Una de las miserias de cumplir años es irse quedando sorda, un inconveniente que se une a los fallos de visión, a los alimentos que ya no se pueden comer o beber, a las cimas que no se pueden coronar y a tantas majaderías de esta edad que no perdona.
El dejar de oír es, para los demás que nos acompañan en la vida, una lata y una de las cosas que más nerviosos les pone. Por ejemplo, les cuento un caso que presencié allá por mis tiempos mozos (cuando oía muy bien). En la guagua una chica le dice algo a su madre en voz baja y la madre grita: "¿QUÉÉÉÉ?". La hija habla un poco más alto, mientras mira apurada alrededor, y la otra sigue con el QUÉÉÉ, el ceño fruncido y la mano en la oreja. Al final, la hija termina gritando: "¡QUE SE TE ASOMAN LAS ENAGUAS!". Bueno, pues yo, que hasta hace poco era como esa hija ruborosa, voy camino, si esto sigue así, de ser como la madre y sus QUÉÉÉS.
Menos mal que en Canarias hay una palabra muy suave para designarnos. En lugar de decir que estamos sordos como una tapia o compararnos con la abuela de Gila que, cuando tiraban bombas salía toda contenta gritando "¡champán, champán!" como una loca, aquí decimos que esa persona está "distraída", un término mucho más presentable, dónde va a parar.
Como todas las cosas, estar "distraída" tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Puedes perder alguna conversación interesante pero también puedes ahorrarte otras muchas. Como se dice por ahí, ¡para lo que hay qué oír! Y también puede proporcionar algunas risas, como hace poco, a mi amiga Elena con su madre. La madre de Elena tiene 93 años y está estupenda, pero "distraída". Ella se queja de que los demás musitan (cosa de la que me quejo yo también) y, cuando le dicen que es que ella no oye, protesta con pasión que ella oye mejor que nadie. Para demostrarlo, el mes pasado, cuando estaban anunciando por la radio, puesta a todo meter, la noticia de que había muerto David Bowie, llamó toda sofocada a Elena y le dijo: "¡¡¡Acaban de decir por la radio que se ha muerto Mary Poppins!!!".
Yo me veo llegando a la vejez igual que la madre de Elena (y ojalá) ¡Y es que todavía hay tantas cosas que se pueden, no sólo oír, sino también escuchar! Así que estaré "distraída", pero pondré todos los medios que hagan falta -la mano en la oreja, la trompetilla, las radios y teles a todo volumen, los más modernos audífonos del mundo- y seguro que seguiré disfrutando de un buen concierto, de una buena conversación con mis amigos, de las noticias de la radio, de los sonidos de la naturaleza, de las risas de mi gente.
Como decía Indro Montanelli, hay que ir envejeciendo amablemente, sin catástrofes. Porque, después de todo -y eso son imponderables que una puede ir asumiendo y apuntando en el anecdotario familiar-, lo peor que puede pasar es que matemos a Mary Poppins.
Magnífico artículo, Isabel.
ResponderEliminarGracias, Luisa. sólo quiero animar a asumir los achaques con deportividad. Qué menos :-D
EliminarHola: aunque con los años dejemos de oír lo importante es seguir disfrutando de lo que realmente nos hace felices. No hay dudas que ganamos achaques pero merece la pena vivir. Unas anécdotas muy entretenidas. Seguimos en contacto
ResponderEliminarAgatha Christie, en su maravillosa "Autobiografía", hace un canto a la vida parecido al que tú dices, Marta. Dice que con el tiempo llegan las penalidades de la vejez: el descubrimiento de que constantemente se resiente algún lugar del cuerpo, el lumbago, el reumatismo, la artritis (no menciona la sordera). "Todo esto ocurre cuando se llega a la vejez y hay que aceptarlo. Creo, de todas maneras, que el agradecimiento que uno siente por el regalo de la vida durante estos años, es mucho más fuerte y vital que nunca. Tiene algo de la realidad y de la intensidad de los sueños; a mí, todavía me entusiasma soñar".
