Voy en coche bajando por la carretera de mi pueblo y, en un paso de peatones. paramos. Está pasando una jovencita. Estoy más contenta que unas pascuas (ahora que estamos en época de ídem) porque hoy lo he dedicado a resolver la intendencia de navidad: he comprado ya el vino para las fiestas y he encargado el pavo para el 25. Hace, además, una mañana preciosa, típica de este mes soleado y frío, con jirones de nubes en un cielo luminosamente azul. Me viene a la mente -y se lo comento a mi marido, que va al volante- un verso de una canción de José Mercé: "Diciembre está en la calle. La primavera, dentro".
En ese momento, de repente, el mundo estalla. Un enorme estampido y el coche vuela sobre el paso de peatones. Una furgoneta lo ha embestido por detrás.
El chico de la furgoneta sale desolado. Jura que venía a 40, que la furgoneta iba cargada, que el freno no le funcionó, que sólo hace 4 meses que trabaja en la empresa... Cuando llama a su jefe por teléfono para contarle que el vehículo está destrozado y que ni siquiera funciona, los gritos de este se oyen desde un kilómetro. Al chico, un mocetón de casi 2 m., no le falta sino llorar.
Mi marido se felicita interiormente porque vio venir la furgoneta a toda velocidad y quitó el pie del freno, haciendo que el choque fuera menor. Pero sabe que ahora le espera llamar al seguro, llevar el coche al taller, reclamar, rezar por que el chasis no se haya roto, perder horas de un tiempo que podría aprovechar en algo más feliz. Cuando lleguemos a casa, le tomaré la tensión.
La jovencita se ha parado en la acera unos minutos antes pensando en sus cosas. En el paso de peatones ve que un coche se para. Cruza. Ya está casi a la mitad de la carretera cuando un estruendo le hace dar un salto y le acelera el corazón. Por el tiempo de un segundo y el espacio de un metro, podrá llegar sana a su casa.
En un banco, en la acera de la carretera, está sentado Don Eustaquio, un jubilado muy mayor que todos los días sigue la misma ruta: una vuelta completa al pueblo, saludando a todos los conocidos, y luego un descanso en el banco de la carretera. Todos los días, igual. Pero hoy ha visto pararse un coche en el paso de peatones delante de sus narices, ha visto una furgoneta que empotraba el morro en el coche y lo empujaba 4 o 5 metros por el aire y ha visto a la nieta de Doña Manuela que por poquito no se la llevan por delante. Por fin, una novedad. Ya tiene para contar durante una semana.
Yo me he quedado un poco aturdida, con un ligero dolor en las cervicales. Oigo los lamentos del chico, que me da que esta semana perderá su trabajo. Me dan ganas de consolarlo y decirle algo así como "corta es la alegría en la casa del pobre" (pero deberías haber ido más despacio y atento, muchacho). Capto el susto de la jovencita que mira con los ojos muy abiertos los dos coches destrozados y todavía no se cree que ha salido indemne de semejante estropicio. Veo los ojillos brillantes de Don Eustaquio (se lo está pasando pipa) y recuerdo la frase del ínclito Antonio Gamero: "No le cuente sus penas a sus amigos. Que los divierta su p... madre"...
Y me quedo pensando en la forma en que el destino, igual que en una novela de Agatha Christie, maneja hilos invisibles para unir a personas tan distintas, provenientes de diferente sitio, cada uno con sus vidas - el chico, su jefe, nosotros, Don Eustaquio, la nieta de Doña Manuela- y llevarlas hasta este instante cero en el que todos confluimos en medio del camino y en el que todo hubiera podido cambiar.
En el fondo del maletero del coche, el vino derramado de una botella rota que iba a terminar en un brindis de año nuevo, proclama que no hay seguridades y que nunca se sabe si llegaremos al destino proyectado. Todo puede llegar a ser distinto. En la fracción de un segundo...
O como suelo decir yo "Nunca sabes cuándo te va a caer una maceta en la cabeza". Seguro que el vino que compres para reemplazar ése te sabrá aún mejor sabiendo que podrías no haberlo tomado.
ResponderEliminarUn abrazo para el susto y otro para ti.
Carmen
A veces, Carmen, nos preocupamos demasiado por los posibles riesgos de la vida, por ejemplo, cuando vamos a tomar un avión. Y no nos damos cuenta de que sólo con vivir ya estamos practicando un deporte de riesgo. Esta navidad brindaré (espero) por esta vida regalada (y nunca mejor dicho) que tenemos.
