lunes, 10 de febrero de 2020

Voces en mi memoria




Vuelan las palabras de isla en isla, de continente en continente, formando el sustrato que nos hace ser lo que somos. Algunas sobrevuelan y se pierden a través del mar. A otras hay que rescatarlas perdidas en la vorágine del lenguaje y de los días. Pero la mayoría se quedan, despiertan recuerdos y nos acarician como manos de madre.

De estas palabras de la tierra que nos han acompañado desde siempre habla un libro, "Palabras nuestras", que me han regalado esta semana y que he leído en un pispás (pese a gripes y majaderías varias). Lo publica la Academia Canaria de la Lengua para celebrar el XX Aniversario de su creación. En él cada académico ha elegido libremente una palabra cercana a su corazón y ha explicado lo que esta palabra elegida le sugiere, los sentimientos que le despierta, las anécdotas que la memoria les trae.

Hay aquí palabras que, por la riqueza y variedad de las hablas canarias, nunca he oído. Por ejemplo, nailas, las sandalias de plástico que todos los niños calzábamos de pequeños cuando íbamos a la playa. Aunque el sol nos dibujaba su perfil sobre la piel por igual a todos, nunca oí la palabra. Tampoco he usado nunca chilín, ni chirrimil, ni empalambrarse, ni jacío.

Hay palabras que hemos usado alguna vez pero que ya han perdido actualidad. Como beletén, la primera leche tras el parto de los animales hervida varias veces para espesarla. No creo que hoy haya mucha gente que la pruebe, ahora que los rebaños de cabras ya no se ven por Santa Cruz, como pasaba en mi infancia. O maleta del colegio, como la mía, un armatoste lleno de bolsillos y hebillas, siempre oliendo a piel nueva y cargado con todos los libros del mundo. Entiendo que el objeto y la palabra correspondiente hayan tomado el camino del destierro a favor de mochilas.

Pero luego hay otras palabras que siempre se usaron en casa traídas por mi gente palmera y que poblaron mi infancia. Es verdad que algunas se van perdiendo pero, al verlas, la memoria se despierta y empiezan a aparecer las voces de abuelas y tíos que atemperaban con la suavidad del deje hasta reproches, como abobancado, coñobobo guanajo. O bobiar: "Haz algo y no te pases el día bobiando".

Otras palabras, marquesotes y mayos me recuerdan a mi abuela. Marquesote, porque sigo viéndola colorada y diligente, las mangas remangadas, sacando la plancha de bizcocho del horno, cortándola en forma de rombos y envolviéndolos en almíbar. Mayos, porque ese, el Mayo, era el muñeco a tamaño natural que todos los primeros de mayo me hacía y me ponía a los pies de la cama dándome un susto de muerte al despertarme.

Y sigo usando (y paladeando) en el habla de todos los días alongarse (¡Cuidado, no te alongues mucho!), folelé (la preciosa libélula que danza sobre los estanques), maguas (No fui de viaje y me quedé con las maguas), jeito (Tiene jeito para esas cosas)... Incluso hay otras a las que he dedicado un escrito en este Blog como perenquén ( en "La lección del perenquén"), arretrancos (en "Arretrancos"), aquellar y machango (en "Dialecto swahili") o gongo y vidriago (en "Los boliches")

Y hay dos palabras que me han cautivado especialmente por lo que me evocan. Una es maresía : "Viene silenciosa, por el aire, con el aire y, al llegar a tierra firme, pasa su estela y queda su huella en todo lo que toca". Y allá estoy todos los veranos aspirando con fuerza el aire del mar frente a las rocas musgosas y el oleaje bravo del norte de la isla. La otra es higo pico o tuno, como le decíamos en casa. Veo a mi madre recogiéndolos en las tuneras con pinzas largas de madera, y luego el resultado final: una fuente de tunos pelados y fresquitos en la nevera con un sabor maravilloso y único, que nos recordaba en verano que hay placeres sencillos que cuestan poco.

Palabras, palabras, palabras. Este libro, que habla de palabras, habla de humanidad y de vida compartida. Habla de nosotros, de lo que fuimos y de lo que somos. Busquen un ratito, léanlo y disfrútenlo. Y de paso, elijan una palabra nuestra cercana a su corazón.

18 comentarios:

  1. Que bueno que hayas traído a nuestra memoria algunas palabras que dormían y otras que desconocía. Compraré el libro pues es una oportunidad para que mis hijos y nietos conozcan algunas palabras nuevas para ellos y otras con un dulce sonido como maresía. Me encanta! un abrazo y gracias por traer siempre temas interesantes .

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    1. Gracias a ti, Margarita. "Maresía" fue la palabra que eligió mi amigo Manolo (Manuel Torres Stinga) y es una de los artículos más bonitos. No solo porque en las islas las palabras que nos hablan del mar son las más entrañables sino también por el análisis tan completo que hace. Habla del origen luso de la palabra, pone ejemplos literarios, la defiende de neologismos extraños... Sobre todo se ve que esta fue la palabra que le tocó el corazón.
      "Tengo salitre en los labios / del sol y la maresía, / así me salen amargos / los versos de mi folía".

