Hace
casi un siglo, en 1919, en la mañana del 13 de noviembre, los alumnos del
Instituto de Canarias, acaso futuros bisabuelos de los que yo tuve allí mismo 70 años más
tarde, se fugaron de clase. Lo hicieron, enfadados, ante la negativa de un
profesor nuevo, Don Diego Ximénez de Cisneros, de dejarlos asistir a una romería,
que existía por aquel entonces, a San Diego del Monte. Lo que ellos no sabían
era que, con ese gesto, inauguraban un sano hábito –“Día de San Diego, fuga
general, las buenas costumbres hay que respetar”, pintaban en las paredes- que
se fue contagiando a la
Universidad , a la Escuela Normal , a los demás institutos de la isla
y, después, a toda Canarias, hasta hoy en que se fugan ese día incluso los de la ESO. Así nacen las
tradiciones.
Tradición,
por cierto, de la que yo había olvidado cómo empezó en mi caso, hasta que la
semana pasada Carmen Delia, compañera de colegio y de fatigas, me lo recordó: “Sí,
¿no te acuerdas que después nos fuimos a un guachinche a comernos una ropavieja?”.
Y la evocación de aquella ropavieja fue como la magdalena de Proust y arrastró
consigo todos los elementos de mi primera fuga, a los 15 años, y de aquel día mágico
e iniciático.
Porque fue
un día de primeras veces. Era la primera vez que nos fugábamos, sorteando
peligros a través de Clausura para encontrar una salida del Colegio que no
fuera la puerta principal.
Era la
primera vez que subía en guagua a La
Laguna sin mis padres y sólo con mis amigas, expectantes y
alborotadas como quien se va a una expedición al Polo Sur.
Era la
primera vez que visitaba San Diego y su ermita, un lugar precioso y escondido
de La Laguna , cantado por los poetas:
“Voy a
ver las frescas sombras
de los
montes de San Diego,
y sus
seculares pinos
y sus
castaños eternos.”
(Diego Estévanez y Murphy)
Era la
primera vez que intentábamos contar, tal como mandaba el rito, los innumerables
y escondidos botones de la casaca de la estatua de Don Juan de Ayala, el
fundador del convento, para que nos diera suerte en los exámenes.
Era la
primera vez que estábamos en un baile al aire libre, bajo el sol de la mañana,
en la cancha de la finca de San Diego, un montón de estudiantes felices,
brincando y moviéndonos al ritmo de twist, chachachá y rock and roll. Supimos más
tarde que al año siguiente los dueños, asustados por la afluencia, cerraron su
casa y nunca más se pudo ir a San Diego.
Y era
la primera vez que fui a comer a un guachinche. Pero no a uno cualquiera sino
al célebre “Dos y una”, que estaba en la calle Viana haciendo esquina con el
Callejón de las Monjas, y en el que comimos la susodicha ropavieja proustiana
por el módico e increíble precio de 1,50 pesetas. La excitación y las risas del
día, sintiéndonos jóvenes y libres, fueron tantas que una de mis amigas llegó
orinada a su casa cuando nos retiramos a las 7 de la tarde.
Y al día
siguiente nos pusieron un cero como una catedral a todas. Como tiene que ser.
Fugarse
es, según el diccionario, “escaparse o huir alguien de un sitio en donde está
encerrado, sujeto o vigilado”. Y una fuga tiene que implicar la posibilidad de
un castigo. Si no, se convierte en vacaciones, en un día libre (a veces se han
cogido dos, o una semana), en un tiempo sin gracia ninguna, sin chicha ni limoná.
Una fuga tiene que ser, como lo fue para nosotras, algo así como “La gran evasión”,
corriendo riesgos, emocionándote porque has conseguido esquivar peligros,
disfrutando después del pecado cometido, y sabiendo que al final -¡que me quiten
lo bailado!- va a caer sobre ti la maldición de Satanás.
