Hace 4 años escribí este post rememorando los juegos de mi infancia. Lo traigo hoy, en este mes de juegos infantiles.
Tengo en el repecho de la ventana un cuenco lleno de
boliches de cristal. Hoy los nietitos lo han cogido y han desparramado los
boliches por el patio haciendo un mosaico con destellos de color y luz.
Viéndolos, me veo yo también, pequeña, con mi hermano y mi primo, buscando
tierra para hacer el “gongo” donde meter el boliche ganador; y recuerdo mañanas
enteras de juego alrededor de esas pequeñas esferas de vidrio.
Los boliches no eran juegos de niñas. Por lo menos, no recuerdo haber jugado
con ellos en el colegio donde cada año se sucedían las modas. Un mes tocaba el
hulahop y al siguiente era el tejo, o el yo-yo, o el brilé o los cromos. O
también algo parecido a los boliches, las tabas, a las que ya jugaban los
griegos y los romanos, y que nosotros aquí llamábamos “las piedritas”. Igual que
con los boliches, era un placer elegir y tocar suavemente las piedritas más
apropiadas para ese juego de agilidad.
Pero luego, en los largos veranos, se unificaban los juegos, y todos, niños y
niñas, jugábamos juntos. Aunque es verdad que en el juego de “La torre en
guardia” a las niñas nos encantaba la canción, tan caballeresca, y a los niños
les gustaba más el ataque a la torre (¡La torre a destruir!) en el que
acabábamos todos por los suelos. Pero, además, jugábamos a policías y ladrones,
a indios, al pañuelito, al escondite, a piola, a pírdula, a los hermanitos,
a”un, dos, tres, Juan, Periquito y Andrés”… Y, por supuesto, a los boliches, con
sus normas y su lenguaje particular: chis y palmo, cogotera, el vidriago, la
vaca o la vacota (el boliche grande) y la chinchorrita (el boliche pequeño).
Muchos años después, mi hijo también vivió la moda de los boliches en su
colegio y muchas veces venía con una bolsa enorme ganada jugando al “gongo”, a
“los negocios” o a “la fuente”, y otras veces sin nada, como si ese juego lo
preparara para aprender que en la vida a veces se gana y a veces se pierde.
Muchos de los boliches con los que ahora juegan mis nietos son de esa época.
¿Desde cuándo los niños del mundo juegan a los boliches? En esta mañana de
casi primavera me quedo contemplando a los míos y me invade un sentimiento de
paz, como si todo estuviese bien mientras haya niños que se extasíen ante
pequeñas bolitas de cristal en las que brilla el sol.
Y claro, mientras haya también abuelas jubiladas a las que no les importe
recoger después, uno por uno, todos los boliches desperdigados.
GRANDES JUEGOS!!!!!! Yo también conservo mi colección de boliches, ahora algo mermada por la acción de mis dos duendes, pero conservando sus valiosísimos recuerdos de tardes en el parque con mi pandilla -aún nos reunimos una vez al año- jugando a todos esos y alguno más como "verdad o consecuencia", los gorigori...
ResponderEliminarEstimada Isabel:
ResponderEliminarLlego por causalidad a este blog. Ni siquiera recuerdo qué estaba buscando (cosas de Google).
¡Y me encuentro a mi profesora de filosofía del instituto! Ya sé que de eso hace unos cuantos años, pero me puso dos matrículas de honor (en 3º de BUP y en COU). Y es que Isabel fué una de las mejores profesoras que he tenido. Un millón de gracias.
Juan Domingo Acosta García
Guillermo:
ResponderEliminarNo he contestado antes porque llegué anoche de viaje y hoy veo los comentarios.
Los juegos infantiles es de las cosas que más unen. No me extraña nada que sigas juntándote con los que compartieron tus juegos porque yo sigo haciéndolo también con las "niñas" del colegio. Los juegos enseñan a compartir, a imaginar, a dialogar, a prepararse para lo que nos espera, aparte del ejercicio físico que se hace. Un niño que no juega es tan preocupante como un niño que no come.
