Una vez
me contaron que un encantador de serpientes en la India hacía subir al son de
su flauta una cuerda por el aire y que, cuando estaba erguida, un niño trepaba
por ella hasta arriba. Pero alguien sacó una foto de la escena y en ella se veían
cuerda y niño en el suelo y la gente, embobada, mirando hacia lo alto. Eso es
lo que significa “encantar”, hechizar con cantos de tal manera que te olvidas
del mundo que te rodea.
Hay
gente así, personas encantadoras que te atrapan con la música de sus palabras y
la fuerza y claridad de sus ideas. Si alguna vez han tenido la suerte inmensa
de encontrarse con una de esas personas, saben de qué estoy hablando. Y si,
como me pasó a mí, esa persona te da clase de filosofía desde los 17 a los 19 años, comprenderán
por qué es una experiencia que no se olvidará nunca aunque hayan pasado 46
años.
Don
Emilio Lledó, mi profesor encantador de serpientes, vino a Tenerife la semana
pasada y dio una charla sobre el mundo que queremos. Y volvió a ocurrir. Allí
estábamos muchos de sus antiguos alumnos –Manolo, José Carlos, Mercedes, Ana,
Luisa, Pepita, Mª Eugenia, Miguel, Florencia, Lorenzo…- con cientos de personas
más que llenaban el Espacio Cultural de la Fundación CajaCanarias ,
escuchándolo casi sin respirar para no perdernos nada. Y, cuando el moderador,
Fernando Delgado, dijo que ya había pasado una hora y media, todos dimos un
respingo ¿Una hora y media ya? ¿Tan pronto?
¿De qué
habló Don Emilio, en una charla distendida con otra encantadora, Amelia Valcárcel,
para hacernos olvidar el tiempo y hasta el espacio? Los dos hablaron de filosofía,
esa materia que de tanto en tanto los responsables de Educación quieren hacer
desaparecer. Don Emilio habló de nosotros, los seres humanos, que somos
lenguaje, amor, naturaleza y cultura. Habló del derecho a la palabra, que ya
tenían los griegos, pero que implica la libertad de pensamiento, saber pensar
para poder decir. Y de la educación, que crea mentes que fluyen y enseña
ideales que regulen la economía (¿Cómo es posible –se pregunta- que se quiera
privatizar la sanidad para favorecer a los “amigantes”?). Sobre todo, Don
Emilio habló de ser decentes y de luchar para que la educación –una educación
igualitarizante, pública, que no se compre con dinero, como ya defendía Aristóteles
en su “Política”- inculque como valor la decencia, que tiene que ir pareja con
cualquier actuación política.
Y al
final de cada intervención que hacía, como buen sabio, nos miraba y decía con
humildad: “Creo”.
Don
Emilio tiene ahora 86 años, pero, en la mirada y en sus manos elegantes, todo
el vigor y el entusiasmo de cuando lo conocí hace ya tanto tiempo. En un
momento dijo que, si volviera a nacer, le hubiera gustado ser maestro de
escuela para enseñar a los niños pequeños a mirar. Cuando, al final, fui a
darle un abrazo, le dije que no le hacía falta ninguna reencarnación. Ya nos había enseñado a muchos a mirar el mundo de otra manera.
Y a mí
particularmente, que estudié y enseñé filosofía porque un día él empezó a
compartir su saber con nosotros, me marcó. Don Emilio, el pensador cabal y comprometido
con su tiempo, el filósofo de verdad, la mirada que escucha, el entusiasta que
dice que “entender da mucha marcha” y que la vida es hermosa y estimulante, el
vigía moral, el flautista de Hamelin, el maestro encantador… me cambió para
siempre la vida.
(En la foto, Don Emilio y yo, con 20 años menos, en una fiesta-homenaje que le hicimos sus antiguos alumnos de La Laguna)
(En la foto, Don Emilio y yo, con 20 años menos, en una fiesta-homenaje que le hicimos sus antiguos alumnos de La Laguna)
Que bueno es encontrar en nuestro camino una persona que nos ayude y encamine nuestro futuro tan agradablemente y nos de una nueva vision de nuestra vida.Tiene cara de muy buena persona y me alegro que te lo encontraras en tu vida. Bsssss.
ResponderEliminarSiempre hay en la vida encuentros decisivos, Marta. A Don Emilio, Juan Cruz siempre lo llama "el flautista de Hamelin" por la cantidad de fans que arrastró. Muchos hicimos filosofía por él. En los mediados de los años 60 fue un profesor distinto que enseñaba Historia de la Filosofía y nos hablaba de la vida, de lo que somos y de un futuro esperanzador. Fue un soplo de aire fresco, mas bien un vendaval, en la universidad de aquella época. Y lo que es mejor: lo sigue siendo.
