Todos
los de mi generación oíamos, siempre que encontráramos la frecuencia, perdida a
menudo entre interferencias, Radio Pirenaica. Fue la más famosa de las emisoras
clandestinas que, de 1941 a
1977 y desde lugares tan lejanos como Moscú y Bucarest, nos contaba, salvando
la censura franquista, lo que realmente pasaba en el mundo y en España. La
dirigía el Partido Comunista pero se nutría, sobre todo, de los miles de cartas
que los oyentes mandaban.
Pues
bien una vez Radio Pirenaica emitió el siguiente anuncio: “Se ha instalado en el Ayuntamiento de San Andrés y Sauces, isla de La Palma , un reloj que sólo da
las horas y las medias porque los cuartos se los llevó Wifredo el Velloso”.
Wifredo el Velloso era el nombrete por el que los sauceros conocían al
Secretario del Ayuntamiento, que estaba bien surtido desde el punto de vista
capilar y, por lo que decían, monetario.
Si
ustedes se sientan un día cualquiera a tomarse una cervecita en el Kiosco de la Plaza de Los Sauces,
comprobarán que allí los contactos
humanos son múltiples y variados. Una noticia como ésta tenía por fuerza la
suficiente enjundia como para que se comentara en todos los corrillos, se
extendiera como la pólvora y llegara a todas las cocinas.
Lo malo
fue que los de la Policía
Secreta también oían Radio Pirenaica y no tardaron nada en
llegar a Los Sauces a investigar quién se había atrevido a tamaña insolencia y
en encontrar al autor: el maestro Ambrosio.
El
maestro Ambrosio era de fuera y sólo llevaba un par de años en el pueblo. Llevaba
una vida, no desapercibida (porque en Los Sauces nada pasa desapercibido), pero
sí discreta: los niños lo respetaban, los padres no tenían quejas y él se
comportaba tal cual un maestro de pueblo llamado Ambrosio.
Lo que
se descubrió después fue que ni era maestro ni se llamaba Ambrosio sino Tadeo. Estaba
perseguido por sus ideas políticas y había decidido desaparecer de su tierra y
aparecer, seguro de que allí nadie lo buscaría, en un pueblo canario lejano suplantando
la personalidad de un hermano suyo que había muerto en la guerra.
¿Por qué
un hombre que vive en la clandestinidad, escondido tras un nombre falso, en una
España en la que decir “no estoy de acuerdo” suponía la cárcel, se arriesgó a
mandar la noticia a la
Pirenaica ? ¿Y por qué, en vez de quedarse calladito sin tugir
ni mugir, la comentó e hizo posible que lo encontraran?
Yo creo
que la razón es que no hay persona en el mundo que se resista a contar una
buena ocurrencia. Y, si en ella hay un juego de palabras, mejor que mejor. Y,
si te hacen caso y lo emiten en una emisora escuchada en toda Europa, ¿cómo no
pregonarlo y decir, muerto de risa: “Yo fui el autor, yo, Tadeo, y Wifredo el
Velloso que se chinche por sinvergüenza”?
Y es
que así es la naturaleza humana y el maestro Ambrosio era, realmente, muy
humano. O mejor dicho, quien era muy humano y muy ocurrente fue el no-maestro Tadeo.
(Dedicado a Eulogio, amante de su tierra y archivo viviente de historias de Los Sauces, como esta del maestro Ambrosio.
Y a Jesús, mi cooperador gráfico, que me envía fotos de allí. Entre ellas ésta de la Plaza, la Alameda y el ayuntamiento de Los Sauces, probablemente un poco después de haberse inaugurado el reloj)
Hola Jane: ya sabes que en los lugares pequeños todo se sabe y casi nada se descubre. Las personas de los pueblos de La Palma tienen un 1º, 2º y 3º nombre, depende del día en que nacieron, el santo al que era devoto el tío, la abuela o el mejor amigo del padre…luego los apellidos y por si fuera poco lo conocerán por el nombrete de algún familiar, o si tiene suerte lo caracterizaran con su propio apodo. Muchas identidades para una sola persona. Dicen que el nombre define el carácter y el destino de las personas, pues en Los Sauces cada persona tiene infinitas perspectivas, ya que en cada nombre, sub nombre y nombrete puede vivir más de una vida propia y, a veces, un pueblo de cuatro mil habitantes parece que tiene cincuenta mil, sobre todo en verano con el paseo de la alameda, la acera ancha y la plaza del quiosco donde puedes charlar con el documentalista y amigo Eulogio.