EliminarUn abrazo.
Pufff...Menos mal que la cosa quedo en eso, que susto. Miarate lo de las cervicales que luego salen cosas pasados lis dias
ResponderEliminarLo de tener un médico en la familia tiene sus ventajas. Ya me mandó antiinflamatorios y esas cosas. Espero que con el tiempo no surja ninguna consecuencia. Igual el meneo hasta me arregló algún hueso que estaba ya dando lata :-D
EliminarGracias, Antonio. Un abrazo.
Si fuéramos conscientes de lo efímera que es la vida la aprovecharíamos más amiga. Toca volver a comprar más vino y dar las gracias porque solo fueron coche y botellas lo roto. ¡Felices Fiestas!
ResponderEliminarY realmente, Luisa, lo que importa no es lo efímera sino cómo se vive, " la duración es vana si no es más que un sucederse de presentes vacíos" (eso se lo leí a un escritor que se llama Carlo Michelstaedter y me gustó). Así que sigo tu consejo. A aprovecharla y a vivir el instante, que a veces trae sustos pero también glorias.
EliminarUn abrazo y felices fiestas.
Pues sí, el mañana es incierto.... vivamos el hoy , el ahora!
ResponderEliminarHay quien piensa que también es un error el presentismo, el vivir el ahora como si no hubiera pasado ni futuro. Tal vez lo bueno es ver nuestra vida global, con las tres categorías que la forman, presente, pasado y futuro. Nadie nos puede quitar la alegría por lo vivido (¡que me quiten lo bailado!) ni la ilusión por hacer proyectos a pesar de su incertidumbre.
EliminarConsejo profesional. A la par que se da parte de "daños materiales" del vehículo, debe darse parte de los personales. Ir al médico para un chequeo no es cosa baladí. Ya alguien lo aconsejó, yo lo reitero porque conozco personalmente ese mundillo. Si tu coche es antiguo no permitas que lo den como pérdida total, es posible que el importe a percibir sea menor que el arreglo. Pero... los daños personales son lo prioritario. ¿Llamaron a la Policía Municipal o a la Guardia Civil? -el acta policial sería fundamental en caso negativo, rellenar el documento de accidente es decisivo son la firma del conductor. ¿Tomaron datos completos del seguro y del conductor?Hay que evitar problemas futuros. ¡Suerte! (En todo caso, lo estás contando, que ya es importante).
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Antonio. Sí cogimos todos los datos y dimos parte de que teníamos una ligera molestia en el cuello pero, como no ha ido a más, no parece importante (mi hija, que es médico, nos tiene vigilados). Esta mañana ya fue el perito a ver el coche (un Polo de hace 13 años) y creo que por ahora escapa. Y, como dices, lo importante es que la cosa no fue a mayores. Hace unos años con el Volkswagen escarabajo nos lo quisieron declarar como siniestro total en un choque que me dieron y nos daban una cantidad con la que no podíamos comprar otro coche (el escarabajo tiene 46 años, es una pieza histórica de casi el pleistoceno). Batallamos un montón y al fin accedieron a pagarnos el arreglo. Todavía sigue caminando perfectamente y pasa todos los años la ITV. No hay que fiarse mucho de las valoraciones.
EliminarTe agradezco un montón tus consejos.
Un abrazo.
Bien, me alegra saber que están controlados. Me olvidaba que tu hija es médico, anestesista, pero médico al fin y al cabo. Compraré vino y me tomaré un trago a vuestra salud. Un escarabajo, ¡una joya! Hasta la próxima.
EliminarGracias, Antonio, buen brindis ese.
EliminarAl escarabajo le dediqué uno de los primeros post del blog, el 27 de noviembre de 2008. Fue mi coche de boda y, aunque ahora sólo lo sacamos a pasear de vez en cuando, creo que no nos desprenderíamos de él nunca. Le hemos cogido mucho cariño.
Hasta la próxima.
¿Ves? Por eso es por lo que yo digo que hay que aprovechar el presente. El futuro es incierto. Aunque, gracias a Dios, esta vez fue un susto y nada más.
