lunes, 6 de febrero de 2023

Somos así de alegadores



El 16 de enero leí en el periódico que en Holanda el Gobierno ha elaborado un programa para paliar la soledad. Y la cadena holandesa Jumbo se ha sumado a él ofreciendo un servicio en sus supermercados al que llama Kletskassa, la caja para charlar. Este servicio permite pagar la compra sin prisas alegando con los empleados de la caja todo lo que te dé la gana.

¿Se lo imaginan? Una no iría llenando las bolsas a todo meter como hacemos ahora, sino con toda la pachorra del mundo, mientras le va contando su vida a la dependienta. Los que están detrás, esperando a su vez para contar su rollo, no se pondrían nerviosos ni nada. Yo me los imagino hasta llevando una sillita  de esas livianas para descansar la espalda mientras esperan; e incluso con un libro o la labor de punto en el bolso, no sea que la clienta anterior tenga mucho que contar. Que yo conozco a algunos que, si los dejan, no los paras ni con grúas. Una amiga mía los llama "no me cuentes que te cuento".

Yo no dudo de que este sistema dé resultado entre los holandeses a los que veo bastante civilizados. Una vez que estuve en Amberes recuerdo que me asombré de que allí no se paga basura municipal, sino que es obligatorio tirar la basura en bolsas ya establecidas para ello que se compran en los supermercados. ¡Y todo el mundo lo hace, nada de bolsas de plástico distintas o cajas de cartón, como aquí, que somos tan variopintos! Así que supongo que también ahora desfilarán obedientes en las cajas lentas, en las que los empleados son todo oídos y escucharán sonrientes a lo largo del día las mil y una historias de sus clientes.

¿Pero aquí se imaginan algo así? A mí es que, además, me pasa al revés. ¡Son los empleados los que me cuentan a mí sus vidas! Estas navidades fui a comprar una crema para la cara y la dependienta se enrolló de tal forma que me contó que la madre la tuvo a los 14 años y el disgusto de la familia y tal,  pero que ahora parecía una hermana de su madre y hasta de su abuela. Gracias a dos empleados de pescaderías, tengo sin haberlas pedido las recetas de los calamares en su tinta y de la ropa vieja de pulpo. Y el otro día, que salí con mis compañeras jubiladas, el camarero, al saber que todas éramos profesoras, preguntó que quién era la de filosofía y al decirle que yo, en cuanto pudo, vino a filosofar conmigo para convencerme con ejemplos y argumentos de que el Bien era uno y el resto es Mal, tal cual un Platón redivivo.

Me da que en España es así. Que a algunos la soledad les sienta bien e incluso dicen que más vale solos que mal acompañados; pero que la mayoría recarga pilas rodeándose de gente y hablando más de la cuenta. Por ahora, gracias, pero no necesitamos cajas lentas en nuestros supermercados que nos inciten a hablar. Qué quieren que les diga, por naturaleza somos así de alegadores.

12 comentarios:

  1. Rosa Henríquez Fernández6 de febrero de 2023, 14:36

    Me ha gustado mucho como siempre Isabel, y me parece muy bien,
    el sistema de Holanda en los supermercados.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Los empleados están entrenados para entablar conversación con los clientes. Esta medida se tomó en 2019 y en estos momentos ya hay cajas lentas de esta clase en 123 sucursales de la firma en Países Bajos y 3 en Bélgica. El plan es llegar a 200. La dirección de Jumbo admite que es un gesto pequeño pero lo consideran valioso "en un mundo marcado por la digitalización y la velocidad". Por lo menos, la respuesta es positiva.

      Eliminar
  2. Saben que la gente necesita hablar y que la escuchen🥰👌

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es verdad, Elsa. Los centros comerciales se han convertido en lugares de reunión y mucha gente que se siente sola suelen visitarlos todos los días para sentirse en compañía de otros. A mí lo que me gusta es que en la cola que se forma parece que no hay malestar por la tardanza porque todos asumen que allí se va a otro ritmo, más pausado y tranquilo.

      Eliminar
  3. En el Mercado de La Palma me pasó que me paré en un puesto porque vi unas papitas moradas tan brillantes y con tan buena pinta que quise llevarme una bolsa para Tenerife. Bueno, pues el que las vendía tenía tanta pachorra que no me he olvidado de él. Mientras me pesaba las papas, me contó toda su vida, los hijos, los nietos, lo que cada uno hacía... Casi no salgo de allí. :-D

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy propio de La Palma donde se vive de otra manera. Si no vas corriendo a ningún sitio, te da tiempo de mirar el mundo a tu alrededor y de conversar hasta con una desconocida. A mí me paraban en el pueblo de mi familia, Los Sauces, para saber de qué familia era, cuánto tiempo iba a estar allí y contarme quiénes eran ellos. Seguro que hay pocos infartos.

      Eliminar
  4. Charo Borges Velázquez7 de febrero de 2023, 14:14

    Para mí, Jane, que soy de haber ido a toda prisa, toda mi vida, me vendría muy bien una caja de esas. Pero no para alegar, sino para poner mi compra bien organizada en mis bolsas y sin los apuros de pensar que los de detrás quieren acabar pronto y "¿la pesada señora, esta, no va a terminar nunca?.
    Para agobios, los que ya tuve siendo joven...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya el 1 de diciembre de 2009 escribí "Espacios de pachorra" (incluso con un pequeño poema mío, qué atrevida) donde hablaba del movimiento Slow, el tomarse la vida con calma. En él tú también comentabas y reivindicabas un poquito más de sosiego en la vida actual. Estas cajas lentas van en la misma dirección, incluso, como dices, con tiempo para ordenar la compra en las bolsas, congelados por un lado, verduras por otro... A la vez que alegas con la dependienta de lo divino y lo humano. :-D

      Eliminar
  5. Es cierto que de momento no nos hace falta el proyecto. Venimos de fábrica ya con las pilas puestas.
    Imagino que esos países más fríos, será más complicado acercarse. Hace ya algún tiempo que el psiquiatra Rojas. Marcos dijo en una entrevista que las mujeres españolas, vivían más porque hablaban más. Yo desde ése día me siento afortunada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Imagino que todos hemos conocido gente alegadora. Hace poco en una novela leí acerca de un personaje dueño de una cafetería que informaba a todo el que pasaba por allí de las noticias del barrio: "qué vecino había muerto o se había divorciado; qué otro se había mudado, qué comercio había abierto o cerrado, cuándo cambiaba el tiempo; pero también los escándalos políticos, todos los runrunes de la ciudad y de la vida...". Y leyéndolo recordé a muchos que eran iguales a este personaje. Y sí, son longevos.
      Gracias, Cande.

      Eliminar
  6. Aprovechamos cualquier oportunidad para contar nuestra vida. También te digo, Jane, que en el supermercado donde compro habitualmente esto ya se hace y todas las cajas son una de esas del palique. Tengo las horas perfectamente calculadas para no encontrarme con los solitarios (principalmente gente mayor, pero no solo) que acaparan a las cajeras. Se puede oír la vida de unos y otras como si fuera una telenovela

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eso mismo digo yo, que aquí a alegadores no nos ganan. Bien que nos gusta hablar, preguntar, comentar, escuchar, contar un chiste... y, en resumen, compartir todo eso. Y menos mal. Que no perdamos las mañas aunque perdamos el tiempo. :-D

      Eliminar

google-site-verification: google27490d9e5d7a33cd.html