lunes, 6 de octubre de 2025

El último deseo



Imagínense que están en el corredor de la muerte (ya sé que es tétrico, pero haber elegido susto) y que les conceden un último deseo, el que quieran, sin cortapisas de ningún tipo... ¿Qué pedirían? ¿Un viaje maravilloso, asistir al concierto de tu ídolo, una noche de amor...?  Yo me dejaría de tonterías, la verdad, y elegiría una última comida, opípara y perfecta.

Hace tiempo leí que una compañía de teatro fue a representar Historia de una escalera en la plaza de un pueblo en fiestas a las 8 de la tarde. Los vecinos llevaron sus sillas y la plaza se llenó. Parecía un público muy atento, pero sobre las 9 uno del pueblo irrumpió en mitad de la función y, sin cortarse ni un pelo, gritó: "¡Que ya están las migas!". Entonces todos se levantaron, recogieron sus sillas y se fueron pitando al local donde servían las migas, dejando a los actores perplejos. Y es que donde esté el comer, que se quiten todas las zarandajas intelectuales. Así que sí, mi último deseo sería disfrutar como un pachá de que otros cocinen para mí alimentos maravillosos, no pisar la cocina ni por el forro y encima poner condiciones para que nada falle.

La primera condición es el sitio. No vale un comedor de mala muerte, aunque parezca apropiado. No, no, tiene que ser un comedor desde el que se vea el mar, amplio y con pocas mesas; luminoso, que hay algunos que parecen un cuadro de Caravaggio y casi no se ve si es berenjena o huevo frito lo que hay en el plato; sin ruidos, sin teles, ni móviles ni nadie que esté cantando cerca, que podamos hablar sin gritar con los que nos acompañan. Porque eso también es una condición para mi comida perfecta: en una mesa redonda (no más de 10 personas), con platos y copas preciosos y mantel y servilletas de tela, con gente que quiero y me quiere y con la que se pueda hablar de todo, sin que nadie esté juzgando al otro.

Y luego, que el menú traiga los sabores que me han acompañado toda la vida y que me recuerdan momentos gratos: las tortillas de papas y los calamares en salsa que mi madre me preparaba cuando yo volvía de Madrid, el arroz amarillo de Mamá Lola, las empanadillas que hace mi hijo, las sardinas a la veneciana que me hacía mi marido cuando se jubiló, el arroz negro de mi yerno, el gazpacho de melón que me enseñó a hacer mi primo Mingo, el ganso de Suzana para celebrar San Martín, los montaditos de Sixto, la morena de El Chavique, las croquetas de Carmen María, las viejas que venían saltando del mar en Arrieta, el queso manchego, los patés y foies del Perigord, las langostas que cogía Domingo en La Graciosa bajando a pulmón limpio, los merengues y almendrados de abuela, la tarta María Victoria y las torrijas de mi consuegra Cristi, los hojaldres de La Punta... Y todo empezando naturalmente con un champán francés bien frío; después, si se tercia, con un buen vino de la tierra; y, al final, con un chupito de los míos.

Yo creo que con tanta condición y tanta vianda, el momento de la ejecución se irá alargando indefinidamente y se convertiría todo en unas mil y una noches culinarias. Y cada día se cumpliría el penúltimo deseo. El secreto de la felicidad a lo mejor es vivir cada día como si fuera el último.

30 comentarios:

  1. Inés Parejo Sabina6 de octubre de 2025, 13:59

    Genial!!!! Me apunto

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    1. Gracias, Inés. Eso sí, necesitaríamos siete vidas y una salud de hierro para pegarnos banquetazos así. Pero que nos quiten lo bailado... :-D

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  2. Casi nada!!!
    No propongo que nos unamos personas que te queremos para proporcionártela porque podría ser de verdad tu último deseo y nunca nos lo perdonaríamos 😂😂😂

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    1. No hay nada como tener buenas amigas. Y no te preocupes, hemos compartido ya cuchipandas maravillosas que valen tanto como esa última. Y que sigamos en ello.
      Un abrazo grande.

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  3. El menú, maravilloso, la mesa y la compañía ideal, pero, pensando que me van a matar, se me cerraría el estómago y no podría probar bocado.

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    1. Pero eso no se piensa. El propósito de un deseo tan a largo plazo es ir posponiendo el final. ¡No habrá comidas suculentas que iremos añadiendo poco a poco hasta alargar el deseo!

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  4. Que menú Increíble pero posible. El banquete final rodeada de los más queridos ……. Ummm t

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    1. Yo creo que Sócrates también afrontó el último día con entereza y dignidad porque estaba rodeado de todos aquellos que lo querían. No tuvo banquete pero sí cariño y comprensión.

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  5. Querida Isa. Esta vez no estoy de acuerdo contigo. Cuando he visto alguna película y les dicen qué quieren comer yo me pregunto cómo les entra la comida-Mi ultimo deseo sería un concierto de mi virtuoso preferido. En este momento de David Garrett.

