El filósofo
Manuel Cruz decía en un artículo hace unos días que la vida transcurre entre
dos franjas de experiencias. Una es la infancia y la primera juventud, que es
el momento de descubrir cosas, cuando somos conscientes de que es la primera
vez que hacemos algo: “este fue mi primer examen de matemáticas”, “es la
primera vez que me enamoro”, “nunca había probado este plato”, “no sabía que
hubiese una música tan bonita”…
La otra
franja es la de los que ya tenemos una edad y empezamos, casi sin darnos cuenta,
a despedirnos “del mundo, sus habitantes y sus objetos”. Es saber, por ejemplo,
que hay libros en los estantes de tu biblioteca que no volverás a leer o sitios
a los que nunca volverás. Lo vi en mi padre una vez, cuando, casi con 70 años,
lo llevamos de excursión caminando por Anaga hasta el fondo del barranco de Tamadite. La
caminata, pese a lo agradable, fue demasiado para él y, cuando subió de vuelta
todo el barranco, se volvió hacia atrás y gritó: “¡Adiós, barranco de Tamadite!”.
Y, desde luego, nunca más volvió.
Pero
hay momentos en la vida, y me refiero a los viajes, en los que las dos
experiencias se juntan y, gracias a ello, se convierten en momentos especiales
e inolvidables.
Pongamos,
por ejemplo, esta semana en la que por primera vez he ido a Mallorca. Es la
primera vez que veo lo bien que vivía un prior cartujo en Valldemosa y lo mal
que vivían los cartujos (“Este vetusto
monasterio ha visto, / secos de orar y pálidos de ayuno, / con el breviario y con el Santo Cristo / a los callados hijos de San Bruno”, que
decía Rubén Darío). Es la primera vez que veo esos bancales estrechos llenos de
naranjos y almendros en flor que llegan hasta el mar y playas blancas llenas de
sebas. Es la primera vez que subo a un tren de madera que camina con el ritmo
de 1912 y que como en un restaurante –Call Demoni- dedicado al demonio: estatua
a la puerta, máscaras en las paredes y el propio Satán viniéndote a saludar y a
darte caramelos. Es la primera vez que veo a la Virgen Negra de Lluc y al barco
verde de Greenpeace en la bahía de Palma. Es la primera vez que veo una isla,
Dragonera, en donde dicen que duermen los dragones, y que pruebo una sopa
mallorquina en un Celler en el que antiguamente se reparaban coches de
caballos. Es la primera vez que descubro en una casa señorial de Fornalutx un
salón desierto y abierto a la calle en donde, sobre un piano, hay un retrato de
Compay Segundo.
Pero,
al lado de estos descubrimientos, también te vas despidiendo. Quizás no vuelva
más allí, quizás no suba otra vez al Cabo de Formentor a sentir el viento en la
cara ni al Santuario de Cura a ver alrededor toda la isla. Tal vez es la última
vez en que vea el juego de luces que hacen las vidrieras sobre el suelo de la Catedral o ese color
turquesa del mar sobre la arena blanca o los acantilados de la Sierra de Tramuntana.
Porque
un viaje es un paréntesis en la rutina de los días pero también es parte de la
vida y, como en ella, hay principios y finales. Y, al terminarlo, con el equipaje
mental lleno de las nuevas gentes que hemos conocido y de las vivencias y
sensaciones que hemos paladeado por vez primera (ese avión de vuelta sumergido
en los olores de cientos de ensaimadas que los viajeros se traen es también una
de ellas), también sentimos la tentación de volvernos hacia atrás y de gritar,
como mi padre, otro “¡adiós, barranco de Tamadite!”.
Aunque siempre
queda la esperanza de nuevos encuentros, la vida, realmente, es ir conociendo e
irse despidiendo de lugares que se pueden amar.
