La casa de los abuelos de mi marido, en El Tanque, al norte de la isla, es una casa de campo de las de aquí: una casa de planta cuadrada, con su tejado, su balcón corrido, su lagar, sus bodegas, su corral de las cabras, su cuarto de las papas y, en la huerta, lo que ellos llamaban "la lata", un palo tendido sobre otros tres en el que ponían a secar las piñas de millo.
En esa casa nació mi marido y vivió una infancia feliz. Después, tras el paréntesis de los dos años de Venezuela, fue el refugio adonde iba a parar en todas las vacaciones de su juventud. La casa, entonces, estaba llena de risas y de vida, animada por los tres hermanos más jóvenes de mi suegra, que formaban parte de las rondallas del pueblo y llevaban a todas partes al sobrino. Para siempre a él le ha quedado el recuerdo de las fiestas de la Virgen del Buen Viaje en El Tanque Bajo y las del Cristo en El Tanque Alto, de las verbenas, de los grupos que en navidad recorrían las calles cantando villancicos, de las noches hablando alrededor de un fogón sobre el que estaba el cañizo de los quesos.
Luego, todos se fueron marchando. Hace 50 años que la abuela, una mujer menuda que nunca paraba quieta en un sitio, murió. El abuelo, al que yo conocí, un hombre recio y callado con una mata de pelo blanco y unos increíbles ojos azules, la sobrevivió 10 años más. Murieron también todos los hijos, y la casa lleva 40 años vacía, cayéndose y desmoronándose poco a poco. Tengo en casa las cajas de cedro que los antepasados traían de Cuba; y el cabecero de la cama de los abuelos hoy, pintado de blanco, es el de la cama de mi nieta mayor. Pero todo lo demás, las cómodas, las mesas, sillas y alacenas se picaron y formaron parte de hogueras de San Juan. Sólo el suelo y las vigas del techo, las puertas y ventanas, de madera de tea, permanecen.
Sí, la casa decae. Pero esas casas de gruesos muros y buenos cimientos que llevan en pie más de un siglo y medio, son sólidas y desafían al tiempo. Y, si hay alguien que las ame, siempre hay esperanzas de que renazcan. A nuestra casa le ha llegado el tiempo de revivir. Hemos empezado por el tejado, antes de que se viniera abajo, y por el granero y el balcón. Y ahora, poco a poco, le toca al resto.
La semana pasada, que estábamos en el sur, decidimos volver a nuestra casa en Tegueste, en lugar de por la Autopista, aburrida y previsible, por el norte, subiendo hasta el Puerto de Erjos y de allí a El Tanque, una carretera mucho más bonita y desde la que vimos en una tarde inusualmente clara, las siluetas de las tres islas occidentales, La Gomera, El Hierro y La Palma.
Llegamos a la casa de El Tanque sobre las 7 de la tarde y nos entretuvimos midiendo habitaciones, imaginando, proyectando una escalera del salón al granero o poniendo mentalmente una puerta de cristal grande hacia la huerta. Eran las 8 y media cuando arrastré a mi marido -que cada vez que va allí se le pasan las horas- para irnos antes de que se hiciera de noche y nos quedáramos a oscuras. Además, íbamos a estrenar la nueva carretera desde El Tanque a Icod que, aparte de ahorrarnos todas las curvas de La Culata y Genovés, nos descubre paisajes desconocidos y nuevas visiones de El Teide. También, decíamos contentos mientras volvíamos y le dábamos adioses para siempre a La Culata y a Genovés, tardamos menos: tres cuartos de hora en lugar de una hora.
Eran, efectivamente, las 9 y cuarto y ya de noche, cuando cansados y pensando ya en la cena, llegamos a la puerta de casa. Y entonces descubrimos que mi marido se había dejado en El Tanque su bolso con las llaves, cartera, documentos, móvil y toda la pesca. Y así nos vimos tres cuartos de hora otra vez para allí (¡Adiós, La Culata! ¡Adiós, Genovés!) y tres cuartos de hora otra vez de vuelta a casa (y sin cenar).
