lunes, 23 de julio de 2018

Justicia para las guaguas




¡Es que no hay derecho! La literatura y el cine se han llenado de historias apasionantes en las que los protagonistas han sido trenes, aviones, coches, barcos y barcas... Que si "Extraños en un tren", que si "Titanic", que si "Tres hombres en una barca", que si "Asesinato en el Orient Exprés"... ¡Hasta los tranvías salen en las canciones ("Santa Marta, Santa Marte tiene tren, pero no tiene tranvía...")! ¿Y las guaguas, qué? ¿Por qué no hay un "Extraños en una guagua", o "70 personas en una guagua", o "¡Viva la Cirila!"? ¿Qué tienen ellos que no tenga la guagua? ¿Por qué James Bond no coge una guagua en lugar de un Aston Martin, por qué?

Porque si es por historias...

En la guagua se viven historias de tensión y aventuras como la que me contó mi amiga Eli. Imagínense, hora punta y la guagua de bote en bote. Una pareja muy mayor, de pie, y un señor que se levanta para dejarles su sitio, y a la vez le dice a un chico de unos 10 años que se levante también. El niño dice, con cara de mataperro, que no y la madre, que está al lado, dice muy orgullosa: "Mi hijo tiene mucha personalidad y cuando dice no es que no". Toda la guagua sigue el trepidante episodio callada y por lo bajo (pero audible) se oye al señor diciendo: "En mis tiempos un zangalote como este se hubiera llevado un guantazo". Mi amiga Eli, que es de genio vivo, espera hasta llegar cerca de su parada y, cuando ya se va a bajar, se vuelve y dice en voz alta: "Pues en los míos la que se hubiera llevado el guantazo hubiera sido la madre". Y se baja, haciendo un mutis precioso.

En la guagua puede haber historias cercanas al asesinato, como aquella vez que cogí la guagua "Santa Cruz-Icod", cuando esta tardaba 2 o 3 horas (iba pasando por todos los pueblos de la carretera vieja y hasta hacía una parada en medio para tomar el cafecito), y nos tocó un chófer testigo de Jehová y que ¡lo juro! nos recitó todos los versículos y capítulos de la Biblia (Viejo y Nuevo Testamento) sin parar, con voz monocorde y gritona, desde que salimos hasta que llegamos. Se mascaba la tragedia en las caras de todos los pasajeros y la cosa no llegó a más porque después de todo somos canarios y porque, cuando a más de uno ya se le estaban yendo las manos a un garrote, llegamos a Icod y salimos escopetados.

En la guagua hay historias costumbristas que todos recordamos ¿En qué otro medio de locomoción se bajaba el cobrador y, mirando puertas delantera y trasera, gritaba: "¡Pepe, suben 4 y bajan 3!" y dando dos golpes en la carrocería, ordenaba: "¡Vámolos!"? Pura estampa canaria.

Y en la guagua se viven historias de amor. Y no cuento la mía, que ya saben ustedes que encontré al amor de mi vida en una guagua, sino que hay muchas más de encuentros y desencuentros. Mi hermana me contó una de cuando estuvo en Noruega. La guía de la excursión, una chica noruega muy agradable, les pidió que se subieran a la guagua. Mi hermana le preguntó que por qué usaba la palabra "guagua" en lugar de autobús, y ella le respondió: "Por dos razones: porque aprendí a hablar español en Canarias, y porque adoro la palabra". Y siguió: "Esa misma petición la hice una vez a un grupo de sudamericanos y uno de ellos, chileno, me hizo la misma pregunta. Me contó que "guagua" en su país significa "niño". Yo le hablé de la palabra canaria "guagua" que procedía de Cuba y que acaso venía de "Wa&Wa Co.In.", la compañía estadounidense que fue la primera en exportar autobuses a Cuba, o de "Waggon", vagón, carruaje...".  Y la guía entonces sonrió de oreja a oreja y dijo: "Y seguimos hablando y una cosa llevó a la otra... Y hoy él se ha mudado a Noruega y es el padre de mi hijo".

Las guaguas nos han llevado de aquí para allá durante toda nuestra vida. En ellas se convive con la gente, se ríe, se cuentan penas al de al lado aunque no lo conozcamos, se ve el mundo desde otra perspectiva ¿Quién no ha vivido o conoce historias de guaguas? ¿Para cuándo una gran novela, un gran poema, una gran película que tenga como telón de fondo a nuestras guaguas? ¡Hagámosles justicia ya!