ResponderEliminarNo sólo aprovechar el presente sino aprovecharlo bien. Tener una vida plena y saber decir que no a las cosas que restan y no suman. Y, aunque el futuro es incierto, los proyectos de futuro modelan nuestro presente. Creo, a pesar de las dudas lógicas, que vas por buen camino.
EliminarY sí, menos mal que sólo fue este susto. Yo siempre, cuando ustedes salían con el coche y me decían que eran prudentes, siempre les decía que me daban más miedo los demás. Esta vez nosotros estábamos parados respetando un paso de peatones y fue el otro el que no fue prudente. Hay tantas circunstancias que no podemos prever...
Ana, tuve un hermano mayor fallecido ya, que llegó un día a Tenerife diciéndome: Antonio, ni tú ni yo tenemos futuro, sólo nos queda el presente. Y ten en cuenta, insistía, que a cada segundo que te pares a pensar que estás viviendo el presente, éste se habrá convertido inexorablemente en pasado. ¡Es lo que hay! Pero,no te preocupes tu eres joven -lo que se dice una pibita-, que te conocí en el parque García Sanabria con ocasión de una venta de libros. Saludos.
EliminarMuchacha, fuerte susto!!!
ResponderEliminarSuerte que no les haya pasado nada. Tus cervicales?
Besos
Por ahora, Anita, aguantando la cabeza que no es poco.
EliminarMenos mal que tú y yo creemos en la suerte.
Un besote.
¡Chiquita escapada! Cuánto me alegro (aunque suene paradójico), de que lo estés contando... y tan bien como siempre.. Ahora, a olvidarlo y a lo tuyo. Que disfrutes de las fiestas.
ResponderEliminarUn beso
Gracias, Arista. Y por supuesto que a olvidarlo. De hecho lo traje al blog como pretexto para hablar de eso que llamamos suerte y de las circunstancias tan aleatorias de las que dependemos. Y de como la vida puede volverse del revés en un risrás y ya está.
EliminarA disfrutar que es lo que toca.
Un abrazo grande y felices fiestas para ti y los tuyos.
Es cierto, la vida se puede ir en un instante o cambiarla del revés! Es una tómbola!
ResponderEliminar¿Te acuerdas de la canción de Marisol?
EliminarHace poco leí el relato de un señor que había triunfado en los negocios y decía que todo lo debía, no a su talento, sino a que cuando empezaba se sentó en un banquete al lado de la mujer de un pez gordo, le habló de sus proyectos y ella luego le habló a su marido de él. Este señor se sacó un boleto premiado en la tómbola de la vida.
Yo creo que nosotros el otro día también tuvimos otro.
Isabel, siento mucho lo sucedido y me alegro de que no haya pasado nada grave. Pero ánimo y a celebrar con mucha ilusión estas fiestas. Muchas felicidades para todos.
ResponderEliminarY hablando del texto, lo has contado de una forma preciosa. Muchas gracias por compartirlo con nosotros.
Muchísimas gracias, Mercedes, por tus ánimos, por tus palabras y por tus felicitaciones.
EliminarLo sucedido forma parte de la vida, que a veces se descalabra algo. Pero afortunadamente no ha sido nada grave, como muchas cosas que estamos viendo estos días (abrir la tele y ponerse a ver el telediario parece ya otro deporte de alto riesgo).
Un abrazo y todos mis deseos de felicidad para ti y los tuyos.
Querida amiga, permíteme que saque una lectura positiva de ese desafortunado incidente. Estás sana y salva, y Toni, también. Has podido comprobar que la vida laboral de muchas personas pende de un fino hilo y la vida natural es de prestado. Fíjate en la monótona vida de Don Eustaquio al que hoy le has regalado un titular para compartir.
ResponderEliminarLo más importante de esta conexión es que probablemente Dios las puso cerca para darte cuenta de que no eran tan afortunadas como tú, que llevabas un maletero lleno de exquisiteces y un marido a tu lado, compartiendo tu ilusión.
Lo demás tiene arreglo.
Ser tan positiva como tú es una buenísima forma de encarar la vida. Y hay más cosas buenas, Cande: la jovencita que cruzó el paso de peatones se salvó por los pelos de que nuestro coche le diera y la lanzara por los aires; sólo se rompió una botella (y 12 de cerveza, eso sí); no se armó un pifostio en la carretera como a veces pasa; y la vida siguió su curso normal. Cuando llegamos a casa, (después de tomarle la tensión a Toni y ver que estaba bien), brindamos por esa normalidad.