Cuando llegamos a El Tanque, en la oscuridad total de la casa, encontramos (¡qué alivio!) todo dentro, gracias a mi móvil. Mi marido, que se movía allí dentro con la seguridad de lo conocido, seguía el sonido de la llamada de su teléfono, mientras yo esperaba fuera sola, con miedo a despertar a los fantasmas. Pero todo continuó en silencio. Y, al levantar los ojos a lo alto, allí estaba la espina dorsal de la noche, la Vía Láctea. dividiendo en dos un cielo que, en los pueblos altos del norte de la isla, aparece limpio y sembrado de estrellas brillantes. Verla me sosegó: ella había velado el sueño de todos los que en aquella casa nacieron, sufrieron, rieron, vivieron y murieron. Y estaría allí siempre para los que en el futuro la volvieran a llenar de vida.
Sólo por ese momento mereció la pena el despiste.
Vaya!!!!!! parece que tuvieras pocos temas de que hablar, que aún éste percance olvidadizo de tu marido hace que tengas más leña para el fuego .......Como siempre,me encantó tu relato y me transportó a esos lugares y carreteras que describes.Quien de nosotros no tiene una "casa de la abuela"?.Te felicito y sigue deleitandonos con tu acostumbrado blog de todas las semanas.
ResponderEliminarLigia, tú conoces bien esos pueblitos del norte. Cuando las nubes se levantan y puedes ver el Teide tan cerca, hasta el aire parece tocarse. Y si encima la experiencia es en estas noches de septiembre tan limpias, te quedarías horas mirando las estrellas. El percance al final fue una bendición.
EliminarY tienes razón, temas que hablar no faltan. Y si no, que nos lo digan a nosotras, las amigas, cuando nos reunimos, que no paramos. Pero es que la vida es tan apasionante...
Un abrazo.
Querida amiga. Mi experiencia en eso es parecida, salvando la distancia que media entre una casa del opulento norte tinerfeño con la mucho más pobre condición las casas de los montes gomeros como el de El Cedro. Allí compramos una humilde casita de campo, de gruesas paredes de piedra que, verano tras verano, y cargando a humanos lomos todo lo preciso al no llegar pista ni carretera -ni, por supuesto, señal de móvil o TV- la hemos ido reconstruyendo a nuestro gusto. Pues bien, por dos veces se me han quedado en ella las llaves de la casa de La Villa y ¡hala! primero el coche y luego a patitas monte arriba.Las dos veces, al llegar, he optado por quedarme en el monte y volver por la mañana, convirtiendo así en un placer lo que era una contrariedad. Arriba, resaltado con el cercano ruido del arroyo, se puede, en verdad, oír el silencio.
ResponderEliminarQué bueno, Javier, que ya tienes la casa empericosada y empelechada. Y, además, en uno de los sitios más bellos de las islas. Así no se te ve el pelo por la Laguna... Yo creo que lo de olvidar las llaves lo haces adrede.
EliminarCreo que es de sabios (y tú lo eres) convertir las contrariedades en placeres o, por lo menos, darnos cuenta que todo puede tener una vertiente positiva. Una ruptura sentimental puede servir para que conozcamos a otra persona que nos va a ser más felices. O un suspenso puede hacernos aprovechar el tiempo en otra cosa. O un olvido puede hacernos contemplar un cielo lleno de estrellas que de otra forma no hubiera contemplado aquella noche.
Un abrazo.
Precioso. Me llena de recuerdos y de nostalgia. También la casa de los antepasados de mi marido sigue en pie y hace dos años hemos escrito, entre una prima suya y yo un libro entrañable. Esta vez se trata de una finca de La Mancha pero igual da mucha pena ver que los muros que albergaron tanta vida ahora se sostienen milagrosamente... Tienes una pluma privilegiada. Gracias por compartirla con todos los que te admiramos.