ResponderEliminar¡Qué bien lo resumiste, Jane!
ResponderEliminarSí, cómo nos impactó y nos impacta D. Emilio (siempre lo llamo así, aunque cuando me dio clase a mi solo tenía 36 años).
Su optimismo aún en estos tiempos es admirable, nada de "homo homini lupus", hay mucha bondad en el ser humano a pesar de todo.
Como te dije el otro día yo sólo lo disfruté como profesor 6 meses, pero como si hubieran sido 6 años. Y, claro, lo sigo leyendo, viendo cuando viene, cuando sale en la tele, en fin, sigue estando ahí como referencia constante.
Gracias
Sí, Mª Eugenia, recuerdo que me contaste que en esos 6 meses te emocionabas los días que había clase de filosofía como si ese día tuviera un añadido especial. Y mucho de especial tiene cuando el miércoles pasado había una cola que daba la vuelta a la manzana para entrar a verlo a él y a Amelia Valcárcel. Me dijeron que se quedaron fuera unas 80 personas. ¡Imagínate, cola para oír hablar a los filósofos!
ResponderEliminarUna vez nos dijo que lo llamáramos Emilio y lo tratáramos de tú, pero no nos sale.
Los que dicen que el hombre es un lobo para el hombre, dice, son los que quieren el odio. En este mundo de violencia hay que pensar en un horizonte de solidaridad y amor. Me gustó mucho lo que dijo de que lo válido que se ha hecho tiene un punto de utopía. En fin, como dices, es nuestra referencia.
Un abrazo y gracias a ti por compartir.
Yo me siento de la generación de las nietas, tras luego Muguerza y todos mis profesores, Ana Pantoja Antoja Hardisson, Antonio Pérez Quintana que fueron sus alumnos. La Laguna y la filosofía de Lledó están fuertemente vinculadas.
ResponderEliminarSí, Mª José, Ana Hardisson y Antonio Pérez fueron también mis compañeros, aquellos que disfrutamos del magisterio de Don Emilio durante dos años. Sólo estuvo 3 años aquí, se fue muy pronto, pero es curioso la huella tan profunda que dejó en La Laguna. Yo creo que fue, sobre todo, por su entusiasmo, por el cuidado que ponía en las palabras, por hacer actuales a los clásicos, por su vitalidad... pero también porque es un profesor que escucha y a quien le importas. Eso crea lazos difíciles de desatar.
ResponderEliminar¡Qué suerte haber vivido esos momentos!
ResponderEliminarSí, Esther: Sí es una suerte haber tropezado con alguien con carisma y poder de seducción. Y ver que lo hace desde la sabiduría y la palabra sencilla, reivindicando la duda. Ese "creo" que decía al final abría puertas al diálogo.
ResponderEliminarQue bueno tener referentes morales Isabel.Me has emocionado y trasmitido ese buen hacer de esos "faros" que iluminan nuestro quehacer diario.Con tu recuerdo has hecho renacer los mios. Gracias a todos los que nos han enseñado a "mirar".Un besazo.
ResponderEliminarDon Emilio siempre nos remite al origen de las palabras. "Idea" significaba "lo que se ve con los ojos". Entender, aprender, es una forma de mirar, de tener el alma navegable para que nos entre toda la experiencia del mundo. Si no aprendemos a mirar, la vida no tiene sentido.
ResponderEliminarDemos pues, América, cabida en nuestras vidas a todos aquellos que nos enseñan a mirar y a dar sentido. Son, como acertadamente dices, faros que iluminan.
Otro besazo para ti.
Disfruto tanto con lo que escribes, Jane!!! pero hoy el tema me ha llegado muy hondo.
ResponderEliminarDestacaré solo dos frases, una que tú nos cuentas de Don Emilio: "Si volviera a nacer, le habría gustado ser maestro de escuela para enseñar a los niños pequeños a mirar" y la segunda, tuya: "Un profesor que escucha y a quien le importan sus alumnos crea lazos difíciles de desatar".
Yo creo en las dos y, lo que es más, tengo la ocasión de dedicar mi trabajo a conseguir lo primero y compruebo muy a menudo lo segundo.
Hace casi treinta años estuve en Cuba y muchos jubilados iban cada día a trabajar sin la obligación de tener que hacerlo, porque les gustaba y enseñaban a otros. A mí me encantó verlo.