EliminarGrande y vital Agatha.
Buenas tardes.
ResponderEliminarSin duda; cuantos más años cumplimos, menor capacidad de percepción de nuestros sentidos. Es el desgaste del organismo, sin más.
Pero, el del oído es un sentido “parcialmente” compartido, y en eso radica el problema.
Si tocamos algo y no sentimos como antaño su textura, si percibimos cualquier olor o sabor con menor intensidad, si vemos algo con necesidad de mayor ayuda –mayor graduación oftalmológica - que hace cierto tiempo, todo ello lo podremos soportar con mayor o menor estoicismo.
Pero la conjunción del “habla-oído” es primordial.
Los sordos saben que lo son y como tal hablan en alta voz, intentando escucharse a sí mismos.
Son los que los acompañan los que les hacen la vida desagradable. ¿Acaso nuestro marido, esposa, hijo, hermano…no saben que somos sordos parciales. Por qué se empeñan en olvidar que lo somos y nos hablan en un tono inaudible? La verdad, no lo sé.
Menos mal que sólo soy sordo parcial de un oído, lo que me viene muy bien en más de una ocasión.
Un saludo
¡Eso mismo digo yo, Antonio! Cuando oigo a mi marido, que tiene un tono de voz muy bajo, hablar en murmullos, siempre le digo: "¿Estás, como en "Ansiedad", "musitando palabras de amor"?". Antes que reconocer que me estaba en realidad diciendo que hay que comprar pasta de dientes, alza la voz.
EliminarMi padre y mi abuela paterna perdieron mucho oído (por eso, por el andar de la perrita, calculo que seguiré su camino), y mi madre se acostumbró a hablar como si estuviera dirigiendo un ejército de coraceros. Cuando venía a casa, le pedíamos siempre, por favor, que bajara la voz, que nos dejaba temblando.
Sí, tienes razón, hay que conjugar los dos hechos, el habla y el oído. Y procurar tomarnos con humor los desajustes hasta que se llegue a una armonía.
Un saludo, Antonio.
Como siempre un placer leerte.
ResponderEliminarY un placer que estés ahí, Marta.
EliminarUn abrazo.
Marta Isabel Mendoza Contreras, desde Buenos Aires deseo contactarme con Ud. escribir a: teleajedrez@yahoo.com.ar. Gracias!
EliminarCuando me quede sordo como una tapia me voy a comprar un maravilloso chalet con piscina al lado de la autopista, que no quiere nadie y lo venden por cuatro perras.
ResponderEliminarYa no queda ninguno, Enrique. Es tal la cacofonía, el volumen de sonido en las ciudades, en los bares, en los cines..., que todo el mundo ha perdido la sensibilidad auditiva y se ha lanzado como tú a por el chalet al lado de la autopista. Si no, no me explico cómo puede haber gente viviendo allí :-D
EliminarNinguno de los sentidos nos es prescindible,mas,en innumerables ocasiones;no viene mal desconectar el de la audición.- A voluntad,claro.No por problemas físicos-Ya que este es un país de "mucho valumen",como decían antaño.La técnica progresa en cuanto a aparatos portátiles de sonido cada vez más potentes.Y a deshoras nos rompen la tranquilidad y el descanso del hogar.
ResponderEliminarEn unos aforismos que el físico Jorge Wagensberg publicó sobre los sentidos, dice: "Todo sentido tiene un extremo gozoso y otro doloroso, ambos valiosos para sobrevivir. El extremo gozoso del sonido, embelesa, el doloroso irrita". No sé muy bien por qué ni cómo el extremo irritante del sonido puede ser valioso para sobrevivir, si, como bien dices, no nos dejan vivir en paz.
EliminarCada vez tengo más claro que una buena calidad de vida pasa por el silencio. Como le leí una vez a Muñoz Molina, "atención y silencio vuelven memorable el presente". A ver si en esta sociedad medio de locos conseguimos las dos cosas.
Suscrito... Quien llegase a ser la madre de tu amiga Elena...!!!