ResponderEliminarGracias a ti, Alejandrina, por estar ahí y compartir también tus recuerdos.
EliminarLas casas viejas y abandonadas, sobre todo si has vivido en ellas cuando rebosaban vida, producen una tristeza infinita. En este caso, nos hemos animado porque también mi hija la mira con cariño y se pone con nosotros a hacer planos y planes para la casa. Si las nuevas generaciones se dan cuenta de que merece la pena rehabilitarlas, hay esperanzas para ellas, las casas que son nuestras raíces.
Un abrazo grande.
Añado el hermoso poema que Alejandrina subió a facebook hoy, recordando "Vista Alegre", la finca manchega que es parte de sus raíces familiares:
EliminarLa descripción de una casa centenaria leída en "Blog de una Jubilada" me ha hecho recordar a VISTA ALEGRE. La casa solariega de la familia de mi marido que en medio de la llanura manchega ha resistido el embate de los siglos. Ver fotografías y conocer su historia me llena de emoción.
VISTA ALEGRE
Entre mares de viñas
Encrespados por viejas carrascas
Emerge aquella casa solariega
Que nunca ha renunciado a su pasado.
Los siglos han herido sus paredes
Pero no han acallado sus rumores
A pan, a trigo
A uvas rezumando dulce mosto
A mosto convirtiéndose en buen vino
A aceitunas, a almendras, a rosales
A ilusiones
A trabajo, a sudor,
A descanso sentado ante la lumbre
A risas de unos niños
Que después de cien años
Reposan rodeados de cipreses
Balcones abiertos a una tierra caliente
Que ofrecía abundantes cosechas
Ventanas mirando a un horizonte
Que te permite tocar el infinito
Un pozo
Chimeneas sin humo
Dulces sombras que un día ofrecieron solaz a aquellas almas
Caminos empedrados
Que hoy el tiempo ha cubierto de maleza
Un nombre: Vista Alegre
Tal vez porque miraba al sol de la mañana
O por sus cielos de fuego en el ocaso
O porque aún hoy
Después de tantos años
Te hace brotar las lágrimas
Y consigue que te embargue la añoranza…
Pravia, Asturias. Octubre de 2011
Isa bonito relato este de la casa de los abuelos, esa casa a la que todos nos gustaría, en un momento de nuestra vida, poder regresar.. Que afortunados tener un pueblo y una casa a la que volver y llenarla otra vez de risas, de anhelos, de niños, de juegos... Disfrútenla y sigan mirando, desde el patio, las estrellas y la Vía Lactea , cosa que a muchos ya se les ha olvidado hacer...
ResponderEliminarTienes razón, Pili. Cuando vivía en Santa Cruz pasaba a lo mejor mucho tiempo sin mirar a lo alto y pasar un buen rato mirando las estrellas. Ahora que vivo en el campo puedo permitirme (igual que tú, supongo) esa fiesta de los sentidos que es la contemplación de la noche estrellada.
EliminarEl cuadro de Van Gogh, "La noche estrellada", estaba, antes de que me desapareciera, en la cabecera de este blog. Es de mis preferidos. Me recordaba esas noches contemplando el cielo en la que sientes que, tras la calma y armonía aparente, late todo un universo moviéndose vertiginosamente.
¡Qué bueno que recuperen la casa de los abuelos! Me gustan nuestras casas de campo y sus historias, Yo también tengo una caja que el bisabuelo de Jaime trajo de Cuba. Felicidades Isa, muy bueno como siempre
ResponderEliminarGracias, Úrsula.
EliminarSon preciosas las cajas de cedro. Las que tengo tienen además su escanillo, ese cajóncito casi secreto para guardar joyas, cartas o secretos. Me los imagino llenos de vestidos de noche de los de antes, largos, con volantes y abalorios y oliendo a cedro.