EliminarTambién pienso que nunca sabes si las vidas de los que nos rodean son afortunadas o no, si el chico conservó su empleo, y si, si lo perdió, a lo mejor fue para bien, para obtener un empleo mejor... Las vueltas de la vida, que le dicen...
Un abrazo, Cande, y gracias por tu optimismo.
Pues menos mal que lo puedes contar!!!! Felices Pascuas, Isa!!!
ResponderEliminarComo decía Cafrune en "Chiquillada": "Lindo haberlo vivido para poderlo contar". Las cosas buenas, por lo que transmiten; y las malas como esta, por habernos librado de males mayores.
EliminarUn abrazo y feliz navidad, Milo, para ti y los tuyos.
Hola Jane. Después de leer "en la fracción de un segundo", me vino a la cabeza lo que repetía de manera insistente una vecina de mi pueblo: "Para morir sólo hay que estar vivo", recuerdo que me parecía una pesada y hasta la miraba con malos ojos. Pero el tiempo pasa y ahora que soy mayor comienzo a entender lo que quería decir, y ahora soy yo el que repite la frase......
ResponderEliminarMe alegro (nos alegramos todos) en que todo se haya quedado en un susto y en que ahora tendrás que volver a salir a comprar otra botella de vino. Yo hoy a la salida de mi trabajo me tomaré una copa de vino pensando en tí y en los tuyos. Un beso Jane. Juan.
Si vieras, Juan, la cantidad de gente que conocí y que murió sin esperarlo... El más impactante, un alumno. Habíamos estado hablando, en clase de filosofía, de Platón y la inmortalidad del alma, fíjate tú. Él intervino defendiéndolo con buenos argumentos, era un alumno brillante. Después de esa clase fue el recreo de la tarde (era en el Andrés Bello) y se fue con otros amigos a ver un circo que se había instalado más abajo, donde ahora está el Chapatal. Volvió corriendo (media hora no da para mucho) y a la puerta del instituto cayó fulminado por un ataque al corazón. Han pasado más de 30 años y todavía lo recuerdo. Tenía razón tu vecina: es el único requisito, aunque todavía no nos creamos que somos mortales.
EliminarHoy, cuando volví de la calle, me tomé un aperitivo y me acordé de ti. Me tomé otro vaso de vino y fue por ti otro brindis, querido amigo.
Dime concretamente el paso de peatones donde te dieron por detrás, para no parar aunque pasen una fila de niños con la maestra o dos viejitos con bastón. Te aseguro que seguiré de largo, no sea que se me rompa una botella de vino. ¡Que despilfarro!
ResponderEliminarPues no es raro que pasen filas de niños porque fue en el cruce que va a la escuela, el anterior al que va a tu casa y a la mía. Un tramo sin curvas y buena visibilidad. Todavía no me explico en qué iba pensando el chico que nos embistió. Y botellas de vino se pueden reponer, pero hay cosas, como un cuello, que no es tan fácil.
Eliminar¿Has visto la película de Woody Allen "Match point"? Pues trata de eso.
ResponderEliminarMuy interesante.
Sí la vi y me gustó mucho. Desde las mismas palabras iniciales el azar, presente en ese minuto, es el protagonista:
Eliminar“El hombre que dijo "preferiría ser afortunado que bueno", tenía una profunda perspectiva de la vida. La gente teme reconocer qué parte tan grande de la vida depende de la suerte. Da miedo pensar que sea tanto sobre lo que no tenemos control. Hay momentos en un partido de tenis en el que la pelota alcanza a pegar en la red y por una décima de segundo puede seguir su trayectoria o bien caer hacia atrás. Con un poco de suerte sigue su trayectoria y ganas. O tal vez no y pierdes”.
El tenista que protagoniza la cinta sustenta su vida en dos golpes de suerte que lo catapultan, uno al éxito social y otro a la liberación de la condena por un crimen.
Hubiera sido interesantísimo, una vez vista la película, un debate en la clase de ética sobre lo responsable de nuestras acciones si es tanto aquello sobre lo que no tenemos control.
Genial post, Isabel. Antes que nada decirte que me alegro de que lo vuestro no fuera nada más que una botella de vino, vivo ejemplo de lo frágil que es el destino.