53 comentarios:

  1. Charo Borges Velázquez23 de julio de 2018, 10:15

    Hoy, Jane nos transporta a las antiguas guaguas canarias, porque, en las modernas, poco se ve ya lo que ella nos cuenta...

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    1. Gracias, Chari, por compartir el post. Realmente la primera y la cuarta historia son actuales. La segunda y la tercera, son de tiempo atrás. La gran epopeya esa debe recorrer toda la historia de las guaguas, desde que se llamaban "jardineras" hasta ahora. 😉

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    2. Charo Borges Velázquez23 de julio de 2018, 16:26

      Mi precisión, Isa, sobre lo de antiguas guaguas, la hago más por el final de tu post, en el que dices que en ellas nacen o se descubren historias de amor o que le contamos al de al lado nuestras cuitas y alegrías.
      Actualmente, esas conductas creo que, por desgracia, ya no se dan, al menos en los transportes de tipo público. El uso de dispositivos tecnológicos, cada vez más sofisticados y especializados, nos ha llevado a una incomunicación, prácticamente total, con el que está delante, detrás o a nuestro lado y a eso me refiero en el breve encabezado que puse al compartir tu entrada de hoy.
      Por lo menos, es lo que yo observo cada vez que me subo a una guagua o al tranvía. Me preocupa el enorme aislamiento que suele envolver a cada ocupante de esos medios de transporte.
      Probablemente, este sería otro tema que nos llevaría a reflexionar largo y tendido...

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    3. Sí, tienes razón, ese es otro tema. Aunque yo no doy por perdida la comunicación interpersonal, ya conoces mi natural optimista. Por lo menos las últimas veces que me he montado siempre hay alguien que sube y comenta el frío o el calor que hace, y siempre hay alguien que devuelve una sonrisa. Y es raro que suba un chico o una chica guapa y no reciba una mirada de apreciación. Lo de contarle al de al lado penas y alegrías me ha pasado a mí no hace mucho tiempo con una chica que me contó su vida y milagros en lo que fuimos de La Laguna a Santa Cruz.
      Sí, somos tímidos y muchas veces nos escondemos tras un móvil (o antes tras un periódico), pero también somos seres sociales y sociables, y la guagua (como cualquier otro espacio cerrado) es un caldo de cultivo para la interacción.

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  2. Una amiga mía escritora, Chiki Fabregat, cuenta en su facebook historias apasionantes que le ocurren en el autobús camino al trabajo. Son geniales. Muchos le hemos recomendado que las reúna en un libro.

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    1. Pues está tardando. Estoy segura de que ese ambiente se presta tanto (o más, porque es a diario) a la observación de los demás como un avión o un tren. Puede haber situaciones de todo tipo: de risa o de violencia, curiosas o aburridas, sorprendentes, didácticas... Los seres humanos somos así.
      En cuanto se anime a reunirlas en un libro, avísame que seré de las primeras lectoras.

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  3. Las guaguas son una fuente inagotable de historias. Yo apoyo la petición de la novela de guaguas (que a mí también me encanta la palabra).

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    1. Le acabo de responder a Ana, animándote también a que te pongas a ello. Son lecciones de vida diaria las que cuentas. Material tienes de sobra.
      Ánimo y a por ello.
      Tu primera lectora.

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  4. Hoy con tanto tfno la gente ni se mira, y hablar eso ya es pedir mucho.

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    1. Yo recuerdo las guaguas a Los Realejos cuando íbamos de pequeños (aunque no las cogíamos mucho porque tardaban una enormidad desde Santa Cruz) y como todos alegaban, contaban chistes, se buscaban las parentelas y los conocidos, se sacaban las genealogías, se decían historias de los sitios por los que pasábamos... Aburrirnos no nos aburríamos.
      Es verdad que ahora no es así. Hemos sustituido la cercanía por la lejanía, pero como le digo a Chari Borges, yo soy de natural optimista y espero que no se llegue nunca a la incomunicación total y a una sociedad de zombies.

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  5. Manuel Jesús Martín Martínez23 de julio de 2018, 16:45

    Esta guagua creo que es una Austin fabricada en Inglaterra.

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    1. Eso parece, Manuel. Es una guagua de La Palma, en una foto publicada por el Cabildo, y debe haberse conservado bien cuando he encontrado ahora una foto en color que parece actual. La añado al final del post. Eran preciosas. Guaguas con encanto.