En mi casa el contenido es menos romántico. Es allí donde guardo las mantas y los edredones y, cuando los saco en el invierno, me envuelven con su olor los primeros días.
La casa de los abuelos guarda tantos recuerdos, que cuando mi cuñado, que es arquitecto, me habló de tirar la primera parte de la casa, para hacer una maravilla, me opuse rotundamente.
ResponderEliminarDisfrutareis muchísimo restaurándola, y os deseo los mejores momentos en ella.
Ah, tened cuidado, una casa es mejorable hasta la total ruina de sus propietarios. jaja..
Intentamos, Esperanza, conservarla igual todo lo posible. Pero ya, en vida de los abuelos, hicieron una reforma "moderna" y se cargaron la vieja cocina con su banco empotrado en el suelo alrededor del fogón.
EliminarVamos a ir poco a poco por eso que apuntas de la ruina y por lo de "en obras te veas" (la maldición del gomero). Sé que, de todas formas, vamos a disfrutarla.
Hola Jane. Durante el verano y este septiembre no he leído tus bellas historias. Mea culpa.
ResponderEliminarHoy me he pegado un atracón, muy sabroso, por cierto.
Conocí las casas de mis abuelos. Todavía no entiendo como podían vivir 5 hermanos en una de las casas y 6 hermanos en la otra. Cocina, habitación y por supuesto, sin baño. La casa de mi abuelos maternos, tenía un camino entrte la cocina y "el cuarto". La conocí el día que cumplía nueve años. Había hecho un viaje en barco de 5.000 km y 8 días de duración. Me levanté por la mañana y le pregunté a mi madre dónde estaba el baño. Ella me señaló un huerto y la tarjea correspondiente. Todavía me acuerdo y han pasado 49 años....Un gran beso Jane.Estaré pendiente de las próximas "historias". Juan
Ya te estaba echando yo de menos, Juan. Pero sabía que estabas relajándote y olvidándote del mundanal ruido en uno de los pueblos más bonitos de Canarias (si no me hubiera tocado cuidar nieta, ten por seguro que yo también me hubiera dado una vueltita por allí)
EliminarTambién yo, de chica, conocí los "baños" de tu pueblo en la casa de los abuelos de mi primo, donde nos quedábamos a veces. Era muy pequeña pero no me gustaba nada eso de hacerlo en las plataneras... ¡Y pensar que los retretes son un invento de los ilustrados franceses! Mucho tardaron en llegar a este rincón de las Canarias.
Otro gran beso para ti.
Gracias Jane por hacernos recordar la casa de nuestros abuelos. En mi caso tengo la suerte de entrar en ocasiones. Está restaurada, pero conserva su esencia. Cuando entro, recuerdo mis vacaciones allí. Y sobre todo la oscuridad. No había electricidad. Nos divertíamos buscando estrellas en el cielo y poniendo nuestros nombres a cada una de ella. Al día siguiente las buscamos y a veces no las encontrábamos. Cada vez que veo un cielo estrellado me maravilla. Que pena que tengamos que ir a sitios apartados par poder ver lo que antes era tan cotidiano
ResponderEliminarEs una gran suerte, Carmen. Mis abuelos paternos vivían en La Laguna y recuerdo su casa de Núñez de la Peña, con su huerta y sus gallinas detrás. Pero también, cuando mi abuelo murió en el 54, mi abuela se fue a rotar por la casa de sus hijos y la casa ya no es la casa familiar a la que ibamos algunos veranos, sino una casa terrera cuyo interior añoro cada vez que paso por allí.
EliminarYo recuerdo como algo especial también la oscuridad de Los Sauces y de Los Realejos, los pueblos de las vacaciones de mi niñez ¿Cómo no nos daba miedo? Era mágico mirar y esperar que cayera una estrella fugaz para pedir un deseo que estábamos seguros de que se cumpliría, faltaría más.
Que chiquita odisea. Pero que bonita casa. Arreglenla para que vayamos de visita!...que les cuesta!