Y esa infancia de juegos es la raíz de lo que somos.
Juan Domingo:
ResponderEliminar¡Qué alegría encontrarte aquí después de tantos años! Esto es lo bueno de este bendito Internet: encontrarte con gente con la que compartiste horas de diálogo y que te enseñaron tantas cosas como las que yo enseñé. Muchas gracias a ti por ello y espero que sigamos en contacto y que me cuentes algo de lo que has hecho.
Un abrazo.
Yo también tengo mi tarro de cristal llenos de ellos.Como siempre ...evocadora.Gracias!
ResponderEliminarAmérica:
ResponderEliminarNo creas, hubo un tiempo que, en vez de tarro o cuenco, tenía una pecera de cristal. Pero algo de cristal al alcance de los niños tiene una duración limitada. Menos mal que los boliches son más duraderos.
Un abrazo.
En un abrir y cerrar de ojos,me has transportado al pasado...Besos.
ResponderEliminarJulia:
ResponderEliminarEl pasado forma parte del presente. Yo creo que tú y yo hasta podríamos ahora jugarnos una partida a los boliches... Ay, no, me había olvidado del lumbago. Pero bueno, cada edad tiene su juego y ojalá nunca dejemos de jugar.
Un beso.
Qué bonitos recuerdos y qué bien hilados con el presente.
ResponderEliminarGracias, Macu. La verdad es que la memoria es de las facultades más agradecidas y generosas que tenemos. A veces me arrepiento de no haber preguntado suficientemente a mis padres o abuelas por sus recuerdos. Y a ver si conservo por lo menos los míos...
ResponderEliminarUn abrazo.
Entrañable añoranza de nuestros juegos. En muchas ocasiones compartimos el brilé, en aquel patio del colegio, que según cuentas en "La calle de La Amargura", ya no existe.
ResponderEliminarEsperanza:
ResponderEliminar¿Sabes que me he fijado en lo que juegan en los patios de los colegios y ya no juegan al brilé? ¡Con lo divertido que era! Yo he jugado hasta en medio de la calle del Pilar, hoy tan llena de coches que resulta inimaginable.
Y es verdad, el colegio, con el patio lleno de laureles de Indias y los arcos alrededor desapareció, tragado por la especulación. Era un solar muy apetecible en medio de Santa Cruz. Pero nadie nos quitará los momentos que pasamos en él.
Un beso.
Al leer este texto, me he acordado de tí.
ResponderEliminarFilosofía y tú van unidas de la mano,
la mejor profesora del Cabrera, sin duda!
un abrazo!
"Cuando las cosas en la vida nos superan, cuando 24 horas al día no son suficientes, recuerda el bote de mayonesa y las dos cervezas:
Un profesor delante de su clase de filosofía, sin decir palabra, cogió un bote grande vacío de mayonesa y procedió a llenarlo de pelotas de golf. Después preguntó a los estudiantes si el bote estaba lleno. Los estudiantes estuvieron de acuerdo en decir que sí.
Así el profesor cogió una caja llena de canicas y la vació dentro del bote de mayonesa. Las canicas rellenaron los espacios vacíos entre las pelotas de golf. El profesor volvió a preguntar a los estudiantes si el bote estaba lleno y ellos volvieron a decir que sí.
Después el profesor cogió una caja de arena y la vació dentro del bote. La arena llenó todos los espacios vacíos y el profesor preguntó de nuevo si el bote estaba lleno. En esta ocasión los estudiantes respondieron con un sí unánime. El profesor rápidamente sacó dos cervezas de debajo de la mesa y vació su contenido en el bote y efectivamente llenó todos los espacios vacíos entre la arena. Los estudiantes rieron.
Cuando pararon las risas el profesor dijo: Quiero que se den cuenta de que este bote representa la vida. Las pelotas de golf son las cosas importantes como la familia, los hijos, la salud, los amigos, el amor, cosas que te apasionan, son cosas que aunque perdiéramos todo lo demás y nada más nos quedaran estas, nuestras vidas aún estarían llenas. Las canicas son las otras cosas que nos importan, como el trabajo, la casa, el coche,...la arena es todo lo demás, las pequeñas cosas.