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  6. Tengo muchísimos recuerdos de la guagua que nos llevaba a la Universidad. Nosotros los chicos, pendientes de las niñas de Filosofía. Sabiamos dónde y a qué hora subían fulanita y menganita. Un amigo se casó con una de esas chicas.

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    1. Jajajajaja, las de Filosofía también estábamos pendientes, no se nos escapaba uno. Varias parejas de esas conozco yo (empezando por la mía).

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  7. Esther Casañas Morales23 de julio de 2018, 17:15

    Tengo muchas anécdotas de guaguas, las peores, las fatigas que pasábamos en los viajes de Guía a Icod para ir a examinarnos. En la ida, por los nervios propios de los exámenes y en la vuelta, por la niebla de la cumbre que no se veía la carretera. Los profes nos hacían cantar para distraernos. Cuando estaba haciendo Magisterio, un grupo de compañeros, subíamos de S. CRUZ a La Laguna y había un " tipo " que trataba de sentarse al lado y se pegaba, la solución, llevábamos una aguja y cuando se acercaba, le pinchábamos con ella, desistió de ello porque todas nos pusimos de acuerdo.

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    1. Mi marido, que iba muchas veces a visitar a sus abuelos a Chío, recuerda el frío y la niebla en la cumbre de Erjos y las guaguas de esa época: la de Avelino, que iba por la mañana; y la de José, por la tarde. Recuerda una vez que la de José se desriscó y cayó en una huerta. Iba en esa guagua su tía y se partió algunos huesos.
      Lo de los tipos que se pegaban a las chicas era una constante. Yo recuerdo levantarme más de una vez. Buena idea la de la aguja. Un buen cogotazo hubiera estado también bien.

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    2. Esther Casañas Morales23 de julio de 2018, 17:35

      Isabel, si eso es hoy, seguro que se lleva el cogotazo...������

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    3. Hoy lo lincharían. El sexo débil, como decía Jardiel Poncela, ha hecho gimnasia.

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  8. Me ha encantado
    ¡¡¡JUSTICIA PARA LAS GUAGUAS!!
    Besos

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    1. Gracias, Ana.
      Aunque debo hacer una precisión. He encontrado hoy un poema a la guagua. El gran Nijota, al que no se le escapaba un tema, escribió el poema "Cada guagua, su letrero". Ahí te va:
      "Las empresas de autobuses
      tienen un plan lisonjero
      para dar facilidades
      al incansable viajero.
      El sitio a que va la guagua
      se indica en forma precisa
      con un letrero ubicado
      por detrás del parabrisa.
      Para las muchachas guapas
      como indicó Marichal,
      hay una guagua que dice:
      "Toscal".
      Para el que piensa emigrar,
      como acaso, lector, tú,
      hay una guagua que dice:
      "Perú".
      Para los boxeadores
      de puñetazo perfecto.
      hay una guagua que dice:
      "Directo".
      Para los que el arte abstracto
      ven con interés y encomio,
      hay una guagua que dice:
      "Manicomio".
      Para el enfermo, que anhela
      inyecciones y quietud,
      hay una guagua que dice:
      "Salud".
      Tras esta debiera ir,
      ocupada por poetas,
      una guagua que dijese:
      "Y pesetas".
      Como ves, no solo nos informa de todos los barrios de Santa Cruz a los que iban entonces las guaguas, sino que también sabemos que al menos un escritor le hizo justicia a las guaguas. Que sean más.
      Besos.

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  9. EL TERMINO GUAGUA SEGÚN EL ANTROPÓLOGO Y ERUDITO CUBANO FERNANDO ORTÍZ FERNÁNDEZ EN SU LIBRO PÓSTUMO " NUEVO CATAURO DE CUBANISMOS" ES COMO SIGUE:

    GUAGUA .- ", Dice la Academia: "(Voz cubana) Femenino. Cosa baladí" Se equivoca la "limpiadora corporación", que sin duda interpretó erróneamente un texto de Esteban Pichardo. Guagua se refiere aquí siempre al ningún coste o precio de las cosas,y sólo por extensión figurativa a la baratura.En uno y otro caso, siempre es el "precio", y no el "aprecio" lo que define nuestra guagua .Una cosa baladí será guagua si no vale nada o si tiene precio infimo; de modo que baladí no equivale a guagua .
    Saludos dagontinos .