ResponderEliminarEn serio será estupendo que puedan recuperarla. Que suerte tener una cosa tan preciosa
Besos
En eso estamos, Ana. Y, si alguna vez la recuperamos, estás invitada a sentarte en lo que eran las antiguas bodegas, con un buen vaso de vino de la zona en la mano, mirando hacia la huerta en donde crece el naranjero que da nombre a la casa y a El Teide que se ve a lo lejos.
EliminarBesos.
Buenas tardes Jane: ¡Cuánto me alegro al leer que van a seguir restaurando la casa de sus abuelos!. No se si a Vd. le da tristeza cuando pasa por pueblos semi ó abandonados, a mí se me cae el alma, y es España por desgracia hay miles. La zona de Los Pirineos es impresionante, pueblos preciosos en los que cada vez viven menos personas. Sigue siendo un placer leer sus crónicas. Un saludo afectuoso.
ResponderEliminarGracias, Rosa María. En Tenerife la población es tanta que parece más bien un sólo pueblo. A veces sí ves un caserío perdido y abandonado, pero es raro.
EliminarSí que dan pena los pueblos abandonados o poco poblados. Y comprendes esos anuncios que ves de vez en cuando en que venden un pueblo entero u ofrecen trabajo a parejas con niños para que aquello se renueve. Otros pueblos por lo menos se renuevan en verano y, aunque el resto del año ves las casas cerradas, sabes que en julio y agosto se abrirán y habrá otra vez vida. En fin...
Un abrazo y otra vez gracias por tu comentario.
Me ha gustado mucho, gracias por compartirlo con nosotros.
ResponderEliminarUn beso.
Un beso a ti, Teresa, y también gracias. Compartir es también dialogar.
EliminarUn precioso relato.Y es verdad,a veces los depistes o contrariedades pasajeras,tienen esas cosas;y se tornan beneficiosos y gratificantes para el alma y lo trascendental.¡¡más de ellos serían necesarios en nuestras vidas,a veces copadas por simplezas cotidianas!! ,buena semana .Cs
ResponderEliminarGracias, Francisco. Y sí, mejor nos iría si no nos hacemos mala sangre con los inconvenientes de la vida. Después de todo, son la sal de la vida y sin ellos no saborearíamos el resto :-D
EliminarAy Jane, solo tú puedes convertir una molestia en un reflexión poética sobre todo lo que puede llegar a encerrar una casa!
ResponderEliminarEstoy segura, Loque, que tú también has reconvertido molestias en poesía, percances en anécdotas, carreras de medias (de las de antes) en piernas al aire. Porque el ingrediente con el que cocinamos esos aprovechamientos es el sentido del humor ¡Y que no nos falte!
EliminarHola Jane, he entrado en tu blog y he releído tu entrada con curiosidad.....y también " he soñado " un poquito recordando la ilusión que hemos puesto en la casa donde actualmente vivimos. Es como la de los abuelos, con un cielo limpio cargado de estrellas que nos hace soñar...y unos rincones que desprenden olores diferentes en cada estación.
ResponderEliminarLa nuestra está remosada pero casi desaparece . Pusimos empeño y sus piedras y techumbre siguen en pie y con la esperanza de que nuestros nietos un día la recuerden con mucho cariño llena de vida.
Tienes razón, Luisa, yo he visto varias fotos de tu casa y es preciosa. El jardín es una maravilla, como no podía ser menos (las camelias me desconsolaron). No hay nada como querer una casa y mimarla.
EliminarAcabo de llegar de un viaje a Austria y vi eso mismo en los pueblitos austriacos: el amor por el sitio en el que uno vive. No hay casa sin encalar y casi todas tienen esos balcones de madera repletos de flores.
Espero también que mis nietos lo aprecien y aprendan a querer el sitio en que han vivido los que los precedieron.
Un abrazo grande, Luisa.