ResponderEliminarLas dificultades de la época hicieron que el maestro Ambrosio eligiera otra identidad, un pueblo pequeño y lejano para ocultarse, pero al convivir con los sauceros , aprendió aquello de “la coña marinera” que tiene la gente, le costó caro y no se salvó ni por los pelos.
Un abrazo
Victoriano de Paz
Querido Victoriano, he pasado unos días en Los Sauces (pocos para lo que yo querría porque fue un visto y no visto)y volví a disfrutar del ambiente saucero que, ahora en pleno agosto, está más vivo que nunca. Eso de sentarte a desayunar en el quiosco de la Plaza a las 9 y que se hagan las 11,30 y todavía sigas allí porque pasan unos y otros y hablas y comentas con todos y ves que el desayuno se te puede juntar con el aperitivo... O esas noches en la Heladería comiendo las mejores papas fritas del mundo bajo un cielo completamente estrellado. O volver a descubrir tu infancia en las huertas de La Calzada, o la cascada en Los Tilos, o el Charco Azul... Pero lo mejor es la "coña marinera" saucera, sin lugar a dudas, y esos personajes como el amigo Eulogio que merecería él solo un libro entero.
ResponderEliminarMe encantó haber estado allí y sólo siento no haber coincidido contigo y quedarme escuchando también tus historias. Los Sauces tiene buenos cronistas.
Y a ver si hacemos un buen catálogo de nombretes. Escuché algunos nuevos que estaban puestos con acierto y finura. Un hallazgo.
Un abrazo.
Buenísimo el golpe del maestro Ambrosio. Sería estupendo que siguieras investigando el destino del hombre. Me quedé con las ganas de saber si fue detenido, si le quitaron la plaza de maestro, si siguió viviendo en Los Sauces, si creó familia...
ResponderEliminarHablando de maestros, tuve uno, Don Andrés de Las Casas, que nos enseñó la enciclopedia con sangre, repartiendo con un palo a diestro y siniestro sobre la mano extendida. Debo decir que nos preparó muy bien para el ingreso al instituto en la Academia Pérez Galdós de Santa Cruz de La Palma, lo cual estoy muy agradecido. Este maestro de los maestros, disponía de una gama de ocurrencias. Algún día con mi amigo Manuel García, también maestro jubilado, las recopilaremos, para que no se queden en el olvido. Es cuestión de tener tiempo y encontrarme con los compañeros que aún están por estos lares. Veremos.
Yo también me quedé con las ganas. Quien me lo contó no sabía más de él, pero es evidente que no le quitaron la plaza de maestro porque ni siquiera era suya y probablemente se marchó para siempre de Los Sauces puesto que si no, se sabría. Pero vamos a suponer que a lo mejor, después de los correspondientes arrestos, salió libre, creó familia y a lo mejor tuvo tiempo de contarle a sus nietos varias veces lo de "aquella vez que me atreví a desafiar al régimen y a sus caciques".
ResponderEliminarHay un libro precioso editado por Santillana que se llama "Mi infancia son recuerdos..." En él muchos personajes (mi profesor Emilio Lledó, Fernando Fernán-Gómez, Caballero Bonald, Luis del Olmo, Fernando Savater, Rosa Regás, José Luis Borau...) hablan de sus maestros. En palabras de Josefina Aldecoa el libro nace con una noble intención, "rendir homenaje a una serie de hombres y mujeres que han dedicado su vida a un oficio hermosísimo: el oficio de maestro". Y más adelante dice: "Ojalá este espléndido conjunto de voces diferentes sirva para alentar a los maestros de hoy a seguir adelante con su maravillosa tarea: ayudar a los niños a crecer, desenvolverse y madurar en un mundo más justo, más pacífico y más solidario". Así que ya sabes, Enrique, a recopilar historias de tus maestros (aunque ese Don Andrés, que repartía reglazos y palos, no era un ejemplo para llegar a un mundo más pacífico, la verdad)
Veamos. Que hoy día estemos contra el coscorrón, el reglazo o el simple cachete es pura pantomima, puesto que el padre que defiende a su hijo porque el maestro se sobrepasó con su castigo, lo maleduca. A veces, sólo a veces, el castigo puede ser injusto. Aún con eso no podemos ir contra el educador como fanáticos defensores de nuestros hijos porque los echamos a perder.
