En una escena de la película de Sandra Bullock "Mientras dormías", Peter Boyle que interpreta a Ox, el padre del chico, está sentado leyendo en la mesa del comedor la mañana de un domingo. La escena transmite placidez. En ese momento llega su hijo Jack (Bill Pullman) con unos donuts. Se saludan y hablan. El padre, entonces, comenta: "La vida es un continuo sufrimiento, te lo aseguro ¿Sabes? Trabajas para mantener a la familia y tan sólo hay un minuto en que todo es estupendo. Todos están bien, todos son felices y sólo en ese minuto sientes paz". Jack, que ha ido a decirle que no quiere seguir trabajando con él sino establecerse por su cuenta, le contesta: "Papá, este no es ese minuto".
A todos nos ha pasado lo mismo. Hay pequeñas piedritas que se van metiendo en el engranaje de la vida haciendo que esta no marche con fluidez, "la sensación de destino en las venas como un enjambre de insectos pequeños e implacables", que decía Alice Munro. Por ejemplo, el sentimiento de tristeza porque algún amigo te diga algo hiriente, los dolores difusos que el tiempo va dejando en el cuerpo, la inquietud por algo pendiente que te hace dar vueltas en la cama a la espera del sueño, la desolación e impotencia al ver sufrir a un niño en una guerra lejana, el fastidio y la sensación de horas perdidas ante los papeleos de la burocracia, la preocupación por las noticias desagradables que la realidad nos brinda... Todas esas circunstancias entran en el paquete de la existencia haciéndonos dudar de que exista realmente ese minuto de paz del que hablaba Ox.
Una vez vi en un reloj de sol la leyenda :"Sólo cuento las horas felices". Pero hace poco vi en un pueblecito francés la curiosa imagen con la que hoy inicio este post y me gustó más. Son dos relojes en la fachada de una casa dirigida al sur. Y, aunque el inferior mide sólo las horas de sol, el superior todas las horas.
Este doble cómputo me pareció una metáfora de la vida. El reloj superior habla de la existencia, en la que hay horas de luz y horas de oscuridad, y dicta que todas son válidas, tanto el momento en que tus hijos aprenden tu nombre como aquel otro en que alguien te hace daño, tanto el instante gozoso de un nacimiento como el tremendo de un adiós.
El reloj inferior señala la actitud ante la vida. Parece decirnos que, aun aceptándolo todo, no vivamos angustiados por el sentimiento trágico sino que destaquemos las horas de sol y guardemos, como oro en paño, esos momentos dorados y el minuto pacífico en el que todo está bien y vislumbramos la felicidad.
Si lo piensan bien, a veces hay paredes que no sólo oyen el latido del mundo, sino que además van y nos dan una lección de filosofía.
Uno tras otro, a medida que avanzan, nuestros camaradas se alejan de nuestra vista, atrapados por las órdenes silenciosas de la muerte omnipotente.
ResponderEliminarMuy breve es el lapso durante el cual podemos ayudarlos, en el que se decide su felicidad o su miseria. ........(Bertrand Rusell, Misticismo y Lógica).
Así que seamos sociables, amables y divertidos, olvidémonos de los malos momentos y estemos prestos a vivir los nuevos alegres, dejemos que los que nos rodean nos hagan felices, dejémonos querer un poco.
¡Jo!, me has puesto filosófico total. (Bueno, ya era hora, que de política estoy hasta la coronilla).
Un fuerte y "crujiente" abrazo.
P. D. Preferiría los relojes de arena, símbolo de que la industrialización nos ha dejado el resto de las horas para vivir y cohabitar).
Bertrand Russell guió mi discurso de despedida cuando me jubilé. Como él, yo también hablé de "3 pasiones simples, pero abrumadoramente intensas" que gobernaron su vida: "el ansia de amar, la búsqueda de conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad...". No es un mal programa para vivir, me pareció, añadiéndole esa alegría de vivir que tú señalas tan bien. Incluso también tendríamos que oír (ya que nos hemos puesto filosóficos) a Epicuro que aconsejaba vivir los buenos momentos, actuando con inteligencia en la búsqueda del placer y la felicidad: nada de excesos, placeres intelectuales antes que materiales (que, después de todo, son un risrás y ya está) y llevar una existencia plena y serena en compañía de unos pocos amigos que piensen como tú, sin temores ni a dioses ni a la muerte.
EliminarA mí me gustan también los relojes de arena. Pero siento debilidad por los de sol, que seguramente fueron los primeros que midieron el tiempo. Se dice que Anaximandro, hace 27 siglos, usaba palos para marcar las horas y también los solsticios y los equinoccios.
Un abrazo filosófico hoy.