¡Qué bonito tu comentario sobre la Vía Láctea!: "Ella había velado el sueño de todos los que en aquella casa nacieron... y estaría allí siempre para los que en el futuro la volvieran a llenar de vida"
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte, Jane, ya tengo para reflexionar esta noche, tú sabes antes de mi ratito de leer tan cómoda en la cama.
Hay un poema de Juan Ramón Jiménez que dice:
Eliminar…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Los poetas también se han dado cuenta de como conviven lo permanente (la naturaleza) y lo transitorio (nosotros).
Un beso grande, utopía.
Sobrecogedor.
ResponderEliminarGracias, Lola. Y que nunca perdamos la sensibilidad para que la visión de la naturaleza nos produzca un sobrecogimiento.
EliminarUn beso.
Querida Jane:
ResponderEliminarLa maestría de convertir algo tan sencillo en un relato tan bonito. ¡Precioso!
Hace unos meses, quizá más, en esas idas que ustedes hacen a la Playa la Arena, por el norte, mandaste una foto de la casa de El Tanque. Era una foto preciosa, se veía la casa sin tejado, con las parhileras al raso, enmarcando un cielo azul ¡tan luminoso! (como sólo es nuestro cielo... ¡tan azul y tan limpio en las alturas!)
Comentaste que la pensaban arreglar algo, con idea de venderla. ¡Qué pena!, te dije.
Se ve que más de uno en tu familia opinó igual. ¡Y ahí la tienes, como una Bella Durmiente, despertando de su largo sueño!
¿Cómo ibas a perder ese pasado teniéndolo tan cerca?
¿Te imaginas la de historias que oirás de sus paredes ? ¡Ya te imagino escribiendo mil y un relato junto al poyo de las calas, y contándolos luego a nosotros...!
Estoy convencida de que a Toni no se le olvidaron esa tarde las llaves, las dejó adrede porque quería regalarte una Noche Estrellada... y si te hubiera dicho la verdad seguro que habrías contestado... ¡Otro día! Pero otra noche, no hubiera sido esa Noche...
Seguro que mirando a lo alto pudiste ver a Hermes poniendo al pequeño Herakles al pecho de Hera, dormida, para convertirlo en inmortal...
¡Bendita Hera! que despertaste y en tu rabieta, apartaste al niño de tu pecho y nos regalaste, en esa leche derramada, el tesoro de nuestra Galaxia...
(¡Ya sabes que los cuentos y los mitos me pierden!)
Ya sabes, Cándidaeréndira, que a mí también. Y sobre nuestra Vía Láctea hay muchos mitos. La leche derramada de Hera, por supuesto. Pero también el Camino de Santiago que apunta a la dirección este-oeste que lleva a la tumba del apóstol o la "espina dorsal de la noche" con que algunas tribus africanas tratan de explicar por qué el cielo no se cae, sostenido por la columna vertebral de un gigantesco animal.
EliminarLa casa tiene su encanto y para el que la vivido, multiplicado por dos ¡Ojalá podamos recuperarla y disfrutarla! Me gustó esa imagen al lado del poyo de las calas...
Un abrazo.
Mas vale tarde que nunca. Acabo de leer tu relato de "la casa del abuelo" nada menos que un año y 5 meses después de que lo colgaras y no pude evitar el recuerdo de mi experiencia infantil con la casa de mi abuela paterna en el campo. Era una casa confortable ubicada en las medianías de la Villa de Mazo, cerca de la montaña de Tirimaga, con la particularidad (lo normal por esa época) de que no tenía retrete y se salía fuera a evacuar en un lugar con caída cerca de la conejera, del cochinero y de un grupo de tuneras, donde más de una vez se me quedó algún pico trabado en el culo que mis tías me extraían con esmero.