Si ponemos la arena en el bote en primer lugar no habrá espacio para las pelotas de golf. Lo mismo ocurre con nuestra vida, si utilizamos todo nuestro tiempo y nuestra energía en las cosas pequeñas, nunca tendremos espacio para las cosas realmente importantes.
Presten atención a las cosas cruciales para su felicidad: jueguen con sus hijos, dense tiempo para ir al médico, salgan con su pareja a cenar, practiquen su afición favorita. Ocupen su tiempo en las cosas que realmente importan, establezcan sus prioridades, el resto es sólo arena.
Uno de los estudiantes levantó la mano y preguntó que representaba la cerveza. El profesor sonrió y dijo: "Me alegro de que hayas preguntado. La cerveza sólo muestra que no importa cuan ocupada tu vida pueda parecer, siempre hay lugar para un par de cervezas con un amigo."
Sira, muchas gracias por tus palabras. Cuando te gusta tu trabajo (igual que a ti te gusta la fotografía), procuras hacer las cosas bien. Pero en una clase, el 50% son los alumnos y una clase de filosofía tiene que contar con alumnos curiosos que hagan preguntas inteligentes, tales como las que tú y muchos como tú hacían. Estoy muy agradecida a mis alumnos por todo lo que me enseñaron.
ResponderEliminarMe ha gustado que pusieras ese texto porque varias veces hablé de él en clase antes de explicar a Aristóteles y su concepto de la felicidad. Después de hacer lo mismo que el profesor del texto, yo preguntaba en clase qué serían para ustedes las pelotas de golf, los boliches y los granos de arena, qué es lo importante en la vida de cada uno para ser feliz. Y al final veíamos quienes coincidían más con Aristóteles, para quien la felicidad estaba en ejercer la actividad racional antes que en poseer bienes (aunque tampoco los despreciaba. para él serían la arena)
Gracias entonces por recordarme una clase que se hacía muy grata y muy divertida al mismo tiempo que aprendíamos qué quería decir el bueno de Aris.
Querida Isabel
ResponderEliminarComo bien dices, una de las mayores ventajas de internet es recobrar el contacto con las personas con las que compartiste tanto tiempo en el pasado, y ver como los ha tratado la vida.
En tu caso, me encanta ver que estás estupenda y tan activa como siempre.
Tras encontrar este blog, lo he leído completo (sigo siendo un lector compulsivo y voraz), y debo decir que está lleno de pequeños detalles que me han llevado unos cuantos años atrás. Por decencia hacia las señoras, no voy a decir cuantos. Pero recuerdo ese escarabajo naranja (que usabas poco, porque vivías muy cerca del instituto), y recuerdo especialmente tus clases, por lo especialmente amenas que se hacían.
Cuando pase cerca de tu casa, a lo mejor me atrevo y toco el timbre. (sí, internet sirve para cotillear un poco y averiguar mucho....)
Besos,
Juan D.
El gongo cuando yo era pequeña, por lo menos en mi barrio, se llamaba "gua" e incluso se decía "Qué bajito es, parece un gua"
ResponderEliminarYo, sin nietos, también me he puesto en plan abuela.
Juan Domingo:
ResponderEliminarNo te preocupes por decir los años. Una de las ventajas de llegar a mi edad es que no te arrepientes para nada de lo vivido y hasta te sientes orgulloso de decir, como yo: "Oye, dentro de 2 meses llego a los 65". La clave, como decía Benedetti, es "seguir siendo jóvenes hasta morir de viejos".
Me encantaría verte. Supongo que sabes dónde vivo, aunque no estoy segura porque la verdad es que el escarabajo no me quedaba más remedio que usarlo diariamente (vivo en Tegueste).