ResponderEliminarLa madre de mi amiga Elena es una mujer extraordinaria, divertida, cariñosísima, muy sociable y pendiente de todo el mundo. Curiosa y activa, muy culta, hasta hace poco iba a conciertos y a clases de inglés. Y aunque ahora se cansa más, cada domingo se reúne con amigos y familiares en comidas y tertulias en las que da gusto hablar con ella.
EliminarYo también firmaba por estar como ella a los 93 años.
En mi caso, considero que oigo lo que quiero oir y desoigo lo que no interesa. Es cierto que vamos perdiendo la sensibilidad, pero no la oreja. Si mi mujer me larga algún reproche del cual no estoy de acuerdo, el resultado es que me estoy poniendo sordo, aunque realmente no la estoy escuchando. Si mi vecino de la planta alta en el sur se dedica a insultar -la tiene cogida conmigo porque una vez se le llamó la atención por tirar agua desde su azotea a nuestra terraza estando mi familiar en ella-, oidos sordos para evitar males mayores, aunque lo que se merece es una trompada. Ahora, eso si, el más imperceptible ruido que surja dentro de la casa cuando estoy en los brazos de Morfeo, excepto los ronquidos de quién ha compartido habitación conmigo casi cuarenta y tres años, es captado y automaticamente se eleva la antena sobre mi almohada para saber su procedencia. ¿Sordos?. Una mieeeeerda. Pá lo que nos conviene.
ResponderEliminarTengo una amiga que no soporta los ronquidos del marido. Hasta le ha puesto calcetines usados sobre la nariz porque alguien le dijo que eso era bueno para que dejara de roncar. Y sin embargo, a mí me tranquilizan los ruidos de la casa: los ronquidos, los crujidos de los muebles, el viento en la ventana, la lluvia sobre las claraboyas... Todo junto es el sonido del hogar.
EliminarCreo que el cuerpo lo incorpora a los sonidos familiares para preservar nuestro descanso. Igual que mi amiga Cae, que vivía al lado de la Refinería y no oía nunca el tremendo ruido que hacía.
Es una buena filosofía la tuya. Filosofía de supervivencia podríamos llamarla: no escuchar lo que nos perturba y poner la oreja a aquello que nos pueda interesar.
Un abrazo, Enrique. Como siempre, hay sabiduría en tus palabras.
Y sí, según nos convenga, estamos o no "distraídas"? Ingenioso y divertido, un abrazo amiga.
ResponderEliminarLe acabo de decir a Enrique, Úrsula, que es una buena filosofía de supervivencia. Hay veces, y sobre todo con determinadas personas, en que es preferible hacernos los sordos antes que meternos en discusiones bizantinas. Como le oí decir una vez a Onetti, "es mejor perder una discusión que perder el tiempo". Y también con la tele es preferible a veces apagarla y escuchar el silencio que oír "la incesante cacofonía de reclamos" (Muñoz Molina, otra vez).
EliminarUn abrazo, mi amiga.
Querida Jane:
ResponderEliminar¡Qué buena anécdota la de tu amiga Elena y su madre!
Mi abuelo, que era de finales del XIX, usaba muchas palabras hoy totalmente en desuso, por ejemplo llamaba espejuelos o quevedos a sus gafas.
Una vez, hablándome de alguien, se refirió a él como: "es que está teniente..." Yo le contesté: - No sabía que fulanito era militar-, y me dijo no es "teniente", es que está "teniente" como sinónimo de sordo.
Hoy al leer tu escrito, me acordé de la palabra.
¡Aquí vamos a pasar por el ejército de la sordera (con mayor o menor graduación) antes o después!
(¡Y que usted y yo lo "oigamos" con trompetilla o sonotone de última generación!)
Pues no lo había oído nunca, Candidaeréndira. Enseguida me fui a mi diccionario de sinónimos y efectivamente, figura "informalmente, teniente". Al lado hay otros sinónimos como duro o tardo de oído o como una tapia. Lo que no está es mi "distraído", que no figura tampoco en el diccionario de canarismos. Pero yo lo he oído, sobre todo en La Palma, como sinónimo de sordo. A ver si lo corroboro con palmeros.
