Esta semana mi nieta pequeña, con 3 años, ha empezado el colegio. La noche anterior ella, muy ufana, me enseñó su uniforme, planchadito y colgado en la percha; y, al día siguiente, sus padres, que se pidieron el día libre (como tiene que ser para un evento tan importante), la acompañaron, como a una reina, a su primer encuentro con la dura realidad. Le hicieron fotos antes de entrar, toda sonriente, e incluso después en la clase, desde la puerta. Pero allí. sentada en una mesa con otros tres niños, a todos se les veía serios, perdidos y tan pequeños como a ella.
¡Me gustaría decirle tantas cosas! Que no se asuste si ve a otros niños llorando, porque los lloros y el primer día de colegio van juntos en el mismo paquete, como el turrón y las navidades. Le contaría, para que se riera, que mi hermano, su tío-abuelo, se hinchó a llorar gritando. "¡¡¡Que yo no sé ni la o!!!" cuando entró en ese mismo edificio en el que ella está ahora; que su padre interpretaba de niño el numerito desgarrador de Marco (el niño de "De los Apeninos a los Andes") con lo de "¡No te vayas, mamá! ¡No te alejes de mí!...". Y que ellos, como todos, a la semana ya ni se acordaban de padres, madres ni de la santa compaña.
Me encantaría, para instruirla en todas las posibilidades que le esperan, que pudiera leer los libros de Guillermo el proscrito y de sus amigos Douglas, Enrique y Pelirrojo (Richmal Crompton), que en el colegio batallan con entusiasmo contra profes y asignaturas ("Me pone furioso - dijo Guillermo- eso de que los mineros tengan sindicatos y huelgas y cosas para no tener que trabajar demasiado y que nosotros tengamos que seguir trabajando hasta agotarnos"). O los libros donde Goscinny y Sempé nos hablan del pequeño Nicolás y sus también compañeros de colegio: Alcestes (el que come todo el rato), Eudes (que da mamporros en las narices) o Agnan (el ojito derecho de la maestra)... O el libro "Abajo el colejio" de Ronald Searle, que está lleno de faltas de ortografía y que echa pestes de los direztores, de las comidas, de las torturas... Bueno, éste, mejor no.
Pero sí que le diría que ¡no le queda nada! Le diría, para abrirle los ojos, que ahora empieza un largo recorrido en el que tendrá que aprender cosas que le importan un rábano y que olvidará con la misma rapidez; que habrá profes a los que odie (pero de los que contará anécdotas cuando sea mayor); que, igual que un soldado que va pasando por un campo de minas, tendrá que sortear pruebas, exámenes y, si Dios no lo remedia, reválidas; que sabrá lo que son las injusticias (¡pero, profe, yo no fui!) y las deslealtades (¡pues ahora no me ajunto contigo, hala!)...
Pero también le diría, para animarla, que en ese camino se va a encontrar con libros maravillosos con los que imaginar y disfrutar; que habrá profes que la entusiasmarán; que aprenderá lecciones que nunca va a olvidar; que sabrá también lo que es la justicia y la lealtad; y que se va a encontrar ahí, en el colegio, a muchos de los amigos que la acompañarán en la vida. Le contaría que ese primer día, hace 62 años, conocí a Conchi, a Dulce y a Ani, que hoy todavía son mis amigas. que luego fui encontrando a las demás, y que ella sabrá, como yo lo sé, lo bueno que es que se pueda contar con quienes te conocen desde siempre.
Pero nada de todo esto le diré, claro. Ya lo irá ella averiguando: en el fondo, es un portentoso viaje de descubrimiento el que empezó esta semana. Esa tarde, cuando llegó a casa, le pregunté si le había gustado. Me dijo que ¡sí!, que había estado con su amiga Martina y que había hecho un sol de plastilina. No me pareció mal: hacer con una amiga un sol de plastilina puede ser el comienzo de una hermosa amistad. Como Armstrong, en teoría un pequeño paso. Pero en la práctica, un extraordinario camino por recorrer.
Precioso como siempre......hasta a mi con las cañas que tengo me entran ganas de volver al cole....de momento a seguir ejerciendo de "abu", que es una de las mejores experiencia que nos brinda la vida.....un abrazo
ResponderEliminarAhí ya no te sigo, Jesús, A lo mejor, podría considerar lo que cantaba Violeta Parra ¿Te acuerdas?:
Eliminar"Volver a los diecisiete después de vivir un siglo
es como descifrar signos sin ser sabio competente
Volver a ser de repente tan frágil como un segundo.
Volver a sentir profundo como un niño frente a dios.
Eso es lo que siento yo en este instante fecundo."
Pero yo creo que ni eso tampoco. ¿Volver al cole? ¿Otra vez la gimnasia cantando "Montañas nevadas"? ¿Otra vez no aprendiendo ni química ni ciencias naturales porque tuvimos profesores nefastos? ¿Otra vez las monjas dando coscorrones a diestro y siniestro? ¿Otra vez exámenes kilométricos? Quita, quita...