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    1. Mira, Álvaro, lo que dice la Academia Canaria de la Lengua sobre esa doble acepción ("guagua" e "ir de guagua", ir gratis):
      "Tal vez habría que empezar diciendo que la palabra "guagua" se usa en la expresión "de guagua" y como sustantivo, equivalente en este caso a autobús. La expresión "de guagua", 'de balde', es más antigua y se registra en América y España en el siglo XIX. El cubano Esteban Pichardo (1836) fue el primero en registrarla, según Corominas. En cambio, este autor en su Diccionario Crítico Etimológico no da fecha para la documentación de "guagua" 'autobús', aunque para él dicho término "es cubano desde luego", y opina que puede ser adaptación del inglés wagon, 'carruaje'. Los americanos, según nos informa, denominaban así los carruajes de transporte militar y un automóvil mediano empleado para el transporte gratuito de personas. Visto esto, es probable que, después de la guerra por la independencia de Cuba (1898), la inmediata ocupación americana y la posterior dependencia económica, en la isla antillana estuvieran en uso dicho tipo de vehículos."
      Aquí en Tenerife nunca se usó la palabra "autobús". Hasta los años 40 se usó "jardinera" y fue entonces cuando se popularizó, traído por los emigrantes, el vocablo "guagua", que sustituyó a la "jardinera". Probablemente el término "de guagua" se originó por ese transporte gratuito de los primeros "wagons".
      Un abrazo y gracias.

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  10. Isa, hablando de las guaguas, yo conozco la historia de un perro que se venía todos los días para abajo. Vivía por la zona de Salamanca y se venía todos los días a darse sus garbeos por Santa Cruz. Y había una guagua que paraba por donde están las Siervas de María y entonces el perro, cuando estaba cansado, se iba allí a la parada y ya los chóferes lo conocían. Él se subía a la guagua y se bajaba por arriba, por donde está el Torreón de Horacio Nelson y se iba para su casa.
    Eran otros tiempos, hoy ya sube un perro a una guagua y es un poco complicado pero era conocido por todos ellos y el perro se lo pasaba pipa, se daba sus garbeos y luego, venga, pa'casa ¡y en guagua, porque ya estaba cansado!

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    1. ¡Y después dicen que los listos somos nosotros! ¡Qué buena historia, Ani! Santa Cruz, que tiene cuestas para dar y para regalar, no es en algunos tramos bueno para caminar ni para correr y, sin embargo, ves en estos días de julio a algunos masoquistas subiendo cuestas y sudando a mares. Yo voy a seguir las lecciones de ese perro sabio: caminar en llano o hacia abajo. Y cuando te canses, subes en guagua. Él sí que sabe.

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  11. Uso con frecuencia la guagua y,aunque la mayoría de pasajeros va mirando el telf.todo el tiempo, siempre hay quien tiene algo que contar, por lo que, si el viaje es largo, puede ser entretenido o pesadísimo.
    Un abrazo.

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    1. Eso pienso yo, Úrsula. Es algo así como en la consulta del médico, que la gente se pone a alegar y el tiempo pasa más rápido. Hace poco me pasó que me puse a hablar con dos señoras y, cuando ya me tuve que ir, dice una: "¡Qué pena! ¡Con lo bien que nos lo estábamos pasando tan entretenidas las tres!". Pues con la guagua pasa lo mismo. La parada llega más rápida si hay alguien que tiene cosas que contar.
      Un abrazo.

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  12. La guagua sería el equivalente al colectivo en Argentina. Allí el colectivo hace trayectos medianamente cortos, dentro de las ciudades, y también van de punta a punta del país. Tras un día de viaje (de la ciudad de Buenos Aires a las Cataratas del Iguazú tardamos 26 horitas) te aseguro que sociabilizas te guste o no.
    Cabe destacar que la guagua se parece más al colectivo de la ciudad o al que va de pueblo en pueblo en el interior del país que al autobús de larga distancia, donde los asientos se reclinan, hay minibar, baño, etc.

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    1. Tienes razón, Mariana. La guagua es para las islas y para trayectos cortos. Nada que ver con los grandes autobuses de turismo. Hace poco, en el viaje a Irlanda, había hasta enchufes para recargar los móviles. Y por supuesto, un aseo y tele.
      ¡Y 26 horas en guagua! ¡Qué barbaridad! Te da tiempo hasta para empezar un romance y terminarlo.

