lunes, 10 de abril de 2023

Espacios de celebración: del comer y del beber


Hace poco leí, no me acuerdo dónde, que necesitamos espacios de celebración, y me gustó la expresión. Creo que se refería a experiencias compartidas en el mundo del arte y de la cultura, pero a mí esos espacios de celebración me llevan más a la mesa, a recuerdos comunes en torno a un mantel con sus platos, sus cubiertos y sus copas. A tantos y tantos momentos que forman parte de la memoria colectiva: toda la tribu zampándose un mamut en los tiempos prehistóricos; o tumbados en triclinium en los festejos romanos; o en torno a una tabla redonda en los tiempos del rey Arturo; o los 20 platos de una cena pantagruélica en la Francia prerrevolucionaria; o una barbacoa en nuestros días... Repasemos.

El espacio de los desayunos. El mejor del año, según mi sobrina Isa, es el que compartimos el día de Reyes, con chocolate y roscón y los regalos cerquita y expectantes. Pero también los de los domingos de chocolate y churros a la orilla del mar (foto inicial), secuelas de aquellos otros de la niñez cuando, después de misa, íbamos con mi padre a comprar churros al lado del Parque Recreativo para el desayuno del domingo. Alrededor de aquella mesa de tea del comedor, el desayuno era una fiesta,  ruidosa y alegre. Con todo, debo confesar que lo mejor de lo mejor es que me preparen el desayuno todos los días desde que me casé hace 51 años.

El espacio del aperitivo. Si hay alguno que recuerdo con placer es cuando, en aquellos lejanos tiempos en los que trabajaba, mi marido me venía a buscar al instituto un día en la semana en que los dos salíamos un poco más pronto y nos íbamos a celebrarlo al Bar Carrera, en donde nos mandábamos una tapa de su célebre ensaladilla alemana con un vermut o una cerveza. De aquellos tiempos nos quedó la manía de tomar un aperitivo mientras preparamos la comida y de brindar por lo que sea: por la vida, por la luz o por las albóndigas que, mientras, se guisan en la cocina.

El espacio de las comidas, el mejor para celebraciones. Ahí se conmemoran cumpleaños, bodas, bautizos, reencuentros, logros... de amigos y familiares. En una comida de estas celebré en el año 92 el seguir estando aquí después de verle las orejas al lobo. Sé que es un trabajazo y que muchas veces una no está para tanto trote, pero, mientras pueda, seguiré celebrando todo lo celebrable con una comilona.

El espacio de las meriendas. Las mejores, las que preparaba mi abuela. Todavía veo sus manos regordetas dando forma, estirando, batiendo, amasando la masa de la que salían bollos, bizcochones esponjosos, almendrados, marquesotes, merengues... Los más buenos que he probado nunca, corroborado por mis amigas del colegio que todavía los recuerdan. Los dulces de mi abuela, la mejor repostera que he conocido, estuvieron presentes en todos los festejos y eventos hasta que murió cuando yo tenía 22 años: en Navidad, por descontado, pero ninguno de sus nietos olvida sus sopas de miel en carnavales y sus torrijas de Semana Santa. Y no, ninguno de nosotros le pidió nunca las recetas.

El espacio de las cenas lo cubren (aparte de las grandes celebraciones: nochebuena, año viejo, una boda...) las cenas de los viernes con los amigos de siempre desde hace 30 años. Elegimos un sitio cercano y agradable, sin mucho ruido, y hala, a brindar y a rendir tributo a la amistad y a la confianza.

Si repasamos todos estos espacios de celebración, podemos afirmar sin ninguna duda que nos pasamos la vida comiendo y bebiendo. Comemos para sobrevivir, sí, pero también para vivir mejor y disfrutar, no solo de lo que está en nuestros platos, sino también de la gente con la que compartimos una buena comida. Con razón mi amigo Melchor siempre dice que, cuando se le aparezca el genio de la lámpara, le pedirá que le devuelva todo lo que se ha gastado en comida y bebida a lo largo de toda su vida. Se llevará una fortuna.