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    1. Jajajaja, Elvira, también de Scherezade podríamos decir que cómo se le ocurría ponerse a contar cuentos si sabía que el sultán la mataría al día siguiente. Y ya ves, poquito a poquito se fue salvando. Aquí haríamos, como dije, una mil y una noches culinarias: cada día un sabor distinto (es un deseo concedido sin cortapisas) y hasta que no se agote el menú (que no se agotará), seguiremos noche tras noche.
      A mí también me gusta David Garret. Lo podríamos invitar a que toque suavito de fondo. :-D

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    2. Noooooooooooo si yo consiguiera ese milagro, nada "de fondo" . Me verías con la boca y las orejas abiertas como un burro...jajajaja.
      Y Scherezade, ¿ Comería? Jajajajajajaja

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    3. Sí, ya sé que es difícil concentrar tu atención en dos hechos tan fundamentales, maravillosos y absorbentes como son la música y la comida. Es como aquella canción que decía: "¿Cómo se pueden querer dos mujeres a la vez... y no estar loco?".
      En lo de Scherezade pìenso que sí. ¿Cómo no probar unos dulces baklavas mientras contaba la historia de Alí Babá, por ejemplo?

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  6. Esta todo muy enlazado, así da gusto y me apunto...

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    1. La comida está enlazada con lo que somos. Cuando empezamos a cocinar, asar, gratinar... ahorramos tiempo y ganamos una energía que influyó en el cerebro y en la evolución. Somos lo que somos porque comemos como comemos.

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  7. Ayyy!! Ese gazpacho de melón, la verdad es que le quedaba muy rico 😋 Y por cierto, nunca he probado yo las sardinas a la veneciana, le voy a preguntar a Victor para que me las haga, porque yo que estoy comiendo mucho pescado azul por el omega3, así varío y no me aburro de comer tanta sardina 😀

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    1. Lo hago muchísimo porque lleva solo un tomate y Toni no puede comer tomates. Y siempre es una ocasión para acordarme de mi querido Mingo.
      Las sardinas a la veneciana las aprendió Toni de la tele, porque hacía como tu padre, no se perdía un programa de cocina. Las enharinaba y las freía en aceite caliente; luego colaba el aceite y allí freía suavemente cebolla en rodajas, un puñado de piñones y un puñado de pasas; le añadía un vasito de vinagre, dejaba empapar un momentito y al final vertía todo sobre las sardinas. Quedaban muy ricas.

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    2. Ummmm que buena pinta tienen, se la voy a pasar a Victor para que me las prepare que es el cocinero de mi casa 😀

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    3. Seguro que él le da un toque más sofisticado, pero de todas formas están buenísimas.

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  8. Ya por aquí de nuevo.Ya leí tu post y como siempre me gustó mucho, sobre todo el tono simpático que le das a todo lo que escribes y que al mismo tiempo te hace reflexionar
    Gracias por mencionar mis tartas y torrijas y que siempre tendrás en tu mesa cuando te apetezcan. Un beso muy grande.🥰🥰🥰

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    1. Tus tartas y torrijas es uno de los grandes lujos que nos regalas. Al lado de muchas otras cosas.
      Un abrazo grandote.

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    2. Todo lo que propones para una suculenta y última comida, me parece estupendo, pero seguramente me sentaría fatal ,pensando lo que me depara la suerte.Creo que me moriría por indigestión...Me sentaría fatal!!
      Un beso .

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    3. No, no, hay que disfrutar el momento, dejando el futuro entre paréntesis. Si piensas en lo que te deparará la suerte, ni planearás un viaje, ni iniciarás una relación, ni vivirás la vida. Al fin y al cabo, ya sabemos todos lo que en el futuro nos deparará la suerte. A no pensar en eso y a disfrutar.

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  9. Charo Borges Velázquez10 de octubre de 2025, 17:58

    Eso de las últimas voluntades siempre me ha sobrecogido, pero si lo tomo como un juego, yo diría que prefiero volver a ver dos o tres películas de las que más me han gustado.
    Una podría ser Lo que el viento se llevó, otra, la hispano mejicana Nadie hablará de nosotras, cuando hayamos muerto y, la última, Mujeres al borde de un ataque de nervios.
    La primera, de pura épica. La segunda, un drama de cine negro de categoría, y la última una comedia al más puro y disparatado estilo español.
    Con ellas, disfrutaría de un buen y variado fin de fiesta, Jane. Como puedes ver, lo mío no va por lo gastronómico. Me llama más el Séptimo Arte...

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    1. Si buscara películas para un último deseo, optaría por comedias, "Con faldas y a lo loco" o "¿Qué me pasa, doctor?" por ejemplo, para terminar con unas buenas carcajadas.

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  10. Me encanta la última frase.
    Y cómo no, nombrando unas copichuelas y unos chupitos, jajaja.
    Pos claro que sí, que viva la comida.

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    1. Tú sabes que las copichuelas y chupitos son acompañamiento obligado a un buen yantar. Y a ti, que cocinas tan bien y que me enseñaste a hacer pan, también te gustaría una buena comilona ¿A que sí?
      A mí también me encanta la última frase, vivir cada día como si fuera el último, porque resume mi sentido de la vida.
      Un beso, David, y ya sabes cuánto te quiero.

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  11. Me encanta tu forma de transmitir. Gracias.

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  12. Se me ha hecho la boca agua, Jane. No sé por qué comer proporciona tanta felicidad.
    Un abrazo.

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    1. Ya sabes, Dorotea, que comer y rascar todo es empezar. Y una vez que uno conoce lo bueno ya se sabe, a seguir por el mismo camino.
      Un abrazo.

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