Cuántas veces he dicho yo que si no necesitara trabajar iría igualmente a enseñar (si pudiera) porque las satisfacciones que te da ese trabajo son muy difíciles de igualar.
Un abrazo desde el norte.
Yo siempre decía que enseñar es el oficio más bonito del mundo y afortunados somos los que pudimos y pueden dedicarse a ello. A Don Emilio lo recordamos todos sus alumnos como un hombre que irradiaba entusiasmo en clase. Una vez que alguien le preguntó en una entrevista si se consideraba feliz, dijo: "Creo que sí ¿Cómo decirte lo contrario? A mí, la infelicidad me viene siempre de fuera". Y comentaba: "Esa ilusión con la que yo llegué a La Laguna, de treinta y no muchos años, me decía que iba a dar frutos en mí mismo y también, por poco que fuera, en mis alumnos. Pensé que podía encontrar gente tan ilusionada con la que podríamos cada uno en su trabajo colaborar en la transformación de este país...". El entusiasmo y la ilusión son sumamente contagiosos. Y un país ilusionado sale adelante como sea. El papel de los educadores es tan fundamental que duele que los que tienen el poder de hacerlo no apoyen la educación como el bien más importante de un país.
ResponderEliminarGracias, Utopía, por tus palabras, por tus ideas y por tu coherencia. Un abrazo desde el sur (relativo)
Hola Jane. Hace muchos años oí hablar de Don Emilio y hablaban con veneración. Con el paso del tiempo otros hablan de él y lo siguen haciendo con veneración y con mucho respeto. Es una pena no haberlo oido hablar.
ResponderEliminarSí, el papel de los educadores es fundamental en la formación de ciudadanos que es lo que se deberían convertir nuestros jóvenes, ciudadanos libres y con libre albedrío, pero a veces es difícil entendre algunas cosas: Hay un repunte de posiciones conservadoras, homófobas, odio al emigrante..... y también un "machismo" en nuestras jóvenes que piensan que sus "hombres" pueden controlarles el móvil, sus salidas, sus amistades....y claro te desanimas pensando que tanto años de lucha para qué....Pero no se puede desfallecer, habrá que seguir luchando, enseñando, siguiendo el ejemplo de otros y otras, y también por lo que cuentas, el ejemplo de Don Emilio. Un gran beso Jane.
Hoja Jane. Saludos desde esta orilla. Te felicito por ese excelente Profesor. Pero, verás, tambien tuve la suerte de contar con un verdedadero MAESTRO: Don Mario Torrealba Lossi mi Profesor de Literatura en el Instituto Pedagógico de Caracas, espacio que cambié por la Ingeniería en las Universidad Central. El decia que habían dos clases de Maestro: los que dabban Clases y los que Enseñaban y el pertenecía a esta categoría. De él me quedaron el amor y respeto por lo que uno hace y la inclinación por la lectura y la Docencia.Gracias por recordarmelo. A cuidarse, pues
ResponderEliminarSiempre sigo una máxima que veo que también se aplica a tï:
ResponderEliminar"La verdadera felicidad consiste en hacer felces a los demás".
Usted siempre consigue emocionarme, y estoy de acuerdo en que hay materias que amas por la persona que te hace amarlas, ese es mi caso con mi profesora de literatura, nunca la olvidare.
ResponderEliminarSu hija tiene su sonrisa y mucho de usted en esa foto que ha puesto
Qué suerte haber tenido un profesor así, y qué suerte que gracias a él - y no solo a él - otros muchos tuviera una gran profesora.
ResponderEliminarPd. Yo la verdad es que suelo emplear el término "encantador de serpientes" para algo muy diferente, a ver si me explico... no sé... un vendedor de coches usados, por ejemplo.
¡Qué buen título lo de "Encantador de serpientes"!
ResponderEliminarEn efecto D. Emilio era, y es, un encantador "Encantador de serpientes"...
Recuerdo sus clases de 1º y 2º de Comunes en un aula habilitada en la azotea de la Facultad de Derecho, frente al Seminario de Derecho Político. Hacía un frío "que pelaba", pero no lo notábamos, había entusiasmo por escucharlo, incluso iban oyentes de otras facultades y de otros cursos por el placer de oírlo.