Pero sí estoy contigo en que ser abuelo es lo mejor que nos puede pasar en la vida. Cansan, sí. Pero cómo disfrutamos, nos asombramos y nos reímos con ellos.
Un abrazo, Jesús.
No cañas, qué mal suena eso.....canas...
ResponderEliminarEstos correctores nos juegan malas pasadas.....
Bueno, tener canas bien llevadas (como tú y como yo :-D) y mandarnos unas cañas a la vez, no suena nada mal. Y menos cuando podemos brindar con estas últimas por seguir como rosas perfumadas maringá.
EliminarYo ni recuerdo mi primer día... hace... uffff... más de medio siglo... en el siglo pasado... Qué vieja nos hace eso del siglo pasado... Sí que recuerdo... por mucha ilusión que ella tuviera, el primer día de guardería de mi hija... Me mantuve en la puerta hasta que entró... la vi tragando nudos... con los ojitos anegados pero con ese orgullo que no la dejaba hacer el ridículo... (según ella)... Cuando la recogí... le pregunté qué tal el cole...? Me soltó un... Cole!!! Me pareció oir un tonillo a: condenado cole!!! Terminó aclimatándose, claro... pero creo que aquel (por ella sentido) abandono a lo inevitable... lo tiene guardado!!! Cosas de niños!!!
ResponderEliminarYo sí recuerdo el mío. Tenía 6 años (aunque sabía leer y escribir desde los 3, mi madre era una profe fantástica) y mi uniforme llevaba más botones de la cuenta, hecho que una niña señaló a la monja nada más verme (Regla número 1: no puedes diferenciarte del resto, todo el mundo igual). Luego, todos recitamos una tabla de multiplicar y otra niña dijo que yo sólo movía la boca, cosa que no era verdad (Regla número 2: el colegio es la jungla, de dónde menos te lo esperes pueden venir las serpientes). Además, no sabía que me llamaba Isabel (en mi casa me llamaban por mi segundo nombre) con lo cual si me llamaban, ni caso (Regla número 3: antes de aventurarte por las procelosas aguas del colegio, tienes que seguir el precepto griego: Conócete a ti mismo)
EliminarEn cambio, cuando dejé a mi hija y me puse a mirarla desde la puerta de la clase con el corazón encogido, ella me dijo: "Mamá ¿tú no tenías que irte ya?".
Cada uno tiene su manera de enfrentarse a la cruda realidad.
Lo que sí recuerdo yo del cole era la pérdida de rebeca tras rebeca en el calor tropical de aquella Caracas de mi niñez y estrenar los creyones!!! Qué cosas la memoria... ;) (Postdata...: Recuerdo sólo un trauma... jamás entendí por qué las niñas estábamos separadas de los niños... :( ) Ellos se divertían mejor... Con lo cual... trepaba una verja y ahí andaba yo... con ellos!!!
EliminarLos estrenos eran lo mejor. Aquellas libretitas todas en blanco, prestas a llenarlas de lo divino y lo humano, con nuestros nombres en la portada; el olor a piel de la cartera; los creyones, tan vistosos y afiladitos; las primeras plumas que rellenábamos con tinta y todo; el aroma de los libros recién comprados... Todo tenía el sabor de lo por estrenar, no sólo nuestra mente. No hay momento más interesante que ese en la vida. Sólo que nos damos cuenta muchísimo después.
EliminarPd: Yo tampoco entendí nunca las separaciones. De hecho tengo un post de hace 4 años que pondré la semana que viene y que trata ese tema. Lo titulé "Pan con pan, comida de tontos".
Ay, que entrada tan conmovedora, perfecta para el día de hoy, que empiezan los colegios para tantas niñas y niños de apenas tres añitos. La mayoría lloran, y se te parte el corazón cuando les oyes, cuando les ves aferrados a sus padres (haciendo de Marco, como tú dices), que penita... Pero luego entran en clase, conocen a sus mejores amigos y hacen soles de plastinilina y todo va mucho mejor :-)))
ResponderEliminarMe hizo mucha gracia Soledad Puértolas cuando habló de la primera vez que fue al colegio y lo contenta que estaba ese día. Pero, cuando al día siguiente la levantaron para ir otra vez y descubrió, consternada, que tenía que volver todos los días ("¡Qué tres palabras más terribles bajo su aparente inocencia!", dice refiriéndose a "otra vez colegio"), se sintió estafada. Como quien dice: "Esas cosas se avisan".
EliminarPero lo cierto es que el colegio engancha y recuerdo perfectamente, sobre todo en la adolescencia, las ganas que tenía de que empezaran otra vez las clases para comentar con mis amigas todo lo interesantísimo que nos había ocurrido durante el verano.