Por cierto, no debemos dar tanta importancia al tiempo. Tan sólo es el intervalo en que “recorremos” (velocidad) un “espacio” (entornos de vivencias). Disfrutemos de él, añorando el mañana. Otro abrazo.
ResponderEliminarYo creo que sí hay que dar importancia al tiempo en esta sociedad en la que parece que es lo que más falta: pobres en tiempo llaman los sociólogos a la gente que trabaja ahora y a la que se le da todo hecho (hasta la lechuga lavada y cortada) para que no lo pierdan.
EliminarDisfrutémoslo, sí, y regocijémonos de tener más tiempo ahora y de saber lo que vale.
Otro abrazo.
Me temo, mamá, que este no es ese minuto :S
ResponderEliminarPues a veces a lo mejor no hay que esperar que el minuto de paz venga a nosotros por ciencia infusa, sino que hay que buscarlo y decirnos: ahora voy a hacer lo que quiero durante este ratito. Prueba a ver. :-D
EliminarBonita lección de filosofía que sólo las intrépidas como tú saben leer en una pared. Yo paso por delante y no recordaría ni su color real.
ResponderEliminarRecuerdo que escuché una vez: "Al final no son los años de la vida, sino la vida de esos años".
El tiempo pasa para todos, dándonos otra enseñanza. Nos ayuda a cambiar, a sosegarnos, a masticar cada reflexión y darle su sitio. Ese reloj natural de la existencia nos va a dar instantes preciosos, sin réplica, y también amargas horas. Nuestra misión es quedarnos con esos momentos felices, porque no hay vuelta atrás. Ese reloj de sol se ocupará de dar cuerda a unos cuantos recuerdos llenos de luz, que son los únicos que deben llenar nuestros días.
Para las demás experiencias que nunca quisimos pasar, guardaremos un minuto de silencio.
Sigue disfrutando tu reloj de sol SIEMPRE y escuchando el tictac de tu inspiración para seguir deleitándonos.
Me recordaste a mi marido, Cande. Cuando leyó el post me dijo: "¿Y cómo viste todo eso en una pared? Cuando yo pasé por allí, sólo me fijé en si los dos relojes marcaban la misma hora".
EliminarLa frase que escuchaste es una versión de la de John Lennon: "La vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes". Y es que muchas veces se nos pasa sin vivirla, proyectando futuros inexistentes mientras el presente vuela.
Gracias por tus palabras, Cande, y por tu preciosa reflexión.
Un abrazo.
Y a veces ese minuto nos acompaña más veces de las que nuestra vida ajetreada nos permite latirlo segundo a segundo.
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada.
Un abrazo
Gracias, Anuca. Y tienes razón. De repente, en medio del trajín, surge un minuto impagable en que te paras ante cualquier escena que te llama la atención y que te transmite paz. Y ese minuto vale más que todos los anteriores juntos.
EliminarTengo amigas que se proponen tenerlo cada día. A lo mejor habría que imitarlas.
Un abrazo.
Todo lo que dices es verdad.....me encanta leer por ejemplo lo que dice Cande y reflexiona, pero que puedo hacer si mi manera de ser es como es? Trato muchisimo de cambiarla,pero cuando uno nace, o mejor crece con esos"sentimientos" por no decir costumbres....lo que ves alrededor, lo que te transmitieron tus padres,etc.etc.es demasiado cuesta arriba poder llegar a ese minuto del que hablas,por mas que lo intentes. Fijate que digo es cuesta arriba y no imposible, eso lo tengo claro, pero no por eso deja de serlo y a veces los seres humanos somos diferentes en sentimientos y en valor para afrontar momentos dificiles en nuestra vida, y todo lo vemos negro.........es ahi como escritos como este, te hacen reflexionar y pensar"que tonta soy, dejando pasar los momentos mejores de mi vida"Estoy sana,tuve un matrimonio muy feliz, mis hijos sanos, mis nietos idem,,,,, que más puedo pedir? porqué entonces no puedo quedarme con esos instantes felices y me atormentan los que a lo mejor nunca pasarán?????? en realidad no lo sé, pero de lo que si estoy segura es que siempre trato de superarlo. Un beso grande.......
ResponderEliminarPues ya es un paso adelante que seas consciente de ello y que valores muy bien todo lo que tienes y todo lo que has tenido. Hay mucha gente que vive una vida de carencias y aprecia los instantes luminosos. Y estoy segura de que tú también, cuando estás con los hijos y los nietos, disfrutas mucho. Recuérdalo en los momentos bajos (todos los tenemos también) y busca, por cada uno de esos momentos, un instante feliz o que te haga reír. Lo cuentas, lo escribes... lo revives. Son pequeños pasos que te pueden ayudar. Y ya sabes la frase de Montaigne: "Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron".
EliminarUn abrazo muy fuerte, Malisuabe.