Eliminar¡Quién nos verá a todas en nuestros festejos hablándonos a gritos y diciendo que este sonotone no tiene cobertura! Espero estar a tu lado, amiga, y reírnos juntas de nosotras mismas.
Un beso.
El término "distraído" lo oí alguna vez de chico a las mujeres que se reunían a coser en el taller de costura del barrio, donde mi madre me llevaba para no dejarme solo en casa. Pero yo siempre entendí que se refería a un sinónimo de ausente o embelesado, puesto que más de una vez me entretenía husmeando por los cajones del taller y no contestaba al grito de llamada de mi madre, aunque lo oía. Me recuerda a un sobrino de mi mujer, Lucho, que cuando iba a casa de sus abuelos se ausentaba de la reunión de mayores para "registrar" todos los rincones de la casa y cuando la madre notaba su desaparición lo llamaba y no contestaba, volvía a llamarlo y se oía "qué", la madre le preguntaba seguidamente "¿donde estás?" y el decía "aquí". Pasado un rato largo, volvía la madre con lo mismo "Luuuucho" y después de insistir varias veces sin respuesta contestaba él: "Qué, aquí", sin esperar a la pregunta "¿donde estás?".
EliminarYo supongo, Enrique, que aquellas a las que se lo oí decir asociaban la sordera a la ausencia y empleaban la misma palabra para las dos cosas.
EliminarY desde luego, no hay nadie como los niños para no oír lo que no les interesa. Mis nietos mayores son maestros en lo mismo que Lucho, tú y yo de chicos.
Muchas gracias por la aclaración. Yo sabía que algún palmero me daría razones. :-D
He tenido un lunes durillo. Por eso me paso por aquí a estas horas, porque sé que tomarme la taza de leche calentita con miel antes de ir a la cama a leer no puede encontrar mejor acompañamiento que el encanto de los pensamientos de Jane Jubilada :-) Me ha encantado eso de "distraída" y la cita de Indro Montaneli, un señor del que siempre recordaré "Breve historia de Roma", polémicas políticas aparte. Besos y buenas noches, querida Jane.
ResponderEliminarYo también me leí la "Historia de Roma" y la "Historia de los griegos" allá por los años 80 y me gustaron mucho. También tengo de él "La Italia del año mil" y otro libro de "Personajes". Para los que no somos de historia era una forma amena de enterarnos de cosas.
EliminarLa cita la dijo refiriéndose a la escritora Colette y se me quedó por lo sensata.
Me encanta formar parte de tu ritual de buenas noches y hacerte olvidar lunes durillos. Ya sabes, a buscar rescates en el resto de la semana.
Besos y buenas noches, querida Mónica.
¡Ay amiga!... Por fin he podido hacer mi comentario después de largo rato riendo a carcajada limpia ¡Qué golpe el de Mary Poppins! Me dolía la boca de tanto reír. Otra cosita más que nos otorga la edad a pesar de que la distracción puede ser muy divertida.
ResponderEliminarSi nos fijamos los que pierden audición ganan tranquilidad, se aíslan del ruido y se sumergen en su mundo imaginario donde se complacen con lo que creen escuchar. Los sufridores son los que se empeñan en mantener una conversación coherente con ellos y pierden la paciencia fácilmente. A veces, mejor no enterarse de nada.
Lo ideal, Cande, sería que se aislasen a ratitos, cuando no les apetece una reunión muy ruidosa o una música fuerte. Pero a veces, como le pasó a mi padre en los últimos años, se aíslan realmente, ya no les interesa nada del mundo y no ponen nada de su parte para conectar con los demás. Ni sonotones ni hablar muy alto ni nada. Y eso sí es triste para los que los queremos porque los vas perdiendo.
EliminarOtra cosa es la madre de Elena, que sí, que pierde oído, pero pone tanto interés en el mundo alrededor que siempre va a estar enterada de las cosas. Con pequeños errores, eso sí, pero ¿quién no se equivoca?