9 comentarios:

  1. Hola Jane. Estoy totalmente de acuerdo contigo con eso de los espacios de las celebraciones. Cuando vivían mis padres , nos reuníamos de vez en cuando y comíamos juntos. Además en aquella mesa se podía hablar de cualquier cosa y estaba prohibido enfadarse...Pero ahora entre el estrés, los horarios, el veganismo , etc...cada uno come en plan francotirador. Además está el maldito móvil. Mientras comemos siempre hay alguien tecleando y claro así acabo enfadado. Me dicen que no entiendo los tiempos ... y no, no los entiendo, ni falta que hace.
    Así que hoy siento una insana envidia de tí. Ojalá puedas seguir siempre así . Yo en cambio, perdí la batalla. Un beso jane. Juan

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    1. Los móviles deberían estar prohibidos en la mesa, debe ser que yo tampoco entiendo los tiempos. Como dije hace poco ("Pajaritos y silencio") hay mucha vida después de internet y es un crimen no aprovecharla. Una buena conversación en la mesa como las que recuerdas con tus padres es muy muy gratificante. Muchos viernes por la noche, en las cenas con los amigos esa es la sensación que tengo, que se puede hablar de cualquier cosa.
      Un beso, Juan, y anímate a recuperar esa tradición.

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  2. Isa, estoy "viendo" a tu abuela, con las manos en la masa y tuve la suerte de probar algunos de sus ricos dulces.
    Me parece verla con su nariz chatita y sus manos ágiles, dando forma a las rosquillas... Conchi

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    1. Sííí, tú fuiste de las que probaste en más de una merienda los merengues de abuela, esos que hacía y ponía a que se esponjaran en la boca del horno de leña una vez apagado. No los he vuelto a comer tan buenos. Supongo que era por una combinación de todo: la calidad de los huevos, el horno de leña, su maestría... Nunca le vi leer una receta.

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  3. Charo Borges Velázquez12 de abril de 2023, 19:06

    Pues, sí, Jane, tener o procurar espacios de encuentro, para celebrar acontecimientos, creo que es una de las mejores costumbres que debemos conservar y no perder nunca, mientras nuestras fuerzas y cabeza nos lo permitan. Sigamos haciéndolo por mucho tiempo más...

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    1. Esta misma semana hemos tenido la suerte de encontrarnos. La comida anual de las "niñas del colegio" es otro de esos espacios de celebración que mientras podamos hay que seguir teniendo. Independiente, claro, de las otras reuniones, las de ir a un evento cultural y terminar con una comidita por ahí. Podrán decir muchas cosas de nosotras, pero no que no disfrutamos de la vida. :-D

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  4. Me gusta esa frase de comemos para sobrevivir pero también para vivir mejor, disfrutar del placer de degustar junto a los que queremos sentar alrededor.
    Me hiciste recordar esos churros después de la misa que hoy sigo eligiendo los domingos, ya sin misa desde la pandemia, que me dejó holgazana para celebrar la fiesta, pero no para vivir el placer de un desayuno tan contundente. Las nueces con pan que nos abría mi padre, mientras esperábamos por el primero. Las famosas meriendas y postres de la tía Matilde y, cómo nó la sopa que hacía mi madre, que quién la probaba, le hacía un monumento. Todo éso sin contar los viernes noche de pizza que nos reuníamos todos en casa de mis padres, cuando mis hermanos aún estaban casados. Es cierto, no sólo son los platos y los sabores, es degustar los momentos que se comparten en un mantel y nos dejan en el paladar y en el corazón los más tiernos recuerdos.

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    1. La mayoría de nuestros recuerdos están unidos a los sensorial y las papilas gustativas son de las que avivan los más importantes. Creo que toda La Palma probó los postres de tu tía Matilde, aquellos Príncipe Alberto, aquellos bienmesabe... ¡¡¡qué buenos eran!!!
      Nosotros tuvimos también las noches de pizza, o platos especiales que se hacían en una determinada fecha. El camino hacia el corazón y los recuerdos pasa por la mesa.

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  5. Espacios de celebración. Muy adecuada la expresión. Todos tenemos en la memoria esos momentos vividos, cuando sentarse a la mesa con la familia era una liturgia. Sin teles y sobre todo sin móviles. Hoy valoramos mucho ese compartir con familia o con amigos, una buena mesa y una conversación amena y distendida. Como lo hemos puesto en práctica muchas veces sabemos lo que la disfrutamos y sé que para ti son una forma de vida.

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