Muyaya! Si tú todavía estás en la fase de las primeras veces!!! ¿Quién te dice que no vas a volver a Mallorca 500 veces? Y que vas a acabar harta de tantísima ensaimada
ResponderEliminarHace años estaba esperando en Barajas a un amigo, y vimos aterrizar varios aviones de Mallorca, creo que no vimos una sola persona que llevara menos de dos. Llegué a pensar que no te dejaban embarcar sin el souvenir obligatorio.
Y tú tienes que conocerme (como dicen en las malas traducciones "cuando le conocí por primera vez", como si se pudiera conocer a alguien 7 veces seguidas) y comerte una merluza conmigo.
Pero no será la última, ya lo verás...
Es verdad, Loque, me faltan muchas primeras veces, entre ellas las de comerme una merluza contigo. Pero es verdad que subirse al avión cuesta un poco (tuvimos una vuelta horrorosa, sacudidas arriba y abajo de madrugada)y una se lo piensa antes de repetir viaje a un sitio (lo de Madrid es aparte, es casi como mi segunda casa). Pero siempre dejamos cosas sin ver en los lugares a los que vamos, para tener excusas para volver. Lo que pasa es que hoy me dio el filosófico...
ResponderEliminarLo de las ensaimadas no me lo explico, había personas con tongas de 7 u 8. Yo, si el souvenir fuera obligatorio, sólo por no ir cargando con semejante armatoste, preferiría no hacer el viaje. Yo a la familia les traje, guardada en la maleta, sobrasada, que es mucho más reducida y más rica, dónde va a parar.
que bueno!
ResponderEliminarpoder disfrutar...........
Y ver otros sitios, y conocer a personas estupendas, y comer arroz brut, sopas mallorquinas, empanadas, gató, tumbet, frito mallorquín... No hay nada como un viajito para oxigenarse.
ResponderEliminar¡Ay, Jane! ¡Qué alegría y qué añoranzas me ha dado esta entrada tuya!
ResponderEliminarAunque madrileña por obligación, nací y me crié en Mallorca, y hay veces en que la evocación de esos sitios (¡y de esos años!) hace que los lagrimones me desborden. No sé si es que la tengo idealizada, pero creo que no hay nada en el mundo como "sa meva illa".
La gastronomía también me parece maravillosa. Y estoy contigo: donde esté una buena sobrasada...
Y qué suerte has tenido, Matahari, en haberte criado en una isla tan bella y tan llena de luz. Camus decía que el sol que brilló en su infancia le libró de todo resentimiento. Y parece haber en las gentes del archipiélago un buen carácter y una calma en el vivir, parecido, por otra parte, a los canarios, que a lo mejor es producto de ese sol y de esos paisajes que te ensanchan el alma.
ResponderEliminarY cuando pedimos recomendaciones sobre sitios donde comer todo el mundo coincidía en que en Mallorca se come bien en todos sitios. Y tenían razón.
Leyendo tu post, me acuerdo de los tiempos de viajes de mis padres, no había oportunidad que se les escapase, se apuntaban a un bombardeo, así les salió el hijo. Pero, ¡cuánto les costó la primera vez! sobre todo a mamá, hasta una hora antes del vuelo, ¡yo no quiero ir! Luego, pasados algunos años, los hijos hacíamos chanza de ese episodio.
ResponderEliminarQuizá volvió a alguno de los ya vistos, a otros no, pero nunca se olvidó de todos los que había visitado, los recordaba y contaba como si lo estuviera viviendo, ¡qué maravilla!
Yo soy un ferviente admirador de la gente que, como tú por ejemplo, nos habla de otras culturas, otras costumbres y sobre todo nos narra aquello que va viviendo.
Precísamente eso, lo vivido, es lo que nadie, absolutamente nadie, te podrá, jamás, arrebatar. Un saludo grande desde la Maxorata.
Me encanto el post y aún más con lo "poco" que a mi me gusta viajar. En mi caso,siempre trato de cambiar ese adiós por un "encantada de haberte conocido" a la hora de despedirme de algún rincón del mundo. Y es que, al fin y al cabo, el mundo es como un libro abierto; quien no viaja sólo ha leído la primera pagina.
