Hay en el mundo, nadie lo duda, muchas ciudades de cine. Sus calles y rincones nos atraen como el escenario ideal en donde se pueden desarrollar grandes historias de amor y aventuras. Hay muchas ciudades así, sí, pero tienen que reconocerme que ninguna como París. Lo de París mon amour no es una frase hecha, no. París enamora y cautiva como solo una buena película sabe hacerlo. Y por eso, estos días pasados en los que, por tercera vez en mi vida pisé París, les juro por Dios que la ciudad se me apareció como un gran plató de cine.
En Montmartre, ese barrio con más aires de pueblo que nunca, con su tiovivo, sus fruterías y sus carteles por las fiestas de Sant Jean, vi a Amélie, jugando al despiste con un desconocido; la Torre Eiffel, que tan esquiva se mostró con Meg Ryan en French kiss, surgió, rotunda de día y dorada de noche, como reina indiscutible sobre los tejados; la Plaza Vendôme, con las tiendas de lujo, el Obelisco y el Hotel Ritz, lucía igualita que cuando allí se hospedaba Peter O'Toole en Cómo robar un millón y... y Audrey Hepburn le proponía un robo extraordinario; la iglesia de Sant Sulpice conservaba el mismo ambiente de misterio (el gnomon, la línea dorada en el suelo, las conchas gigantes...) que en El Código Da Vinci; entre las gárgolas de Notre Dame, no fue raro entrever al Jorobado Quasimodo suspirando por Esmeralda la zíngara; y la Rue Montaigne (Sabrina y sus amores, Mrs Harris va a París, Coco Chanel) seguía siendo el lugar donde brillan más las firmas míticas: Dior, Louis Vuitton (¡colas antes las puertas!), Chanel...
El Sena y sus puentes y sus bateaux mouches han sido tantas veces filmados que nos parecen hasta de la familia, pero yo recordé a Jack Lemmon saliendo del río impecablemente vestido de lord inglés y sacándose una trucha del bolsillo en Irma la dulce. Una noche fuimos a La Caveau de La Huchette a oír buen jazz y a asombrarnos ante las filigranas que hacían las parejas que bailaban, igual que allí mismo lo hizo Audrey Hepburn en Una cara con ángel y los bailarines de La la land. Visité la librería Shakespeare&Company, tan cálida y cariñosa -madera y libros, libros, libros-, donde el escritor de Antes del atardecer firmaba ejemplares de su obra. Hasta el impresionante castillo de Vaux-le-vicomte fue escenario de los banquetazos que preparaba el cocinero Vatel (un Gerard Depardieu soberbio en la película).
En París cabe todo, la miseria y la grandeza, la Historia así con mayúscula, la excelente música callejera de un grupo a la puerta de Saint-Germain-de-Prés y la de Julien Clerc en el impresionante La Seine Musicale ante 4000 personas aplaudiendo con fervor, el árbol de Navidad de las galerías Lafayette, las nympheas de Monet en el Orangerie, los restaurantes de toda la vida como "Le Procope" donde también comieron Diderot y Rousseau, los preciosos escaparates con figuras en movimiento, las terrazas para ver pasar el mundo... En París caben hasta las revoluciones, como la de los "chalecos amarillos", con los que nos topamos varias veces (los franceses cuando se ponen, se ponen). ¿Arde París? no estaba lejos del recuerdo cuando los vimos por Les Champs Élisées, pero también nos encontramos con una guillotina montada por los manifestantes amenazando a Macron, igual que en épocas pasadas la vieron La Pimpinela Escarlata o María Antonieta cerca de La Bastilla.
Y es que más allá del prodigioso escenario, París sigue siendo humana, una ciudad viva y multicultural, inspiradora de mil canciones (I love Paris in the spring time...) y citas (París bien vale una misa), una ciudad a la que apetece volver otra y otra y otra vez. Como le dice Humphrey Bogart a Ingrid Bergman en Casablanca: Siempre nos quedará París.
