Confieso con rubor que una vez hice una promesa. Tenía 14 años y prometí que,
si aprobaba la reválida de 4º, iría caminando a Candelaria. Cuando la aprobé
dije: “Eh, eh, desde el cruce con la carretera general, tampoco hay que
pasarse”.
Pero, a pesar de este desliz de juventud, no entiendo muy bien este tema de
las promesas. Si yo fuera Dios o la Virgen de Candelaria me importaría un
pimiento lo que alguien camine o deje de caminar. Como si se quiere quedar en su
casa viendo la tele, vamos.
Y menos entiendo todavía cuando la promesa es por delegación. Una prima mía
se pasó no sé cuantos años vestida de blanco con una cinta amarilla en la
cintura por una promesa de su madre. La pobre estaba tan harta que, cuando se
casó, dijo que de cualquier color menos de blanco. Y una vez que me enfermé y vi
las orejas al lobo, una amiga vino a decirme, cuando me curé, que
ella había hecho la promesa de que, si yo me curaba,
yo tenía que ir a ver a la Siervita. ¿Por qué no prometió ir
ella, digo yo?.
Pero, mira por donde, me ha dado una idea que me apresuro a comunicar a todos
mis allegados: ante cualquier contrariedad de la vida prometan, si se resuelve,
que yo tengo que ir en peregrinación a:
Rocamadour, sitio precioso donde los haya, situado en el valle del Lot en
Francia, en uno de cuyos muros está clavada la espada de Roldán.
O a Santa María de Lebeña, una iglesita en la espesura del bosque bajo el
perfil de los Picos de Europa, en donde se respira un aire sagrado de siglos.
O a una iglesia de las que jalonan desde Alemania la ruta jacobea. Pongamos,
por ejemplo, la Abadía de la Sainte-Foy de Conques con su pórtico del Juicio
Final.
O a Santa Sofía en Estambul, una de mis asignaturas pendientes.
O al Monte Saint Michel, rodeado de mar a ratos, majestuoso y romántico.
O a un templo hindú con sus budas orondos y dorados.
O a cualquier lugar sagrado y lejano que la imaginación de ustedes me asigne.
Yo, que tengo ahora tiempo y ganas, puedo prometer y prometo (como decía
Suárez) que allí estaré como un reloj.
Porque lo prometido es deuda. Y una promesa es una promesa.
Qué promesa ni qué niño muerto. Tú lo que tienes es un morro que te lo pisas...
ResponderEliminarJajaja, no es mala idea :P
ResponderEliminarCuando yo hice el último examen de la carrera me encomendé a todo lo encomendable, incluyendo al gran Monstruo Volador de Espaguetti, Chtulhu y Spiderman, para no dejarme a nadie. Dicen que la fe mueve montañas y cuando deseas algo con mucha fuerza, se cumple :)
Cuanto más mística me pongo, más incomprensión recibo. Estas nuevas generaciones no entienden de impulsos piadosos...
ResponderEliminarY, ya ves, a los santos de Sophie no los conocía. Igual son más eficientes.
¿ Y lo feliz que va a ser tu madre cumpliendo promesas? También podrías aprovecharte de su predisposición y decirle "mami, ¿me prometes que te vas con el Terro y la Susanita al parque y así tengo una hora de relax? :P
ResponderEliminarBueno, Sophie, ella ya sabe que para eso no hacen falta promesas. Las abuelas saben perfectamente el papel que la vida les ha asignado. Y además les encanta (sin pasarse, eh)
ResponderEliminar(Hace 4 años)
ResponderEliminarHola, Jane.
Es todo un mundo este de las promesas, sobre todo las de delegación como tú las llamas, esas son las mejores, se las endosamos a otro y quedamos como reyes. La madre de una amiga mía, prometió - estando embarazada- a la virgen del Buen Viaje, que si todo salía bien así se llamaría la niña, sin pensar en las consecuencias que eso le acarrearía a la pobre criatura a la hora de pasar lista en la clase. Y así cada día, cuando la profesora decía:
-Buenviaje González...
Todas coreabamos- Adióssss Buenvii
Y los hay peores. Un saludo.
