Imagínate que eres un hombre soltero y rico que ha hecho su fortuna en América en el siglo XIX y que vuelve a su tierra, en el norte de España, con el sueño de hacerse allí su casa ideal. Amas el pueblo de amplios espacios verdes y casas señoriales, el mar cercano, la tranquilidad y la paz.
Imagínate que le encargas la ejecución de tu sueño a un joven arquitecto,casi desconocido, pero que es un artista genial y sabe perfectamente lo que quieres.
Porque te encanta la música e incluso has compuesto algunas piezas, en tu casa habrá una habitación especial con una acústica perfecta para escucharla y en la que las ventanas, al subir y bajar los cristales de guillotina, producen el sonido de campanas lejanas. Y en las vidrieras del baño, una abeja tocará la guitarra y habrá un gorrión posado sobre las teclas de un piano.
Porque todavía eres joven y tal vez alguna vez encuentres el amor, las barandillas, en hierro forjado, de los balcones del salón tendrán forma de bancos proyectados hacia el jardín perfumado, en los que quizás algún día te sientes con una mujer bella.
Porque eres un soñador, tu casa tendrá un minarete oriental y un templete en la cúspide desde donde te parecerá tocar las estrellas.
Porque eres un amante de las flores, ellas estarán presentes por todos lados. Habrá un invernadero blanco, orientado al sur, para atesorar las plantas traídas de ultramar que coleccionas. Habrá flores en el jardín pero también grabadas en madera en los techos, esculpidas en los capiteles de la entrada, cubriendo la torre y las paredes, bellos girasoles en cerámica vidriada que llenarán los muros de color. La casa, luminosa y alegre, es también un girasol e, igual que ellos, seguirá la trayectoria del sol. Por la mañana tu dormitorio estará abierto al este y los primeros rayos te despertarán saludándote. A las 12, el comedor se abrirá al sol del mediodía bañándose con su luz. En el ocaso, los últimos rayos acariciarán el cenador donde tal vez te reúnas con tus amigos a tomar una copa y a disfrutar de la quietud de la tarde que entra por el ventanal.
Imagínate también que la casa está terminada y lista para ti. Y que la habitas. Y que a los pocos días de vivirla, te mueres.
Me imaginé todo esto cuando la semana pasada estuve por Cantabria. El indiano propietario que no pudo disfrutarla se llamaba Máximo Díaz de Quijano; el arquitecto genial era un joven Antoni Gaudí, vislumbrando ya un futuro de formas redondeadas y de lagartos con ojos de cristal apoyados sobre bancos imposibles; la casa es El Capricho en Comillas, que nunca sirvió al fin y al cabo para todo lo que se había proyectado.
Tanto bregar y no llegar a nada... ¿Son los sueños frustrados menos valiosos porque no se cumplieron? Veo a los dos hombres de 1883 a 1885, los dos años en los que se hizo El Capricho, ideando, creando, poniéndose de acuerdo, visitando (Gaudí sólo una vez) el parque de Sobrellano sobre el que se levantó, piedra y luz, madera y cristal, todo lo pensado, lo dibujado, lo discutido. Y pienso que ese tiempo tiene que haber sido, también para Máximo, una culminación, un dar sentido a los afanes, un periodo de ilusión y creación. Y lo mismo para un joven Gaudí que ya entonces supo interpretar los sueños ajenos.
Todos los que después nos hemos maravillado ante El Capricho tendríamos que agradecer esos dos años pletóricos que nos han regalado algo tan bello, aun cuando pensemos que la casa tendría que haberse llenado de risas de niños, de veladas tranquilas escuchando música, de comidas de domingo, de celebraciones y rutinas, de risas y llantos, de vida. Y no se puede evitar una cierta melancolía al saber que el sol hacia el que mira el girasol lleva más de un siglo iluminando estancias vacías.
Jane, no te olvides que en esa pequeña travesía que fue idear y construir la casa, el indiano disfrutó. Disfrutó de ver hacer realidad sus sueños…
ResponderEliminar¡Qué casualidad, querida Jane! Nosotros también acabamos de regresar de una semana en Santillana del Mar y también fuimos a Comillas a visitar El Capricho. ¡Qué bonita! La visitamos justo después de almorzar y nos sentamos en el jardín mientras los niños exploraban la cuevita y me embelesé imaginándome vestida de época y viviendo allí (a mis treintaytantos aún tengo esas ensoñaciones). Me ha encantado tu post, me ha devuelto a las vacaciones. Gracias.