ResponderEliminarP.D: Yo voy a Mallorca contigo cuando quieras!
José Gerardo: tu madre me recordó a la mía, no porque la primera vez no quisiera ir (ella quería ir a todos sitios siempre), sino por lo que disfrutó. Se recorrió casi toda Europa y casi toda España y cumplió su ilusión de ir a Jerusalén. Un mes antes de morir me dijo. "A lo mejor ya no puedo viajar más, pero ¡lo que me he divertido haciéndolo!". Y una amiga mía siempre pide a sus hijos y su marido que le regalen por el cumpleaños un viaje que otras cosas se estropean con el tiempo pero el recuerdo de lo vivido se va enriqueciendo. Tienes mucha razón, son experiencias que nadie te podrá quitar.
ResponderEliminarUn abrazo y pásalo bien por esa otra isla (que no tiene nada que envidiar a Mallorca)
Isacarni: se dice también que los viajes y los libros te curan de ombliguismos y nacionalismos y te hacen más tolerante. Por lo menos, conoces otras gentes y otras maneras de plantearse la vida. Mi adiós a Mallorca fue un adiós chiquitito, por si acaso, pero no pierdo la esperanza de volver (contigo, si quieres) y terminar de descubrir rincones y panoramas.
ResponderEliminarMe gusta lo que dices acerca de quien no viaja (son minoría hoy). Andersen decía que él tenía "nostalgia del afuera", y no "del hogar": "Cuando la nieve se derrite, las cigüeñas llegan y los primeros barcos de vapor zarpan, me asalta la punzante comezón de partir". A mí me pasa lo mismo, si llevo más de 3 meses sin salir, como que me pongo nerviosa, oye.
Un abrazo.
Isa... Magnífico.
ResponderEliminarGracias, Toni. Mi marido me dijo que me quedó un poco melancólico, pero ya sabes que eso de ponerse filosófica es lo que tiene.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nostálgica, pero entrañable, como todo lo que tocas. Yo estuve en esa preciosa isla hace unos años, en verano, y la salida fué caótica. Le dije a mi marido que no volvería más y en esa ocasión no había nostalgia. Besos.
ResponderEliminarBueno, la salida nuestra, por lo menos el vuelo, fue bastante movidita. Imagínate que iba escribiendo el post en el avión y tuve que dejarlo porque la letra salía ilegible. Pero la verdad, viviendo en una isla, si cada vez que tenemos problemas nos quedáramos en casa, no hubiéramos conocido nada de este ancho mundo. Espero que a esta nuestra isla sí vuelvas alguna vez.
ResponderEliminarUn beso.
Hay tantos sitios para ver y conocer...
ResponderEliminarTienes razón. Y el propio viaje en sí es ya un objetivo. Paul Theroux dio esta serie de consejos sobre viajar: "Deja tu casa. Ve solo. Viaja ligero. Lleva un mapa. Ve por tierra. Cruza a pie la frontera. Escribe un diario. Lee una novela sin relación con el lugar en el que estés. Evita usar el móvil. Haz algún amigo". Yo sigo algunos y otros no (ir por tierra en nuestro caso es imposible) ¿Y tú?
ResponderEliminarEste no me lo has mandado por vieja, verdad que no?
ResponderEliminarQue bien escribe mi bloguera predilecta...
besitos
Ana
Te lo mandé porque sé que te gusta viajar y porque has visto mucho más mundo que el que yo veré y habrás conocido mil lugares de los que también te has despedido ¡Qué bien tener tanto en la memoria!
ResponderEliminarUn besote grande.
Hola Isa:
ResponderEliminarMe encantan tus escritos, me hacen reflexionar y pensar en mi postura ante los viajes.