Yo ya había decidido hacer Historia, (sobre todo por la Historia del Arte), pero una vez D. Emilio habló de aprender a ver,a observar. Comentó un cuadro de Van Gogh "Habitación en Arlés" (la habitación del artista). Y me enseñó a ver las cosas como él quería que las mirara...No cabe duda que también a mi me marcaron sus enseñanzas, y entiendo la cantidad de alumnos que se fueron a estudiar la especialidad de Filosofía (Pura, como antes decíamos, porque aquí no estaba la especialidad) atraídos por su saber y por sus enseñanzas..Otra vez, "El encantador de serpientes" o "El flautista de Hamelin" (como lo llama Juan Cruz) había dejado su estela...
Juan Pérez Pérez:
ResponderEliminarHe visto en Facebook que han subido la charla de la que hablo en este post. No puedo ponerla aquí porque en los comentarios no me salen los enlaces y tú sabes que yo no llego muy allá en esto de las nuevas tecnologías. Pero como tú eres un hacha, si te interesa, seguro que la encuentras en San Google.
Una de las frases muy típicas de Don Emilio es que mientras haya esperanza, hay vida. Tanto él como Amelia Valcárcel hablaron de optimismo. Este es un hermoso mundo, decía ésta última. Después de todo la mayoría de las personas del pasado se esforzaron para que tuviéramos este mundo de hoy, que ha ido poco a poco conquistando derechos. Ya sé que a veces los enseñantes nos desanimamos, pero de cobardes no hay nada escrito. A seguir educando en la libertad y en la dignidad, como siempre lo has hecho.
Un abrazo grande.
Agroteide:
ResponderEliminarQuerido Agroteide, mi enhorabuena por haber tenido también la suerte de haberte tropezado con un buen profesor, de esos que dejan huella y a los que no se olvida nunca. Creo que casi todo el mundo tiene alguno (o algunos) con los que disfrutó en una clase.
También Don Emilio nos hablaba del suyo, Don Francisco, un joven maestro del Madrid de la guerra, que les hacía leer el Quijote y luego les pedía sugerencias. Les abría la mente. En un nivel tan sencillo e inmediato, era un cultivo de la libertad, de la independencia de juicio, y, de paso, les hacía amar ese libro incomparable.
Estoy segura de que alguno de tus alumnos también te recuerda, tal vez una clase o una observación o una actitud. Ese es nuestro privilegio.
A cuidarse, pues, Agroteide.
Guillermo:
ResponderEliminarLo que sí es seguro es que sin los otros no seríamos nunca felices. En griego a aquel que sólo se ocupaba de lo suyo, que no le interesaba nada lo de los demás, lo llamaban "idiotes".
Madre del monillo:
ResponderEliminarLo que le decía antes a Agroteide: todos tenemos alguien que nos enseñó, que nos condujo. Hoy, que estoy etimológica, "alumno" viene de alimentarse. Nos alimentamos de nuestros profesores y somos afortunados si estos nos enseñaron algo más que una tabla de multiplicar o una lista de reyes godos.
Sí que nos parecemos Ana y yo, sobre todo en esa foto en que yo tenía 4 años más de los que tiene ella ahora.
Loque:
ResponderEliminarDudé mucho antes de poner el título por esa distinta interpretación. Pero la verdad es que siempre pensé en Don Emilio así. Cuando estábamos deseando asistir a clase en lugar de fugarnos, cuando lo escuchábamos sin chistar, cuando nos hacía olvidar la hora que era, cuando nos apuntábamos voluntariamente a cuantos seminarios o charlas extras quería darnos... siempre pensaba en que era un verdadero encantador que, con su voz, sus gestos, sus palabras, nos hacía olvidarnos hasta de que era la hora de comer o de que habíamos quedado para ir al cine.
La Cándidaeréndira:
ResponderEliminarSí, me acuerdo del frío de aquella aula. El calor venía, más que por el entusiasmo, porque éramos un montón: calor humano, que le dicen.
Yo creo que lo que consiguió es que se nos acabaran las certezas. A esa edad y en la universidad nos creíamos los reyes del mambo, nos parecía que sabíamos mucho y que podíamos opinar con rotundidad de lo divino y lo humano. Don Emilio nos metió en la duda, en las preguntas, y en las miradas. No me acuerdo de cómo miramos el cuadro de Van Gogh pero sí de analizar entre todos la frase de Paul Eluard "La Tierra es azul como una naranja". Nos enseñó a pensar y a no estar tan seguros. Cuando años después encontré un cartel con esa frase en París, lo compré y lo tengo ahora enfrente de mí en la pared de mi cuarto de estudio, como un recuerdo de esa actitud.
