Con
esta llevo ya 238 entradas al blog. Como me dice mi amiga Milo, mira que te
enrollas. Estábamos el otro día las dos en un guachinche comiéndonos un conejo
frito y, señalándome una silla, me dijo: “Es que serías capaz hasta de hablar
de la formica”.
Y por
mí que no quede, porque, además, aquel guachinche se prestaba a ello. Para los
que no son de aquí y no conocen esta gloriosa institución tinerfeña, un
guachinche es un salón –a veces, un garaje- que se abre unos meses al año
mientras dure el vino cosechado por el propietario. Suele estar
convenientemente habilitado con sus helechos –de plástico, generalmente- y sus
sillas y mesas de formica sobre las que se ponen –o no- manteles de papel.
La
formica fue una revolución de los 60. De repente todas las amas de casa
quisieron renovar sus cocinas, sustituyendo la madera de sus alacenas, mesas y
sillas, por ese material plástico más liviano y fácil de limpiar, pero, sobre
todo, más “moderno”. Mi marido recuerda cuando echaron abajo la cocina de la casa
de sus abuelos en El Tanque, con su banco de piedra en torno a un hogar sobre
el que había un cañizo para secar los quesos. Sobre ese fogón se colgaba el
caldero con el potaje por las noches y se hacía la tertulia al calor del fuego,
protegiéndose del frío que hay por esos pagos. Pero, como decía Nijota, “ya de las viejas cocinas / la leña y carbón
huyeron, / ya no hay que hacer la comida /con carbón de pino o brezo; / ahora
en un santiamén / le hacen a usted un puchero / con llamas de gas butano / metido
en tubos de hierro” Y con el gas butano, vinieron los muebles de formica.
Que a algunos oí llamándolos “de fornica”,
trayendo a la imaginación escenas eróticas, tipo “El cartero siempre llama dos
veces”.
Después
de que, en el año 78, compráramos el solar donde ahora está nuestra casa,
tuvimos dos años para ir reuniendo dinero para empezar a construirla y para
diseñarla una y otra vez, hasta en los detalles. La cocina, el alma de la casa,
quedó al fin a nuestro gusto: luminosa, alegre y, por supuesto, sin alacenas de
formica, sólo armarios empotrados con puertas de madera y un banco redondo en
torno a la mesa, también de madera, desde donde puedo desayunar mirando el
valle a través del cristal de la puerta.
Todo
esto no quiere decir, Dios me libre, que vaya contra los materiales
plásticos, que de hecho inundan nuestra vida volviéndose imprescindibles. Pero
la palabra “madera” viene del latín “materia”, origen, fuente, materia prima,
que a su vez viene de “mater”, madre. Y pasar la mano por la superficie de la
madera, sentir su textura alrededor, nos conecta con los bosques y con los
elementos naturales –fuego, agua, tierra- de donde todo procede.
Por
eso, digamos sí a todo lo que hace nuestro mundo más cómodo, incluidas las
sillas de formica de los guachinches. Pero toquemos madera para no perder el
vínculo que nos une a la madre naturaleza y a nuestras raíces. Eso dicen que
trae suerte.
Pensé que estabas hablando de hacerlo en la mesa de la cocina, hasta que me di cuenta que era una "m", chacha chacha chacha
ResponderEliminarComo ves, nombro a "El cartero siempre llama dos veces" pensando en los mal pensados como tú (y como yo).
ResponderEliminarBueno, y en los que no leen bien.
Es que me salió en el teletipo de la derecha, y ahí se ve chiquito y rápido. ;)
ResponderEliminarDe una cocina preciosa (y de madera) tenía que salir una foto preciosa también. Muy bien podría formar parte de esas prestigiosas revistas que hablan y nos aconsejan sobre cómo decorar las distintas estancias de nuestras casas o pisos.
ResponderEliminarY aunque poco tenga que ver con cocinas, comedores y dormitorios, de siempre tuve muy claro que si en vez de darme por la enseñanza y la Pintura, me hubiera dado por la Escultura (que también me encanta), mis materiales hubieran sido la madera y el metal, y la madera y la piedra. Por muy de moda que estuviera no me imagino mis pequeñas o grandes piezas,hechas con formica y metal o formica y piedra.
Está muy claro, Jane, que siempre preferiré tocar madera que formica. Incluso, aunque no me diera suerte...