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  13. La lectura de tu entrada de hoy, Jane, ha traído a mi memoria una simpática historia de la que fue protagonista la cuarta de mis seis hermanos. Paso a contártela:
    Regresaban mis padres, de La Laguna a Santa Cruz, en la guagua que hacía este trayecto por la carretera general que unía, y une, a estos dos municipios y, con ellos, iban mis hermanos más pequeños. De repente, cuando estaban a la altura de La Higuerita y sin que correspondiera parada oficial alguna, el vehículo se detuvo, de pronto, por orden del revisor que momentos antes se había subido para cumplir con su función de comprobar que todos los pasajeros llevaban los reglamentarios tickets, que acreditaban haber pagado su derecho a ir en la guagua. Este señor revisor acababa de descubrir que uno de los usuarios se había colado, sin cumplimentar el requisito, y ambos se enzarzaron en una discusión de las que llamamos "al grito pelado", por lo que el tranquilo discurrir del viaje, hasta entonces, se vio muy alterado con aquel desagradable y ruidoso incidente. El resto del pasaje, impresionado, permaneció mudo, hasta que el "colado" abandonó la guagua, esta reanudó su viaje y al llegar a La Cuesta, volvió a detenerse, pero, esa vez porque en la parada señalizada para hacerlo, iba a descender parte de los pasajeros.
    En cuanto el vehículo se paró, en medio del silencio de los que iban en él, se oyó la voz de una cría que, con lengua de trapo y a voz en cuello, dijo: "¡¡"Otto" follón...!!".
    La niña que así se pronunció no fue otra que mi hermana Elena que, con 2 o 3 añitos, había presenciado, atónita y atenta, todo el incidente de La Higuerita, asociando lo que había vivido al hecho de que la guagua se detuviera, por lo que en La Cuesta, lista y observadora, ella, se temió, de nuevo, lo peor.
    Según contaba mi madre, la carcajada de los que la oyeron fue general y aquella salida de mi hermana ayudó a distender la tensión que el usuario tramposo había generado entre una parada y otra.
    Cada vez que recuerdo este simpático capítulo familiar - que mi madre contaba encantada -, no puedo evitar una sonrisa al imaginarme a Elena manifestando su asombrado parecer de un modo tan espontáneo, ingenuo e inocente.
    No cabe duda, Jane, que las guaguas, con historias como esta, merecen que se les haga justicia y, si me apuras, hasta un homenaje por todo lo alto.

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    1. Muy buena la ocurrencia de Elena. Me imagino que la frase formará parte del patrimonio familiar y se empleará de vez en cuando. Por lo menos eso pasa en mi casa con algunos buenos "golpes" de niños y mayores.
      Muchas veces esos incidentes se vivían con gran emoción en aquellos tiempos en que no había tele. Un "Sálvame" en directo :-D
      Gracias por compartirlo. Un abrazo.

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  14. Aquí en Andalucía ir en guagua puede ser genial si oyes algunos comentarios de los viajeros. Hace unos años, vino un amigo de Aranda de Duero, y se extrañaba que aquí se hablaran en el autobús, personas que no se conocían.
    Y qué me dices del tranvía?. Besos Isa.

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    1. Es que esos castellanos son muy serios, Esperanza. A mí hasta me han enseñado las varices algunas señoras de esas de pañuelo en la cabeza y falda cerca de los tobillos. Tal como si nos conociéramos de toda la vida.
      Y del tranvía te digo una copla, también de Nijota:
      "Cuando voy con mi mujer
      ir en tranvía me agrada,
      pues como hace tanto ruido,
      tiene que viajar callada.2
      Más besos para ti.

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  15. Mi amiga Isabel Duque, me ha hecho recordar esta historia. Casi toda es cierta.

    LA GUAGUA

    Yo la cogía donde siempre,
    a la hora de siempre,
    y solo, como casi siempre.
    En la siguiente parada tenía que subir ella.

    Ya lo tengo decidido:
    Hoy voy a hablar con ella.
    En veinte minutos de guagua
    me voy a jugar la vida.
    Y una vez en La Laguna,
    en el bar de Salvador
    la voy a invitar a café;
    y quedaré para después
    en la parada, a la una.

    El cobrador se me acerca,
    yo rebusco en los bolsillos….

    ¡Dios mío! ¡Olvidé el dinero!
    ¡Qué vergüenza madre mía!

    Ella entró por una puerta
    y yo por la otra salía.