ResponderEliminarYo no me siento traumatizado por los palos que recibí de Don Andrés de Las Casas. Es más, hace unos treinta y pico de años, nos encontramos por la calle y me llamó por mi nombre con el don por delante cuando antes me llamaba con el señor y después el primer apellido. Yo le rectifiqué y me corrigió diciendo: Usted tiene dos flamantes carreras ¿No?. Me invitó a tomar un güisqui con él a media mañana alegando que era un agente vasodilatador y como tal, le venía bien para su maltrecho corazón y me dijo: ¿Te acuerdas cuando te hice llorar por el palo que recibiste en la mano?. Antes de que yo le contestara, me espetó: Ahora soy yo el que lloro de emoción al ver lo que eres... ¡Toma ya! Dime si era o no un buen maestro.
Sí que puede serlo, Enrique, pero sigo pensando que no es necesario pegar palos para que la gente te respete. Yo estuve dando clase 38 años y nunca pegué a nadie y nunca tuve problemas con nadie. Sé que antes había el modelo de "la letra con sangre entra". En mi colegio, por ejemplo, alguna monja nos daba a veces coscorrones, pero siempre me pareció un abuso de autoridad.
ResponderEliminarEn lo que sí estoy de acuerdo contigo es en que los padres deben tener un enorme cuidado a la hora de desautorizar a un maestro. Padres y maestros deben cooperar. A los dos les interesa la educación del niño y los dos deben sentirse, cuando ésta sale bien, tan emocionados como Don Andrés y tu madre de ti.
Finalmente Tadeo.
ResponderEliminarQue bien queda la historia y que graciosa es.
Es que escribes muy bien, ademas de tu inquietante continua inspiracion.
Besos.
Gracias, Ana.
ResponderEliminarLo de mi inquietante continua inspiración es sólo que me encanta escuchar. Tú misma me contaste una historia el sábado que ya verás un día de estos por aquí. El mundo tiene mucho que contar y nosotras hemos tenido la suerte de haber vivido un montón para poder oírlo.
Besos para ti y para Serra.
Curiosamente llegué hasta aquí con una entrada sobre invisibilidad del jubilado y después de comprobar (nuevamente con el entrañable Ambrosio/Tadeo) que de invisible no tienes nada.
ResponderEliminarPero una cosa que me encantó del asunto "Pirenaica/internet" es como se valora todo tipo de información que anda "por los aires" incluso si no tiene mucho fundamento. El ser humano necesita afectos, y si tienen que ser virtuales pues ben venidos sean.
En fin, graciñas por estar ahí!
No, gracias a ti, Muiñovello, por acercarte hasta aquí.
ResponderEliminarLa verdad es que nunca me he sentido invisible, ni siquiera cuando sesudos articulistas empezaban a hablar de que las mujeres a una cierta edad nos volvemos "invisibles". Yo creo que a los jubilados todavía nos queda visibilidad para rato.
A mí me encantó la historia esta desde que me la contaron. Tienes toda la razón, decir "eso salió en la radio" (o internet, hoy) parece como si fuera "eso lo dijo Dios". Y basta que un señor con bata blanca salga en la tele diciendo que las berenjenas son buenas para la tortícolis para que lo convirtamos en dogma de fe. Así somos los humanos: crédulos, ilusos, inseguros, supersticiosos... humanos.
Es que hay gente que no puede resistir apoderarse de un minutito de fama...