Preciosa foto, que más parece un comedor que una cocina. De formica no sólo había muebles de cocina, había estánterías maravillosas. En mi casa de Alajar hay una en una pared de la cochera, que quiero tirar cada tercer sábado de mes, que recogen todo lo que no se quiere,pero temo que mi tío la recuerde y se enfade si lo hago. Así que Isa, la formica sigue presente en mi vida hasta el sábado que me decida .
ResponderEliminarLa verdad, Chari, es que estoy contenta con mi cocina. La encuentro muy cálida y acogedora, y desayunar con vistas al paisaje, sea brillante como ahora o nublado o lluvioso, hace que cada mañana me ponga de buen humor, que no es poco.
ResponderEliminarLa madera como material de escultura es preciosa. Mi tío Aldo, que murió hace poco, tenía como hobby esculpir palos de madera. Él prefería palosanto o sabina, y muchos eran palos que la corriente marina traía. De sus manos salieron maravillas, barcos gráciles, pies de mesas enrevesados y,sin embargo, con una extraña simetría, marcos de cuadros, figuras... A mí me hizo de un palo de sabina que encontré en el suelo del sabinar de El Hierro una figura de un ave, elegante y tierna, que guardo como oro en paño. Tienes razón, la madera tiene mil posibilidades y, como dije, guarda conexión con nuestras raíces.
En esa cocina, Esperanza, desayunamos, comemos y cenamos siempre que quepamos en la mesa, y también escribimos, leemos el periódico, jugamos a las cartas o, simplemente, hablamos ante una taza de té o café.
ResponderEliminarY, queramos o no, la formica y los materiales plásticos en general están presentes en nuestras vidas por siempre jamás: muebles, pero también muros, medios audiovisuales, escenarios y toda clase de aplicaciones, todo hecho en plástico, que nos rodea por todas partes y, como dije, hace que nuestra vida sea más cómoda (y más barata también: la madera está carísima). Guarda la pared de la cochera no sea qué.
Gracias, Isa, por la dedicatoria, pero, yo no te llamé rollista, eh, sino creativa, que de cualquier motivo escribes un imaginativo artículo. Por cierto, te hice un pequeño comentario al post del racismo. Más o menos venía a concluír que el racismo desaparece cuando el "diferente "es culto, rico o pertenece a nuestra misma escala social. De modo que creo más en la existencia del clasismo que del racismo, al menos en el ámbito donde me muevo. No quiere decir que en otras esferas sí lo haya, por supuesto (yo creo que tengo en mi pc un agujero negro, por donde se escurren muchas cosas, entre ellas mis comentarios a tus post. A lo mejor hay un cribador en las entrañas que selecciona los escritos y a los míos los manda a paseo., jajajá!!!)
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias, Milo, por tu comentario que, esta vez sí, llegó. Es verdad, soy yo misma la que digo que tengo rollo (lo cual es la pura verdad)
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con lo que dices, que existe ese racismo clasista que hace que la gente halague a un Obama o a un magnate, futbolista, actor... de otras razas, pero se meta con el pobre desgraciado. Es éste el mundo en que vivimos y éste el mundo que habría que cambiar. Me acuerdo de una campaña de hace unos años en el que se veían sólo los pulmones de dos personas de distintas razas ¿Dónde está la diferencia?, preguntaban. Y otra sobre los grandes genios judíos que han aportado su saber a la humanidad (Einstein, Freud...)
Espero verte por aquí a menudo y que ese cribador que hay en las entrañas desaparezca de una vez.
Un abrazo.
En los quirófanos del hospital en el que yo trabajé cubrieron el mármol del suelo con placas de linóleum (otro material plástico). Con el tiempo se dieron cuenta de lo antihigiénico que era y, al levantarlo, encontraron que los fluidos y la sangre se habían metido entre las losetas y aquello era un hervidero de bichos. Al final, pusieron otro sistema, compacto y sin fisuras. Pero lo anterior era un asco. No siempre los plásticos son la mejor solución.
ResponderEliminar¿Y por qué no dejaron el mármol inicial? Se me pusieron los pelos de punta. A veces caemos víctimas de las modas y despreciamos lo de siempre aunque sea más duradero. Y otras se gasta por gastar, por ansia de renovar y cambiar. A ver si ahora viene una época de austeridad, que falta hace.
ResponderEliminarJane, de todo el post, me quedo con lo principal, ese vinillo que tienen ustedes por ahí, gloria bendita, no critico la formica ni las modernidades, pero con un buen vaso, o mejor una perra vino, se ve todo mucho mejor. Saludos.