Cuando voy a cualquier lugar de esta hermosa tierra, me encuentro y me despido en el mismo instante, porque siempre pienso que tengo mucho que ver y dispongo de poco tiempo y poca pasta:.Si repito el mismo lugar, me pregunto ¿ por qué he vuelto?, seguramente se me quedó algo pendiente. Para mí , cada momento es único y como tal irrepetible.
Hay una excepción que confirma la regla , es cuando vuelvo a mi pueblo , cada vez que voy pienso que algún día igual tenga que decirle "adiós pueblo que me vio nacer".
Un abrazo
M Carmen
Mari Carmen, cuando empecé a viajar fuera (y lo hice bastante tarde, cuando ya los hijos eran adolescentes), quería verlo todo, ir a todos los sitios, conocer gentes de allí, recorrer todos los caminos. Ahora, me planteo el viaje de otra manera más relajada y disfruto más. Y, si algo quedó por ver, no pasa nada, a lo mejor lo veré en otro momento o no lo veré nunca, pero el viaje en sí ya es bastante, "el camino es vida", como decía Kerouac.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por reflexionar juntas.
Según te leía en mi cabeza resonaban las notas de esa fantástica canción del maestro Vicente Fernández: Y volverrrrrrr, volverrrrrrr, voooolllverrrrrr... O no.
ResponderEliminarjajajaja
Yo me acordaba también de otra de Los Chalchaleros que dice "Si han volteado hasta el recuerdo, entonces ¿a qué volver?" Y también al final:
ResponderEliminar"La magia ya se ha perdido.
¿quién la pudiera encender?
Ni la tierra ya es de tierra.
Entonces ¿a qué volver?"
Pero más allá de las canciones, existen causas para volver, volver, voooolverrrr...
Mmmmm me encantan algunos de esos consejos y los tendré en cuenta, claro que ir por tierra pues como que no jeje
ResponderEliminarYo, aparte de ese, no sigo lo de ir sola (me encanta ir en compañía), ni lo de cruzar a pie la frontera (donde esté un buen coche...), ni lo de no usar el móvil (es una ayuda tremenda), ni no leer una novela relacionada con el viaje (ahora estoy con "Invierno en Mallorca" de George Sand y con "Problema en Pollensa" de Agatha Christie). Sí sigo los consejos de viajar ligero, llevar un mapa, hacer amigos, escribir un diario.
ResponderEliminarHola Isa ,me llego a la parte emotiva,pero piensa que si el papa lo eligen a los 76 años, todavía podemos ver varias veces el mundo así que por lo que a mi respecta voy a pensar que me queda un montón de años para disfrutar de todo lo que nos rodea.
ResponderEliminarPues igual sí, Araceli, aunque tanto como dar la vuelta al mundo, como que no. Los viajes ya me están gustando de 8 días de media; más tiempo, me entra la nostalgia del hogar. Y no sé yo si el Papa estará para muchos trotes...
ResponderEliminarQue bonito el post. A mi no me da nostalgia el saber que no voy a volver a un sitio, sino alegría el saber que aún me quedan miles de sitios que descubrir, platos por degustar, texturas que tocar ,paisajes que pintar y personas que conocer,aunque no me llegue la vida para ello. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarEso pienso yo a veces, Tina. Con todo el ancho mundo que está ahí fuera ¿para qué volver al mismo lugar? Pero siempre hay algo nuevo. Como dice Tolkien en una canción de caminantes: "los pies no están cansados todavía, y quizá aún encontremos detrás del recodo un árbol repentino o una roca empinada que nadie ha visto sino nosotros". Y después: "Aún detrás del recodo quizá todavía esperen un camino nuevo o una puerta secreta, y aunque hoy pasemos de largo y tomemos los senderos ocultos que corren hacia la luna o hacia el sol, quizá mañana aquí volvamos". Sobre todo, para descubrir todo lo que dices.
ResponderEliminarBuena vida!!!! Estuve hace años, a saber si volveré pero el recuerdo permanece
ResponderEliminarUn abrazo
Eso es lo que que nos queda, Ana, pero no es poco. Un abrazo.
