Ahora que ya el verano se ha diluido como la crema bronceadora en la piel, ahora que ya no salimos al fresco de la noche a ver estrellas, ahora que el otoño se nos ha echado encima y el invierno está ahí mismo, noto en todos (sobre todo, en los de mi generación) una mirada melancólica al verano que se ha ido y, de paso, a todos los demás veranos que se pierden en la memoria con su distinta longitud: largos, los de la infancia y, cada vez más cortos, los actuales. "Confiados al sol y a las noches de estrellas -se lamentan con el poeta Felipe Benítez Reyes- , / ¿quién diría que ahora oiríamos la lluvia / nuevamente, venida de improviso, cayendo sobre el mar?".
Al que más al que menos, les da la vena poética y filosófica y hablan de la fugacidad del tiempo y de todo aquello tan preciado en esta estación que parece estar huyendo y derramándose a toda prisa, como arena entre las manos. Hablan de las nubes de verano ("reventado clavel blanco y distante, / lepra inversa del cielo sois vosotras, / altas nubes de junio", las llamaba Vicente Gallego); de las canciones y verbenas de otros tiempos, y, por supuesto, de amores de verano que, en estíos lejanos, nos dieron serenatas a la luz de la luna y nos acompañaron en bailes y en zambullidas en el mar. Todo adquiere valor porque participa de lo efímero.
Por eso, tal vez, siempre pintamos el verano con palabras sublimes y los más bellos trajes; "Reverberaba el sol, las piedras restallaban, los pámpanos erguían sus hojas combatientes, su densa sombra lenta adormeciéndonos. Ardía el mundo, nosotros más que el mar" (Luis Feria). O "El verdor se vistió de llama y de presagios / y el aire fue temblor / de abiertas mariposas y de músicas" (Justo Jorge Padrón). O el retrato que le hace Manuel Machado, tan pespunteante, como un pájaro que picotea una flor:
Frutalescargados.
Dorados
trigales...
Cristales
ahumados.
Quemados
jarales...
Umbría
sequía,
solano...
Paleta
completa:
verano.
Pero, por más que los poetas lo canten, por más que recordemos pasadas vacaciones que transcurren como un soplo, por más que hablemos hasta de síndromes postverano de aquel que echa de menos el dulce no hacer nada, si lo piensan bien, esta percepción tan bella del verano no es más que un espejismo, una imagen falsa adornada con tópicos. Porque el cielo seguirá brindándonos todo el año el espectáculo de las nubes viajeras "como pañuelos blancos de adiós", que decía Neruda; las canciones seguirán cantándose cada vez que los que las oíamos nos reunamos con una guitarra y la alegría -o la melancolía- en el cuerpo (50 años después todos recordamos la letra de la canción que hoy puse de título, "El final del verano" del Dúo Dinámico); los ratos de pereza y plenitud pueden ocurrir en cualquier momento (y si no, hay que buscarlos); y los amores de verano... ¡ay! amores de verano los hay que han durado 50 inviernos.
¡Oh! locas apariencias,
sueños vivos que cada cual se lleva
como un mágico velo transparente
tan igual a la nada, diadema
de un fulgor ceniciento ¿quién te ciñe
cada año en sus sienes, sin pesares.
sin esas roeduras que corrompen
el breve corazón? Pasan las horas,
mas el hombre está solo entre esos fuegos
que giran fatuos su inasible llama.
("Las estaciones", Juan Gil-Albert)
Totalmente de acuerdo en lo que dices en esta entrada, Jane. Ahora el verano lo vemos de distinta forma que lo veíamos cuando éramos más jóvenes. Y el otoño que acaba de empezar es apropiado para esa añoranza y melancolía que nos trae esas evocaciones de tiempos pasados. Un abrazo.
ResponderEliminarTal vez nuestras expectativas son distintas. De niños nos íbamos a jugar, de jóvenes a ligar y ahora a cuidar nietos :-D.
EliminarMe encanta el otoño, aunque aquí apenas se nota. Y el invierno, por lo acogedor. Y la primavera, que en el campo es una gozada. Bueno, yo creo que es que soy muy adaptable.
Un abrazo.
Olé tú , y qué razón tienes, Isabel. Mira que nos gusta regodearnos en la melancolía.
