"Cierto día, cuando (Wendy) sólo contaba dos años, estaba jugando en un jardín; arrancó una flor y corrió a llevársela a su madre. Es de suponer que debía estar encantadora, pues la señora Gentil, poniéndose una mano sobre el corazón, exclamó: "¡Oh! ¿Por qué no habrías de quedarte así para siempre?". Nada más que esto sucedió entre las dos, pero, desde entonces, Wendy supo que crecería. Se sabe esto siempre después de cumplir los dos años. Los dos años son el principio del fin".
James M. Barrie, el autor de "Peter Pan y Wendy", uno de los libros más deliciosos que he leído, puso el dedo en la llaga: nada es eterno. Y desde esos dos años en los que todos, como Wendy, fuimos conscientes de ello, la vida nos ha dado muchas ocasiones de comprobarlo.
Gentes que desaparecen sin más ni más -¿qué habrá sido de Marilena, o de Javierín, o de María José, de aquellos que dimos por supuesto en un momento que formarían parte de nuestra vida?-; paisajes que, cuando vuelves al cabo de los años, ya no están y ni siquiera puedes ubicar la casa en la que viviste y fuiste feliz; ventitas, casas de comida, comercios de toda la vida que simplemente se esfuman; objetos bellos en los que te deleitaste y que ya no existen; recuerdos que de repente tocan a la puerta de tu memoria y que miras con sorpresa... ¿A dónde fue a parar todo lo que vivimos?
Este mes han cerrado "La Cairosa", la tasca de la carretera de mi pueblo, que nos sacó de tantos apuros cuando trabajábamos ¿Que no había tiempo de cocinar? No había problemas: una llamada a "La Cairosa" y, al volver del Instituto, allí estaban la cazuela de pescado o la pata con ensaladilla esperándonos para llevarlas a casa. Cuando hace unos días vimos el letrero de "Se vende", todos en mi familia nos miramos y dijimos: "¡Nada es eterno!"
Y esta semana desapareció también la cabecera de este blog. "Algo habrás hecho", me dice mi hija que es proclive a echarme las culpas. "¿Yo? ¡Si cada vez que toco un botón, por miedo a equivocarme, rezo una salve antes, como si fuera a hacer un huevo pasado...!". Pero ahí está la realidad: mi habitación del blog de la jubilada, esa pared tan mía, con sus "Girasoles" y "La noche estrellada" de Van Gogh, con su retrato de Jane Austen, con su jarra de cerveza, sus libros y su violín, con su ventana abierta al mundo... desapareció, se fue, se borró, igual que todo lo pasado. Y no se sabe, además, por qué escondidos celajes andará. Nada es eterno.
Te da pena. Pero luego piensas que estamos en verano, que es tiempo de renovar y cambiar: pintar la casa, barnizar, comprar una funda nueva para el sofá, reciclar las plantas, poner flores nuevas en las ventanas, ventilar armarios y desechar lo viejo, celebrar el cambio. Así que mi hija me ha ayudado a darle un toque actual al blog con otra cabecera que en principio encuentro muy lejos de la otra, tan llena de color y cercanía. Pero, al final, ese sillón y esa consola estaban en el vestíbulo de la casa de mi infancia y pienso que representan el pasado trayendo voces antiguas y el olor del café. Y, aunque no me gustan las jaulas, esas están abiertas y se parecen a los comederos, siempre llenos de pájaros, que tenemos colgados en los árboles del huerto -el presente, tan variado y tan inasible como su vuelo-. Y pienso que del pasado y el presente se nutre este blog. Y me reconcilio con la nueva cabecera y pido a mi hija que sobre la consola ponga unas flores rojas que le den un toque de hogar.
Nada es eterno... y menos mal.
¡Me gusta mucho mas este marco introductorio de tu blog!
ResponderEliminarPues me alegro porque al principio no las tenía todas conmigo. Al otro ya lo veía como el salón de mi casa, como que le había cogido cariño. Pero cambiar da una sensación liberadora y también es bueno. Ahora estoy como la que estrena.