ResponderEliminarYaiza
Me ha gustado , cuantas cosas de las que tenemos pensadas no podremos disfrutar.Es muy corta esta vida.
ResponderEliminarEstrellas de Lana:
ResponderEliminarEs verdad, Vir. Como digo en el post, ese periodo, estoy segura, tuvo que ser de culminación de lo que había proyectado en su etapa de emigrante, le daría sentido a todo lo pasado.
Cuando mi marido y yo compramos el solar en donde ahora está nuestra casa, nos pasamos dos años también (mientras reuniamos para empezar a construir) haciendo planos e imaginando rincones: "Aquí irá la chimenea", "aquí podríamos hacer un columpio para los niños", "le pondremos claraboyas para que se inunde de luz"... Y esos dos años fueron maravillosos también. Nos encantaba por las noches, después de que los niños se acostaran, ponernos a proyectar esa casa soñada.
También las travesías son válidas.
Yaiza:
ResponderEliminarEstá en nuestro sino encontrarnos en vacaciones ¿Te acuerdas que también nos vimos en La Graciosa? No nos vimos esta vez por poquito, porque también nosotros paseamos por Santillana del Mar en este viaje en que fuimos desde Asturias al Urdaibai vasco, pasando por Cantabria.
También para los niños El Capricho es una gozada, con todos esos jardines para jugar y la cuevita para explorarla en busca de tesoros.
Creo que cualquier edad es buena para tener ensoñaciones ¡Y que no nos falten!
Un beso grande.
Anónimo:
ResponderEliminarTengo un amigo que, cuando no puede disfrutar de algo (un viaje, un acontecimiento...) siempre dice: "Hay tantas cosas en el mundo que no voy a ver ni a disfrutar que una más no importa". Mi amigo parece haber encontrado la llave para una cierta felicidad: disfrutar del momento y de lo que se tiene ahora, porque, tienes razón, la vida es corta y para cada uno de nosotros pende de un hilo. Así que ánimo y a vivirla.
Un abrazo.
Me ha encantado, como todo lo que escribes, lo comparto..
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Mónica, por leerlo, por comentarlo y por compartirlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo recordar, Jane, que no es la primera vez que escribes sobre las ilusiones, cumplidas o no, pero que siempre mantienen su esencia.
ResponderEliminarCreo recordar, también, que yo me pronuncié partidaria de ser lo más realista posible y no desmayar, porque alguna de las que tanto esperamos, no se cumpla. Aunque también me pronuncié en que ese tener los pies en la tierra y no ilusionarnos con lo que es imposible, no tiene por qué impedir que nuestra vida no sea vivida con alegría y aceptación de lo que el camino, corto o largo, nos va deparando.
Quizá sea muy, o demasiado, pragmática y el paso del tiempo me ha ido enseñando que debo ilusionarme sólo con lo que esté al alcance de mi mano, para poder cumplirlo. Lo que no pueda salir adelante, mejor apartarlo para no sufrir con aquello del "quiero y no puedo..."
Actitud muy sabia, Cehachebé.
ResponderEliminarSiempre me gustaron los conocidos versos de Machado:
"Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar".
Todos somos caminantes que vamos por la vida eligiendo opciones y haciéndonos, con ellas, a nosotros mismos. Tener metas e ilusiones nos ayudan a caminar, pero no hay que perder de vista que el camino también es importante y que a lo mejor no llegamos a cumplir un sueño grandioso, pero sí a metas más cercanas. Pasito a pasito...
Un abrazo, querida amiga y compañera de camino.
Sólo te puedo decir que ha sido una delicia leerte...
ResponderEliminarGracias, Elena. Me encanta tenerte al otro lado de las ¿ondas?. Bueno, me encanta que estés ahí.
ResponderEliminarUn beso.
Cómo siempre esa pluma genial nos hace vivir lo que escribes.....magníficas reflexiones pero mejor aún la forma de contarlas.....un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Jesús, tú que me quieres.
ResponderEliminarY sí que me gustaría que vivieran conmigo esa tarde en El Capricho, paseando por las habitaciones desiertas e imaginando, como dice la canción, "lo que puso haber sido y no fue".
Un abrazo.
Querida Jane:
ResponderEliminarTú eres la culpable, con lo que escribes, de que yo me ponga a divagar...
También en un viaje por Asturias y Cantabria, me llamó la atención la gran cantidad de palacetes construidos. La mayoría eran propiedad de indianos que al retornar, demostraban su riqueza con estas construcciones.