(Para Cristi, que nos organizó un viaje completísimo -lo de los "chalecos amarillos", no- y para Toñi, que condujo por toda Francia y por el caos de la Place de la Concorde con total estoicismo. Mil gracias a los dos)
La Plaza de los Vosgos desde el apartamento de Víctor Hugo |
La Caveau de La Huchette |
Escaparate de Dior en la Rue Montaigne |
Calle de Montmartre |
Guillotina montada por los "chalecos amarillos" |
Un viaje y una ciudad que no se olvidan.
ResponderEliminarY que lo digas, Esther. Hace 23 años que fui la última vez y tenía fresquísimo muchas cosas en la memoria. Aprovechamos para ver museos que entonces no vimos (La Orangerie, el Museo André-Jacquemart, Le Vaux-le-vicomte...), comer en restaurantes recomendados, ver algún espectáculo y mucho caminar (lo que ellos llaman "flaner"). Mis consuegros, que fueron con nosotros y que van a París casi todos los años, siempre encuentran cosas nuevas. París nunca defrauda.
EliminarIsabel, yo fuí hace treinta años y no se me olvida. Iban también mis hijos y ellos han vuelto.
EliminarVolví con mis nietos, se me olvidaba.
Ay, sí, Esther, los nietos son un magnífico pretexto. Yo espero volver cuando los míos pequeños tengan 3 o 4 años más. Disneyland está cerca...
EliminarPrecioso escrito,una magnífica descripción de cada momento y sitio,ha sido como estar ahí.Bss.
ResponderEliminarGracias, Ipi, aunque en honor a la verdad faltaría activar muchos más sentidos para que sea como estar allí: oír el ruido de los coches y de la música; oler en el mercadillo navideño de Las Tullerías la carne asándose, la cerveza en las jarras, los montaditos de foie, los dulces; probar un queso de Cantal o un magret de canard viendo el castillo de Chambord a través de la ventana; sentir el aire frío en la cara (y un día la nieve cayendo)... Y ver todo lo que te ofrece una ciudad tan grande.
EliminarMaravillosa descripción de ese mágico Paris y las referencias cinéfilas que haces! CHAPEAU!
ResponderEliminarEs que hay miles de películas en las que París es el escenario de fondo y muchas veces el protagonista. Seguro que tú te acuerdas de algunas más: Ratatouille, Midnight in París, La invención de Hugo, Moulin Rouge, Al final de la escapada... ¡Bien hemos disfrutado viéndolas!
EliminarQue romántico !!!! A pesar de los disturbios.
ResponderEliminarMi hijo Miguel que ha viajado muuuuuchoooo, siempre me dice que como Paris ná de ná
Yo creo que los disturbios también forman parte de lo que es París. Acuérdate de mayo del 68, por no hablar de la Revolución Francesa. Y tiene razón tu hijo Miguel. Hay algo en esa ciudad que es distinto a todas...
EliminarUn paseo a la orilla del Sena despierta todas las fibras románticas, por muy dormidas que las tengamos. :-D
Ay, París. Claro, por eso te echaba yo de menos opr aquí, jajaja.
ResponderEliminarFue la primera gran ciudad que visité, en plena adolescencia. Me marcó tanto. Una de las veces que fui había huelga de estudiantes y, como dices, cuando se ponen se ponen. La segunda vez, presenciamos un tiroteo, cerca precisamente de Shakespeare and Company. A pesar de todo eso, me quedo con lo bueno y me encantaría volver.
Un abrazo.
Sí, les he dejado descansar dos semanitas sin el post de los lunes, jejeje.
EliminarNosotros esta vez hablamos hasta con los "chalecos amarillos". Uno nos dijo que su abuela era de Oviedo y nos dejó pasar en un tapón que habían hecho en una rotonda. Pero tienes razón, hay que quedarse con lo bueno. La tercera vez será todo idílico, ya lo verás.
Otro abrazo para ti.
París es un sueño, siempre te quedan ganas de volver...
ResponderEliminarMagnífico relato Isabel.
Gracias, Carmen Paz, ya sé que fuiste hace poco. Y me acordé allí de ti, de tus magníficas fotos. Hubo una de la Torre Eiffel a través de un cristal con gotas de lluvia que me encantó y un día que me la vi de cerca y lloviendo la recordé.