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    1. ¡Qué historia tan bonita y tierna, con ese final melancólico de lo que pudo ser y no fue!
      ¡Cuántas veces me tomé el cafecito de media mañana (con un sandwich de mortadela sin mantequilla, riquísimo, no lo he vuelto a comer igual) en el bar de Salvador! ¡Y cuántas veces quedé a la una con quien me gustaba! Me ha encantado, me ha hecho también recordar tiempos pasados.
      Muchas gracias, Juancho.

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  16. Carmen Paz Gutiérrez Arienza25 de julio de 2018, 16:50

    Al vivir en Vistabella me veía en la obligación de coger la guagua cuatro veces al día. E aquellos tiempos no se cuestionaba levantarte como un resorte cuando se subía una persona mayor que tu... (muy buena tu amiga Eli).
    También en una ocasión me hubiera venido muy bien la aguja de mi amiga Esther, suerte que el cobrador me conocía y le llamó la atención al sr. que se le iba la pierna "tontita" hacia mí.
    Anécdotas de las guaguas tengo muchas, encontrarme a mi padre, siempre despistado, aprovechando el ticket para apuntar una idea.
    Estupendo como siempre Isabel.

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    1. Mi marido también vivió en Vistabella en sus años mozos (dice que te conocía, que vivían en la misma calle) y también cuenta historias de guagua en sus idas y venidas al Instituto. Entre otras, bajarse un par de paradas antes si veía subir al revisor para ahorrarse el dinero de la guagua.
      Creo que lo de levantarnos para dejarle el asiento a una persona mayor lo teníamos tan interiorizado que alguna vez lo he hecho y me doy cuenta después de que la persona a la que le he dejado el sitio es de mi edad :-D
      Gracias, Carmen Paz.

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  17. LLevo desde el lunes intentando acordarme de una película de guaguas. Creo recordar que era como un secuestro, de esos que han pasado varias veces en aviones, pero NADA, que no me viene. Uff!, ¡¡qué mal!!
    Pero ya que estoy aquí Jane, voy a contarte lo que hacíamos de pequeñas. Pues, por media peseta. nos subíamos en la cirila en S. Benito (la villa arriba), que es donde empezaba el trayecto, y llegábamos hasta el Barrio Nuevo.(la villa abajo), que es donde terminaba. Pero... no nos bajábamos. Consistía en eso, en recorrernos La Laguna subiendo y bajando en guagua, por media peseta. ¡¡¡Qué diversión!! Como para proponérsela a los niños de ahora ¡¡jajaja!! Un beso

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    1. Busqué en San google y parece que hay unas cuantas películas de guaguas: "El autobús atómico" (????), "Bus Stop" con Marilyn Monroe, "Speed" con Sandra Bullock de chófer de la guagua... ¿En "Guantanamera" no había también una guagua? Parece que hay unas cuantas.
      ¡Y qué buena historia! A mí me hubiera encantado eso de subirnos a recorrer La Laguna todo lo que quisiéramos. Entiendo perfectamente la diversión. Los niños de ahora no saben lo que es. :-D
      Un beso.

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  18. Mari Carmen González Zamorano27 de julio de 2018, 19:31

    Isa, solo me acuerdo de coger la guagua de San Andrés que nos llevaba al Balneario a entrenar pues estábamos en Natación. Íbamos verano e invierno. Nos reuniamos un montón de nadadores a la misma hora y lo pasábamos muy bien. También recuerdo cuando íbamos de excursión con el cole cantando "Vamos a contar mentiras".

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    1. La de San Andrés también la cogía yo para ir al Balneario y a Las Teresitas. Pero también la de Muelle Norte para ir a casa de Cae a estudiar y la de La Laguna en los tiempos de la Universidad. Y por supuesto la del colegio en las excursiones con las canciones clásicas: la que dices y la de la incitación al delito ¿te acuerdas?: "Conductor, conductor, acelere, acelere...", en la que incluso le cantábamos que tomase vino porque "con el vino se engrasan las bielas y se suben las cuestas mejor". ¡Qué tiempos!