Isa , me encantó tu post y también el personaje del que hablas en él, debe ser una persona admirable.Recuerdo que en la Universidad de esta época había unos profesores geniales. En Derecho , también , tuve la suerte de conocer alguno de ellos. Un abrazo desde Ann Arbor
ResponderEliminarY no sólo en la Universidad, Pili. A veces hablamos también de los estupendos profesores que tuvimos en Bachillerato. Hace muy poquito hablamos de Doña Mercedes Machado, que nos enseñó Griego y Francés y con la que cantamos tantas canciones (aquella de Françoise Hardy, "Tous les garçons et les filles de mon age" ¿te acuerdas?) o Gloria, que nos dio Matemáticas en 4º, o Rosiña, que era dura pero buena (la llamaban "la aceituna" porque su coche era verde y ella era un hueso)... Sí que hemos tenido suerte y sí que tenemos que estarles agradecidos.
ResponderEliminarMe ha emocionado leer tus palabras de cariño y reconocimiento a un buen profesor que te hizo amar la filosofía. Sintiendo así seguro que darías todo por transmitir lo mismo a tus alumnos. El reconocimiento a nuestros profesores nos anima a intentar como enseñantes entregarnos con ilusión a la tarea.
ResponderEliminarSí que ha sido un ejemplo, Carmen Delia. Pero yo creo que a él y a todos nosotros ya nos enseñó Sócrates a no dar nada por sentado y a amar la filosofía. Pedagogo es "el que conduce al niño". Y tuvimos suerte de que nos "condujera" un hombre optimista que creía en la libertad y en la posibilidad. Proponía cultivar la sensibilidad, no abusar de la tecnología, leer, que la neurona fluya, que no se fanatice, que haya decencia en lo privado y en lo público... Nos transmitió esperanza.
ResponderEliminarSí, muy bueno, pero a mí la universidad española me decepcionó mucho. A mí me motivaron y reconozco como mis mejores profesores de toda mi vida a los profesores que tuve en el Colegio Alemán de Las Palmas de Gran Canaria y luego en Columbia University, en Nueva York. Don Emilio hechizó a mucha gente y era bueno, pero a mí de ese curso el que más me gustaba era Hernández Perera. En Segundo de Comunes en Madrid me gustaron Rumeu de Armas, que iban muchos oyentes a clase sólo por escucharle, y Adrados en Griego. Tuve tan buenos profesores en el Colegio Alemán que luego no fué fácil que les igualasen. Viví de las rentas durante toda mi estancia en la universidad española, y muy desmotivada por ello. Lledó estudió en Heidelberg, mis fabulosos profesores del Colegio Alemán, alguno de los cuales eran doctores, eran más motivadores que Don Emilio.Sólo volví a estar motivada cuando pude saltar a la fabulosa universidad de Columbia. Recuerdo la universidad española como un freno y un aburrimiento y desmotivación grande en mi vida académica, pero yo intuía que tenía que haber a nivel universitario algo que se pareciese al menos al fabuloso Colegio Alemán de Las Palmas que tantísimo me motivó e ilusionó. Siento, Isabel, no poder coincidir contigo. Sí recuerdo asombrada que a todos Ustedes, mis compañeros, les gustase tanto Don Emilio. A lo mejor el fallo estaba en mí.
ResponderEliminarMargarita, no es culpa de nadie ni hay que sentir que uno tenga preferencias por un profesor o por otro. Es lo normal. Y es verdad que Don Emilio atraía a mucha gente (recuerdo que sus clases se llenaban con estudiantes de otras carreras y hasta con otros profesores), pero también eran profesores excelentes Don Jesús Hernández Perera (al que en mis visitas posteriores al Museo del Prado agradecí tanto todo lo que nos había enseñado) o Don Gregorio Hernáez, de Griego, que me encantaba. De hecho, yo iba para Clásicas hasta que con Don Emilio vi unidos mi amor a la lengua griega y a la filosofía.
ResponderEliminarSin embargo, mi impresión de la Universidad en aquellos tiempos (finales de los años 60, con el eco del mayo del 68 parisino) era todo menos aburrida. Era una universidad efervescente, ilusionante, crítica, en plena acción hacia un futuro liberador. Fuimos los estudiantes de aquellos años los que abrimos el camino a una España democrática. Y lo sabíamos.
Un abrazo y gracias por aportar tu punto de vista.
Estuve allí y desde luego parece mentira que se quieran cargar Humanidades. Fue un lujo.
ResponderEliminarSólo recuerdo a una profesora de historia del arte y de literatura. Ah y a don Manuel Borguñó.
Merci, qué pena no verte. Pero es verdad que había mucha gente, el aforo completo.
