lunes, 9 de octubre de 2023

El misterio del desayuno



Una vez oí a un humorista  (¿Verdaguer? ¿Gila?) que se quejaba de que en su casa todos los días se comía lo mismo: los lunes, lentejas; los martes, lentejas; los miércoles, lentejas... ¿Se imaginan algo así? Y que conste que me gustan las lentejas con su choricito y su friturita, pero ¡todos los días! no hay quien lo aguante. Y sin embargo, eso es lo que hacemos con el desayuno. El 42% de los españoles (y yo me incluyo) desayunamos todos los días lo mismo, sin cansarnos ni echar de menos otros manjares.

Yo, por ejemplo, desayuno siempre un té verde, una tostada de pan integral con queso y un jugo de naranja. Lo que varía es el queso que a veces es blanco de cabra y otras veces, curado de oveja. De vez en cuando hago un bizcocho de manzana o un pan de nueces, y como un poco, pero tampoco varía. Y cuando me voy de viaje, en los hoteles lo mismo, en el colmo de la originalidad: té, tostada con queso, naranjada. Algunos domingos, eso sí, me voy a desayunar churros pero también es lo mismo: chocolate sin leche más churros, hala.

He hecho hasta una miniencuesta entre los amigos y da los mismos resultados. Hay quien lleva tropecientos años tomando por las mañanas solo leche con gofio; otros toman solo un café  (¡Solo un cafe! ¿Cómo tienen fuerza para enfrentarse a la vida?); otros se pegan desayunos ingleses con huevos incluidos... Pero siempre repiten: todos los días, todos los meses, todos los años, lo mismo para desayunar. Con todos los alimentos que existen en este mundo ¿no tendríamos que introducir un poco de variación?

Esto para mí es uno de esos grandes misterios de la humanidad ¿No nos aburrimos de comer y beber siempre lo mismo, nada más despuntar el día' ¿Por qué lo hacemos?

Leí hace poco un libro magnífico, "La costumbre ensordece", de Miguel A. Delgado, donde habla de los distintos momentos del día y, entre ellos, del desayuno. Nos ilustra acerca de la historia del desayuno que hasta el siglo XIX no era una comida muy bien vista, que digamos. Se trataba de des-ayunar, es decir, de romper el ayuno mantenido durante la noche, y el cristianismo lo consideraba pecaminoso antes de la misa de la mañana. Todavía en mi infancia de la calle del Pilar todos desayunábamos los domingos después de misa de 9, a cuya salida íbamos a por los churros, que nos compensaban de las penurias de pasar hambre hasta esa hora.

El mismo título da ya una respuesta al misterio: somos sordos ante las cosas que acostumbramos a hacer. Pero además, hay otra respuesta que también se me había ocurrido a mí y que me gustó ver refrendada por Miguel A. Delgado: ¿Será quizá porque, cuando tenemos todo un día ante nosotros, repleto de posibilidades de cosas inesperadas que no podemos anticipar, preferimos sentir que al menos hay algo sobre lo que tenemos el control, algo que no cambia, que no trae sorpresas y conocemos?. Nos levantamos y, aunque tengamos toda la vida reglada por franjas horarias (De 9 a 1, currar; de 1 a 3, almorzar; de 3 a 7, más curro...), siempre cabe la posibilidad de lo imprevisto. Pero el desayuno es lo seguro, lo que controlamos, siempre igual. A lo mejor es hasta una medida genética que nos da valor y nos prepara ante lo inesperado y fortuito.

¿Y saben qué ? Que hay otro ingrediente fundamental en un desayuno que se precie y que yo valoro más desde que estoy jubilada: tomarlo con tiempo y calma en un entorno agradable, si puede ser, mirando hacia fuera, a un espacio abierto, a un jardín, a un patio en el que canten los pájaros, a una ventana hacia el mar o las montañas, siendo conscientes de que estamos vivos y de que en ese momento empieza la aventura del día.

(En la imagen inicial "Desayuno en el jardín" de Giuseppe de Nittis)

24 comentarios:

  1. Pues yo no desayuno todos los días lo mismo 😝

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    1. Es que tú eres la persona más organizada que conozco. He visto tu hoja de ruta, allí en la nevera, y en ella están desayunos, almuerzos y cenas meticulosamente anotados. Pero seguro que hay cosas que se repiten ¿no? Un café, por ejemplo.

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  2. Antonio Hernández Hernández9 de octubre de 2023, 14:00

    Yo creo que se trata de rutinas de la vida cotidiana, algunas hasta perversas (los desayunos interminables en los hoteles probándolo todo), los de vacaciones y o en visitas a familiares,.. Como jubilados los largos desayunos comentando lo indecible y sin prisas...

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    1. Antonio, tienes razón. Pero las rutinas también tienen algo de extraordinario. Al fin y al cabo "rutina" es un diminutivo cariñoso de ruta, y son las rutinas, como esta del desayuno (sea donde sea) las que nos abren camino a la aventura del día. Disfrutémoslas.

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  3. Hola, Jane:
    Yo soy de las que cambian lo que desayuna. Una semana puedo desayunar todos los días lo mismo, pero no más. Es que me encanta el desayuno así que tengo que disfrutar de las tostadas dulces, de las tostas saladas, del cuenquito de avena con frutas y frutos secos diferentes cada vez, unas galletas los días que llevo el tiempo más pegado al trasero, pero también cambio la clase de galletas, y a veces las ositas que hago yo como tortitas, o bizcochos. Pero me apunto a esa teoría tuya y me la aplico porque mi día a día es tan monótono, siempre igual, que variar el desayuno puede ser lo más emocionante del día.
    Un abrazo enorme.

