En los tiempos en que mi marido estuvo trabajando en el Astrofísico del Teide (años 70), algunas noches subí con él. Entonces eran grandes barracones y no los edificios que hay ahora, pero estaban bien equipados con telescopios y máquinas complicadas volcadas a las estrellas. A mí me gustaba salir afuera, a pesar del frío, y quedarme un rato bajo aquella inmensa cúpula de estrellas, viendo la Vía Láctea en todo su esplendor. La vista era estremecedora y reducía a quien la miraba a una partícula pequeñísima, y sin embargo consciente, frente al infinito.
El silencio era absoluto, pero yo notaba un ruido difuso de fondo, que atribuía al sonido de la vida, de la isla en su conjunto y, tal vez, del cosmos. Imaginando cosas, no me extrañaba que los antiguos, con Pitágoras a la cabeza, pensaran en un universo hecho de esferas concéntricas de cristal purísimo que, en su eterno girar, producían una música inaccesible al oído humano porque no sabemos escucharla. Noches así encienden la imaginación y te hacen creer que todo es posible. Entiendo a Pitágoras. Seguro que más de una vez, igual que todos nosotros, alzó la mirada al cielo en una noche estrellada y se sumergió en el misterio.
Y después de él, muchos hombres -curiosos, creativos, sabios- siguieron haciéndolo y aportaron teorías y explicaciones de cómo funciona nuestro mundo. Uno de esos hombres fue Arno Penzias, un físico que murió el mes pasado a los 90 años. A ustedes y a mí no nos suena el nombre porque hace tiempo que no atendemos a los asuntos cósmicos, pero fue un auténtico sabio, un judío que huyó de niño de la Alemania nazi y acabó en Estados Unidos y que, con su colega Robert Wilson, ganó en 1978 el Premio Nobel de Física.
¿Qué fue lo que hicieron? Buscaban, con una antena gigantesca, una señal en el universo para conocer la estructura de la Vía Láctea pero, después de descartar todo ruido, lo que encontraron fue una interferencia extraña que parecía llegar de todo el cielo, una señal de microondas de radio que identificaron como la radiación de fondo que todavía perdura de la gran explosión con la que empezó todo hace 14.000 millones de años. ¡Lo que descubrieron fue el eco del Big Bang! Y ese descubrimiento cambió nuestra mirada sobre el cosmos: hay, efectivamente, un ruido que no oímos y que viene desde todas partes de un universo, que no está quieto, como creíamos, sino en expansión desde aquel momento primigenio.
A mí todo esto me emociona y fascina. ¡Qué tiempos tan interesantes estamos viviendo! Y siempre es bueno saber que, mientras uno atiende a pequeñeces de la vida diaria, hay gente que tiene el oído tan fino como para escuchar y descubrir la música de las esferas.
Para escuchar al silencio hay que prestarle atención en silencio, desplegando las orejas como si fueran antenas. Pero eso está solo al alcance de gente sensible, que tabto disfruta del silencio como de una conversación y que tiene la destreza de saber contarlo con un lápiz en la mano. Sigue escuchando el silencio y luego nos lo cuentas Isabel.
ResponderEliminarA veces les digo a mis nietos pequeños (que son los que más ruido hacen) que juguemos un rato a escuchar el silencio. Estamos a veces tan instalados en el ruido que el silencio se nos antoja hasta extraño. Pero realmente es un lujo que estimula la mente y la serena. Recuerdo una frase de Muñoz Molina. "Atención y silencio hacen memorable el presente".
EliminarGracias, Jane, por documentarnos e invitarnos a observar ese inmenso cielo que nos envuelve, sobre todo, en la oscuridad de la noche.
ResponderEliminarMuy ilustrativo y a la vez poético, tu post de hoy. Enhorabuena, amiga...
Muchas gracias, Chari. A mí, como a ti, me gusta disfrutar del cielo, de ratos tranquilos observando y respirando el aire fresco de la noche. Tengo la suerte de vivir en un sitio muy tranquilo, pero es verdad que, cuanto más alejados estemos del caos, de la luz, del ruido... más captamos el silencio al que nos enfrentamos. Guardo esos ratitos (en el Teide, en una carretera perdida, en el mar...) como tesoros en los que me reconozco.
EliminarQue bonito.
ResponderEliminarA mi siempre me ha encantado mirar el cielo.
Me encanta ver la luna llena desde la ventana de mi dormitorio. Mi esposa dice que soy un poco lobo.
Y cuando iba con los chicos de campamento y dormíamos en casetas, a mi me gustaba quedarme fuera en mi saco dormir y ver las estrellas y de vez en cuando una estrella fugaz; entonces pedia un deseo.🌄🌠🎇
Creo que todos tenemos, Miguel, en nuestra querencia por la luna llena, algo de lobos. ¿Quién no se para a mirarla, entre nubes, inmensa y pálida, y no le saca una foto para conservar ese momento prodigioso? No le aullamos de milagro.
EliminarYa no tengo cuerpo para un camping y dormir bajo las estrellas, pero lo tuve. Y eso nunca se olvida. Seguro que los deseos se cumplieron ¿no?
Gracias, Miguel.
Es precioso todo eso y experimentar esa inmensidad. Yo senti algo asi en el astrofisico en el roque de los muchachos. El marido de una pariente pidió permiso pues trabajaba en el taller y nos llevó. El movimiento de aquel espejo y la serie de aparatos y ordenadores, los mensajes y lo observaban. Todo eso lo recuerdo como si fuera ahora, cómo se me grabó...
ResponderEliminarGracias, Isa.