ResponderEliminarY sí, parece mentira. Se está queriendo que la educación tenga como supremo valor la utilidad y se olvida que un pueblo que no conoce su pasado, mal puede diseñar su futuro. Se echa abajo asignaturas que te enseñan como ser ciudadano ("Educación para la ciudadanía") o como comportarte éticamente bien ("Etica"). O se mutila la Filosofía, que te enseña a pensar. Se ve que interesa que no haya espíritus críticos. A Don Manuel Borguñó casi no lo conocí porque, cuando me hizo la prueba de música y me puso a cantar la escala musical, no me dejó pasar del "do" y no me admitió en su clase. Frustraciones que arrastra una de pequeña. ;-D
De acuerdo con los comentarios sobre la excelencia de Don Emilio LLedó, no fui alumna suya, pero si una gran seguidora de su trayectoria y su obra. Por eso no me parece muy indicado el titulo de la foto : Encantador de serpientes. A mi modesto entender, precisamente Don Emilio no responde a esa característica, ya que según entiendo, ese adjetivo se da a una persona falsa, egoista, egocentríca.... sin empatía, que solo vive para ella.... y de verdad no creo que Don Emilio responda a estas características
ResponderEliminarBienvenida, Lola, a este rincón.
ResponderEliminarYa le comenté a Loque, una de las habituales comentaristas del blog, que dudé mucho antes de titular este escrito así por si había esa interpretación que apuntas. Pero las metáforas no son exclusivas y pueden aplicarse a distintas situaciones. De hecho, otra comentarista (La Cándidaeréndira), que sí fue alumna suya, comenta "¡Qué buen título lo de "Encantador de serpientes"! En efecto D. Emilio era, y es, un encantador "Encantador de serpientes..."
Así era como lo calificábamos a veces cuando nos dábamos cuenta de que la clase se nos había pasado en un segundo, que cuando él hablaba nos embrujaba con sus palabras y no nos percatábamos de nada más. Esto es lo que le contesté a Loque: "Cuando estábamos deseando asistir a clase en lugar de fugarnos, cuando lo escuchábamos sin chistar, cuando nos hacía olvidar la hora que era, cuando nos apuntábamos voluntariamente a cuantos seminarios o charlas extras quería darnos... siempre pensaba en que era un verdadero encantador que, con su voz, sus gestos, sus palabras, nos hacía olvidarnos hasta de que era la hora de comer o de que habíamos quedado para ir al cine."
Por eso en el primer y segundo párrafos hablo de lo que significa "encantar" y que es en este sentido, hechizar con la palabra y con la claridad de lo que estás viendo (las "ideas"), en el que se lo aplico (y se lo aplicábamos ya entonces sus alumnos) a Don Emilio.
Un abrazo.
Teníamos compañeras que decían que no entendían nada la filosofía, que no entendían qué nos atraía tanto de aquello que les parecía un rollo, pero nosotras tuvimos un antes: nuestra joven profe de filosofía de 6º, que nos leyó algunos textos y en Preu, uno que, creo recordar, no nos enseñó nada, pero nos hizo aprender de memoria aquel manual de letra tan chica, así que Don Emilio, tan joven entonces, aunque no lo supiéramos, nos encantó, como tú dices, a otras las enamoró, así tal cual, te acordarás, pero sobre todo el interés por el pensamiento, la palabra exacta, despojada de todas sus capas, cuando nos miraba y decía: "Ah, ¿no han leído a Holderlin?" Y uno pensaba, ¡dios mío, cómo es posible que no lo haya leído!" Y allá te ibas corriendo a la librería. En Barcelona nos dio también Historia de la Filosofía, 3 cursos fascinantes, también hicimos un seminario sobre los presocráticos con una publicación separata de alguna revista universitaria.
ResponderEliminarLejos acabé de aquel mundo pero Don Emilio ha sido alguien especial, siempre buscando el origen, el primigenio significado que el tiempo recubrió de costras inertes. A veces, fuimos con él a una cervecería, cafetería inmensa que estaba cerca de la Universidad, se llamaba "El oro del Rhin", y charlaba con sus alumnos de todo, siempre sentía predilección por los canarios. Fuimos muchos a Barcelona por él.
Querida Cae, gracias por tu testimonio de aquellos años. Don Emilio pasó por Valladolid, La Laguna, Barcelona, la Autónoma... y en todos sitios fue dejando, por lo menos, la impresión de que te habías tropezado con alguien especial.