Gracias y un abrazo, Mónica.
:) Esa época nos parece maravillosa de mayores pero la verdad es que toda etapa tiene sus dificultades. Qué mona, tú nieta, que no lloró. Me has enternecido :)
ResponderEliminarBesos, Isabel.
A mí también me asombró que no llorara. Supongo que influyó que vio a Martina y a otros niños de la guardería. Debe haber interiorizado ya lo de "a dónde fueras haz lo que veas".
EliminarEl caso es que sé que hubo dificultades (castigos injustos, niñas que nos caían mal, profesores malos...), pero recuerdo más "las horas de sol". Y sobre todo, valoro mucho el haber conservado a mis amigas del colegio. Todavía salimos cada mes y pico a comer, ver algún evento y a hablar como cotorras, y estamos en contacto por wasap. Eso es un lujo.
Besos, Celia.
Yo recuerdo los primeros dias de mi hijo mayor en su guardería de Caracas,subido a una reja ,desesperado y lloroso.Nos contaba de un turco que le acosaba y pegaba.Y nosotros, incrédulos de tanta imaginación a tan corta edad, ni caso que le hacíamos , y corriamos a sumergirnos en el tráfico mañanero de camino al trabajo. ¿Sería ya entonces bulling?.
ResponderEliminarSiempre ha existido el bullying, Miguel. O para decirlo en cristiano, el acoso escolar. En el colegio enseguida se detecta al niño o niña líder y popular, que tiene su corte de admiradores, y que elige al que sabe que no le va a hacer frente para hacerle objeto de sus bromas hirientes. Y cuando ya se llega al ataque físico es peor. Hay crueldad en algunos niños y hay bastante indefensión en otros. A mí me da una pena enorme.
EliminarA mi marido lo pusieron interno en La Salle a los 10 años y él recuerda la tristeza que le invadía los domingos por la tarde cuando lo dejaban allá. Se asomaba a la ventanita del baño para ver la calle.
Hay momentos chungos en el colegio.
Eres la perfecta abuela. Lo que le va a gustar a ella leer las cosas de su abuela bloguera, eso también cuenta
ResponderEliminarBesos
Jajaja, gracias, Ana. Pues sabrás que también eso influyó en que me diera por escribir estos rollos, el pensar en cómo me hubiera gustado que mi abuela o mi bisabuela contaran sus peripecias. A lo mejor mis nietos no son tan curiosos como yo, o a lo mejor esto se borra un día "como lágrimas en la lluvia". Pero a lo mejor, no, y pueden presumir de que tuvieron una abuela bloguera cuando no había muchas por aquí.
EliminarUn besote, Ana.
¡Como siempre,genial! Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Begoña. Tú que me ves con buenos ojos.
EliminarUn abrazo.
Qué ilusión llevan unos y qué miedo llevan otros. El primer día de cole es, sin duda, un gran acontecimiento en la vida. Y algunos, como mi nieto, llevaban prisa por empezar. Cuando su madre lo fue a buscar tras esa primera experiencia, le dijo enfadado: "¿Ya? Yo quería un ratito más". Y su madre se quedó asombrada porque ella aún recordaba ese momento como algo traumático.
ResponderEliminarPues sí, Isa, no le quedaban ahí profesores por descubrir aún y descubrimientos por hacer. Hoy empezó su primer curso de Bachillerato y el próximo año será el último en el mismo centro. Muchos años de amigos, de logros académicos y, sobre todo, de vivencias que forjarán sus recuerdos con esa bonita familia que formamos en la escuela.
Nosotras somos un ejemplo de ella. Nuestro patio aún tiene voz a pesar del tiempo, voces de niñas de 70.
Me recordaste, Cande, lo que le dije una vez a Nievitas y que ella inmortalizó en una placa que nos regaló a todas en uno de nuestros eventos: "En los distintos caminos que hemos tomado en la vida, siempre nos unirán las voces de la infancia y el eco de las risas en los laureles del patio del colegio". Las voces de la infancia, como dices, siguen sonando en nuestra memoria y vienen con vestidos de risa y nostalgia.
EliminarOjalá tu nieto en el camino que le queda por recorrer (que todavía es largo) halle, como tú y como yo, personas en las que poder confiar.
Un abrazo.
Ainsss, que bonito, Jane! Me ha recordado el primer día de cole de mi hija. Claro, que sólo hace tres años. Ese día empezábamos una aventura nueva para las dos: ella empezaba a descubrir que hay más mundo que la familia (no fue a guarde) y yo tenía que aceptar que mi niña ya no era solo mía, que la tenía que compartir con sus compañeros y con su profe. Desde entonces hemos avanzado muchísimo, ya sabe leer y ahora empieza otra aventura. La del "cole de mayores". También ella tendrá que descubrir lo bueno y lo malo. Lo peor y lo mejor, y solo el destino sabe qué nos deparará el futuro.