Fíjate, Carmita, que siendo oriunda de La Palma y habiendo hecho mi marido en aquellos tiempos estudios sobre la viabilidad de un observatorio en El Roque de los Muchachos, nunca he subido a verlo, un fallo que tengo que subsanar más pronto que tarde. Estar en un sitio así es una experiencia de las de guardar para siempre.
EliminarGracias a ti.
Sí que es fascinante ese mundo, Isabel. Yo he subido un par de veces al Teide de noche y por primera vez en mi vida, acostada en el suelo y mirando al cielo sentí el movimiento de la tierra. Además sentí cierto vértigo, porque cuando lo miras fijamente y durante minutos, sientes ese movimiento claramente. Qué privilegio verlo desde el astrofísico.
ResponderEliminarUn verano, cuando la caída de las Perseidas, hice eso mismo, subir al Teide de noche con un grupo de amigos, caminar por las Siete Cañadas y tumbarnos en el suelo a contemplar miles de estrellas, a pedir deseos con las fugaces y a maravillarnos de que seamos más capaces que nuestros antepasados en conocer nuestro universo. No mucho, la verdad (¿cuántos mundos habrá por ahí perdidos?), pero sí un poquito más que Pitágoras y los suyos, que pensaban que había 10 esferas porque el 10 era el número perfecto.
EliminarSentir el movimiento de la Tierra también fue un privilegio.
Qué grande nuestro sistema estelar y cuánto aún por descubrir. Me consuelo al pensar que si todavía se escucha el eco del orígen y su gran explosión, entonces todo sucede de forma lenta en el tiempo que conocemos y la formación de más maravillas, será inagotable.
ResponderEliminarTienes razón, somos partículas microscópicas dentro de un abismo inmenso y oscuro y se nos cae el mundo encima, si llueve y hemos ido a la peluquería...jajaja.
Muchas veces nos miramos el ombligo, Cande, ajenos a que más allá de nosotros hay todavía muchos mundos por descubrir. Entiendo a esos millonarios que están pensando en viajar a la Luna y a otros planetas. Aunque ni loca yo lo haría, entiendo que desconsuele: ver la Tierra desde el espacio, ver pasar meteoritos, ver una realidad extraña y pensar que estás ahí, donde nadie más ha pisado... Debe ser escalofriante y emocionante.
EliminarHola Jane. Precioso relato. Y sí, tienes razón. Muchas veces al estar mirando las estrellas se oye un ruido de fondo, inventado o no pero se oye.
ResponderEliminarHan habido muchas noches en las que he mirado las estrellas, pero me "saltan " dos a la memoria: Siendo un adolescente fuimos un grupo de amigos al Roque de los Muchachos (caminando). Hicimos noche en un lugar llamado "Los Dormitorios" y esa noche después de cenar y hablar , "apagamos la luz" y nos pusimos a dormir...Esa noche estrellada con su luz que alumbraba el monte y "esa música celestial" de fondo. Me impresionó. El segundo recuerdo fue tras una boda en Los Cancajos (La Palma) paré el coche en la carretera donde no llegaba ninguna luz artificial. Cuando nos bajamos "alguien encendió el cielo" y me quedé sin palabras y en silencio durante algunos minutos. Un beso Jane. Juan
Me encanta esa expresión, Juan, "Encendió el cielo". Porque es literalmente lo que pasa. Paras en un sitio oscuro, miras hacia arriba (sobre todo una noche sin luna) y se enciende el cielo, aparece de repente toda esa maravilla plagada de miles de estrellas. Para ese momento hay una aplicación en el móvil que las va identificando. Alli esta Betelgeuse, allí la Osa Mayor, allí Marte y su color rojo, allí la constelación de Libra... Son momentos para guardar como tú has hecho. Para quedarse sin palabras.
EliminarUn beso, Juan.
Hola, Isa! Acabo de leer tu blog. Tener un marido que ha trabajado en el Astrofísico o los astrofísicos, viajar tanto y no haber estado en el de La Palma no tiene perdón! 😁Yo por suerte pude ir al de La Palma y visitarlo por completo, incluso dormir, cuando Paco Sánchez era el director. Fue una gran oportunidad inolvidable. Ya estaba el Grantecan. Además lo visité el año de puertas abiertas, en los 80.
ResponderEliminarMuy bueno lo de tu blog.
Que tengas buen día. Un abrazo grande.
Lo reconozco, mi querido Anónimo, es una vergüenza no haber estado en el Roque de los Muchachos. Y más cuando seguí de cerca las condiciones para su instalación (las estudió mi marido), las circunstancias en que se aprobó el Grantecan, las primeras visitas... Espero ir alguna vez, después de todo está ahí al lado y La Palma es mi tierra de origen.
EliminarUn abrazo y gracias por tu tirón de orejas :-D
No sabes cuantos recuerdos me trajo tu relato del lunes pasado.... Me llevó a mi niñez
ResponderEliminarCuando éramos pequeños mi abuelo (que era ingeniero de montes) nos solía llevar tanto a Izaña como a cualquier monte... Unas veces de día y otras de noche... Estábamos en plena naturaleza, disfrutabamos muchísimo y éramos felices... Vimos de todo, aquellas noches estrelladas, la luna...tu ya sabes. También recuerdo ver muflones que echaban a correr en estampida, claro, eso era de día 🤗 Nos decía que estuviéramos en silencio, como bien dices tu, y es verdad que aunque no se oía nada siempre había algún ruidito q nos sobresaltaba del letargo jajajaja... Son vivencias que recordé al leer lo que mandaste 🤗😉🤣 Un abrazo😘😘
Este descubrimiento debió de ser una revolución. No somos nada en comparación con lo que hay ahí arriba quizás por eso me resulta un campo tan interesante, aunque por desgracia no sé gran cosa.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.