ResponderEliminarLa filosofía, decía una amiga mía, son como las lentejas (o como el hígado, diría yo): o te gustan con locura o no te explicas cómo a alguien le puede gustar eso. O el "hay gente pa tó" que el torero El Gallo le dijo a Ortega cuando él le contó que era filósofo. Y como en nuestro curso éramos muchos y teníamos buenos profesores, a pesar de la evidente admiración a don Emilio, estaban los fans de Don Jesús Hernández Perera, o de Don Elías Serra o de Don Jacinto Alzola. Pero tienes razón en que a nosotras, sobre todo Matilde en 6º curso, nos preparó el camino.
El rasgo que destacas de Don Emilio, su amor a las palabras, a las que casi acariciaba, es uno de los más atractivos. Nos hizo ir al origen, que es una forma de comprenderlas mejor. Todavía conservo, y alguna vez releo algún párrafo, "El lenguaje" de Sapir, que él nos recomendó.
Un abrazo.
no te frustres por lo del "do". A mi también me frustró en eso de niña un profesor del Colegio Alemán que - estábamos cantando - dijo: "que se callen los niños y Margarita". ¿Qué te parece? ¿Es peor aún, no? Jajajaja, me río pero me "ha seguido" toda la vida. Con lo que a mí me gusta cantar ....
ResponderEliminarAh, Margarita, a mí me pasa lo mismo. Por eso te brindo una frase de Rabindranath Tagore que se la espeto a todo aquel que pueda decirme lo mismo que tu profe:
ResponderEliminar"El bosque sería muy triste si sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen".
Así que no me corto nada y en parrandas y tenderetes canto a grito pelado y, como mis amigos me quieren, no protestan ni nada.
Don Emilio, a diferencia de algunos profesores universitarios de aquella época, irradiaba encanto, sencillez y humanidad, lo que hacía que aceptáramos mucho mejor sus eruditos y profundos conocimientos. Por eso era (y ha continuado siendo) lo que hoy han dado en llamar "un gran comunicador". Tengo un gran recuerdo de él. Aprovecho para felicitar a Jane jubilada por este entrañable blog.
ResponderEliminarGracias, Francisca.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo. He contado en otro post que una vez que subía en guagua a clase subió también Don Emilio, se sentó a mi lado y estuvimos hablando de Santa Cruz a La Laguna sobre las clases, el futuro, mis apuntes (que estuvo ojeando)... ¿Un profesor que subía en guagua? ¿Un profesor que se sentaba contigo y charlaba tranquilamente? No estábamos acostumbrados en la universidad a profesores así, sino a los que vivían en el Olimpo junto a los dioses. Don Emilio fue siempre ese profesor al que le interesaba lo que le contaras, una persona cordial que se hacía y se hace querer.
De vuelta de viaje me encuentro con todo lo que ha generado tu entrañable post sobre Lledó y su influencia.
ResponderEliminarNo quiero dejar pasar la oportunidad de, yo también, hacer aquí mi pequeño homenaje a otros profesores que me hicieron mella de pequeña.
Tuve una profesora, se llamaba Pilar de la Rosa, que cuando yo estaba en ·2º o 3º de bachillerato, o sea, a los 12 ó 13 años, abrió la mente a las matemáticas ,me condujo a su comprensión.. Fue como abrir una espuerta: Todo aquello que parecía un jeroglífico, se me ofreció claro como el agua, evidente. Mi pasión por las matemáticas continúa, lloré por ellas cuando decidí estudiar otra cosa.
Ya en el instituto, dejaron honda huella en mi: Dña Irene (no me acuerdo del apellido) de Ciencias Naturales. Las explicaba con un entusiasmo y claridad, que era imposible no enamorarse de ellas.
En el "Pre". nos dio clase de francés Paco Hernández. A él siempre lo llamamos así. Era joven y lleno de ilusión por la enseñanza y por sus alumnos. Nos ponía diapositivas de Paris, lo que en aquel momento era una novedad. Tradujimos a la inversa el "Viaje a La Alcarria" de Cela, y como por ensalmo, todos aquellas listas de palabras del Perrier que nos aprendimos de memoria en los años anteriores se hicieron útiles en situaciones de la vida diaria: pudimos hablar francés.
Desde aquí, gracias a todos ellos,
Y a ti.