Atentos deberíamos estar para captar todos esos minutos y disfrutarlos a conciencia. Un abrazo, amiga.
ResponderEliminarCreo que has introducido en tu comentario, Úrsula, dos valores indispensables para disfrutar de la vida: la atención y la conciencia. La atención, porque muchas veces pasamos los días casi sin darnos cuenta, metidos en mil y una majaderías, y cuando por la noche caemos en la cama rendidos, nos decimos: "¿Y qué he hecho en todo el día?". Y la conciencia va aparejada con la atención. Ahora que vienen las navidades, a ver si todos somos atentos y conscientes del minuto de paz y no nos dejamos engullir por la vorágine.
EliminarUn abrazo muy grande, Ursulita.
Peliagudo tema el que tratas en esta entrada, Jane: si ese minuto es o no es el que nos da un rato de paz con nosotros mismos, de armonía con lo que nos rodea, de alegría compartida, de satisfacción personal, del objetivo conseguido... En definitiva, ese minuto de felicidad al que, seguramente, todos aspiramos. Y si ese minuto se prolonga y se convierte en cinco, en quince o en sesenta, mejor que mejor.
ResponderEliminarQuiero ser positiva y pensar que a lo largo de toda una vida, ese minuto se ha multiplicado en muchas ocasiones y, a pesar de los muchos oscuros - que también se dan -, son muchos más los luminosos. Muchos más los que, sin gran esfuerzo, quiero recordar, recuperar y revivir, cuando los muchos menos intentan avasallar y dominar tus pensamientos y, por extensión, tu vida.
Cuando ya son muchos los años y muchas las experiencias vividas, he aprendido a no perder de vista las que fueron amargas, tristes y aparentemente desesperanzadas, para saborear más a gusto, más intensa y profundamente, todas las buenas y satisfactorias, las más alegres y divertidas que esa misma vida me ha dado y me sigue dando. Incluso, aunque sólo duren un minuto. Ese que sí que es el minuto.
Como dice Úrsula, nuestra sabia y común amiga del alma, con la condición de que siempre estemos atentos a que el minuto surja y a ser conscientes de que se está produciendo, para aprehenderlo con toda nuestra fuerza y convertirlo en el minuto más largo de nuestra existencia. El más largo y el más placentero. El más dichoso y, en definitiva, el más feliz.
Con entradas como ésta, querida Jane, más de una vez, seguramente me he dicho que este sí es ese minuto que tanto disfruto leyéndote y aprendiendo.
Sí, Cehachebé, la experiencia nos ayuda a identificarlo. Y no hace falta que sea algo grandioso, o muy divertido, o que te toque la lotería. Basta con ser consciente de la paz en un determinado instante, incluso estando solos: uno de esos amaneceres que tú captas tan bien, contemplar el rostro de mi nieta pequeña cuando ve algo que la entusiasma, ver crecer una planta que tú mismo has sembrado, saber que los que quieres están bien... Todos son instantes en los que puedes contemplar la cara de la felicidad.
EliminarGracias por expresarlo tan bien y por ponerme en uno de tus minutos de disfrute. También es uno de los míos leer tus reflexiones.
Un abrazo grande.
Lo más triste es cuando estamos en ese minuto y no nos damos cuenta, o seguimos quejándonos y le damos la vuelta a la tortilla para convertir lo bueno en regular o malo y poder seguir siendo víctimas. Sí, hay gente que hace eso y me causa mucha tristeza. Otros en cambio, vamos a por ese minuto, o quizás diez segundos para poder disfrutar de un pedacito de felicidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Conozco muchas personas así, Dorotea, que van de víctimas por la vida y apagan la alegría y el entusiasmo de los de alrededor. Algo parecido a los "dementores" de Harry Potter. Hay que huir de ellos porque contagian.
EliminarUn abrazo.
Qué reflexión más acertada, amiga. Es un.placer leerte. Gracias
ResponderEliminarGracias, Elvira, es un placer saber que me lees. Gracias y un abrazo grande.
EliminarHace poco leí a alguien que decía: Yo he sido feliz todos los días de mi vida, aunque haya sido un ratito, incluso en las situaciones más adversas. Creo que somos afortunados disfrutando de esos minutos. Es verdad que muchas veces nos damos cuenta cuando ya ha pasado el tiempo, pero otras veces en situaciones muy tristes tenemos un momentito de felicidad al que aferrarnos.
ResponderEliminarUn beso grande. Me encanta leerte!
Pues ese alguien es muy sabio. Es una cualidad importante para sobrevivir en un mundo cruel muchas veces el que sepamos ver y apreciar los minutos dorados igual que hace el reloj de sol.
EliminarGracias, Carmina, por estar ahí. Un abrazo grande.