ResponderEliminarHace poco más de veinte años tuve la oportunidad de vivir en su capital un par de meses. No fui de turismo sino a ejercer de ayudante de familia en apuros: hermana embarazada, con reposo absoluto, y su hijo mayor, de diez meses, al que había que atender.
ResponderEliminarEso no fue obstáculo para conocer la isla y visitar muchas de sus bonitas calas y unos cuantos de sus lugares más emblemáticos: Sóller, Valldemosa, Deya, Alcudia, las cuevas del Drach y, sobre todo, la capital con su mirador del Castillo de Bellver, la Catedral, el Parque del Mar, la Almudaina, todo el casco histórico, tan caótico y tan interesante, a la vez, por la presencia de las muchas culturas allí asentadas a lo largo de los siglos... Mantengo un recuerdo inmejorable de aquella estancia y me encantaría volver para ver si hay, o no, diferencias entre aquella época y hoy. Me alegro de que coincidamos en nuestro gusto por ella.
Preciosa entrada, Isa, y muy aprovechados esos ocho días que estuviste en Mallorca.
¿Ves, Cehachebé? De las que nombras, hay algunas que yo no fui: Deiá, el castillo de Bellver, las cuevas del Drach. Siempre hay que dejar alguna cosa para la próxima vez. Nunca se agota un lugar y siempre hay algo nuevo bajo el sol incluso en lo ya visto. Deseo para ti que vuelvas y, si yo vuelvo también y coincidimos, que nos tomemos juntas un pan con sobrasada de cochino negro y un vinito mallorquín bajo aquel cielo claro, en una playa blanca oyendo el rumor del mar, calladamente en la orilla.
ResponderEliminarMe encantan las reflexiones a las que muchas veces nos llevan los viajes. Interesantes y enriquecedoras las tuyas.
ResponderEliminarDesde hace tiempo cada vez que preparo un viaje anoto en un cuadernillo las expectativas que me sugiere. A la vuelta anoto lo que me enseñó.
Ahora, jubilada y jubilosa, disfruto los viajes de otro modo. Sin prisas por ver, con ganas de estar, de ser parte de ese lugar y así sentirlo en plenitud. De conocer sus grandes peculiaridades y sus pequeños matices. De poder expresar y compartir los sentimientos que van surgiendo en el recorrido.
Y tras el viaje a Mallorca (el 1º del Inserso) en el cuadernillo escribí "Qué suerte la mía, tanta belleza y tener personas queridas con las que disfrutarla"
....así que, jubiladajane, gracias por tu post. Agranda mis buenos recuerdos...Y quien sabe si nos encontraremos alguna vez en Dragonera.
Yo también, Carambita, voy anotando en el camino lo que veo, lo que me llama la atención, lo que me sugiere y me recuerda otros momentos y experiencias. Pero me ha gustado lo que haces, lo de anotar también las expectativas, aunque es verdad que muchas veces, durante el viaje, he ido a sitios de los que no sé nada, con el ánimo dispuesto a asombrarme de lo que veo, oigo y siento.
ResponderEliminarY tienes razón, tenemos suerte de vivir esta etapa.
Un abrazo y hasta Dragonera, pues.
Pues yo también acabo de estar y me encantó, pero al contrario que tú, pienso volver. Y eso que te llevo dos años ;).
ResponderEliminarComo le dije a Guillermo más arriba, siempre se pueden encontrar razones para volver. No me cierro a otro viaje a Mallorca (la sobrasada me conquistó) pero imagino que, si voy, hay sitios que no volveré a visitar (y otros que sí).
ResponderEliminarToda primera vez queda en el libro de la memoria y lo maravilloso es seguir escribiendo ese libro con nuevos recuerdos. Precioso tu relato gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias, Loly, y qué razón tienes. Somos nuestra memoria y perderla es también empezar a morir. Roguemos por seguir llenándola de todo lo que la vida nos da. Un abrazo.
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