Tengo un libro que se llama "Mi infancia son recuerdos..." en el que muchos escritores y personas famosas recuerdan a sus maestros. Entre ellos está Don Emilio Lledó, pero también Caballero Bonald, Severiano Ballesteros, Ainhoa Arteta, José Luis Borau, Ángel González, Fernando Savater... Josefina Aldecoa, que hace el prólogo, lo empieza diciendo: "Este libro nace con una noble intención. Rendir homenaje a una serie de hombres y mujeres que han dedicado su vida a un oficio hermosísimo: el oficio de maestro". Creo que es bueno pararnos alguna vez en la vida, como has hecho tú ahora, y recordar a aquellas personas que dedicaron su tiempo a despertar en nosotros el deseo de aprender y la curiosidad. Nos marcaron y nuestro agradecimiento persiste aunque haya transcurrido mucho tiempo. En mi caso fueron Gloria López, con las matemáticas, Matilde con la filosofía de 6º, Rosiña con la literatura y la historia del arte, Társila Sicilia con el latín y Don Gregorio Hernáez con el griego.
ResponderEliminarDoña Irene se apedillaba Sánchez Vega, creo.
Un abrazo.
Seguí leyendo todos los comentarios y cuando ví que nomnbraban a D. Jesús Hdez Perera, me sentí mal por no haberlo citado. me entusiasmaban sus clases y todavía recuerdo perfectamenbte su voz y su tono al hablar. Cuando estaba en 2º de comunes, la hora en que él daba clase a 1º, casualmente la tenía libre, y siempre acudía a sus clases. Pero era otra cosa, no fue una influencia en lo personal, si en cuanto a la materia y su forma de explicarla. Otro tanto puedo decir de Pinillos (nos teníamos que sentar en el suelo si se nos hacía tarde para ir a sus clases., Se llenaban), recientemente fallecido, o Saumells ... ya en Madrid.
ResponderEliminarSí tuvimos suerte también con los de la carrera. Saumells me encantaba y, por supuesto, José Luis Pinillos, que fue un profesor extraordinario. En sociología tuvimos a González Anleo, estupendo ¿Y te acuerdas de Cimadevilla, que también murió joven? Había una caterva de profesores decimonónicos frente a un grupo de entusiastas amantes de la pedagogía que hacían que amáramos lo que estudiábamos.
ResponderEliminarTuvimos suerte, Isabel, de encontrarnos con una persona buena,inteligente y humilde que además intentaba enseñarnos a mirar el mundo con nuevos ojos. Demasiadas virtudes para pasar desapercibida. Un abrazo.
ResponderEliminarPues sí, nosotros y todos los que venían a clase a oírla aunque fuera al fondo de pie. Sus apuntes de Kant me sirvieron para toda la carrera. Y es que no hay nada como que te expliquen bien una cosa para que se te quede para siempre. Cada vez que nos encontramos sus antiguos alumnos nos reconocemos y nos congratulamos del privilegio que tuvimos.
EliminarUn abrazo, mi colega.
Isabel: estaba tan ensimismada y entusiasmada leyendo este escrito que se me “colaron” unas fotografias que acababa de hacer bajando de Anaga a San Andrés. Cuanto lo siento. Besotes y, por favor, síguenos deleitándonos con tus escritos����
ResponderEliminarNo lo sientas en absoluto, Águeda. Entre col y col, lechuga (o entre rollo y rollo, una foto preciosa), viene muy bien. Y así me deleito con tus caminatas y escapadas por esta isla tan bonita que tenemos. El blog y yo te lo agradecemos.
EliminarUn abrazo y muchas gracias
La niña mimada de filosofia.
ResponderEliminarJajaja, más bien "entusiasta de la filosofía". Es una de las asignaturas que más puede completarnos y hacernos pensar. Nunca me he arrepentido de haber elegido ese camino. Y aun hoy, en que ya he regalado algunos libros y me queda algo lejos, una buena reflexión nunca me aburre y siempre es bienvenida. La primera frase de la metafísica de Aristóteles - "Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber"- sigue tan viva como hace 26 siglos.
EliminarUn beso, Abraham (que eres tan curioso como yo)
La serpiente encantada.
ResponderEliminarSí, Ramón, y además en un doble sentido. Encantada y hechizada ante lo que escribe Don Emilio (tengo todos sus libros, por supuesto, y no me pierdo charla o entrevista que le vea publicada); y encantada de la vida, que me dio la oportunidad de conocerlo y tratarlo.
EliminarCuando le dieron el "Premio Príncipe de Asturias 2015", creo que fue la única vez que me he tragado entera toda la ceremonia :-D
Si alguna vez da una charla por aquí avísame.
EliminarPor supuesto. Pero ahora tiene 90 años. No sé si se está moviendo mucho. Aunque sigue estando joven.
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