EliminarMe gusta la nueva cabecera también. Y no hagas caso a tu hija: blogger está raruno últimamente (y que yo soy torpe redomada, no puedo negarlo).
ResponderEliminarCambios. A veces necesarios y otras veces forzosos. Traumáticos en muchas ocasiones. Deseados en otras. Cambios... Las desapariciones duelen más, las esperes o te tomen por sorpresa. Ese huequecito en la memoria que suples con recuerdos a veces desdibujados o medio imaginados. Ley de vida. Una muesquecita en el corazón. Y allá vamos.
Besucos.
P.D. También soy fan de Peter y Wendy y a ella le tengo un cariño especial.
Yo ya le estoy cogiendo cariño también a la nueva cabecera. Además, esas rosas rojas, aunque ya les llegará el tiempo de desaparecer y esfumarse como todo lo demás, por lo menos durarán más que las que puse esta semana en el jarrón de la sala. Con estos bochornos veraniegos su tiempo de cambio se está cumpliendo.
EliminarPorque es verdad, Zazou, es ley de vida y estoy segura de que habrá un momento en que alguien se despierte y el dinosaurio ya no va a estar allí (¿y qué haremos entonces con el cuento de Monterroso?)
Los cambios literarios son más lentos y nos consuelan. Pero los cambios reales a veces nos duelen más de la cuenta. Y allá vamos, sí.
Otro besuco.
Isabel: disfruto mucho, mucho con tus escritos, GRACIAS.
ResponderEliminarGracias, Pilar. Yo disfruto también con haberte recuperado, con tenerte cercana y que no te me hayas perdido en el recuerdo. Hay cambios que son muy bienvenidos.
EliminarUn beso.
Pues te iba a decir que a mí me gusta mucho la nueva cabecera.
ResponderEliminarY eso que habías conseguido que me pusiera melancólica con el principio de la entrada, pero mira, después he pensado en lo bonita que es esa pajarera y en lo que me gusta estar en este saloncito sentada contigo, y mira, ya me he vuelto a animar.
Claro que sí, Loque, a animarnos que el verano es corto, la procesión, larga y nosotras, alegadoras.
EliminarLo que más me gusta de la pajarera es que está abierta, que es más bien como un saloncito para que los pájaros descansen de tanto revoloteo. Sabrás que mi marido siempre me ha dado la lata con tener una pajarera grande (como aquella que Sissi tenía en Baviera y que después abría para que salieran los pájaros cuando se iba a convertir en reina de Austria). Pero por fin lo convencí de que lo mejor era que estuvieran libres y que se buscaran la vida. Él, de todas formas, (no puede con su genio) en los árboles les pone comederos y bebederos y ahí los tenemos trinando que da gusto.
Isa, magnífico post, como siempre. yo pienso que todo instante es eterno, incluso lo perecedero se eterniza sólo por haber existido, aunque solo sea un nanosegundo . Lo que nos queda a nosotros es buscar donde ha ido todo...Leí un libro hace ya tiempo que decía que el cielo de cada uno está formado por los momentos felices de nuestra vida, por las cosas que te gustaron, por las personas que amaste, de alguna manera viene a decir que todo cobra visos de eternidad...Hablaba, incluso, de la eternidad de nuestra niñez...
ResponderEliminarEsa idea, Pili, de la eternidad del instante es muy nietzscheana. Claro que Nietzsche es un defensor de vivir cada instante con toda plenitud, como si fuera digno de repetirse para siempre y así hacerse eterno. Amar la vida, en definitiva. Recuerdo preguntarle esto a mis alumnos: ¿Amas tanto la vida, amas tanto cada instante vivido como para desear que se repita igual eternamente? Por supuesto, muchos comentaban que no, que habría aspectos de nuestra vida que nos gustaría que cambiaran y que, como los relojes de sol, sólo nos gustaría contar las horas soleadas y felices. Así somos los humanos.