Lo que solía distinguir la mansión de un indiano de la de otro potentado, era el jardín.
La casona de un indiano, siempre solía tener plantado en su jardín delantero una o dos palmeras washingtonia y una araucaria (a veces un secuoya) que demostraba al resto de sus paisanos el origen de su fortuna.
Estas casas, las más ostentosas, son de los siglos XIX y comienzos del XX.
Casi todas eclécticas, mezclando elementos de chalets suizos en sus cubiertas con torres acastilladas o rasgos de estilo Tudor...
Excepto "El Capricho" de Comillas.
También es la casa de un Indiano... pero aquí, el aparente eclecticismo es la original libertad del Modernismo.
Ya no es la palmera o la araucaria lo que la distingue, son los girasoles de cerámica de su fachada, que en su quietud sueñan moverse siguiendo al sol, o los pájaros, con las alas abiertas, a punto de despegar de sus capiteles, o el del vitral posado sobre las teclas de un piano...atrapado sobre la trama emplomada, siempre soñando con volar, siempre quieto...
El balcón de forja con el banco saledizo...
No se sentó nunca en él, su gentil princesita, la que nunca vio desfilar cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar... a la que nunca pudo regalarle un prendedor conun verso, una perla, una pluma y una flor...
Pero allí, pudo haber sido...
Cuando "leo" a Gaudí, "veo" a Darío...
Qué bonito lo que escribes, Cándidaeréndira, Hasta la sinestesia final es modernista.
ResponderEliminarSi Rubén Darío hubiera visitado El Capricho se habría sentido fascinado y comprendido ¡Un alma gemela plasmando en piedra sus imágenes poéticas! Allí están los temas exóticos, la musicalidad, el color, el anhelo de belleza y perfección, el abandono de lo rutinario y anodino, los valores sensoriales...
Y allí pudo haber vivido alguna princesa primorosa muy parecida a ti. Otra alma gemela.
Tienes razón, allí pudo haber sido. Pero nos queda la belleza.
Hace algunos años que estuvimos por alli y visitamos los exteriores de El Capricho. Yo soy de la opinión de que esta locura de Gaudí no resulta tan genial si no te has metido entre espalda y espalda una ración de ricos bocartes y un sartén con revuelto de gulas por el camino, en cualquier mesón entre Santillana del Mar y Comillas. Que quieres que te diga...
ResponderEliminarYo es la segunda vez que lo veo. La primera fue por la mañana y también sólo el exterior. Nos sentamos en el banco donde está la estatua de Gaudí mirando hacia su obra.
ResponderEliminarEsta vez fue por la tarde y veníamos de mandarnos en Potes entre pecho y espalda un cocido lebaniego y, de postre, unos canónigos. Así que, como ves, íbamos bien preparados para captar toda la genialidad de esa locura, como tú la llamas. eso sí, hay que recorrer el interior, subirte a la torre, ver el ingenioso juego de poleas en las ventanas y los rayos del sol recorriendo la casa como si fuera un firmamento, para darte cuenta de hasta qué punto esta construcción es una chaladura genial.
Genial Jane, como siempre. No he visitado la casa pero despues de leer como la describes es como si hubiese estado allí. Besos
ResponderEliminarPues deberías ir, Tona. Me consta que te has recorrido casi todo el mundo. Para el próximo viaje, en lugar de exotismos, piérdete por ese norte peninsular y encuentra joyas como ésta. Aparte de ¡cómo se come por allá arriba...!
ResponderEliminarHe estado en El Capricho, pero no conocía la historia de su dueño. Desde luego es una historia muy triste, pero reflexionando sobre lo que dices de los sueños alcanzados, etc... creo que tienes razón: también la preparación de alto es emocionante y maravillosa ¿no?
ResponderEliminarDe hecho hay gente que se siente desilusionada, vacía, cuando alcanza la meta.
Precisamente hablando de casas, en La Guerra de los Rose, la protagonista compra una casa enorme que arregla ella misma, y después busca cada mueble, cada jarrón, cada cortina idóneos para cada rincón.
Por fin termina, y se ve como ella se pasea revisando todos los detalles de su vivienda perfecta, mientras se oye una voz en off que dice (más o menos)
- ¿Y qué es lo que ocurre cuando una persona que ha trabajado mucho en una cosa, la termina por completo" Pues que ya no sabe qué hacer
Y se ve como coge un almohadón y lo coloca, dándole un golpe demasiado fuerte...