Pobre Buenviaje. Esa es peor que la de mi prima con su traje blanco y el cordón amarillo. A esas prometedoras habría que fusilarlas. Hay en ellas algo sádico ¿verdad?
ResponderEliminarYo, los domingos por la mañana, con los ojos entreabiertos y la mano en la frente, de camino al armario de las medicinas, prometo moderarme con las copas de los sábados. Pero nunca lo cumplo.
ResponderEliminarBueno, es que hay que prometer cosas posibles. Yo también siempre estoy prometiendo lo de llevar una vida más sana, adelgazar... pero siempre acabas diciendo algo así como "si esta semana adelgazo, de premio me voy a mandar unas costillas con piñas regadas con un buen mojo de cilantro" y cosas así. No tenemos remedio...
ResponderEliminarYo cuando aprobe Economía del Derecho, que era un rollo gigantesco lleno de números (para alguien medio paleto cómo yo si no tengo calculadora) prometí que iría hasta Candelaría si la aprobaba. Lo aprobé a la 1ª y lo más increíble, por superstición de no cumplirlo, fui ¡¡ corriendo !!. Poco más de 2 horitas un día nublado y la verdad, me sentí super bien. No sé si por llegar si haber parado o por haber cumplido con mi palabra/promesa.
ResponderEliminarNunca he vuelto a prometer nada :D
¡Qué barbaridad! Te envidio porque yo, como ves, me escaqueé lo que pude en la única promesa que hice en mi vida. Y, además, arrastré a mis padres para que me llevaran en coche hasta el cruce. Debe ser que yo eso de la superstición por no cumplirla no lo tengo asumido. Pero, mira, eso demuestra que eres un abogado de fiar (o uno que nunca más hará una promesa)
ResponderEliminarSi lo pensamos con detenimiento es posible que en Canarias no haya nadie mejor preparado que la Virgen de Candelaria, a la de exámenes a los que se habrá tenido que presentar por promesas ajenas a lo largo de su existencia, porque digo yo, cuando se promete algo así de alguna forma se está pidiendo un favor.
ResponderEliminarEs posible que ahora mismo ande liada con la PAU y otros varios, anda que como las cosas no salgan bien, ya la veo estudiando para septiembre.
Y otra cosa, la de caminatas que le deben los que luego no van, a esos yo les suspendería en el siguiente examen, que como dice Jane, una promesa es una promesa
Yo creo, Ancaria, que, más que pidiendo un favor, se trata de un chantaje. Yo hago esto (caminar, vestirme así o asá...) si tú me apruebas o me curas o me buscas un novio rico y guapo. Si no, ah, se siente, te quedas sin caminata.
ResponderEliminar(Hace 4 años)
ResponderEliminarYo creo que lo mejor es prometerse a uno mismo algo que vaya en nuestro propio beneficio, es decir, prometo que si logro tal o tal cosa me daré, por poner un ejemplo, un atracón de mejillones al vapor en un viaje a Galicia. Prometo que si logro acabar con este trabajo en el plazo fijado me pasaré un fin de semana en el mejor Spa del sur de Tenerife.Esto nos acercará a las metas y no nos costará tanto cumplir. Además, basta ya de meter a tanto santo en el baile, que después nos ponemos colorados intentando cumplir algo estrambótico que hayamos imaginado. Me acuerdo de pequeño cuando alguna vez fui con mis padres a la Basílica de Candelaria y ví a una señora caminando de rodillas hacia el altar, me imagino que cumpliendo una promesa. Yo decía : ¿ qué demonios de promesa estará cumpliendo?. Después de varias idas y venidas hasta el altar supongo que la artrosis no se la quitaría ni la mejor de las promesas futuras...
Lo de los mejillones me parece una promesa estupenda.
ResponderEliminarNo creo que lo de los mejillones entusiasme a Jane, tiene una experiencia traumática cerca de O Grove. Jajaja!