ResponderEliminarPD: yo también escribo lo de mamá en apuros para que ella algún día lo lea y recuerde algunas experiencias.
¡Besotes!
Es verdad lo que dices y, a lo mejor, somos nosotras, las madres, las que más tenemos que aprender en ese camino. Aprender que los hijos no nos pertenecen aunque los hayamos traído al mundo; que tendrán sus pensamientos, sus amigos, sus deseos, su personalidad; que no los podemos hacer a nuestra imagen y semejanza por más que queramos; que hay que darles, como dice la sentencia, raíces y alas...
EliminarEl tiempo nos va haciendo más sabias.
Un abrazo grande.
Qué bonita, entrada, Jane! Recuerdo mi primer día, fui feliz, muy ilusionada. Había ido a la guardería y ese paso al peldaño de arriba era muy emocionante. Así fueron los primeros años, luego ya fue todo un rollo :D
ResponderEliminarUn abrazo.
Para mí los años de colegio fueron siempre apetecibles. Los de la universidad es verdad que fueron más rollo, sobre todo porque yo hice la carrera desde el 65 al 70 y esos fueron años muy convulsos, llenos de paros, huelgas, carreras delante de los grises y deseos de un cambio profundo. Pero también tuvieron su punto de emoción, no creas.
EliminarUn abrazo, Dorotea.
¡Qué ternura en tu escrito de hoy!! Has retratado exactamente a mis hijos y nietos, ellos....llorosos y ellas...pa'lante. Un abrazo, amiga.
ResponderEliminarLas mujeres estamos hechas de otro material, Úrsula. A lo mejor nos achantamos ante cualquier bobería (yo ante las cucarachas, por ejemplo). Pero ante los verdaderos retos todas, desde Agustina de Aragón a nuestras nietas, somos unas jabatas ¿A que sí?
EliminarUn abrazo, mi amiga.
Me quedé muy sorprendida con mi nieto porque: ni lloró, ni quizo marcharse, por el contrario encantado de la vida. Su padre, mi hijo, lloraba durante varios días hasta que cumplió ocho años. Hoy sigue diciendo que al que le gusta el colegio es que es tonto con la cantidad de cosas buenas que tiene la vida y eso que él ha estudiado hasta acabar su carrera.
ResponderEliminarTu nieto es más sabio. Sabe que las cosas no son tan malas como pensaba tu hijo y sabe disfrutar de lo que hay. Un buen superviviente de la vida ¡A disfrutar de la abuelez!
EliminarQué bonito Isa, nos gusta hasta los que no tenemos nietos. Un beso.
ResponderEliminarTodo se andará... Pero disfruta también de estos años sin nietos :-D
EliminarUn beso.
Pues yo me acuerdo muy bien de mis primeros días en el colegio de las dominicas, donde el aula grande y con unas altísimas ventanas me parecía de lo más extraño. Y luego el patio del recreo con tantas niñas y el griterío me daba un miedo....y buscaba a mi hermana y me aferraba a su falda...lo recuerdo perfectamente. También algunas de las amigas que hice esos días de párvulos fuimos inseparables durante muchos años. Ciertamente es un día muy importante.
ResponderEliminarYo también me acuerdo del mío y 4 años después del de mi hermana, que, igual que tú, no me soltaba la falda. En cambio, mi nieta este año, contentísima, como si lo conociera de toda la vida.
EliminarEs un día importante y es un cambio importante. De repente creces.
Un besote, Conchi.
Qué suerte tiene tu nieta de contar con una abuela que sabe contar historias y números.✨��
ResponderEliminarY yo de tener nietitos. Una casa llena de niños nunca es una casa triste. Ellos también nos enseñan a nosotros.
EliminarUfff, me he sentido aliviada de que no le dijeras nada.... jajajaja!
ResponderEliminarAndamos con nuestras experiencias a cuestas y a veces las soltamos con incontinencia verbal, como el abuelo cebolleta del antiguo tebeo...
Disfrutalos mucho!
Sí, es verdad, yo a veces lo he pensado con este blog: "Ya estoy como el abuelo Cebolleta contando batallitas", jajajaja. ¿Te imaginas que le hubiera metido todo ese rollo con 3 años?
EliminarUn beso grande, Floren.
Me encanta! Buena suerte a la nietita!
ResponderEliminarGracias, Monaco. Espero que la tenga, a mí se me cae la baba con ella.
EliminarMuy bonito Isabel, me encantan tus relatos. Mis cinco nietas han empezado el colegio y yo estoy con los dedos cruzados, esperando que tengamos suerte.
ResponderEliminarAsí estamos todos, Carmen Paz, cruzando dedos para que nadie de su clase se enferme ni de un simple catarrito.
EliminarGracias y un abrazo grande.