ResponderEliminarTienes que entenderlo, Jomeini. El pobre Tadeo allí lejos de todo, en un sitio en que lo conocen por Ambrosio, con un sentido del humor escondido por no levantar habladurías y un sentido de la justicia sublevado ante el Wifredo el Velloso... Y, de repente, ve la oportunidad de hacerse oír. Ni se le ocurriría que lo encontrarían. Pero seguro que presumió ante quien no debía y en un pueblo todo se sabe. Metió la pata, qué se le va a hacer... Eso sí, más de un minuto de fama tuvo. Y 60 o 70 años después hay quien se acuerda de él.
ResponderEliminar¡Qué historia! Un maestro huído que se hace pasar por su hermano, una radio clandestina y un político que se llevaba los cuartos de otros.
ResponderEliminarCuánto ha cambiado el país, verdad? Ya no hay presos políticos, ni clandestinidad ni políticos que se lleven los cuartos, ahora se llevan la hora completa!!
Querida Jane.....ciertamente es un gran placer estar en Los Sauces y ver pasar el tiempo, tras una jarra de cerveza acompañada de las mejores papas del mundo....más aún cuando se está en buena compañia, y ver acercarse hasta tu mesa a los viejos amigos que se acercan hasta aquí en el mes de agosto y aquellos que habitualmente estamos por aquí la mayor parte del año.....compartir con todos, aparte de la fresca cervecita, un montón de historias....unas que conocemos a través del boca a boca y otras que hemos vivido a lo largo de nuestra vida....todas ellas acompañadas de esa picaresca característica de los pueblos.
ResponderEliminarDe que forma el maestro iba a dejar pasar su minuto de gloria y aportar él su propia historia, no cabe duda que se identificó completamente con el pueblo.
Gracias Jane por compartir con nosotros esas historias y muchas más que te quedan en el tintero, gracias también por compartir esas tertulias tan agradables en las fresquitas tardes sauceras, esperamos volver a repetirlo muchas veces.....Aquí, seguiremos escuchando el viejo relojdel ayuntamiento que los cuartos nunca dio y protagonista de esta bonita historia.
este es el año que ya no puedo contar con ningún abuelo o abuela que me cuente relatos y vivencias, así que encantada de leerte.
ResponderEliminarLoque.
ResponderEliminar¿Verdad que es una historia estupenda? ¡Y después dicen que en los pueblos no pasa nada! Te empiezan a contar y no acaban: las historias del Charco Azul, la de la luz con fantasma incluido, la de los enamorados que se quisieron hasta el final pero que la cosa fue imposible, la del cura muerto que estaba bien vivo... Algunas ya irán saliendo en estas Historias de Los Sauces, el pueblo de los veranos de mi niñez (que ese sí que ha cambiado poco), por el que siento debilidad.
Lo bueno de ahora es que, aunque se siguen llevando los cuartos, las medias y la hora entera, por lo menos nos enteramos más y no tenemos que estar trasteando en la radio para encontrar la frecuencia de Radio Pirenaica, que no veas lo que nos costaba. Y a ver si, en lugar de matar al mensajero, como antes, se persigue de una vez a los mangantes y Wifredos el Velloso de este país.
Jesús:
ResponderEliminarUna cosa que me encantó de Los Sauces ahora fue que, nada más llegar, Marcelo, que ya se había encasquetado la camiseta por fuera de los pantalones cortos y las chanclas, me avisó: "Esto son Los Sauces y aquí las cosas van lentas". Así que, desayunar puede llevarte 2 horas, dar una vuelta hasta el Puente también, y puede que tarden un poco al servirte cuando vas a comer. Con esa filosofía de que no hay ninguna prisa puedes dedicar el tiempo a lo que verdaderamente importa: a una buena charla con los amigos, a reencontrar a gente a la que creías que nunca volverías a ver, a disfrutar del aire veraniego y de la vida que hay mañana, tarde y noche en el pueblo, o a probar almendraditos comprados en Las Nieves.
Fue un placer compartir el tiempo con ustedes y reírnos de las historias. Seguro que repetiremos.