EliminarPones el dedo en la llaga, Isabel. Nada es eterno. Me gusta esta portada de tu blog.
ResponderEliminarMás bien quien lo puso, Isa, como enseñamos durante años, fue nuestro amigo Heráclito que se dio cuenta por primera vez de que todo cambia y nada permanece.
EliminarMe gustó mucho la interpretación del pesimista que hizo Ángel González de esta frase del filósofo:
Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten.
Isa, felicidades por el post... es la pura verdad... no podemos apegarnos a las cosas materiales...
ResponderEliminarY lo hacemos regularmente...
Cuando se rompe algo en casa, siempre recordamos la frase de mi madre: "No importa, es sólo material". Sin olvidarnos del "más se perdió en Cuba", que también lo decía. Lo ideal sería que no nos apegáramos a nada material ni espiritual, para no sufrir. Pero es que somos unos querendones...
EliminarPero niña, cuál es el problema ?. Hay que adaptarse a los cambios, a los nuevos tiempos. Remember, "coach ontológico". De aquí en adelante, tu blog debería llamarse, El nuevo blog de Isa: Coach Retired. Su Slogan : Hacemos de todo, lo imposible lo dejamos para más tarde. Confieso que me gusta el cambio y eso que soy un bicho (animal suena muy feo) de costumbres, por algo será que la dueña de la quincena y yo, tenemos 42 años de condominio, digo de matrimonio. A cuidarse, pues. Un abrazo.
ResponderEliminarSí, Agroteide, "renovarse o morir" (aunque la muerte también es otro cambio, para qué nos vamos a engañar). Yo creo que me adapto bien a los cambios, aunque como me decía una amiga esta misma mañana, cuanto mayores nos hacemos más majaderos nos ponemos. Antes, me decía, nos acostábamos hasta en el suelo a ver las estrellas. Ahora, si nos invitan una noche a casa de amigos, ponemos pegas si la cama no es como la nuestra o si la orientación no no es hacia el sol naciente. Pero a mí, como salí novelera, me gustan los cambios aunque no todos. Te gano por uno y llevo 43 años de condominio.
EliminarUn abrazo y a seguir cuidándose.
Pues a mi me gusta. Un repasito de chapa y pintura y como nueva… que pa eso es la Cirugía Plástica. ¿O hablabas solo del blog?
ResponderEliminar(Estaba perdido, pero ya he vuelto)
Perderse de vez en cuando también es un buen cambio, Guille.
EliminarEn el blog es bueno un repasito de chapa y pintura. En nosotros, sería estupendo si siguiéramos siendo nosotros. Pero me da que eso del elixir de la eterna juventud sólo existe en las novelas utópicas (Aldous Huxley y su "Un mundo feliz", por ejemplo). Así que lo mejor es aprender a querernos, no sea qué.
Un abrazo.
Yo que también andaba algo perdida no acababa de entender el cambio sin comentario; luego pensé "todo llegará, ya me enteraré" y me senté a esperar.
ResponderEliminarTengo que reconocer que me sorprendió porque estaba tan a gusto, me resultaba tan acogedor...pero tienes toda la razón el verano es muy buena época para hacer cambios y me gustan el color y cada detalle.
Yo me pongo triste cuando cierran comercios o tiendas de las de toda la vida, me desubica. Entiendo que nada es eterno pero ese volver a empezar, volver a encontrar donde entiendan tus pequeñas manías se me hace cuesta arriba.
Un abrazo, Jane y enhorabuena. Nos esperan cosas buenas.
Sí, Utopía. Y como somos animales de costumbres, tenemos el restaurante en el que nos conocen por nuestro nombre (como en "Cheers") y que tiene esas anchoas tan buenas; la librería en la que podemos llamar por teléfono y encargarle a nuestra librera favorita el libro que tanto queremos y que sabes que llegará pronto; la frutería con las verduras y frutas del día, la farmacia, la carnicería, el mecánico... ¿Qué haremos si desaparecen? ¡Qué pereza buscar otro nuevo que nos guste como esos! Pero igual nos gustan más, quién sabe...