Por
eso, estoy con Don Pablo Pou, otro profesor que allá por aquellos años,
imitando a los estudiantes, ponía en la pizarra: “Día de San Diego, cero
general. Las malas costumbres han de terminar”.
Yo
pondría también un cero. Pero un cero redimible con, por ejemplo, un escrito
sobre cómo fue tu primera Fuga de San Diego. Sería curioso reunirlos todos en
un volumen de miles de hojas con los primeros San Diego de todos los laguneros
y canarios que alguna vez se arriesgaron a pasar un día prohibido.
Este,
por lo pronto, es el mío.
(En las fotos, mi Instituto, el Instituto de Canarias, hoy llamado también Canarias Cabrera Pinto. El claustro, en la foto inicial, y , en la final, la portada que los alumnos de entonces, sorteando al bedel, tenían que pasar para fugarse)
Mi primera fuga de San Diego la tengo asociada a un fantástico beso, ahora guardado en los recuerdos. ¡¡¡Sabrosos rcuerdos!!!
ResponderEliminar¡Qué suerte!
ResponderEliminarEn la mía no hubo besos y ni siquiera recuerdo a algún chico en especial. Sólo la fantástica camaradería, el descubrimiento de la libertad y las risas.
En el instituto no había fuga ,directamente no había clase. Yo tuve más suerte al librarme del yugo monjil. ¡Como me lo pasaba!
ResponderEliminarSí, Merci, se ve que los profesores tiraron la toalla después de años y años en los que las amenazas y ceros no hicieron mella para que la gente dejara de fugarse. Después de todo, si lo miras bien, fue una gesta parecida a la conquista de Granada. Pero, qué quieres que te diga, las amenazas le daban un poco de pimienta a la cosa...
ResponderEliminarYo también me lo pasé bien.
No me acuerdo muy bien del día de mi primera fuga. En el colegio alemán no nos permitían fugarnos (costumbres españolas) pero nosotros lo lográbamos saltando por las ventanas ya que el director mandaba cerrar las puertas para impedirlo. Recuerdo un profesor alemán que corrió detrás de nosotros hasta la plaza de los patos. Lo que si me trajo un buen recuerdo es el comentario sobre el dos y una. Recuerdo sus bocadillos de carne con papas, o solo de papas con la salsita de la carne, cuando no te llegaba el dinero.
ResponderEliminar¿Ves, Emilio? Eso sí es una fuga como Dios manda. Tiene todos los elementos para hacerlo emocionante y contárselo a las generaciones posteriores: autoridades intransigentes, fugas peligrosas por las ventanas, persecuciones a través de la ciudad a toda pastilla... ¡Todo sea por San Diego!
ResponderEliminarY es verdad, ese era el plato estrella del "Dos y una". Incluso había un bocadillo sólo de salsa, sin carne ni papas. Muchos laguneros, estudiantes sobre todo, se alimentaron allí. O, por lo menos, calmaron el hambre.
¡Qué historia tan bonita! Pero que espero que no se contagie al resto de España. Que yo me escape bien, pero que se escapen los niños, ¡no! ;D Besos grandes.
ResponderEliminar¡Ay, Lola! A veces el sarampión no se contagia (lo sé por experiencia. Me acostaban con mi hermano y mi primo, todos ensarampionados, y yo nada de nada, nunca lo tuve) pero las ganas de fugarse son más virulentas que cualquier enfermedad. No me extrañaría nada que dentro de un siglo hubiera una fuga de San Diego mundial.
ResponderEliminarUn besote grande.
Cuando en 6º propusimos fugarnos, ante la amenaza del 0 por la "Rompetechos", nos rajamos, no hubo manera. Es que mi curso era muy soso y no nos atrevimos las dos o tres que estábamos por la labor. Por eso yo no tengo el recuerdo (¡tan divertido, con "ropavieja" y "meadilla" incluidas!) de haberme saltado la norma, y mi primera fuga fue la de Preu en el instituto y ya era media "consentida" por los profesores. Recuerdo también un baile en la cancha del Canarias (lo de los "aurinegros") y por la tarde al Aguere.
