lunes, 30 de enero de 2023

Hubo una vez un telegrama. Stop.




Pues sí, queridos míos -les digo a mis nietos cuando quiero instruirlos acerca de las peculiaridades del pasado-, cuando yo era tan pipiola como lo son ustedes ahora, si querías dar una noticia rápida a alguien, le mandabas ¡un telegrama!. "¿Y por qué no un wasap?", pregunta Julia. No había wasap, no había móviles, no había Ipads... Por no haber no había ni televisión, les contesto. Ellos me miran horrorizados y como con pena, imaginando las penurias que Aba (yo) ha tenido que sufrir en el erial de la vida.

¿Y qué era un telegrama? Era un papelito azul muy curioso en el que el mensaje se escribía en frases cortas separadas no por un punto, no, sino por la palabra "Stop". Por ejemplo: "Feliz cumpleaños. Stop. Besos. Stop". ¿Y por qué ese Stop? Ah, ni idea, ese es uno de los grandes misterios de los telegramas. El caso es que, como cada palabra costaba dinero, se mandaban solo en casos de estricta necesidad y había que poner el menor número de palabras posible. ¡Fuera artículos, adjetivos, pronombres, verbos, metáforas y demás zarandajas del lenguaje! ¡Al grano! Los telegramas tenían que ser modelos de concisión... y baratos.

Cada pueblo tenía su propia oficina de telégrafos porque había que ir allí y contarle al telegrafista lo que querías poner (que a veces hasta daba corte ¡La de cosas que se enteraba!) Recuerdo en Los Realejos a Don Pepe, enfrente de mi casa. A los niños nos encantaba ver la máquina funcionando -bip, bip, bip- y transmitiendo tus palabras a través del espacio. Era una cosa muy misteriosa. ¿Cómo era posible?

Los telegramas tenían también una cualidad admirable: asustaban. De hecho, si recibías uno, los vecinos venían rápido a preguntar si todo iba bien. Uno podía pensar que eran como cuervos azules portadores de desgracias. Acabo de leer un libro ("El diccionario de las palabras olvidadas" de Pip Williams) en el que describe el momento en el que durante la 1ª Guerra Mundial entregan un telegrama  que solo podía traer una noticia trágica: El hombre era viejo, demasiado viejo para la guerra, y por eso le habían encomendado el reparto de su dolor. Cogí el telegrama y lo vi alejarse de nuevo. Con los hombros hundidos bajo el peso de la cartera.

Pero tampoco todas las noticias eran malas. ¿Se acuerdan de "Sissi"? En la película se acababa de inventar el telégrafo y Sissi quiere estrenarlo mandándole un telegrama a su padre pidiéndole que viniera a cazar: Me encerraron y salté por la ventana. Papitín, ven con los rifles. Emperador llega hoy a las 4. Por supuesto el jefe de policía, que busca conspiraciones contra el Emperador, lo intercepta y lo interpreta mal.

O también hay un montón de telegramas de felicitación. Recuerdo una vez que le regalamos telegramas a un amigo por su 40 cumpleaños. Él, del disgusto, había cogido cama a los 30 y para evitarlo otra vez le hicimos una fiesta en la que cada 5 minutos recibía un telegrama felicitándolo: el Papa, el presidente del gobierno, el hombre que le cavaba el huerto... todos ponían su granito de arena para levantarle el ánimo.

Los telegramas han aparecido en chistes, como el del seísmo: El alcalde de un pueblo de La Gomera recibe un telegrama avisándolo de un seísmo: "Seísmo en su zona. Stop. Localicen epicentro y manden posición. Stop". Al cabo de un mes reciben la respuesta: "Seísmo desarticulado. Stop. Epicentro y sus secuaces encarcelados. Stop. No avisamos antes por terremoto de mil pares de narices. Stop".

Hasta en las canciones hubo telegramas. Hubo una, llamada así, "El telegrama", en la que diseccionaban cada una de sus partes: "Destino: tu corazón / Domicilio: Cerca del cielo / Remitente: Mis ojos son / Y texto: Te quiero, te quiero..." El 2º "te quiero" sobraba porque con el 1º ya la cosa estaba clara y hay que ahorrar.