ResponderEliminarBello y poético post el de hoy.
Besos.
Sí, a veces es como si tuviéramos un apuntador que nos dijera: "Ahora toca melancolía y suspiros de resignación". Y no es eso. Cada tiempo tiene sus momentos mágicos (y melancólicos).
EliminarGracias (me dio la vena lírica) y un besote.
Precioso y añoranza de tiempos pasados. Pero a mi me gusta mas el invierno nuestro, no tan frío. Feliz otoño.
ResponderEliminarEl invierno nuestro es un tiempo que me encanta incluso con las navidades y las compras de reyes a cuestas. Tardes de lectura y mantita, una chimenea de vez en cuando, la lluvia tras los cristales, un chocolates con un pan de nueces a media tarde... Mmmmmmm, un tiempo ideal para estar abrigados.
EliminarFelices estaciones que nos permiten la variedad.
Ahora que llega la mar en calma... es cuando llega mi verano... el que verdaderamente disfruto... :) Y el nostálgico y a veces cálido otoño... <3
ResponderEliminarSeptiembre y octubre en esta parte de la isla son una maravilla para ir a la playa. Te bañas casi a solas, el mar está echado, la atmósfera limpia...
EliminarComo esta vez me ha dado por lo poético, ahí van más versos, esta vez de Ángel González, uno de mis poetas preferidos:
"El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse"
Me da que, a pesar de lo que digan, tendremos verano para un rato más.
Un abrazo, Gladys.
Hola Jane. Ya el verano es casi historia porque parece que el veranillo de San Miguel no nos deja con su bochorno y su agobio. Es verdad que el verano invita a estar todo el día en la calle disfrutando de los amigos y del sol ( y de unas cervezas con unos camarones). Pero creo que es hora de pasar página e intentar disfrutar de lo que viene: ese otoño que nos dará días de frío y viento, y también unas castañas, un poco de vino y amigos para compartir unas canciones, aparte de tranquilidad para poder leer, oir algo de música y poder compartir en la tranquilidad la compañía de esos que están a tu lado y que en verano están como locos de aquí para allá. Bienvenida al otoño Jane. Un beso. Juan.
ResponderEliminarGracias, Juan. Ese es el espíritu que quería transmitir. Idealizamos demasiado al verano y refunfuñamos cuando dejamos atrás los días de sol, la cervecita con camarones en la plaza, las fiestas con voladores y verbenas, los días de rascarnos la barriga y de reencuentros. Son estupendos, la verdad, pero cada estación tiene su toque.
EliminarYa que hoy estoy en vena poética, Alberti también protesta, en un poema dedicado al otoño, de la mala fama que tiene cuando es "la más fantástica, vigorosa estación de las cuatro estaciones". Y termina diciendo:
"Hoy me ciño tu frente con hojas de tus viñas,
me sumerjo en el mosto de tus uvas pisadas
y levanto la copa dorada de tu vino
y grito alegre al mundo: Todavía
arde en mi sangre el vivo resplandor del otoño".
Feliz otoño tú también, Juan. Un beso.
Hoy, claramente, este final del verano ha disparado tu vena más poética, Jane.
ResponderEliminarSin embargo, en mi caso, desde que abandoné la actividad laboral y vivo una jubilación que raya más en lo rutinario y repetitivo, mis veranos, otoños, inviernos y primaveras se han unificado y convertido en una especie de única e igual estación anual.
Encima, el lugar en el que vivo, contribuye, por su clima y temperaturas, a que esa impresión mía de vivir siempre en la misma estación, se reafirme cada año que pase. De vez en cuando, hay una noche algo más fría que otra o un par de días las nubes se vuelven herméticas y no me dejan ver salir ese Sol que, cada mañana de casi todo el año, me saluda desde el horizonte que tengo enfrente. Igualmente, días de fuertes lluvias se dan pocos y cada vez menos, lo que me lleva a que esas estaciones climatológicas que estudiamos en el Colegio, perfectamente delimitadas por unas fechas concretas, se estén diluyendo, confundiendo y unificando en esa única estación o estado del tiempo - diría yo, con más precisión -, sea uno y sólo uno.