EliminarVamos a estar abiertos a lo que venga. Mi abuela decía: "Lo que viene, conviene".
Un abrazo.
Estupendo post!!
ResponderEliminarGracias, Vicky, lo que es estupendo es tenerte ahí. Un beso.
ResponderEliminar¿Y no tienes copia hecha?
ResponderEliminarPues igual sí, ahora que lo dices. Lo curioso es que fue mi hija la que me dijo que había desaparecido. Yo seguía viendo la cabecera (como esas luces de estrellas que igual han desaparecido hace millones de años) Cuando le di a "actualizar", me desapareció a mí también.
EliminarLo miraré, gracias, Merci.
¡Adios, Cairosa! Tu cabecera nueva es preciosa pero la otra tiene que estar en algún sitio.
ResponderEliminarMe contaron ayer que otras veces la han puesto en venta y otras tantas vuelven a ponerla en funcionamiento. Igual todavía vamos a volver a comernos un solomillo "Cairosa" o una ensaladilla.
EliminarY a ver si la encuentro por algún punto perdido entre este blog y Júpiter. ¿Y si lo pongo como reto en LQLPC?
Sí, Isabel, hoy mismo lo vi al pasar, "lo vi al pesar" mientras daba una vuelta en el coche con mi hijo. Y aunque he de reconocer que en mi caso no se trató de un bar-restaurante al que acudiese, experimenté su cierre, su pérdida, con un repente de tristeza; aquella que se siente cuando uno se desprende de lo que en otro tiempo fue habitual.
ResponderEliminarLo mío fue más bien como la falta de algo con lo que contamos. Para mí era una ayuda en el trajín diario, sobre todo cuando trabajaba (aquellos lejanos tiempos...). Pero siempre da pena pensar que nada permanece.
EliminarAunque ahora más bien asombra que desde chicos sigan existiendo sitios de toda la vida: Casa Candelaria, en La Matanza, o Casa Tomás, aquí en El Portezuelo; la tienda de "El Escudo" en Santa Cruz; la librería "El Águila" en La Laguna... Mi marido y yo siempre decimos que el día en que desaparezca el Bar "Carrera" en La Laguna, nos creeremos por fin que nada es eterno.
Un abrazo.
Efectivamente, Jane, nada es para siempre. Ni siquiera los buenos recuerdos lo son, porque nuestro cerebro tiene límites y, para almacenar a unos, tiene que desechar a otros.
ResponderEliminarA lo mejor, esos que se marchan, se van a donde se ha ido tu anterior cabecera. A eso que, los muy expertos, llaman la nube y los casi analfabetos digitales (con perdón), como yo, tanto hemos oído nombrar, pero poco saben por dónde anda. Por lo menos, yo, no tengo ni idea.
Quizá, el secreto consista en saber aceptar lo que se va y en celebrar lo que llega y ocupa su lugar. Por eso, tu nueva cabecera conserva la esencia de la anterior, aunque más ajustada a una especie de sincretismo visual y muy de actualidad. Para mí, un cambio positivo.
En definitiva, ni lo más querido, ni lo más deseado, ni lo más repudiado, ni lo más admirado son eternos y, si lo fueran, muchas veces querríamos que dejaran de serlo, ¿no te parece?.
Pues siendo la opinión de una experta, me quedo todavía más contenta. Desde luego, esta es más minimalista, como ahora dicen, aunque para mí es más sencilla. Y creo que la intención de acogida de las dos es la misma.
EliminarEstoy convencida de que a pesar de que muchas veces, en esos momentos perfectos de felicidad que todos hemos vivido alguna vez, decimos que querríamos perpetuarlos, no lo decimos en serio. Si lo pensamos bien, el cambio es la esencia de la vida y no estaríamos donde estamos (y ni siquiera estaríamos) si todo fuera una eternidad sin movimiento. Démosle entonces la bienvenida a toda mudanza (incluida la de la cabecera de mi blog)
Un abrazo.