ResponderEliminarPero lo que más recuerdo son las excursiones caminando o en mula desde dicha casa a otra más pequeña situada en Malpaíses, que mis tías decían "La Costa" aunque estaba bastante lejos del litoral. Era un cuarto de aperos de dos plantas donde debajo se recogían los animales y en lo alto se estaba simplemente. Se iba por un camino real que hoy día se llama "Camino de La Casa del Cuerno". ¿Y sabes porque se llama así? Pues porque lindaba con nuestra casa y allí, según me dijo hace pocos años un viejo del lugar, se reunían "para conocerse" los campesinos y campesinas, después de recoger la cosecha de secano (papas, batatas, higos...), eso si, una vez bañados y mudados de ropa. Ahora entiendo que mis tías llevaran zapatos y no pantuflas.
Esa pequeña edificación de La Costa llamada Casa del Cuerno está catalogada etnográficamente en el Plan General y la compré en el 2006 para reformarla y convertirla en una vivienda rural pero la crisis me retuvo y hoy se está cayendo a pedazos. Una lástima.
Sí que lo es, Enrique. Pero te entiendo, no sólo por la crisis, sino por el papeleo y follones y cortapisas que encontramos en nuestro empeño de arreglar la casa.
EliminarNosotros todavía andamos con presupuestos y planos sin haberle podido meter mano a la casa, soñando en verla en pie mientras el techo de una de las bodegas se ha venido abajo. Ojalá tengas suerte con la Casa del Cuerno. Nosotros por ahora en esta (se llamaba "El naranjero") vamos a recoger las naranjas del árbol que le dio nombre y a cortar unas calas que, sin nadie que las cuide, riegue o abone, siguen creciendo allí desde hace 40 años.
Bellísimo relato que me ha hecho poder estar entre vosotros entrando y recorriendo esa bella casa que tantas historias bonitas atesora. Dichosos planificando su recuperación.... Espero entrar en ella con vosotros presencialmente algún día!
ResponderEliminarYo también lo espero, Floren. Este escrito es de hace 4 años y ahora ya las bodegas están en pie y casi terminadas, y también la cocina de la casa. Solo falta el piso bajo, que es un poco latoso porque el piso es de tea y hay que sacar tabla por tabla, lijarlas, barnizarlas... Pero espero que de aquí a 6 meses ya esté todo (ya sabes que soy optimista) e incluso que en navidad podamos estrenar la bodega. Desde ese momento, sus puertas estarán abiertas para ti.
EliminarUn abrazo grande.
¡Precioso!
ResponderEliminarLo que es precioso es la casa y los sentimientos que alberga. A mi hija le gustó tanto que tiene escrita una novela inspirada por la casa (todavía sin publicar).
EliminarGracias, Bego.
A ver para cuándo estrenamos esa casa y disfrutamos del cielo límpido del que nos hablas, entonando alguna hermosa canción de las que le nacen a Toni!!!
ResponderEliminarMuy bonito, Isa.
Bueno, lo del cielo límpido hay que confesar que es a ratos porque ayer pasamos por allí y todo estaba envuelto en niebla. Pero también la niebla tiene algo de mágico para coger una guitarra y armar un tenderete de los nuestros mientras hacemos, qué sé yo, un condumio de conejo o unas costillas con papas. La estrenaremos, la estrenaremos.
EliminarGracias, Milo.
Ya me gustaría a mi poder vivir en casa de mis padres y a mis hijos y a mis nietos, pero por un plan de reparcelación ya no está.
ResponderEliminarTampoco está la de mis abuelos paternos y maternos. Pero sí está su recuerdo. Como decía mi madre cada vez que algo se rompía o desaparecía: "¡Es solo material!".
ResponderEliminarQue bonito Isabel,con mucha luz auque fuera denoche����
ResponderEliminarNo hay luz más pura que la de una noche sin luna totalmente estrellada. En estos pueblos altos de la isla se ven muchas noches así, pero también las recuerdo en tu pueblo, sobre todo cuando se iba la luz y podíamos gozar de la noche sentados a la puerta de la casa. Una gozada.
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