ResponderEliminarTengo una duda ¿La finca de San Diego perteneció a la familia de la famosa Miss Europa Alicia Navarro? También asocio esa finca a la poetisa cubana Dulce María Loynaz, no sé si se alojó allí alguna vez o era de la familia de su marido tinerfeño. Recuerdo algo escrito por ella referente a una barquita, ya muy deteriorada, que utilizaba un ermitaño para trasladarse por la laguna de La Laguna y que vivía en en la Ermita.
Yo también fui a la cancha del Canarias y a la cancha del Aeroclub otro año, cuando ya San Diego estaba cerrado al público. Y por la tarde a bailar al Aguere, por supuesto. Y ahí no había ceros que valiesen.
ResponderEliminarAlicia Navarro, efectivamente, vivió en el antiguo Convento de San Diego del Monte con su primer marido, el abogado Manuel Felipe Camacho -que era de aquí pero nacionalizado cubano- y sus dos hijos. La hija, de hecho, hizo la primera comunión en la Ermita. Después vendieron la casa y se fueron a La Habana.
No he encontrado nada que relacione a Dulce María Loynaz con San Diego (no encontré mi ejemplar de "Un verano en Tenerife" para comprobarlo). En Internet dicen que las 4 veces que visitó Tenerife se hospedó en el Hotel Taoro del Puerto de la Cruz donde tiene placa conmemorativa de su estancia. También sé, por el documental "Una semana fuera del mundo" de Aurelio Carnero y Juan Carlos Sánchez, que estuvo en La Palma.
El ermitaño debía ser Fray Juan de Jesús (1615-1687), que fue asesor de la Siervita, la monja incorrupta Sor Mª de Jesús. En ese tiempo existía la laguna y se iba en barca cuando era necesario.De él cuentan que todos los días levantaba un muro para rodear la finca y cada noche su asno -que estaba poseído por el diablo- se lo derribaba a coces. Cuando estaba moribundo dijo: "Ya va a descansar el asno". Nunca el muro ha estado levantado y reconstruido en su totalidad ¡Cosas del diablo que se entretiene con bien poco!
Que no falten esas "Grandes evasiones" Isabel,aunque sea a costa de llegar orinadas a casa.Jejejeje.Mi primera fuga fue también muy emocionante y grandiosa.Grandiosa como la regañina de mi padre cuando le lleve el papel del Instituto donde le relataba el hecho.Pero me supo a...Libertad!!! Desde entonces no he perdido la costumbre.Hermoso relato,como siempre...
ResponderEliminarEl papel de los hijos es ir conquistando poco a poco espacios de libertad. Y el de los padres es, por supuesto, armarles el pifostio por haberlo hecho. Así los hijos saben que hay límites y que no se debe abusar. Pero los padres también tienen que acordarse de cuando empezaron a caminar por la vida. Que no falten las evasiones, América, y que a nadie se le ocurra quitarnos lo bailado.
ResponderEliminarGracias y un beso.
No en todas las islas se celebra San Diego....no sé en las demás pero en La Palma (creo que en toda la isla...) siempre hemos celebrado San Martín......dos días antes y coincidiendo con la apertura de las bodegas......Lo tradicional en Los Sauces era no llegar a clase aunque salías de tu casa con los libros a cuestas......irse caminando hasta Los Tilos y allí hacer tu propia fiesta en pequeños o grandes grupos.....Con los años la fuga se ha hecho oficial y simplemente la mayoría se queda en la cama.....
ResponderEliminarVivir el primer San Martín.....era sentir, como tú bien cuentas, los primeros aires de libertad y posiblemente un primer paso a tu vida adulta......buenos recuerdos aquellos......Un abrazo y como siempre gracias por traer a nuestras vidas tan agradables recuerdos.