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  19. Me ha recordado la imagen de la guagua antigua cuando de niña íbamos a Fasnia en la guagua, que tardaba una eternidad, y cuando llegaba a la altura para mí, asocio, a donde hoy está la Residencia, había una caseta como de aduanas y el guardia subía al techo a revisar los paquetes de los pasajeros. Cuando baja llevaba 3 gallinas amarradas por las patas y gritando buscaba al dueño. Allí nadie las reconoció como suyas. Yo asustada con los ojos como platos, pero mi padre me tranquilizó diciendo que el pobre tenía hambre y había encontrado algo para comer caliente. Todo el viaje luego era un griterío en aquella guagua, todo el mundo protestando. Pero en aquel momento había un silencio sepulcral. Es una anécdota. Yo pasaba hasta que esa caseta estuvo allí, siempre con un miedo tremendo.

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    1. Sería el fielato. ¿Te acuerdas de la polka pícara?
      "Una mujer muy formal
      compró un conejo barato,
      y al pasar por el fielato
      lo metió en el delantal.
      El fielatero le dijo
      mirando con entrecejo:
      "Por aquí no pasa usted
      si no me enseña el conejo"
      "Mi conejo, caballero,
      no se lo puedo enseñar
      porque es un bicho muy fiero
      y se me puede escapar."
      Fielato (según Melchor Padilla en un artículo que escribió sobre ellos, "Fielatos en la memoria") "es el nombre de unas oficinas municipales que se establecieron en toda España a la entrada de los grandes núcleos de población desde mediados del siglo XIX. Su función era cobrar los impuestos sobre algunos artículos de consumo. El término procede del fiel o balanza que se usaba para pesar los productos y así aplicar la tasa correspondiente.". Se cobraban arbitrios sobre vino, aceite, carne, pescado...
      Desaparecieron a principios de los años 60, pero hasta ese momento fueron una fuente importante de ingresos para los ayuntamientos y los fielateros perseguían a todo el mundo que intentara pasar algo (como las 3 gallinas que tú viste). A veces cuando las guaguas llegaban cerca del Fielato, había estudiantes guasones que se ponían a cacarear :-D

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  20. Durante muchos años cogí el autobús para ir a clase y sí, tengo alguna anécdota, pero no tantas ni tan interesantes como las del tren. Aunque alguna historia de película sí hay. Quizás no ocupan la película completa pero es que rodar todo el rato en un sitio tan tan reducido, debe de ser bien difícil.
    Muy interesante el post, Jane.
    Un abrazo.
    (Edito, que sin querer lo puse como respuesta y no tenía nada que ver)

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    1. Acabo de encontrar 4 años después tu comentario, Dorotea. siento haberlo pasado por alto. Y sí, es lo que tienen las guaguas, lo reducido para rodar. Pero ¿y el glamour? :-D

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  21. Marilí Lorenzo del Pino15 de agosto de 2022, 13:27

    Toda la razón mi querida Isa....
    Soy bastante asidua de las guaguas y tengo infinidad de anécdotas también.....
    Unas buenas, otras malas y divertidas por descontado.-

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    1. Pues nada, a contarlas en cuentos y novelas. Merecen protagonismo. Un beso, Marilí 🥰

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  22. Recuerdo de chica en La Palma, guardar el sitio en la guagua con la rebequita o un libro. 😎

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    1. No Isa.La gente guardaba el sitio y se marchaba hasta la hora de la salida de la guaguita. Se salía desde el Parador antiguo y yo me dirigía a casa de mis tíos, en la Dehesa de Miraflores.

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    2. Eso solo pasaba en La Palma, qué anécdota más buena.

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    3. Ay Isa! Si te cuento ...en Icod había unas guaguas( yo no sé de dónde venían) , cuya carrocería parecía de cartón.
      En Ycod había una guaguas pintadas de azul claro que hacían el recorrido de los barrios...Nosotros la que cogíamos era la de la playa. Bajábamos caminando y subíamos en la de las dos., todos chorreando agua y como los tranvias de San Francisco, con chicos por las ventanas, agarrados a la puerta y el cuerpo por fuera, y subía todo el recorrido en primera. Si paraba, tenía que parar el motor y volver a salir en primera. Lo de las dos era alrededor de las dos, porque el chófer esperaba al último chico y su última tirada del muelle.) Espera, Eliseo, espera que viene Álvaro y Eliseo esperaba a que Álvaro se agarrara a donde podía...Y yendo a Santa Bárbara una de estas guaguas se partió en dos.

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    4. ¡Cuántas historias! Los chóferes de antes eran de una pasta especial. En la novela sobre las guaguas debería haber un capítulo entero al sufrido, paciente y entrañable chófer. A muchos de ellos conocí.

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