Pensándolo bien, mis veranos pasados siempre los asocié a vacaciones. Mientras fui estudiante, largos e inacabables, como tú también los percibías. Cuando estuve al otro lado de las mesas de las aulas, el verano era la ruptura del horario profesional, estricto y esclavo, durante un par de meses. Desde hace ocho años ya, ese verano que tú despides con mirada melancólica, siento que para mí, como en los precedentes, continúa.
Como ves, mi veranotoñoinviernoprimavera es uno y sólo uno, desde hace ya cierto tiempo, y barrunto que será así hasta cuando deje de ver el sol madrugador, desde mis ventanales y para siempre...
Tú sí que te me has puesto melancólica, Cehachebé. Ese final me ha puesto los pelos de punta...
EliminarEs verdad que en nuestras islas las estaciones se solapan y confunden y tan pronto te ves bañándote en el mar el día de Reyes, como nos coge un temporal en pleno agosto que nos deja trastabillando. Pero yo, que vivo en el campo desde hace 35 años, las noto pasar en el olor de la tierra, en el color de las hojas, en la pujanza de las plantas, en los frutos... Mi hija siempre decía que las naranjas le olían a navidad y yo puedo decir que a mí los duraznos, a verano.
Date un par de vueltas de vez en cuando por los campos de nuestra isla, siente las estaciones y no te me pongas trágica.
Un besote.
No, mujer, trágica, creo que no. Yo, más bien diría que soy pragmática, muy pragmática.
EliminarSé que las estaciones son motivo de poesía, de argumentos de novelas, de guiones de películas y de inspiración para músicos y pintores. Sus luces, sus colores, el aspecto del cielo, azul en unas ocasiones, nublado en otras no se me escapan a mí tampoco, pero eso no me impide, por otra parte, ver que nuestro día a día transcurre dentro de cada una de ellas y que cuando una acaba, comienza la otra y lo mismo en cada ciclo. La rutina también se da en ellas y malo, el día en que deje de darse.
Esa continuidad inexorable dejará de serlo, cuando deje de serlo la nuestra y yo, en mi comentario anterior, sólo he puesto los pies en la tierra. Si eso es ser trágica, a lo mejor es que, en el fondo, debo serlo y no lo sabía...
Unamuno (y los existencialistas) llamaría a eso "el sentimiento trágico de la vida", la conciencia de nuestra finitud y el qué hacemos ante eso.
Eliminar¿Y sabes que es lo peor? Que esa continuidad inexorable sí seguirá existiendo aunque ya no estemos. Como estamos en vena poética, mira como lo recuerda Juan Ramón Jiménez:
… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará nostáljico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
¿Trágico? ¿Quién ha hablado de ser trágico?
Cuando llegan las tardes cortas y las mañanas oscuras, se produce un desajuste en nuestras actividades. El verano queda atrás, como un sueño tranquilo, pero hay que saber encontrar el bienestar también del otoño , y conocer sus ricas ofrendas. Las castañas de las ramblas, un desayuno con chocolate, esas fotografías que dejan las hojas de los árboles en cualquier paseo...
ResponderEliminarClaro que nos da cierta nostalgia, también se aproxima el final de otro año y se restringen un poco las reuniones al aire libre, pero sacamos las mantas y los calcetines, y la atmósfera se renueva con las primeras lluvias.
Cada estación provoca una emoción. Sólo hay que estar atentos a las señales y disfrutarlas.
Saber vivir, ahí está la clave. Tener curiosidad por lo que nos rodea. Estar abiertos cada mañana a la sorpresa. Disfrutar. Dar gracias a la vida.
EliminarCreo, Cande, que esas son las señales para esos pequeños ratos de felicidad que nos da la vida. Y tú eres afortunada porque tienes capacidad para captarlas.
Sí que te salió la vena romántica... Como siempre, me gustó leerte. Un abrazo.
ResponderEliminarSiempre me ha gustado la poesía, la música de las palabras, porque demuestra que la belleza existe hasta de una manera intangible. Como decía Leonard Cohen, la poesía "viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista", como si ella tuviera su propia entidad que los humanos a veces podemos vislumbrar.
EliminarMuchas gracias y un abrazo, Ursulita.