El blog tiene ya 200 y pico entradas, porque empecé a escribir hace 4 años, cuando me jubilé (tengo un rollo...) Las entradas antiguas (que se conservan, sin los comentarios correspondientes, en el periódico digital loquepasaentenerife.com) las estoy pasando los sábados al nuevo blog. Si las has leído, verás que muchas veces hablo de los viejos tiempos y de ustedes. Y de paso me lo paso muy bien.
Qué bueno encontrarte. Un abrazo.
Loque:
ResponderEliminarEs que también el vocabulario de los juegos es distinto según la zona, empezando por los propios boliches que ahí son canicas. Mi marido, que pasó 2 años de su infancia en Venezuela, también recuerda que todo se llamaba de otra manera (el tejo, por ejemplo, la rayuela). Pero el espíritu del juego es el mismo y eso es lo que importa. Y que no nos falte.
Si quieres, te presto a los nietos un par de días, je, je.
He visto el comentario de tu ex-alumna sobre el ejemplo del bote de mayonesa,las pelotas de golf,los boliches,la arena y las cervezas para explicar el sentido de la vida y Aristóteles. Precioso ejemplo.
ResponderEliminarAmérica:
ResponderEliminarLa verdad es que era muy bonito y servía, cuando, por ejemplo, alguien decía que a él lo que le gustaba era leer, o dialogar, o el cine, o el arte -actividades racionales, al fin y al cabo-, para que se dieran cuenta de que no estaban tan alejados de Aristóteles, a pesar de los siglos que han pasado desde que éste reflexionó sobre el sentido de la vida.
Querida Isabel:
ResponderEliminarLa verdad es que hace muchos años. Y no era el Cabrera, sino el Andrés Bello, curso del 78-79 y 79-80. Uf, más de 30 años..... Que yo ya tengo 50!
Creo, si no recuerdo mal, que vivías junto al instituto, en uno de los bloques blancos en lo alto de la Dulcería Cañadas, o por ahí.
¿Te acuerdas que te llevamos de excursión y bajamos desde la Cruz del Carmen a la Punta del Hidalgo? Cuando llegaste abajo pensamos que no nos volverías a hablar en la vida.
Un día de estos te iré a ver.
Besos, Juan Domingo
Juan Domingo:
ResponderEliminar¡Ya te situé! Mira que tenía delante tu figura alta y delgada, pero no sabía cuándo te había dado clase. Y claro que me acuerdo de la excursión a la Punta en la que llegué derrengadísima ¡Y eso que era joven! Tenía yo entonces 31 años. Íbamos con Quique (profesor de historia) y con mi marido (que daba clase de Física) y de alumnos estabas tú, Modesta, Antonio Mora, José Manuel, Laura y Miguel Sosa. Es curioso porque de todos ellos sólo he vuelto a ver con los años a José Manuel, que hizo Náutica y al que nos hemos encontrado una vez en el barco a La Gomera y alguna que otra vez en Santa Cruz. Claro que en el 81 me mudé a El Socorro (Antonio y José Manuel nos vinieron a ver entonces)y 5 años después me fui al Cabrera y ya hice poca vida en Santa Cruz.
De la excursión, a pesar del tute, guardo un recuerdo precioso: paisajes espectaculares y buena compañía. Bueno y tú diciéndome que cómo se me había ocurrido llevar ensaladilla a una excursión (aunque luego todos probaron y a nadie le dio salmonellosis) Tu curso fue estupendo, uno de esos recuerdos que hacen que merezca la pena dedicarse a la enseñanza. Gente curiosa y preguntona como a mí me gustan.
Cuando quieras, aquí estamos.
Un abrazo grande.
Nosotros jugábamos al cuadro o a la ganga con los boliches o birucas. Y a los grandes los llamábamos (aún hoy lo hacemos) birucones o bolichones. Y cuando había que limpiar el campo de juego, se pedía llanito o limpito. Gracias Jane por retrotraernos a los recuerdos de una infancia tan cargada de juegos magníficos como de goce y felicidad.
ResponderEliminarSí, Andrés, y me acuerdo que incluso se soplaba para que estuviera más llanito. "Pantalón cortito, bolsita de los recuerdos..."