Muchísimas gracias por todo: han dejado la hospitalidad saucera al mismo nivel de siempre, allá arriba.
Y doy fe de que las papas fritas de la Heladería son las mejores papas fritas del mundo.
La madre del monillo:
ResponderEliminarSi una cosa siento ahora es que, cuando tuve a mis abuelas vivas, no les pregunté tanto como ahora hubiera querido. Fíjate que mi abuela materna (que vivía conmigo)era una repostera estupenda y hacía unos merengues que todavía alguna amiga del colegio recuerda con lágrimas en los ojos. Pues no le pregunté nunca ninguna receta y, como hacía todo de cabeza, no tengo nada apuntado.
Por eso yo también ahora pregunto a todo el mundo y me embeleso escuchando cosas de sitios conocidos y de gente que no conocí pero que resultan familiares. Y me sigo asombrando de cómo somos los humanos.
Encantada de compartir todo esto contigo.
Es que lo que no pase en Los Sauces.....Besos.
ResponderEliminarComo dije más arriba, Noli, luego dicen que en los pueblos no pasa nada. Esta historia la coge Agatha Christie y hace un novelón ¿Y lo que nos reímos después?
ResponderEliminarUn beso.
Querida Jane: tienes la virtud de abrir una rendija y es como si entrara a raudales la luz de los recuerdos.
ResponderEliminarMi padre compró una radio, la primera de la que tengo memoria y siempre andaba dándole al sintonizador buscando no sé qué emisora... A mi me ponía nerviosa el fiuhuhj. ..fiuhuhj de la búsqueda... más tarde supe que era "La Pirenaica"....
En ese tiempo lo único que me gustaba de la radio era: "El tío Pepote"(por los caramelos), los cuentos del mediodía y el programa de Juanito Flores donde iban a cantar unos niños..."Ay Tani, tani que mi tani....".
Andando el tiempo supe que lo que mi padre buscaba en aquella emisora que se sintonizaba con aquellos ruidos y que se oía fatal, a veces, era saber de la libertad de otros países y de la verdad sobre el nuestro.
Ya más tarde, gracias a esa emisora , a las publicaciones del "Ruedo Ibérico" y a algún "Bohemia" cubano etc. me enteraba de lo que realmente se "cocía" fuera. .
¡Cuántas personas como Tadeo y mi padre se pondrían todas las noches conectadas con el fiuhuhj...fiuhuhj delante de la radio indagando saber qué había pasado con su libertad. ..!
Conchi, fuimos niños de radio y de determinados programas. Yo también oía el cuento de la 1, el Tío Pepote y el programa de los niños cantores. No recuerdo más hasta que me hice mayor y me encantaba "La ronda" y, sobre todo, "El buen teatro en su hogar". La Pirenaica la descubrí en los 60 ya en la Universidad y muchas noches era yo la del fiuhuhj, fiuhuhj... Recuerdo comentar en voz baja las noticias luego con los amigos. Para nosotros fue un referente y una ventana al mundo.
ResponderEliminarVes?, a veces estamos mejor calladitos
ResponderEliminarPili, yo creo que el refrán ese de "calladito estás más guapo" tiene mucho de razón. A Ambrosio/Tadeo le hubiera ido mejor, desde luego Pero ¿quién es el guapo al que se le ocurre un buen chiste y no lo cuenta? Tengo otra historia sobre una Miss supermegaestupenda que cuando abría la boca... Bueno, ya la contaré.
ResponderEliminarMe cuenta mi madre, Jane, que siendo ella pequeña, su padre compró una radio preciosa, para la familia. Pero cuando empezó la guerra se desprendió de ella, porque temía que se la descubrieran. Había oído decir que estaba prohibido tenerla y por miedo a que le detuvieran la desapareció.
ResponderEliminarTambién me cuenta que sus hermanos mayores iban a escuchar la Radio Pirenaica a casa de un militar del bando nacional, que sí podía tener una, pero que no simpatizaba demasiado con aquella guerra, a pesar de su trabajo. Se llevaban a los hermanos más pequeños, entre ellos mi madre, para disimular y fingir que iban de visita a casa de este señor, que también tenía hijos de sus edades, y así poder escuchar lo que se decía fuera del país.