Sería interesante, Jesús, saber desde cuándo se celebra San Martin en La Palma. Lo digo porque en el mundo germano también se celebra y los amigos se reúnen para asar un ganso (el año pasado escribí precisamente sobre eso porque unos amigos austriacos nos invitaron a la celebración. Lo titulé "Una gansada"). Y a lo mejor es por influencia europea, por la cantidad de alemanes que viven ahí. Aquí siempre las bodegas se abren también más tarde, el día de San Andrés, 30 de noviembre, nunca el día de San Martín. La pena es que se convierta en vacaciones sin más. O tal vez es el momento de un respiro después de dos meses de curso que siempre son estresantes.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias a ti por tus comentarios.
¡Cuantos y cuan buenos recuerdos!. Lo celebraré en Gomera con una copia del "vino con vino" de la extinta LA OFICINA, víctima de la incuria municipal.
ResponderEliminar¡Ay, Javier, otra tasca histórica desaparecida, igual que el "Dos y una"! Cada vez que iba allí me pasaba un rato entretenidísimo leyendo los versos, frases y pensamientos que tanto lagunero y no lagunero dejó en sus muros. Qué se le va a hacer... Como leí en algún sitio cuando hablaban de la demolición, "el negocio es el negocio, y la historia y los edificios históricos es para los románticos". ¡Mecachis!
ResponderEliminarRopavieja, qué maravilla, eso sí que es para recordarlo y no la magdalena esa, que siempre me he imaginado una reseca de esas de bolsa del DIA que ahora no sé, pero cuando yo las compraba ponían en el envase "madalena"
ResponderEliminarp.d. Qué envidia yo no puedo contar nada de ninguna fuga
Loque, antes de escribirlo, lo comprobé en el "Diccionario panhispánico de dudas", que es casi mi libro de cabecera de tanto que lo consulto. Allí dice que, aunque en la pronunciación se dice a menudo "madalena", "en el uso culto escrito aún se prefiere, claramente, la grafía "magdalena"; no obstante, se admite también la grafía simplificada "madalena". Así que por si las moscas me decían "mira ésta, qué inculta...", yo pongo grafías cultas, faltaría más.
ResponderEliminarY donde vas a comparar, una ropavieja como la hacía mi madre, con su cebollita frita, su perejil, sus garbanzos y carne en hilas de la sopa... Un plato como ese haría evocar mucho más que los tres tomazos de "En busca del tiempo perdido".
Y Loque, todavía estás a tiempo de una escapada, je, je, je (risa del "diablo a la oreja te está diciendo: "no vayas al trabajo, sigue durmiendo"...)
Nuestra fuga en el único instituto que por entonces existía en La Palma, el hoy denominado Alonso Pérez Díaz, que primero estaba situado en la calle Real y después se trasladó a la Plaza de Santo Domingo, se hacía el día -que casualidad- 20 de noviembre, la efemérides de la muerte de José Antonio Primo de Rivera. Siempre nos fugamos ese día y nunca nos sancionaron con falta, cero o mal comportamiento. Los profesores a las nueve y pocos minutos estaban deseando que iniciáramos el acto de la fuga, pues nos preguntaban: ¿hoy no se fugan?. Íbamos siempre al Instituto y de allí partíamos, unos para la Alameda, otros al Muelle, a la Glorieta, a la Avenida, a la Plaza de España... No habían bailes, pero si encuentros con las chicas. Alguna guitarra aparecía. Lo curioso es que a quien no se fugaba, que siempre había alguno o alguna que los padres se lo prohibían, era acribillado por el profesor con preguntas orales de difícil respuesta o bien con un examen escrito, llevándose el rosco para regocijo nuestro. Al año siguiente, los esquiroles eran los primeros en salir pitando del Instituto. Ay, si yo te contara...
ResponderEliminarPara nosotros, profesores, el Día de San Diego era un día perdido. No puedes adelantar materia aunque vayan dos o tres, o sea que te dedicas con ellos a repasar.