ResponderEliminar(Hace 4 años)
ResponderEliminarEs cierto que los distintos juegos se iban sucediendo a lo largo del año. Además, no sé por qué extraña razón había un juego para cada época. Navidad, Semana Santa, Carnavales… tenían su juego: los boliches, el trompo… No sé que ente extraño lo organizaba para que todos los niños nos ajustáramos a ese estricto orden, pero era así, lo juro.
Me ha sorprendido que comentes que tus nietos juegan a los boliches. Yo pensaba que los niños de ahora no dedicaban su tiempo libre más que a las consolas y a internet. Me alegra ver que no es así.
Yo también lo he pensado a veces, Eduardo ¿Quién decidía que todos a una nos pusiéramos a jugar a lo mismo? Y allí nos veías a todo el mundo con el hula-hoop debajo del brazo llegando al colegio, por ejemplo, igualito que si nos hubieran puesto una consigna. Misterios de la vida.
ResponderEliminarEs verdad que los niños de ahora se dedican bastante a la tele, a las consolas, a las wi y a las demás mandangas hipnotizadoras. Probablemente si hubieran existido en nuestros tiempos nos habría pasado lo mismo. Pero hay que limitarles el tiempo si no queremos que se conviertan en zombis. Y entonces es cuando descubren que hay otros juegos también divertidos.
(Hace 4 años)
ResponderEliminarMi admirada Jane, me acabas de transportar a mis doce años. Estoy en la calle Cabrera Pinto, que es de tierra todavía, de rodillas en el suelo con mi hermano Agustín, Antonio Martinón, Carlos Rodríguez Junco, Ernesto García y alguno más, seguro. Acaba de empezar la temporada -¿quién decidía el momento?- de los boliches y entre todos arañando la tierra, soplando y alisando el gongo del año pasado nos estamos preparando para jugar. Colgada del cinto la bolsa de tela con los boliches. Como diría Cafrune: Lindo haberlo vivido para poderlo contar.
Gracias por el post.
Melchor, me hizo gracia lo de la bolsita de tela. Es verdad, todo el mundo llevaba los boliches en bolsitas de tela que, supongo, habrían hecho las madres. Las estoy viendo, en color clarito ¿verdad?
ResponderEliminarMe ha encantado compartir contigo el recuerdo.
(Hace 4 años)
ResponderEliminarNunca jugué a los boliches pero me encantaba ver a los niños eligiéndolos para el juego, limpiando el campito y soplando la tierra con la cara paralela al suelo con una delicadeza, una concentración y un cuidado que no estaba acostumbrada a ver en ellos. Y siempre me ha gustado tenerlos en frascos de cristal repartidos por la casa: algunos los traje de Las Palmas, otros eran de mis hijos y los últimos que puse, azules y negros, los encontré hace un mes en una tienda. De ahí pasé a coleccionar pisapapeles de cristal.
Precioso y nostálgico post.
Es que el cristal, Sagitta, nos transmite el tacto suave, la transparencia, el color de la inocencia. De la película "La edad de la inocencia" lo que más recuerdo es los bellos objetos de cristal que adornaban la casa, las copas, las lámparas... probablemente queriendo transmitir la mirada limpia.
ResponderEliminarTambién a mí me gustan las bolas, los frascos, los portavelas de cristal y también me gusta verlos por toda la casa reflejando la luz.
Un abrazo.
Gracias por este lindo post, admirada colega. Yo, sí jugué mucho a los boliches. Como tú, también en los veranos. Mis abuelos maternos vivieron en La Laguna y, detrás de su casa, había una pequeña huerta que cuidaba, con esmero, mi abuelo Juan. Allí fue donde me enseñó a jugar ¡una prima hermana! cuatro años mayor que yo. Aprovechábamos los pasillos de tierra que nuestro abuelo tenía para acceder a los espacios plantados y a los gallineros. Algunas veces, también se unían a nosotras mi hermano y alguno de los primos de nuestra edad. Otro juego que recuerdo especialmente fue el trompo que, según mi madre, aprendí a bailar desde los dos años y al que me enseñó su padre, el abuelo Juan. Más tarde, sería el "Diavolo" el que llenó muchas horas de entretenimiento, empeñándome en que llegara lo más alto posible y conseguir que no cayera al suelo, recogiéndolo una y otra vez con la cuerda... Lo dicho, gracias por ir avivando esos recuerdos que nunca debiéramos perder.