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    1. A mí también me encanta el desayuno, pero sobre todo el entorno del desayuno. Cuando proyectamos la casa en la que vivimos hace 42 años, pedí que la mesa del desayuno "tuviera vistas" (como en la novela de "Una habitación con vistas" de E.M.Forster). Y las tengo: una puerta de cristal y una ventana que dan al patio y a la buganvilla, y más allá al valle y a las montañas que lo rodean. Desayunar allí todos los días, absorbiendo la luz y el silencio, me llena de paz. Y es verdad que la base es igual, pero de vez en cuando no viene mal una exqusitez como esas que nombras. Mmmmm...
      Otro abrazo igual para ti.

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  4. Yo soy como tu jane siempre lo mismo mi te verde y tostada y zumo y de viaje suelo añadir algo dulce

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    1. Somos muchos los que repetimos, aunque llegar hasta aquí a esta edad es un largo camino de ensayo y error: darme cuenta de que la leche me sentaba mal, que el café me tenía todo el día como una jiribilla, que los quesos cremosos no eran lo mío, por no hablar de la mantequilla...

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  5. Mis desayunos son muy variados,desde que estoy jubilada.Como desayuno,después que camino ,6 Km.como con apetito y disfruto de lo que me preparo .

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    1. ¿Ves? Eso es una vida sana. A seguir así. Lo de los 6 kilómetros a mí me queda muy ancho. Te envidio.

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  6. Charo Borges Velázquez13 de octubre de 2023, 12:58

    Siento disentir de tus comprobaciones, Jane, pero yo sí varío mis desayunos. Incluso, lo que más me desagrada es tener que repetirlo, alguna vez, porque olvidé comprar lo que tenía previsto o no pude preparar, el día anterior, lo que quería hacer para variarlo.
    Cuando viajo, me encantan los desayunos en el hotel o las cafeterías cercanas, porque cambio, radicalmente, lo que acostumbro a tener en casa.
    Está claro que debo pertenecer a esas excepciones, que confirman la regla...

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    1. El problema de no repetir es que da más lata y exige más preparación. Y no, no eres una excepción, por lo que parece. Ya dije que el 42% es el que repite, o sea, que hay una 58% de seres humanos que son como tú de noveleros. Disfrútalo.

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  7. El desayuno siempre ha sido así.
    Vas a una churrería y todos pedimos lo mismo
    Vas a un bar el clásico bocadillo o Sandwich siempre acompañado de una taza de café con leche desde que nacemos es siempre igual
    Y para que más te gusta y cae bien pues hasta el mediodía.

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    1. Roque Gomez , es esa una buena filosofía de la vida: te gusta y cae bien ¿Para qué más? Lo que pasa es que el ser humano es también un ser curioso y ambicioso y a veces exigimos ese más ¿Probamos esa tarta sacher que nos ponen en Viena? ¿O unos almendrados de La Palma (a ser posible, tan buenos como los de mi abuela)? Pues claro ¿quién se resiste?.

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  8. Hola, nosotros siempre salíamos a desayunar fuera y nos gustaba mucho hasta que llego la pandemia y nos cambió la vida desde esa fecha desayunamos en casa y procuramos desayunar sano.

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    1. La pandemia cambió tantas cosas... Menos mal que en este caso fue para bien ¿no? Seguro que el desayuno en casa tiene sus compensaciones y que de vez en cuando te permites otra salida como las de antes.
      Un abrazo.

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  9. Desayuno poco..con tranquilidad...Me prepara para la mañana.

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    1. Ese prepararse para la mañana es una de las cosas a agradecer al ritual del desayuno. En las novelas me encantan las escenas (Agatha Christie tiene varias) en las que están todos desayunando un desayuno inglés mientras hablan del día que les espera o ven la prensa o leen una carta. Ese "¿qué vamos a hacer hoy?"...

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  10. Rosa M. Afonso Castro14 de octubre de 2023, 16:51

    Pero, es muy difícil que no aciertes amiga…eso es que tu mente es abierta y fresca. Que satisfacción comprobar en cuanto coincidimos.

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    1. Gracias, Rosa. Es verdad que a las dos se nos notan el pasado y las experiencias comunes. Es una satisfacción encontrarnos en la vida con espíritus afines.
      Un abrazo, amiga.

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  11. Es verdad, la única comida del día que repetimos y repetimos...

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    1. A lo mejor tanta repetición lo que hace es ahorrarnos tiempo para emplearlo el resto del día. Piénsalo, no tenemos que elegir entre té, chocolate o café, ni entre jamón o salchichón... Nada, nosotras casi sin ponerle atención nos preparamos lo de siempre y ya está. El cerebro sin estrenar y preparado para lo que surja.

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  12. Antonio Hernández Hernández16 de octubre de 2023, 10:10

    El mejor dato de la vida y las rutinas es que los/las longevos/as son personas rutinarias. Gente dedicada a la meditación, habitantes de las áreas despobladas,... aunque el gran rutinario, y pensador, Innmanuel Kant solo viviera 80 años.

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    1. Bastante para la época. Y lo mejor fue que empezó su gran obra a los 60. Fueron los 20 años mejor aprovechados de la historia del pensamiento.

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