Cuando termino de instruirlos, mis nietos me miran sobrecogidos ante una realidad tan necesaria en tiempos antediluvianos y que ahora se ha vuelto innecesaria. Y, si son un poco filósofos y sacan conclusiones, se estarán preguntando: "Dios mío, entonces, cuando seamos mayores, lo de Tiktok, los Reels, Spotify, YouTube... ¿desaparecerán en la noche de los tiempos, igual que ha pasado con los telegramas?

Seguro que sí. Como lágrimas en la lluvia. Stop.


11 comentarios:

  1. Buenos días. Qué bien lo pasamos cuando Manolo cumplió 40... Lo has recordado hoy en tu post..

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    1. Fue genial, de las cenas más divertidas que recuerdo. Cada uno escabulléndose para tocar en la puerta y entregar el telegrama, yo recibiéndolo y entregándoselo a Manolo, él ojiplático... Aparte que los textos nos los curramos, hasta había algunos en rima y todo.

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  2. Los telegramas, qué nostalgia. Enviaba muchos a la familia de la Palma y los giros, cuando no había bizum ni transferencia on line. Hemos avanzado mucho pero en el camino han quedado algunas profesiones tan recordadas como el espía telegrafista.

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    1. Es curioso que digas eso del espía telegrafista porque al telegrafista se le exigía tanta discreción como al cura. En los pueblos en que se conoce a todo el mundo los mensajes que se mandan tienen que quedar de puertas para adentro.
      El telegrafista era una figura de poder, junto con el maestro, el cura, el alcalde y el jefe de correos. Y en las procesiones allá que iban todos ellos.

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  3. Charo Borges Velázquez31 de enero de 2023, 23:22

    No sé si tú conservas algún telegrama, Jane. Yo sí tengo dos o tres, aunque uno de ellos no contiene un recuerdo agradable, precisamente, y está relacionado con el deporte de mis amores.
    Lo agradable es tenerlos, para enseñárselos a las nuevas generaciones y que se sorprendan como lo han hecho tus nietos.

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    1. Yo sí conservo todos los telegramas que me han mandado. De cuando me casé tengo unos cuantos de felicitación. Mi padre también guardó los suyos, de felicitación y también de pésame, cuando murieron sus padres o su hermano. No se tiraban así como así. Se podía considerar un documento.

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  4. Qué bueno el post, Isabel! Te puedes creer que yo no he visto nunca un telegrama?? A mí me parece una cosa como de las películas, jajaja. Yo a los niños les cuento que cuando estábamos lejos de casa íbamos a las cabinas de teléfono en la calle y echábamos monedas, y también les debe de parecer como de otro siglo… bueno, efectivamente es de otro siglo 😅

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    1. A las cabinas también les dediqué un post. Hay tantas cosas que antes eran tan cotidianas y ahora han desaparecido... Claro que es para bien, imagínate ahora que, en lugar de escribir un wasap, tuviéramos que ir hasta la oficina de telégrafos; o que no tuviéramos la comodidad del móvil para comunicarnos...
      Nunca pudimos imaginar este mundo de ahora.
      Un beso, Eu.

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  5. Isa,no sé si me repito pero el post muy ameno, fácil comprensión y cercano a mí porque los telegramas los usé en mi juventud y siempre para momentos felices.Sigue en tu empeño pues nos haces felices.

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    1. Gracias, Leo. Creo que todos pusimos un telegrama en aquellos tiempos. Yo recibí uno incluso diciéndome "te quiero", con la ilusión que eso hace. Como dices, normalmente era un momento feliz.
      Un abrazo grande.

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  6. Lo que me sorprende, Jane, y que se me ha venido a la mente leyendo tu entrada, es como no se usaron más las abreviaturas al estilo de las de sms. O igual sí y estoy equivocada. Tengo la idea de que se escribía como lo cuentas tú. Quitando palabras, pero salvo excepciones, palabras enteras.
    Un abrazo enorme.

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