¿Y si no hiciera nada, Loque? También muchas veces somos esclavos del "hacer" y de estar continuamente ocupados, haciendo y cumpliendo proyectos, saliendo, entrando, socializando... Yo, de ella, me sentaría sin hacer nada a disfrutar de mi casa y, sobre todo, de la tranquilidad de no tener nada que hacer ¡¡¡¡¡Aaaaaah, qué bueno!!!! Llegar a la meta también puede ser placentero.
ResponderEliminarVi "La guerra de los Rose" hace mucho tiempo pero no me acuerdo mucho. Tengo que revisarla.
El primo de Tona dice:
ResponderEliminar"Mellita, domi adsum"
Y yo que estaba buscando un piso...dime la inmobiliaria que lleva lo de esa casa, que tengo unos ahorros guardados con Pujol, que tampoco se de donde han salido.
¿No te animas este año al mes palmero?
"Hic is domus dei et porta coeli"
ResponderEliminarYo de ti, primo de Tona, me encaprichaba de otros caprichos más asequilbles, tal como está el panorama.
Este año me pega que no, y buena pena que me da. Pero ya me escapé unos días al norte peninsular y tengo una nietita que me echa de menos. Pásalo bien y tómate una cerveza a mi salud en el kiosco de la Plaza.
Un final truncado puede parecer triste, pero lo hermoso es el "durante". Más triste hubiera sido haber perdido la ilusión antes de hacer nada o, incluso, en ese momento en que el sueño avanzaba. Y llegó a tocarlo. Fue el soñador quien se fue, no el sueño que se rompió. Y creo que eso merece la pena.
ResponderEliminarHermoso paseo por mi tierra, Jane.
Besucos.
Y qué tierra más hermosa tienes, Zazou. Llena de rincones mágicos e increíbles en los que a cualquiera les gustaría perderse (o quedarse).
ResponderEliminarCualquier sueño en ella merece la pena.
Un beso.
Me gusta este post y los comentarios de tus amigos lo potencian. Besos!!
ResponderEliminarSon precisamente los comentarios los que lo completan. Un post no está entero sin esa mirada compartida, sin ese apunte que va más allá de lo dicho, sin esa opinión que ha surgido al hilo. Ese es su sentido.
EliminarBesos, Milo.
Cuanto me ha gustado, Isabel.
ResponderEliminarMe alegro, Carmen Paz. Fue una experiencia muy bonita visitar El Capricho hace 4 años. Lo había visto antes, pero por fuera. Y esta vez fue con calma, yendo de habitación en habitación e imaginando lo que pudo haber sido y no fue.
EliminarEn fin...
La genialidad de Gaudí. Si no tenías sol,él te lo buscaba.En Barcelona,una de las casas donde vivió y que es poco conocida,también es una maravilla.Ahora está abierta al público por sus actuales dueños.Si mal no recuerdo.
ResponderEliminarUna de sus frases es: «Para hacer las cosas bien es necesario: primero, el amor; segundo, la técnica». Era un arquitecto genial, pero se nota que hacía las cosas con amor, fijándose en cada detalle y llenando toda su obra de luz y color. Fue rompedor, prodigioso y único. Me encanta.
EliminarMuy bello tu post,Isa. Me remontó a mis sueños de juventud,en los cuales atesoraba uno por uno cada detalle para construir mi hogar,el hogar de toda mi vida....detalle por detalle,adorno por adorno,una lámpara,un cuadro,una alfombra....en fin para que seguir si como sabes,eso es ahora mi tristeza y desilucion...pero no lo material,sino todo lo que encierran sus paredes,los recuerdos,los sentimientos,las vivencias,los momentos....a veces piensas si es mejor soñar y no llegar a materializarlo,o cumplirlos y luego perderlos de la manera en que me tocó a mi tener que hacerlo. De todas formas,gracias por regalarnos estos momentos amiga.
ResponderEliminar¿Quién no se ha ilusionado con hacerse un hogar? Siempre recuerdo que después de comprar el solar tuvimos 2 años para pensarlo (en lo que reuníamos el dinero, claro) y eso se ve en la casa, hecha con calma y cariño. Y siempre es mejor cumplirlo, Ligia, aunque se pierda después. Tuviste muchos años de disfrute y felicidad, y eso nadie te lo quitará. Rememóralo con gratitud. Hay muchos, como este indiano de El Capricho, que no tuvieron tanto.
EliminarUn abrazo grande.