ResponderEliminarNo seas tan duro con estos esquiroles. Eran niños , la mayoría de las veces presionados por sus padres y sin saber qué hacer: si van a clase, los abuchean los compañeros y los miran mal los profesores; si no, los castigan sus padres. Es un momento especial de sus vidas porque alguna vez se encontrarán otra vez ante dos caminos y tendrán que volver a elegir. Los dilemas enseñan.
Nosotros en San Diego durante muchos años fuimos, cuando terminaba el horario escolar, a casa de Pedro, el compañero de Educación Física, a hacer una chuletada, mandarnos unos vinos en honor de San Diego y cantar unas cuantas canciones. Siempre fue un día semifestivo para todos.
Y mi primera fuga de San Diego fue cuando tenía 17 años, estudiando el primer curso de carrera. El baile, amenizado por el grupo -o conjunto- Los Sombras (buenísimos) se organizó por las afueras del terminal del Aeropuerto. Subíamos caminando por la Carretera General en grupos mixtos. Recuerdo quienes íbamos (Edita, Conchi la gorda, otra chica que no vi más, Carlos hueso, Pipo y yo). Se nos ocurrió comprar una botella de vermut (que no compartieron las chicas) y casi me muero de las nauseas y vómitos que me vinieron por la tarde. Pagué la novatada.
ResponderEliminarA ese baile en el Aeropuerto con Los Sombras también fui yo en 1º de carrera. También me acuerdo de quienes íbamos y de haber bailado casi todo el tiempo, por la mañana allí y por la tarde en el Aguere, con un chico al que curiosamente no he vuelto a ver nunca más. Claro que dos días más tarde conocí a mi futuro marido...
ResponderEliminarNosotras no bebíamos en aquel tiempo nada, ni vermut, ni cubalibre, ni whisky, ni gintonic, y ni siquiera un vinito. Lo cual nunca fue obstáculo para pasarlo estupendo.
Mi primera "fuga" la recuerdo allá por el 74, eran otro tiempos, recuerdo de subir a la ermita con compañeros de facultad. Mira por dónde andaba el Telecanarias grabando el evento y... ¡tachán!, salí en las noticias, me vieron todos, hasta mis padres, que rezongaron mi actitud, aparte de eso me lo pasé "pipa", tuvimos tiempo desde beber vino a remolcar a algún que otro borracho.
ResponderEliminar¡Qué joven eres, José Gerardo! Mi primera fuga fue en noviembre del 63, 11 años antes. Ni se grababa en la tele ni nada de nada. En el 74 ya hacía 4 años que era profesora y que veía las cosas desde el otro bando.
ResponderEliminarEso es, además, inaugurar San Diego por la puerta grande, saliendo en las noticias y poco menos que con "se lo dedico a mis padres que me quieren tanto". Pero lo importante es que guardas un buen recuerdo del día. Atesóralo.
Supongo que Jesús, el saucero que escribe sobre San Martín, se fugaba en los años posteriores a los 60. En los Sauces, por aquel entonces sólo existía una academia que, creo recordar, dirigía D. Cándido Maránte, hasta que se trasladó al Instituto. Buen profesor de química, por cierto.
ResponderEliminarLas celebraciones de San Martín se hacen mucho antes de la influencia alemana en la isla. Yo recuerdo de chico reunirse varios amigos del barrio, preparar unas teas o candelas con carburo o petróleo y estopa e ir por las calles, ya de noche, cantando el estribillo: San Martín, tiritintín, fuego a las castañas y manos al barril. Era el día de las aperturas de las bodegas, que nosotros ni olíamos, pues era cosa de mayores.
Ten en cuenta que en La Palma, las parras eran generalmente de uva blanca y se disponían muy cerca del suelo, por lo que se vendimiaba mucho antes que en Tenerife. En cuanto a cuando comenzó a celebrarse los sanmartines, sería cuestión de investigar, aunque yo recuerdo oír a mi abuela, por parte de mi padre, que los hombres se reunían por San Martín cuando ella era joven y nació a finales del XIX.