A mí, siempre me han resultado increíbles estas historias, pero mucho debió haber de verdad, cuando son muchos, también, los que las cuentan.
También me resulta sorprendente la ingenuidad o la ignorancia, a pesar de su supuesto magisterio, de Ambrosio-Tadeo. ¿Cómo es posible que no se le pasara por la cabeza que esa emisora la escuchaba también la autoridad dominante? Y más, cuando estaba perseguido y suplantando a quien no era. Más que un minuto de gloria contando tal ocurrencia, lo que demostró tener fue una gran torpeza.
En cualquier caso, fue lamentable aquella tiranía que no permitió manifestarse libremente a quien lo hiciera y que vigilaba constantemente a todo el que no estuviera de acuerdo con las ideas impuestas.
Interesante y, a la vez, curiosa historia la contada hoy, estimada Jane. Según parece, el señor que se hizo pasar por maestro, sin serlo, fue apreciado por los padres y respetado por los hijos.
ResponderEliminarSoy profesora y esa valoración de Ambrosio, por parte de la gente de San Andrés y Sauces, me dice que supo hacerlo bien, a pesar de suplantar a un verdadero maestro.
En uno de los comentarios anteriores, he leído elogios hacia quién sí parece que disponía del título que le facultaba para serlo, pero que, desde mi punto de vista, distaba mucho de ello.
Hace muchísimos años, siendo yo muy niña, mis padres me pusieron en una escuelita de las que abundaban en aquel entonces y cuyo equivalente hoy sería una guardería o, más moderno, un centro infantil. Yo era una niña tranquila, obediente y muy callada, pero un día tuve la mala suerte de que la "maestra" que se encargaba de nosotros, me descubriera contestando a un compañero que me preguntó algo y, sin averiguar por qué hablaba, me pidió que abriera las palmas de mis manos y, con una regla, se ensañó en ellas todo lo que consideró oportuno. Jamás he olvidado aquel dolor y aquella injusticia y, de mí, lo único que consiguió es que la recuerde como lo peor que viví en mis años de estudiante.
Aquello me marcó de tal manera que nunca acepté, ni acepto, que se defienda "el palo y tente tieso" como un método válido para conseguir que los alumnos aprendan. Lo único que aprende un muchacho así tratado, es a tener miedo y a mentir para no ser castigado.
Si un profesor tiene que recurrir a medidas del tipo "la letra, con sangre entra", mal profesional de la educación es. Si un profesor no sabe recurrir al diálogo, a las buenas maneras, a los argumentos razonables y razonados que sirvan para convencer a sus alumnos de la conveniencia, o no, de seguir unas determinadas conductas, mejor será que abandone y se dedique a algo que no tenga que ver con seres humanos en edades necesitadas de comprensión, ayuda y mucha mano izquierda, para sacar lo mejor de ellos y ayudarles a ser futuras personas tolerantes y respetuosas con los demás.
He comprobado, admirada Jane, que coincidimos en este asunto y me agrada saberlo.
Septena:
ResponderEliminarHistorias como esas tú y yo hemos escuchado un montón. A la gente joven, que no vivió una guerra y una dictadura, les parece mentira, pero hay que recordarlas para que no pase más. Yo recuerdo el miedo, el esconder cosas, el "de política no se habla", el despreciar al otro por rojo o masón, en definitiva por pensar distinto. ¡Que no haga falta nunca más en este país una Radio Pirenaica que nos abra los ojos!
Charo:
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tus ideas sobre la educación. Nunca pasé personalmente por tu experiencia pero sí viví por parte de un profesor el mal trato a un alumno (con patadas incluso, una vez que lo tiró al suelo) y es de las peores cosas que recuerdo. A menudo pienso en cómo lo recordarán el profesor y el niño.
No acepto la violencia en ningún caso. Hay derechos que todo humano tiene, incluyendo a los niños, los humanos más desprotegidos.
Un gran episodio de la historia que se conmemora.
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