A nuestra edad es, hasta cierto punto, normal que vayamos perdiendo audición. Pero los jóvenes, que oyen la música tan fuerte y con los auriculares todo el día puestos, se prevé que perderán audición a partir de los 40 años. Hasta tal punto es un problema que la Comisión Europea ha lanzado un plan que incluye que los dispositivos musicales traigan, de fábrica, un volumen seguro y que lleven una advertencia de salud.
ResponderEliminarEs un tema que trataba en clase. Pero es bobería. Aunque se lo dices y explicas, no hacen caso. Cuando se pierde audición ya no hay vuelta atrás.
No hay manera de luchar contra la cultura del ruido. Somos un país ruidoso que piensa que un sitio no está "animado" si no hay una música aporreándote los oídos todo el santo día. Hace poco fui a comprar a uno de estos megacentros y salí de allí escopetada, sin comprar nada, por supuesto, porque no aguantaba el chundachunda a todo volumen. Le pregunté a una empleada cómo podía soportarlo todo el día y me dijo que muy mal, pero que al final se acababa acostumbrando. Eso no puede ser bueno para el cerebro, y ni siquiera para los gustos musicales. Entiendo que ustedes, los profesores de música, alerten de ello, pero es un tema de educación ambiental.
EliminarA pesar de que es algo ampliamente regulado (no pueden emitirse más de 35 decibelios nocturnos en el interior de las viviendas, por ejemplo), la gente pasa ampliamente y se pone la tele demasiado alta o, como hacía una vecina mía, música de Mari Trini a todas horas como si estuviera en una verbena popular (acabé odiando a Mari Trini). Habrá que empezar a denunciar infracciones y a insistir desde todos los ámbitos (no sólo educativo, sino también social y familiar) en la importancia de la contaminación acústica.
Jajajaja, con lo de Mary Poppins me he tronchado, jajajaja.
ResponderEliminarQué le vamos a hacer... como dice un buen amigo mío la única receta para vivir mucho es hacerse muy viejo. Dicen que están a nada para encontrar el elixir de la eterna juventud, Dios libre al pobre Mundo de ello. Aunque nos duela, lo mejor es seguir los dictados de la Madre Naturaleza.
Besos, Isabel.... ¿mandeeee??? ! Que MUCHOS BESOSSSS!!! :P
Jajaja, Celia, Dios nos libre, en efecto. Me recordaste la salida del escritor Eduardo Galeano:
Eliminar"El médico brasileño Drauzio Varella ha comprobado que el mundo invierte cinco veces menos dinero en la cura del mal de Alzheimer que en estímulos para la sexualidad masculina y en siliconas para la belleza femenina.
—De aquí a unos años —profetizó—, tendremos viejas de tetas grandes y viejos de penes duros, pero ninguno de ellos recordará para qué sirven"
Así que quita, quita, ni elixires de eterna juventud ni mandangas de estas. Envejecer con dignidad aunque una tenga que decir el ¿¿¿¿mandeeee???.
Muchos besos para ti también.
Triste el mundo de los sordos, aunque los chistes sobre ellos, sean divertidos. Tenía un compañero de trabajo que no estaba distraído, estaba como una tapia. Otro compañero, le calculaba llamándolo a gritos: Avelinooo!. El aludido se volvía y decía: dime. Y el otro movía los labios como si hablará pero no decía nada. Y Avelino contestaba: después te lo mando.
ResponderEliminarHay otro chiste de un matrimonio en que el marido quiere demostrar que la mujer no oye nada y le pregunta desde la puerta de la cocina donde ella está cocinando: "¿Qué hay de cenar?" y la otra, nada. Y así se va acercando más y preguntando hasta que a la tercera vez la mujer se vira y le dice enfadada: "¡¡¡Te he dicho 3 veces que albóndigas!!!".
EliminarMe recordó a Avelino jejeje.
Calculaba,no, le vacilaba
ResponderEliminarYa se entendía :-D
Eliminar