ResponderEliminarUn gran beso de Vienna
Susi, no lo dudo. Por lo menos nos da distintas versiones para que escojamos la que más nos gusta. Y eso es un arte, no te creas. Y además nos hace reír.
ResponderEliminarUn abrazo y abrígate bien, que hoy están a 4º.
Esas jornadas entre amigos y delicias culinarias son estupendas, y el ganso se ve delicioso!! Qué sueeerte!!! :)
ResponderEliminarBesos!
Berni, si algún consejo doy a mis hijos (no soy muy consejera) es que cuiden a los amigos: no perder el contacto, verse de vez en cuando, reír juntos, compartir jornadas como ésta... Todo lo demás viene junto.
ResponderEliminarMuchos besos.
Hacía tiempo que no tenía tiempo de leerte, querida Isabel. Hoy te he recuperado con la "tragicomedia del "ganso"...me encanta leerte, guapa. Un beso. Tampoco entro mucho a "las Piedras...
ResponderEliminarNo te preocupes, Elvira, ya sabemos que andas liada y que, desde luego, aburrida no estás. Pásate de vez en cuando como hoy para saber que estás ahí y tan contentos. Yo por las Piedras entro poco también porque no tengo tampoco mucho tiempo para poner un reto (la vida de una jubilada es una vorágine). Y, cuando quiero sacar un reto divino, las Divinas no me dejan ni olerlo... :-D
EliminarUn abrazo y a seguir disfrutando de todo aquello que quieres.