Gracias, Enrique, por tus aclaraciones. No tenía ni idea de San Martín tiritintín, ni de la apertura temprana de las bodegas con castañas incluidas. Que, por cierto, este año están riquísimas y que, con este frío, ya han sido catadas convenientemente asadas en el fogón.
ResponderEliminarCándido Marante fue mi tío abuelo, un hombre que enseñó a muchas generaciones de sauceros y que por eso el Instituto de Los Sauces lleva su nombre (merecidamente). Tú te referirás a Cándido Marante hijo, catedrático de Física y Química en el Instituto de La Palma y después en el mío, el Canarias Cabrera Pinto. Fue (o es, porque todavía vive), además de pariente, un compañero estupendo, con gran sentido del humor -socarrón como muchos palmeros- y una enciclopedia ambulante: sabía de todo. Y, como dices, era también un excelente profesor.
Hola Isa,que memoria mas buena tienes.No conocia el porqué de "LA FUGA DE SAN DIEGO".En la escuela de Pedro están casi una semana de fuga. Besitos.
ResponderEliminarHola, Araceli. ¿Ves? no te acostarás sin saber una cosa más.
ResponderEliminarEn la Universidad y en las escuelas Universitarias ya se lo han tomado como una semana de vacación. Me acuerdo que en el curso de mi hija en Medicina eran algunos profesores los que les decían (con el billete de avión en el bolsillo): "¿Ustedes no vendrán esta semana, verdad?". Eso ya no es San Diego ni nada. Suena a pitorreo.
Muchos besos.
Estupendo relato,que nos evoca,como bien dices,a días de desenfado,despreocupaciones,...de libertad en una palabra.Las primeras fugas las recuerdo con 12 años,en aquellos "viejos cacharros"de guaguas rojas,nos trasladamos a la ciudad Universitaria por antonomacia del Archipiélago.A la vieja y entrañable Laguna.No tuve la suerte de lo de la ropa vieja,con lo bien que se preparaba entonces.Si de castañas y de rosquetes,los mejores del Mundo,los Lagunero:en la esquina de barranquillo de Cha Marta,creo que así se denominaba,-hoy calle 6 de diciembre.¿será por lo de "ellos,allá,allen de los mares".¡¡con lo bonito que suena c/Cha Marta!!!-con la Trinidad.
ResponderEliminarBuenos rollos estudiantiles los de nuestras épocas pasadas.Tan distinto a los de hoy,en que se imponen modas y costumbres aberrantes:tirar huevos a las guaguas,los botellones descontrolados,con sus "pastillitas de goma"incluidos.Y que se toman toda la semana de fugas.Estas nuevas generaciones,lo tienen Todo y no saben divertirse,no aprecian el verdadero sentido de la Vida.¡¡Qué penita,no!!.Felicitar a todos-as por sus relatos y recuerdos;y a la conductora del tema Isabel Duque Fernández. Buena tarde y feliz fin de semana amigos-as.Cs
Tienes razón, Francisco, qué ricos eran y son los laguneros.
ResponderEliminarY también la tienes en que es una pena que muchas fiestas actuales se estropeen por culpa de gente que no se divierte sin molestar a los demás. De todas formas, porque he estado siempre en contacto con jóvenes, sé que esos son minoría, sólo que se hacen notar. Hoy muchos jóvenes también saben pasarlo bien.
Gracias y feliz fin de semana para ti también.
Ainssss este me ha encantado, te he leido con una sonrisa en los ojos. Vuelvo a repetirme que tus nietos son unos afortunados y sí no lo saben que lo son cuando lo sepan estarán encantados. Gran relato de fugas.
ResponderEliminarGracias, madre del monillo. Estoy segura que también el monillo es afortunado y, si no lo sabe, ya lo sabrá algún día y presumirá de madre. Un abrazo.
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