EliminarLo mejor es no empeñarse en verlo todo, como hacíamos de jóvenes, sino verlo poco a poco y dejar siempre algo para la próxima ocasión.
No conozco París pero con tu descripción estoy deseando darme un viaje para disfrutarlo. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarPues ni te lo pienses. Hay cosas que merecen la pena y esa es una de ellas. Y si puedes permitirte (y te gusta) ir a tu aire, es una estupenda manera de conocer la ciudad y de hablar con la gente que la vive.
Eliminar¡Qué bonito!
ResponderEliminarEsa, Carmelita, ¡qué bonito!, fue una de las exclamaciones que más me venían a la boca.
EliminarUn beso y gracias, mi niña.
Yo he ido ya 4 veces y si me preguntan dónde quieres ir... respondo ...a París!
ResponderEliminarYa no me preguntan,por si las moscas,gracias a lo cual he visto sitios como Kazanlak,en el valle de las rosas...
Pero si me vuelven a preguntar...
¡A París! Lo entiendo perfectamente, porque tengo una consuegra que desde hace muchos años siempre va a París. A ella ya no le preguntan que a dónde va, porque saben el destino, y siempre encuentra algo nuevo y sorprendente que ver.
EliminarA mí tampoco me importaría ir a Kazanlac. Creo que es una ciudad preciosa y que huele de maravilla...
París es la ciudad más bella y majestuosa. Disfrute la primera vez y pude ir La segunda, para poder seguir viendo lo que me falto. Siempre será la ciudad de películas, donde se revive la historia y en las noches caminar y caminar por esas cafeterías o para tomar una copa. El paseo por el Sena de noche, muy romántico con música de fondo. Con esa París me quedo en mis recuerdos
ResponderEliminarCreo que todos tenemos un París en la memoria o en los sueños, un París propio que hicimos nuestro cuando nos asomamos al Sena desde alguno de los puentes, cuando lo vimos por primera vez, cuando nos perdimos por las callecitas de Montmartre o el Marais. Es una ciudad compuesta de muchas visiones fragmentadas pero que forman un conjunto inolvidable ¿Viviría allí? Probablemente no. Pero volvería a disfrutarlo una y otra vez.
Eliminar¡Por fin París! ¡Qué recuerdos! ¡Qué ganas de volver por tercera vez!
ResponderEliminar¡Gracias, Jane!
Ay, sí. La primera vez que fuimos fue de paso y prácticamente no vimos casi nada, pero nos despertó las ganas de conocerla bien. La segunda fue una gozada, caminamos lo que no está escrito y nos dejó una impronta para siempre. Esta tercera fue una visita hecha con más calma, con más conocimiento, con más detalle. Pusimos atención a sitios menos conocidos por los turistas pero preciosos también. Así que ni te lo pienses ¡A volver por tercera vez!
EliminarUn beso, Arista.
Buenos días, he ido muchas veces a Paris y siempre descubrí cosas nuevas en los mismos sitios, sobre todo sensaciones a las distintas horas del día!!
ResponderEliminarEs divino, hasta pasear por sus calles con gabardina, botas y paraguas!!
A nosotros esta vez nos empezó a nevar un día en el parque de las Tullerías, camino hacia el Orangerie. Fue una gozada porque si vas bien abrigado el frío de París (debíamos estar a 2º) es seco y no como el de la Avenida de la Trinidad en La Laguna. Así iba yo: gabardina, botas, paraguas y suéter gordito y rebeca, que cuando entrábamos a un sitio nos íbamos quitando como si fuéramos cebollas.
EliminarDice Sabina en una canción; que al lugar donde fuiste feliz, no debías volver. Por una vez, no le doy la razón. A París siempre se debe volver.
ResponderEliminarA mí eso me pasa con París y con Madrid, dos lugares amables. Sobre todo con Madrid porque allí viví 4 años y fui muy feliz. Y siempre, siempre me apetece volver. Tampoco le doy la razón a Sabina.
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