Los tinerfeños, otra cosa no, pero la debilidad por los carnavales quien más quien menos la lleva en sus genes. Aunque protestemos por ruidos y molestias, aunque digamos que ni jarta de vino me volvería a disfrazar de pirata como antaño, aunque arruguemos la nariz ante concursos y cabalgatas..., todos los vemos como algo nuestro vivido casi desde la cuna, y siempre algo cae, aunque sea por mediación de hijos y nietos. Este año hasta me vi la Gala wasapeando con mis amigas, que ya es decir. Pero lo que más me ha gustado es una murga y eso sí que es raro porque en general ni las entiendo ni me hacen gracia. Y esta para colmo es de Las Palmas (y ya solo por eso los forofos del Chicharro me nombrarían persona non grata aquí). Se llaman La Chirimurga del Timple y van vestidos de doña: rulos, gafas, rebequita, traje de flores... Lo último que les he oído es una loa a la chola que, para los que no lo sepan es, según el Diccionario de canarismos, el calzado de lona con suela generalmente de esparto o goma, cómodo, ligero, algo deformado, que se tiene para andar por casa.
Bueno, pues los de la Chirimurga cantan (con la música de "Como una ola") lo siguiente:
Los métodos de enseñanza
de los colegios caducan,
por eso siempre en mi casa
se ha educado y se educa.
Con una chola
que es tan educativa.
Con una chola
que es teledirigida,
la tiro y vuelve,
mi mente la controla
¡Con una choooooola!...
Y sigue con que ni modelos conductistas, ni el Montessori, ni los racionalistas: ¡Con una chola! ¡La educación, con una choooola!
¡Qué sabios! La chola era en mi niñez todo lo que ellos pregonan ¡Cuántas vimos en manos de amorosas madres sacudiéndolas en los tiernos culos de sus infantes! ¡Cuántas veces oímos decir lo de "¡Como me quite la chola te vas a enterar!"!. Mi amiga Ani me cuenta que, cuando éramos chicas, por encima de su casa había un niño que se llamaba Juan Emilio. El padre se pasaba el día llamándolo a gritos desde la casa: "¡¡¡Juan Emiiiiiilio!!!". Y este sin dar señales de vida. Cuando ya estaba harto de gritar (todo el barrio se enteraba de que Juan Emilio estaba en paradero desconocido), se quitaba la chola e iba por toda la calle con una chola puesta y otra en la mano, dando gritos, hasta que lo traía tirándole de una oreja con una mano y, con la otra, dándole cholazos. Y esto un día sí y otro también. Y créanselo porque sé de otra a la que la madre le pegó con la chola en el muslo y le dejó el número 37 marcado.
Y yo me pregunto: ¿Era tan eficiente la chola? Como persona que nunca probó en propias carnes tal método educativo y que no lo ha echado de menos en absoluto, tengo lógicas dudas sobre ello. Además, no es algo privativo de las islas, no. En la película "Coco" también sale la chola en manos de la abuela de Miguel, el niño protagonista, y se la ve (imagen inicial) manejándola con una soltura pasmosa en el México rural del siglo pasado. Todo esto me lleva a la conclusión de que era (o es) un método educativo internacional, admitido por todo dios y aplaudido por las muchedumbres.
Tal vez debí decirles a mis indulgentes padres que las cholas tenían otros usos pedagógicos además de servirles para caminar. O tal vez, ahora que hay algunos que piensan que los padres saben más que profesores y pedagogos sobre el tema educativo, sea el momento de hacer un Congreso en el que se presenten ponencias de los acholados (los que no hemos visto en nuestra vida una chola fuera de su sitio) y de los choleteados (los que probaron en sus carnes la marca de la chola) para calibrar qué método conviene más en este siglo de incertidumbres. Propongo como fin de fiesta la actuación de mis admirados "La Chirimurga del Timple". ¡Qué mejor colofón para un congreso así que un Momento Chola con todas las de la ley!
(Para Ani, que siempre me cuenta historias de nuestro Santa Cruz)
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Los de La Chirimurga del Timple cantando "Con una chola" |