ResponderEliminarQué casualidad, Charo. También mi abuelos vivieron en La Laguna en una casa terrera con huerta detrás en la calle Núñez de la Peña, y también allí jugábamos en los veranos. Yo nunca fui experta en trompos ni en el Diávolo (mi marido sí), siempre se me caía por otro lado. Pero cómo nos divertíamos ¿verdad?
ResponderEliminarUn beso.
(Hace 4 años)
ResponderEliminarJane, aunque es la primera vez que te escribo, tú sabes que te leo siempre.
Yo sí que jugué mucho a los boliches "allíencimita", que es como llamábamos a la calle por encima de mi casa, que era de tierra.
En esa época los boliches eran de barro. Esas marravillas de cristal multicolor llegaron mucho después.
Otra cosa, yo nunca reuní "cromos", sino "estampitas" . Aquí en La Laguna, las llamábamos así.
Por último, qué típico eso de las modas. hasta en el instituto, con 14 y 15 años, jugábamos las niñas (en los recreos nos separaban de los niños) al tejo (que no a rayuela) o la soga (que no a la comba), o a la rueda (que no al corro), etc
¡Qué tiempos!
Mª Eugenia, lo del lenguaje de los juegos daría para un tratado. Mi marido recordó que en los 2 años que estuvo en Venezuela de chico los boliches se llamaban "metras", que ya me dirás tú qué nombre más raro. Igual que decíamos yo-yo, y no yo-yó.
ResponderEliminarMe acuerdo de los boliches de barro (en mi cuenco queda alguno) pero nosotros sí tuvimos de colores. Debe ser que cogimos el momento.
Gracias por estar aquí. Un abrazo.
(Hace 4 años)
ResponderEliminarYo no jugué nunca a los boliches, porque, como bien dices, no era "juego de niñas", pero sí que pasé mis días infantiles jugando al tejo, al elástico, a la comba, a Marro-fuera, al brilé, a Sardinas, a Juan, Periquito y Andrés...
Cuanto con tu ayuda para que tus nietos no sean unos de esos niños de paly-station y tele y aprendan a disfrutar del uso de la imaginación, como tú nos enseñaste de pequeños.
Gracias por tantas y tantas horas felices de juegos.
Dra. Jomeini: Hay que ver cómo se transmiten los juegos. Al elástico no se jugaba en mis tiempos y mira que era divertido, pero a los demás sí.
ResponderEliminarTambién es importante el aire libre, tener sitios para jugar sin estar metidos en casa. Yo recuerdo los tinglados que ustedes armaban de pequeños montando casitas y hasta pueblos. A ver si Susanita y el Terro también van por el mismo camino.
Un beso.
(Hace 4 años)
ResponderEliminarvaya...es agradable sentir esta nostalgia primaveral del colectivo liberado.
nunca jugué a los boliches, pero me has hecho recordar el tacto sedoso de aquellos cromos usados, usados, los más dóciles a la orden del cuenco de la mano...y las latitas de caramelos, esas de los cumples, donde lo guardábamos en la "pocha" de la falda de tablas del uniforme. ay señor...
un abrazo jane, de tu chita favorita.
Nati:
ResponderEliminar¿Sï! Yo también guardaba los cromos (o las estampitas, como dijo Mª Eugenia) en una cajita de caramelos con un paisaje nevado en la tapa ¿Dónde andará mi cajita? Y también la guardaba en la "pocha" (¡qué afrancesadas nosotras!). ¿Seríamos todos clones?
Un abrazo.