ResponderEliminarYo también me quedo con lo mismo, José Gerardo, como dice la copla: "Una casita en el campo, una mujer que me quiera, un vaso de vino tinto y "aluego" que vengan penas". Aunque en el post no aparece el vasito de vino, sí lo hemos catado en esa mesa bastante a menudo. Y en la foto, en la repisa alta sí se ven los licores que hemos hecho este año: licor de mango, de nísperos, de limón y de canela. Un chupito después de la comida de un licor casero tampoco está nada mal y asienta las madres.
ResponderEliminarLa de veces que he oído decir a una señora decir completamente en serio que tiene una cocina de fornica (mucho vicio es lo que hay)
ResponderEliminarFueron momentos muy locos, en que todo lo nuevo parecía bueno, como por ejemplo los muebles de metacrilato y los sillos de eskay (o cómo se escriba)
Espero que tu amiga lo dijera como un gran halago, porque conseguir sacar punta a cualquier tema del planeta, tiene muchísimo mérito. Otros sin embargo, da igual de lo que hablen que no enganchan.
Loque, es que como algo se ponga de moda, hay gente que se vuelve loca y pierde el culo, dicho finamente, para tenerlo también. Hay un libro de los de Astérix (creo que era "Obélix y compañía") en el que un economista hace una campaña para montarle una empresa a Obélix y el lema es "Ponga un menhir en su vida" y todos comprando a pesar de que nadie sabe para qué sirve un menhir. Con la formica, el metacrilato y el skay pasa lo mismo, hay que ponerlo en nuestra vida nos guste o no. Así somos.
ResponderEliminarSí, mi amiga me lo decía como halago y pensando, además, que no se me iba a ocurrir hablar de la formica. Pero buena soy yo...
Ah, sí, sí, Obélix y Compañía, y menudo imperio se monta el tío.
ResponderEliminarLa formica, que recuerdo perfectamente su irrupción en nuestra vida, porque mi tío Manolo tenía un taller de carpintería, y al "narcotizante" olor del pegamento que se utilizaba para pegar las láminas de formica a las piezas de aglomerado de madera, el "novopan". Eran muebles de cocina, pero también colonizaba comedores completos, con todas sus piezas... La formica casi desterró al hule en muchos guachinches... Los muebles de cocina de casa de mi abuela Clara eran de un jaspeado azul y blanco, muy popular en muchas casas... Saludos Isabel...
ResponderEliminarEs curioso, Tito, como se nos quedan esos detalles de las cocinas de nuestra infancia.La mía, aquella en que desayuné, comí y cené hasta los 12 años, era con puertas de madera blanca ¿Cómo puedo acordarme de eso y no de lo que comí la semana pasada? El comedor era de tea y cada silla pesaba un montón. De ese comedor mi madre regaló la mesa y conservó 6 sillas. Cada hermano nos quedamos con dos ¡Me encantan esas sillas!
Eliminar¡Ay como siempre mi sabia amiga cibernética Isabel...!Bonito.Hace poco me decía que echara mi cocina abajo para sustituírla por una de ésas, sin alma, frías, de metal, peor que la "fornica" jeje. De eso nada. Si quiero cambiar la pinto que ahora hay unos preciosos colores pastel que le dan ese toque misterioso de cambio sin cambiar. Y las ventanas de aluminio. ¿ Cómo sería una casa vieja canaria con unas ventanas de alumino que no envejecen, que no nos trasladan en el tiempo. Amo la madera.Bravo Isabel.
ResponderEliminarYa ves en la foto, Elvira, mis ventanas de guillotina. Es verdad que dejan pasar más el aire que unas de aluminio. Es verdad que hay que barnizarlas cada dos o tres años. Pero ¿y lo bonitas que son? Yo amo la madera y amo mi cocina, tan alegre y acogedora. Es la mayoría de las veces el corazón de la casa.
EliminarUn abrazo y gracias. :-D
Releyendo este post, me vino a la memoria el eskay (no sé si se escribe así) A lo mejor ya has escrito sobre él, pero, si no, ya puedes empezar!!! Formica y eskay, dos materiales de los 60 que causaron una revolución!!!
ResponderEliminarUn beso, Isa.
Jajaja, todo se andará, Milo :-D
EliminarMuy original. Elegante pero campestre .
ResponderEliminarArreglá pero informal, como decía Martirio. Gracias, Adela.
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