ResponderEliminarVeo que has captado perfectamente, Miguel, lo que quería decir en el post. Ya que se trata de hacer promesas, hagámoslas placenteras. Nada de cilicios, azotes o sacrificios, que vamos a parecer unos masoquistas. Mejor lo que yo propongo o lo que propones tú. Cambiando, eso sí, los mejillones por unos percebes o langostas (que Melchor tiene razón, los mejillones en demasía, acompañados de Ribeiro, pueden resultar... indigestos)
ResponderEliminar(Hace 4 años)
ResponderEliminarConfieso que nunca he hecho una promesa. Tenía miedo a que se cumpliera lo que había pedido y tener que apechugar con lo prometido. Creo que no hubiese podido con el remordimiento de conciencia, ¡fíjese
Tú sí que eres sabia, Yaiza. Saber que cada acción nuestra tiene unas consecuencias que hay que afrontar no es algo que todo el mundo haya captado. Y, si no se cree en las promesas, más honesto es no hacerlas.
ResponderEliminar(Hace 4 años)
ResponderEliminar¡Menudo éxito, Jane, el de este post!. Te alegrará el número de comentarios que ha suscitado, ¿verdad?.
En mi caso, siempre he sido bastante descreída en eso de las promesas y, si alguna hice, debió ser en tiempos remotos, porque ni lo recuerdo.
Si tuviera que pronunciarme, estaría más en la línea del Sr. Feria, que ya está bien de sobrecargar a toda la corte de dioses, diosas, santos y beatos conocidos...
Es verdad, Cahachebé, como si no tuvieran otra cosa mejor que hacer Recuerda la historia aquella del que le está pidiendo al Cristo de La Laguna 100 euros y al lado hay otro que le pide un millón. Éste se vuelve, le da los 100 euros al otro y le dice: "Tome y váyase, no me lo distraiga!".
ResponderEliminarQué buena idea has tenido con esto de anunciar tus lugares preferidos de peregrinaje.
ResponderEliminarAlgunos ya los he visitado, incluido Santa Sofía que, cuando escribí esto, era todavía una asignatura pendiente. Pero queda tanto por ahí fuera que no está mal lo de las promesas, a ver si así...
ResponderEliminarCuanta razon , cuando era pequeña, me cai en la escalera de casa de mi abuela materna y ella hizo la promesa que si no me ocurria nada, me vestia un año del habito de Candelaria y ahi con mis trajes amarillos o blancos con la cinta azul que buenas promesas para que las cumplan los demas. La otra promesa fue la revalida de sexto , me imagino que se acordaran, al Cristo de La Laguna y entrar de rodillas. Me acuerdo de Ani, Carol, Lourdes y varias mas dejandonos orinar de la risa en la promesa , lo pasamos chachi. ¿Se acuerdan las que fueron?
ResponderEliminarMarta, yo, después de la reválida de 4º, no he hecho más promesas en mi vida, no sea que tenga que cumplirlas ¿Y esa al Cristo fue, además, en comandita? Más que una promesa fue entonces una juerga. A lo mejor, Wert pone otra vez las reválidas para fomentar esas idas al Cristo otra vez...
ResponderEliminarPrometo que si alguien promete que vayas a alguno de esos sitios sagrados, y tienes que ir, yo iré a recorrer Tailandia con una mochila.
ResponderEliminarYa te estás dando cuenta de que lo mejor son esas promesas por delegación ¿verdad? Y si encima es con todos los gastos pagados, mejor que mejor. Hasta a lo mejor me iría contigo a recorrer Tailandia (bueno, yo en un buen hotel y sin mochila, que una ya tiene su edad...)
ResponderEliminarhola Isa: lo de las promesas es como lo que uno piensa,hay que tener cuidado por lo que se suele decir ;las promesas hay que cumplirlas y lo que se piensa en muchas ocasiones se cumple "asi que ojo al dato"
ResponderEliminarBueno guapa haber si nos vemos y damos una vuelta por esa laguna tan preciosa que tenemos.
Hola, Araceli. Lo que suele pasar es que le ponemos ganas a las cosas que hay que hacer para cumplir una promesa y, por eso, se cumplen. No creo que San Petronio o Santa Domitila estén muy preocupados por nuestros exámenes (estos días no darían abasto).
ResponderEliminarCuando quieras, nos vemos. Tú sabes que yo estoy entradita en cintura y dispuesta. Un beso.
Pues yo voy a hacer la dura promesa de acompañarte a esos lugares si se te cumple lo prometido. Abre el ojo para que así sea, no vaya a ser que prometas cosas imposibles, eh!.
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