ResponderEliminarMe ha encantado tu forma de ver la situación y tu calma (aparente) ante la misma, pues lo has descrito de tal forma que casi lo visualizo.
Y me has recordado un suceso de hace un par de días. En la carretera por la que yo conduzco al salir del trabajo, 10 minutos antes de pasar, un coche con una conductora joven de 21 años invadió el carril contrario en un descuido (carril por el que yo hubiera pasado 10 minutos después, -de no haberse desviado la circulación por esa causa-). ¿Cuestión de suerte? qui lo sa...
Un beso
Muchas veces, Chelo, hemos jugado al qué hubiera pasado si... Si en el último minuto decido no ir en la guagua en la que conocí a mi marido, si hubiera pasado unos minutos antes por el sitio en el que cayó una roca, si me hubiera enfermado el día en que me presenté a oposiciones... La vida depende de detalles mínimos que no podemos controlar y eso nos asusta.
EliminarDe todas formas, es verdad que suelo actuar con calma ante desastres.
Una vez que íbamos de París a Barcelona por la noche, al amanecer nos pararon el tren en Narbonne por una manifestación. Cuando nos dimos cuenta de que perdíamos el avión a Tenerife, decidimos mi marido y yo que era uno de esos imponderables sobre los que no podíamos hacer nada. Entonces, nos pusimos a admirar aquellas marismas llenas de flamencos rosas y fue un momento inolvidable que no hubiéramos disfrutado si el recorrido hubiera seguido su curso normal. No sirve de nada angustiarse ni preocuparse.
Un abrazo.
Me alegro de que hayáis salido bien de esa. Espero que estés mejor de las cervicales.
ResponderEliminarNunca dejará de sorprenderme las reacciones de los abueletes cuando algo pasa. Lo disfrutan como si se trataran de cosquillas.
Más que de los abueletes, son de personas que no tienen otra cosa que hacer que ver las vidas de los demás, personas sin vida propia. A la salida del puente por el que se sale de mi urbanización hay siempre un señor apoyado en el muro viendo pasar los coches. Y pasa las mañanas así, brazos cruzados, sin hacer nada. Al cabo de 3 o 4 horas se monta en su coche y se va ¿Tú te lo explicas? Pues yo tampoco.
EliminarGracias, estoy bien. Un abrazo.
Me alegro mucho de que hayan salido bien del susto. ¡Qué frágiles somos y cómo un segundo puede cambiarlo todo! Desde que nacieron mis hijos, ese pensamiento me espanta. En fin, solo cabe respirar hondo, cruzar los dedos y echarse a la vida pensando que todo va a salir bien.
ResponderEliminarA menudo, cuando sucede un accidente, decimos: ¡qué mala suerte!, por la combinación de azares que lo hicieron posible. Pero yo siempre pienso que todos los días suceden muchos milagros y, como dice mi madre con mucho salero, el ángel de la guarda pone la mano.
Un abrazo, Isabel, y gracias por tus artículos, que dibujan el día a día con trazos tan certeros.
A mí me pasa lo mismo, Alicia. Hay un antes y un después de tener hijos. Antes.ni me preocupaba por nada, así tuviera que subirme a un cohete espacial. Ahora ellos se ríen porque cada vez que se van de casa les digo el mismo rollo: "Vete con cuidadito". Y no te digo nada cuando aprendieron a conducir y los esperaba cada noche con el corazón encogido... Pero, como dices, no hay otra y hay que vivir. Cada día es un pequeño milagro.
EliminarUn abrazo grande y gracias a ti por estar siempre ahí.
Me ha encantado de que todo saliera bien, gracias a Dios que no ocurrió nada más. Ahora a seguir para adelante con mucha más fuerza y ánimo de vivir la vida, un abrazo
ResponderEliminarSí, después del cataclismo, pudimos decir "¡Uffff!". Otro abrazo para ti y gracias por los buenos deseos.
EliminarAsi es, amiga.
ResponderEliminarY hay que ser consciente de ello. El caos está ahí mismo.
EliminarAyyy!!! Tantas veces lo he pensado desde que me fracturé el húmero con una caída tan tonta en aquel paso de peatones en Ceuta!
ResponderEliminarSusana, yo también lo pienso a cada rato y, cuanto más años cumplo, más. Así que a ir con cuidado que, sobre todo al bajar escaleras, puede que aterrice. Me da pánico. 🥶
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