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  2. Pues me suenan muchas de las palabras que citas y otras que como tú no conocía. Me encanta la idea de jugar con ellas para desarrollar historias o recuerdos, como cuando ves pasar gente por la calle e inventas todo un cuento en relación a lo que hace, dónde va o lo que siente... Y me atrae también el libro, así que lo compraré. Aprovecho para hablarte de uno que sale a la luz mañana, 11 de febrero, "El jardín del Prado", de Eduardo Barba Gómez, que nos lleva de paseo para descubrir las plantas y flores que aparecen en los lienzos del Museo del Prado y que también tengo pensado comprar. Un abrazo

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    1. Apunto también el tuyo, Floren. Me parece original ese recorrido por plantas y flores. A veces es curioso coger un solo tema y pasear con él. recuerdo ver un libro en que se veían los cuadros en los que aparecía una mosca (y eran unos cuantos no creas).
      Muchos canarismos han tenido su origen en la península, sobre todo en Andalucía. Hay palabras de origen inglés y francés, pero también otras procedentes de los aborígenes canarios. Y sobre todo la gran influencia ha sido el dialecto caribeño y el portugués. Es lógico que te suenen palabras.
      Un abrazo grande, Floren.

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  3. Tú tenías una cartera del colegio sin bolsillos, hebillas ni nada por el estilo que era de piel de leopardo( más bien, similar)

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    1. Pues primera noticia, Juan Antonio. Y además, constato lo que he cambiado porque no me gustan nada los estampados de leopardo, tigre o cocodrilo.
      Cuando hablo de mi maleta, es de la que llevaba a los 6 años cuando entré al colegio. Era beig, grande, muy parecida a la que sale en el libro. Me encantaba, pero todavía no me explico por qué me dejaban llevar semejante trasto. A lo mejor, las hernias discales de ahora son nietas de las maletas de entonces.

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  4. Carmen María Duque Hernández10 de febrero de 2020, 21:11

    Gracias, mi niña, salud y besitos para todos

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    1. Gracias a ti, Carmelita.
      ¿Sabes que viene una palabra muy saucera? "Moledo", amontonamiento de piedras, aunque en Los Galguitos lo llaman "moleo". No es tampoco de las palabras que he usado alguna vez aunque sabía lo que era.
      Besos.

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  5. Gracias mi duquesa por traer el recuerdo de esas palabras injustamente en desuso. Compraré el libro....

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    1. Aquí estamos nosotras (y los académicos de la Lengua) para darles un buen uso. ¿Qué madre no ha dicho alguna vez, por ejemplo, que el niño está "perlujo"?
      Un beso, mi realeza.

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  6. Mari Carmen González Zamorano11 de febrero de 2020, 12:30

    Isa , nos haces recordar palabras olvidadas y otras que yo al menos sigo usando.
    Hay una que no había oído nunca. Aquellando y estando con una clienta en Playa San Juan ,queriendo decirme que durante la semana iba a reunir el dinero de la factura me dijo que lo iba aquellando.
    Pero mi palabra preferida es sin duda. "MARESIA"

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    1. La palabra "aquellar" yo siempre digo que sirve tanto para un roto como para un descosido. En casa se usaba mucho como buena palabra palmera.
      En el libro la eligió Antonio González Viéitez y dice de ella cosas tan bonitas como que la eligió "por su versátil primitivismo, por su humildad, por su capacidad benefactora de ayudarnos cuando la memoria nos falla y por auxiliarnos en terrenos imaginarios o desconocidos". Y termina diciendo que "aquellar no es solo útil socialmente como comodín, salvamemorias y superadora de ignorancias, es también evocadora de tiempos pasados, incurias lingüísticas y viejos mentideros.". Una joyita de palabra.

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  7. Manuel Torres Stinga12 de febrero de 2020, 20:12

    Ya leí tus Voces en mi memoria y me gustó mucho tanto la reseña de Palabras nuestras como la evocación de otros canarismos. Ni que decir tiene que tus palabras sobre mi "maresía" me halagan y las supongo fruto, en parte, del cariño compartido tantos, tantos, años.

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    1. El cariño es grande pero no es ciego. Has buceado en los términos cercanos al mar de tu niñez, eres experto en los dulces portuguesismos que hacen tan especial el habla de las islas y, cada vez que escribes, sabes llegar al alma de los que te leemos. Gracias por ese "maresía" y por ese trabajo de busca y rebusca entre las palabras nuestras.
      Ha sido un placer haber leído este libro. Enhorabuena a la Academia.

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  8. Querida Isabel, gracias por este post tan encantador. Me enamoró el ensayo de Manolo sobre la maresía, y ahora tú me traes otras palabras tan expresivas que me hacen desear conocerlas mejor y utilizarlas más.
    ¡Un abrazo!

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    1. El librito merece la pena, tiene todo el sabor de lo antiguo y cercano, como esos ratitos que disfrutamos de pequeños arrullados por el sonido de las palabras y por el deje dulce de las islas. Hay que rescatar palabras, seguir usándolas, que a nuestros hijos no les resulten raras. Y echarlas a volar.
      Un abrazo grande para ti, Alicia.

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  9. Escuarinjar, esvanecido, atorrante, jaquimazo, veroco, bobera, desengonzado, babieca... Estoy convencido de que algunas de estas "muestras", hasta fueron desarrolladas endémicamente en el clan familiar a través de generaciones... Saludos Isabel...

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    1. Arrancadilla, roncha, habichuela, paparrala, saletina, espirrido, espantón... Otras tantas muestras usadas y saboreadas diariamente. Larga vida al habla.
      Un abrazo, Tito.

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